Nada nuevo ni de fondo. Felipe atrapado en la telaraña del narcotráfico que él ha tejido, convertida la visita del afroestadunidense en una oportunidad explícita de hablar de asuntos criminales y de ajustar en lo privado las tuercas a la maquinaria local que se muestra incapaz de contener a los cárteles expansivos. Lo narco como telón de fondo, como si la relación binacional se agotara en la “guerra” inventada por Calderón casi dos años y medio atrás, como si lo único importante fueran el tráfico de armas y la seguridad fronteriza, sin que la endrogada administración felipista fuera capaz de instalar en el foro, más que marginalmente, los temas migratorio y económico, éste relacionado con el tratado de libre comercio.
Eso sí, la sección de complacencias de la rocola oficial insistía en el advenimiento de una nueva era, en el inicio de tiempos promisorios cual nunca otros más. Pero, más allá de los movimientos entusiastas de la extremidad posterior de la columna vertebral que en algunos animales se da (¿we are canes?, pregunta bilingüe y ladrona), lo más importante de ayer fue que el jefe Barack aceptó hacerse cargo de los problemas que no puede resolver el Elliot Ness Región 4. Unidos, pues, por el destino (con doble queso y rajas de jalapeño). A petición de parte, ¿relevo de presunto presidente?
Yes, we can, dijo Calderón en un cierre discursivo mimético, recordando el exitoso lema de campaña del demócrata estadunidense, deseoso el mexicano de subirse al tren de las maravillas obámicas. También ofrendó el recuerdo de la imagen y las palabras de John F. Kennedy, sin que hubiera cuando menos la evocación compensatoria de algún prócer mexicano, privatizadas militarmente las ceremonias de ayer, sin nada que ver con la recepción multitudinaria que en su momento dieron los mexicanos al presidente luego asesinado. Yes, we can. ¡Guau!
Astillas
El director de comunicación social del comité nacional panista envió a La Jornada una carta que los interesados podrán leer en El Correo Ilustrado, pero ante la cual esta columna responde: si el vocero de Germán Martínez Cázares (GMC) dice que éste no hizo el comentario del que aquí se dio cuenta en anterior Astillero, habrá que creerle (a riesgo de que también ese deslinde y el funcionario partidista acaben siendo clones desautorizados). Pero el comentario existió, fue enviado del perfil de Facebook a nombre de GMC (el dirigente panista en riesgo de quiebra, no la empresa automotriz) al del ciudadano Óscar A. García y de todo ello tiene Astillero constancia gráfica tomada de las pantallas correspondientes. Llama la atención, además, lo fofo de la argumentación del vocero Villarreal: dice que “no nos fue posible encontrar” el perfil de Facebook de Germán Martínez Cázares, mas para topárselo basta con dar clic en la dirección electrónica que se mencionó en la entrega en cuestión y que ahora se repite: www.facebook.com/pages/German-Martinez-Cazares/66863611406. En cambio, los sabuesos internéticos blanquiazules sí “pudieron identificar que la difusión del supuesto comentario” se hizo a través de cierta página y “mediante correos electrónicos de procedencia desconocida”. En el caso de esta columna, el lector García hizo saber lo sucedido, el tecleador habló con él, le pidió sus consideraciones y verificó lo que él decía: que de un perfil de Facebook, a nombre de GMC, le habían enviado un mensaje ofensivo (mediocre, infeliz, perdedor y frustrado, entre otras cosas). Si ese perfil es falso (en el que 99 por ciento de lo publicado es favorable al PAN, en el que están mensajes, fotografías, comentarios y discursos de GMC, y en el que se promueve a los candidatos panistas a gobernadores estatales), entonces habrá que sugerir a Germán que contrate a algún San Hildebrando que le libre de trampas cibernéticas.
Pero, sin necesidad de Facebook, un senador panista y ex gobernador de Aguascalientes, Felipe González, llamó perdedor, abusivo y traidor al dirigente partidista Germán Martínez. La etiquetación fue una de las reacciones derivadas de que Lourdes Reynoso Femat, hermana del actual mandatario de aquella entidad, Luis Armando Reynoso Femat (frecuentemente impugnado con acidez por sus propios compañeros de partido), fuera designada candidata blanquiazul a diputada federal por la vía de representación plurinominal en uno de los lugares considerados seguros, el séptimo. Otro senador hidrocálido, Rubén Camarillo, habló de imposiciones y componendas y consideró la nepótica postulación como “un error garrafal”.
Y, mientras sigue la tensión en Cananea, Sonora; Huizopa, Chihuahua, y Zimapán, Hidalgo, ¡feliz fin de semana, con Fox convertido en moneda de arreglos electorales entre los priístas vicentinos y los panistas quesadas!
Fax: 5605-2099 • juliohdz@jornada.com.mx
El comercio de armas
Tal vez México no es un Estado fallido, sin embargo, las precauciones que rodean la visita del presidente Obama indicarían lo contrario. Temprano corrió en la capital la noticia de que se había registrado un nuevo enfrentamiento armado en tierras de Guerrero, entre miembros del Ejército y facinerosos no identificados, con saldo de 15 muertos y un número no determinado de heridos. La preocupación del Servicio Secreto que lo custodia estaba más que justificada. Quizá en su interior el señor Obama no se siente cómodo tratando con un presidente que no triunfó en un proceso electoral fuera de dudas, como el suyo, sin embargo, usó todos sus recursos para mostrarse cordial. Lo que sigue es lo bueno. Ya desde antes de que su avión aterrizara en el aeropuerto capitalino había anunciado que presionaría al Senado para que ratifique el CIFTA, un tratado interamericano contra el tráfico de armas que nació en tiempos de Clinton, pero se abandonó en el archivo. Es un modo de sacarle la vuelta a la Segunda Enmienda de la Constitución, que permite el comercio y la portación de armas en territorio de Estados Unidos. Cuando tomó posesión en enero pasado, Obama recibió una nación devastada por la crisis económica y desgarrada por dos guerras. Pronto tomaría conciencia que se libraba otra al sur de la frontera. Con el tiempo quizá apacigüe los conflictos de Irak y Afganistán, y hasta supere la crisis económica. En cambio, podría fracasar en México. La invencible corrupción que contamina a amplios sectores del gobierno mexicano conspira en su contra.
El titubeo que narré en la entrega citada, que llevó al gobierno a aumentar los impuestos en 1997, produciendo dos años seguidos de decrecimiento del PIB (véase gráfica de la entrega citada), estuvo motivado por la preocupación de que una población que envejece está generando compromisos de pagos futuros de pensiones y de mayores gastos médicos y, por tanto, debería estar ahorrando y no incurriendo en altos niveles de déficit. La vuelta al gasto deficitario en 1998 no reactivó la economía porque, en opinión de Paul Krugman, los inversionistas reaccionaron nerviosamente ante esta nueva política, agotando así el camino del gasto deficitario.
Krugman da un dato clave que en su esquema conceptual no parece grave: la población en edad de trabajar (la fuerza de trabajo potencial) está declinando de manera continua en Japón, mientras crece rápidamente la población jubilada. En contraste, en la teoría marxista de las crisis el monto de la fuerza de trabajo es determinante, ya que es sólo el trabajo vivo el que genera nuevo valor: plusvalía. Una economía con una fuerza de trabajo declinante está destinada al decrecimiento o, en el mejor de los casos, al estancamiento.1 Pero Krugman pasa a otra cosa. Antes de seguirlo veamos algunos datos demográficos del Japón que ilustran la importancia del punto: a) Mientras entre 1950 y 2009 la población aumentó de 82.8 a 127.2 millones, las proyecciones de Naciones Unidas prevén que de aquí en adelante declinará y que será de sólo 101.7 millones en 2050; b) entre 2005 y 2010 se prevé ya un estancamiento de la población: una tasa de crecimiento de 0.12 por ciento anual. c) la población ha venido y seguirá envejeciendo: la mediana de la edad, que era de sólo 22.3 años en 1950, aumentó a 32.6 en 1980 y a 44.4 en 2009, año en el cual fue ya la población nacional más vieja del planeta, y se prevé que será de 55.1 años en 2050; d) Japón es el país con esperanza de vida al nacer más alta del mundo: 82.7 años; e) sus tasas de mortalidad infantil (menores de un año) y de menores de 5 años son 3.0 y 4.2 por cada mil nacidos vivos, mientras en México los valores respectivos son: 20.5 y 24.7, casi 7 veces más altas; f) en 2009 el 35.8 por ciento de su población tiene 60 años o más y llegará a 44.2 por ciento en 2050. Cabe preguntarse si el problema económico del Japón no radica en su política migratoria, ya que a diferencia de otros países desarrollados, al parecer no cuenta con una inmigración significativa.
Krugman dice que otra opción para que Japón superara el estancamiento crónico, sería hacer lo necesario para que hubiera un poco de inflación. Para situar esta afirmación he preparado la gráfica anexa sobre la inflación-deflación en Japón y la comento al final. Para explicar el papel de la inflación, vuelve al tema de la trampa de la liquidez. Dice que desde la gran depresión en EU, ninguna economía había entrado en tal trampa y que los economistas estaban muy mal preparados (y desinteresados) para lidiar con una situación así. “Continúo asombrándome sobre cuán pocos fueron los economistas del mundo que se percataron de lo importante que era la trampa del Japón como un asunto práctico y como un reto a nuestras doctrinas económicas.”
La inflación es la solución para salir de la trampa de la liquidez, añade, ya que ésta “derrite, en el tiempo, el valor real del dinero”. De manera más precisa, continúa, la solución es la inflación esperada que desestimula a la gente a atesorar dinero. Una vez que se toma en serio la trampa de la liquidez, se llega a la conclusión de que la inflación puede ser algo bueno porque ayuda a salir de esta trampa. “Los promotores de la inflación, sin embargo, se enfrentan al fuertemente arraigado sentimiento que la estabilidad de precios siempre es deseable y que, por tanto, promover la inflación es crear incentivos perversos y peligrosos”. Concluye el capítulo sobre Japón diciendo que hacia 2003 ese país vivió una recuperación basada en el crecimiento de sus exportaciones a EU, y que la deflación se abatió un poco sin que hubiese aparecido la inflación. Que, por tanto, el escape es provisional y que es probable que vuelva a la trampa de la liquidez si la recesión es profunda. Las noticias sobre Japón muestran que, a principios de 2009, está sumido en una severa crisis y sus exportaciones abatidas drásticamente.
La gráfica muestra la realidad de la deflación-inflación en Japón durante las tres últimas décadas. En los años 90 sólo hubo dos años de deflación (crecimiento negativo de los precios). En cambio, de los 9 años observados del presente decenio, en 5 la tasa es negativa, en 2 es igual a cero, y sólo hay dos años (2006 y 2008) con inflación positiva. De esta manera, organizando la información por subperiodos, tenemos los siguientes resultados de tasa de crecimiento media anual del PIB y de los precios respectivamente: a) 1981-1983: 2.44 por ciento y 3.18 por ciento; 1984-1990: 4.6 por ciento y 1.57 por ciento ; 1991-2002: 1.09 por ciento y 0.57 por ciento ; y 2003-2008: 1.88 por ciento y 0.16 por ciento . Como se aprecia, la tasa de inflación ha ido sistemáticamente a la baja, pero esa baja no ha sido acompañada por una baja correspondiente del crecimiento, que sube, baja y vuelve a subir. La explicación de Paul Krugman del papel de la deflación en el estancamiento japonés no es consistente con los datos, por lo cual el papel que atribuye a la deflación en la crisis se derrumba.
1 En la entrega III de esta serie, señalé: “Los periodos de auge asociados con alzas en los salarios reales, decía John Strachey en los años 30, siempre terminaban en crisis por la caída en la tasa de ganancia. Marx había señalado que estos periodos eran heraldos de la crisis. La población es, entonces, el factor limitante último de las posibilidades del desarrollo capitalista, dice Strachey. Para sobrevivir, el capitalismo tiene que encontrar nuevas fuentes de abastecimiento de fuerza de trabajo explotable.
jbolt@colmex.mx
Unos días atrás el “excelente” equipo financiero (Calderón dixit) de la “continuidad”, encabezado por el doctor “catarrito”, envió a la Cámara de Diputados sus pronósticos presupuestarios para 2010, en los que se constata la no muy sólida decisión de “superar” la crisis por medio del gasto público, ni mucho menos “ayudar” a la gente a que “mejore” su perspectiva de vida por la misma vía, toda vez que planea una sustancial reducción de dineros a los “programas prioritarios” en el año de la “recuperación”.
De hecho, si se atienden las cifras presentadas (todas a precios corrientes) por la Secretaría de Hacienda a la Cámara de Diputados, la reducción incluso afectaría al ejército mexicano en su lucha contra el narcotráfico, pues para 2010 el gobierno federal considera pertinente una disminución de 19.8 por ciento en el presupuesto para equipamiento de la Secretaría de la Defensa Nacional, aunque peor le iría a la Secretaría de Marina, pues para el mismo fin el recorte sería de 51.9 por ciento. En cambio, los programas de la PGR salen bien librados: los dineros destinados a la lucha contra el narcomenudeo y el combate a la delincuencia organizada crecen 32.1 y 14.1 por ciento, respectivamente. En el caso de la Secretaría de Seguridad Pública el beneficio se limita a la construcción de estaciones de policía y la implementación de operativos para la prevención y disuasión del delito.
En 2010 prácticamente todos los “programas prioritarios” del gobierno federal reportarán reducciones en sus respectivas partidas, salvo, por ejemplo, en los casos del “registro e identificación de población” y la nueva sede del Archivo General de la Nación, para cuyos efectos se incrementarían 22.1 y 43 por ciento, respectivamente, los dineros públicos a ellos canalizados.
Pero los citados son excepciones. La norma para 2010 es recortar presupuestos en “programas prioritarios”, como los de la Sagarpa. Así, el destinado a la Adquisición de Activos Productivos se reducirá 18.1 por ciento; Procampo, y los de Apoyo a Contingencias Climatológicas y de Soporte al Sector Agropecuario obtendrán uno por ciento menos que en 2009; el de Uso Sustentable de Recursos Naturales para la Producción Primaria, cae 9 por ciento; el de Inducción y Desarrollo del Financiamiento al Medio Rural 43 por ciento y el de Atención a Problemas Estructurales 16.9 por ciento.
Ese mismo discurso oficial insiste en que la construcción de infraestructura con recursos públicos “permitirá salir de la crisis”. Pues bien, para 2010 el gobierno calderonista considera pertinente reducir 11.1 por ciento los recursos públicos destinados a los proyectos de infraestructura económica de carreteras; 38.3 por ciento a las carreteras alimentadoras y a los caminos rurales; 23.5 por ciento a puertos, aeropuertos y ferrocarriles y uno por ciento al programa de empleo temporal. Sólo se incrementa (16.2 por ciento) el mantenimiento de carreteras.
Todos los “programas prioritarios” de la Secretaría de Economía se reducen uno por ciento: micro financiamiento a mujeres rurales, apoyos para Empresas Solidaridad, Fondo para la pequeña y mediana empresa, financiamiento al micro empresario, productividad e innovación tecnológica, logística y centrales de abasto, desarrollo de software, proyectos de empresas sociales y de la población de bajos ingresos, programa de creación de empleos en zonas marginadas y promoción de la transparencia, entre otros.
Lo mismo sucede con los “programas prioritarios” de la Secretaría del Trabajo: todos caen uno por ciento con respecto a 2009: apoyo y fomento al empleo, impartición y procuración de justicia laboral, capacitación a trabajadores en activo, equidad de género y no discriminación en el mercado laboral. De igual forma, los de la Secretaría de la Reforma Agraria van para abajo, en especial el relativo a la atención de conflictos agrarios (-21.1 por ciento).
El ingrato entorno ambiental parece no ser prioritario en eso de la “superación” de la crisis. En la Semarnap, la mayoría de los “programas prioritarios” reportarán reducciones presupuestales, especialmente el relativo al manejo integral del sistema hidrológico (-27.6 por ciento), aunque el destinado a la recuperación y repoblación de especies de vida silvestre y en peligro de extinción aumenta 38.7 por ciento.
Todos los “programas prioritarios” de la Secretaría de Desarrollo Social verán reducidos sus presupuestos en no menos de uno por ciento, salvo los de Desarrollo Humano Oportunidades, que crecerá 1.1 por ciento, y el de rescate de espacios públicos, que se incrementa 16.1 por ciento. Se reducen los dineros para abasto social de leche Liconsa, y los de ahorro, subsidio y crédito para la vivienda.
En el caso de la Secretaría de Educación Pública caen los presupuestos destinados a libros de texto gratuito, escuelas de calidad y becas de educación superior, aunque crecen (4 por ciento en términos nominales) los canalizados a infraestructura educativa y deportes (31.2 por ciento). El presupuesto para la UNAM se “incrementa” 0.1 por ciento, y el del Instituto Politécnico Nacional se reduce en igual proporción. Los subsidios federales para organismos descentralizados estatales de educación (media superior y superior) no reportan movimientos.
Los programas prioritarios de la Secretaría de Salud en algunos casos reportan fuertes incrementos presupuestales, como en los casos del seguro popular (23.3 por ciento), hospitales regionales de alta especialidad (28 por ciento) y proyectos de prestación de servicios (98.2 por ciento).
Así, más rápida que una saeta será la “superación” de la crisis. Esa es la realidad frente al optimismo del discurso oficial.
Las rebanadas del pastel
Hasta ahora mucho Obama y pocas nueces, y todo indica que de la “histórica visita” no saldrán más que “palmaditas” (Fox dixit) adicionales... Si en el Grupo México y Los Pinos suponían que “el asunto está resuelto”, deberán tomar nota del revire de los mineros de Cananea, quienes ayer obtuvieron un amparo que invalida aquello de “dar por concluida” su relación laboral con el hijo de El Azote, el carismático Germán Larrea.
cfvmexico_sa@hotmail.com • mexicosa@infinitum.com.mx
La crisis se está manifestando en estancamiento económico, en mercados que se achican, crecimiento exponencial del desempleo, astringencia del crédito y de recursos para el desarrollo, deterioro brutal de los niveles de vida de la población, una desigualdad social que se dispara, lo que la hace no sólo crisis financiera y económica, sino de hecho una crisis mucho más amplia y profunda: de civilización, de principios y valores, y en estas dimensiones es que tendrán que buscarse sus soluciones.
La crisis se genera en Estados Unidos y hoy golpea a todos los países, en todos los continentes. Resolverla, es decir, recuperar país por país, y en cada uno de éstos, región por región, las condiciones para el crecimiento de las economías y el mejoramiento sostenido de las condiciones de vida de los diferentes pueblos, no será sólo resolviendo la situación estadunidense ni sólo a partir de acciones de Estados Unidos, pero toda solución global pasará por contar con la participación decidida de nuestro vecino del norte, la nación con la economía del mayor peso relativo entre todas las del globo, y por acciones debidamente convenidas y llevadas a cabo por el conjunto de naciones.
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Recién tuvo lugar la reunión del Grupo de los 20 países que supuestamente son los más desarrollados –de América Latina forman parte del G-20: Brasil, Argentina, y yo me pregunto, objetivamente, ¿por qué también México?, con un cuarto de siglo de estancamiento económico, incapacidad para generar los empleos que la población demanda, caída de los niveles de vida, insuficiencia y baja calidad de los servicios educativos, de salud y de seguridad social pero, en fin, ésta es la realidad y México es parte del G-20.
Desde América Latina y el Caribe se ha querido ver la reunión de Londres como un antecedente de la Cumbre Interamericana de Trinidad y Tobago, que estará comenzando ahora para concluir el día 19. El cónclave de Londres –del pasado 4 de abril– despertó grandes expectativas que se consideraba proyectarían hacia nuestra región, sobre todo en relación con lo que pudiera plantear el nuevo presidente de Estados Unidos para resolver la crisis: la de cada quien y la que abarca a todos.
Se esperaba que la reunión del G-20 tratara sobre la restructuración, reforma y nuevas normas para regular el sistema financiero global –para evitar que repita prácticas especulativas y delincuenciales como las que desencadenaron la crisis actual–, sobre reglas de cumplimiento obligatorio respecto de la transparencia de las operaciones financieras, sobre la forma de proporcionar liquidez a la economía real y compromisos de mayores inversiones para la creación de empleos, preservación de los existentes y fortalecimiento de los sistemas de seguridad social. Se esperaba que pudieran definirse acciones concretas de solidaridad de los países de mayor desarrollo hacia los más necesitados, para que la brecha entre unos y otros no siga profundizándose.
Si algo de esto se trató, fue un tanto por encima, con poco reflejo hacia la opinión pública mundial, y nada se dijo de quién pagaría al final los graves y ya muy altos costos sociales, políticos y económicos que la crisis está ocasionando por todo el mundo, pues en buena parte la discusión se centró en que Estados Unidos pretendía una mayor dependencia de los demás países respecto a su dólar, un dólar que imprimen y multiplican a su solo juicio, mientras el resto buscaba evitar que se dieran bienes tangibles, reales, como contrapartida de un dólar cuyo único respaldo es la palabra del Estado estadunidense. Al trabarse la discusión entre los económicamente poderosos, para mantener los buenos modos y como acuerdos principales, se convino la creación de uno o dos grupos de estudio, o sea, quédense las cosas como están y a ver qué pasa hacia adelante.
Lo tratado entonces en Londres deja al sistema financiero mundial prácticamente sin cambios, ni en sus instituciones ni en sus formas de operación.
Se acordó, ciertamente, elevar los recursos del Fondo Monetario Internacional (FMI), haciéndolos llegar al billón de dólares. Ello representará nuevas aportaciones de las potencias económicas, pero también sacrificios extraordinarios de las economías medianas y pequeñas para cubrir las cuotas que les correspondan, mermando esos recursos a sus posibilidades de inversiones nacionales.
Ese billón, por otro lado, se destinará a préstamos que hará el FMI y que tomarán sobre todo las naciones endeudadas, para que principalmente paguen los débitos que de otro modo no podrían cubrir, repitiendo el desquiciante esquema de pagar deuda con más deuda, dejando, por otro lado, que cada quien haga lo que pueda en relación con sus problemas de deterioro social, recesión económica y ebullición política, mientras Estados Unidos se lanza en un amplio programa keynesiano de gasto con déficit, echando a andar su imprenta de dólares, a pesar de su ya impagable deuda de más de 4 billones de dólares con bancos centrales extranjeros. A salvar primero la casa, y los demás, sálvese quien pueda, como en los naufragios.
En esta perspectiva es que se llega a la Cumbre Interamericana de Trinidad y Tobago.
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El ex embajador estadunidense en México Jeffrey Davidow, coordinador del gobierno de Estados Unidos para los asuntos relacionados con la cumbre, refiriéndose a ésta, declaró recientemente que el esfuerzo de Estados Unidos se centraría en el diálogo y la colaboración, para buscar resultados concretos en lo relativo a la inclusión social y a la reducción de la pobreza extrema, y que para alcanzar los fines que en su momento se propusieran, se buscarían distintos agrupamientos de gobiernos, organizaciones no gubernamentales y empresas, así como formas diversas de colaboración, entre las que destacó la de los acuerdos de libre comercio.
Se llega a la cumbre de Trinidad cuando existe ya aceptación general de que los mercados han fallado por haber desatendido los gobiernos su función regulatoria y por no haber cumplido el principio de que los beneficios sociales vayan siempre por delante de los económicos, y cuando existe clara convicción también de que las instituciones financieras no se regulan a sí mismas –la crisis deja ver que se dio la facultad de regular a reguladores que no creían y no querían la regulación– y que en sus operaciones es indispensable una transparencia que hasta ahora no ha habido –información a clientes, a la opinión pública y a las autoridades.
Se llega con el reconocimiento, igualmente, de que se requiere mejor regulación para asegurar la solidez tanto de cada institución financiera como del sistema económico en su conjunto, para proteger a los consumidores, mantener la competencia, asegurar acceso a todos al financiamiento y mantener la estabilidad de la economía.
En relación con la crisis global y queriendo ser optimista, aunque no hay que hacerse ilusiones, para avanzar en el diseño y creación de un nuevo sistema financiero global, hoy indispensable, sería deseable que de Trinidad surgieran propuestas en este sentido trascendentes, como: 1) la suscripción de un tratado mundial para la regulación y el control de los mercados financieros, bajo la autoridad de la ONU, 2) creación de una comisión para la estabilidad de los mercados financieros, 3) otra comisión para el aseguramiento de los productos financieros y 4) registro público internacional de títulos de garantías financieras; propuestas para la creación 5) de un fondo mundial para el desempleo, que estiman especialistas podría iniciar urgentemente con 20 mil millones de dólares; 6) un fondo mundial para refinanciar los créditos de la pequeña y mediana empresa, del orden del anterior, y 7) un fondo mundial para inversión en infraestructura, de 40 a 50 mil millones de dólares, acordándose respecto a estos fondos que operaran a base de donaciones atadas a proyectos específicos, cuya ejecución pudiera debidamente supervisarse, y no concediendo créditos; y la creación también 8) de un nuevo sistema de reserva global; por otra parte, que los gobiernos asistentes tomaran los compromisos de 9) expedir leyes contra la usura, 10) dar transparencia a la operación y establecer condiciones de competencia en materia de tarjetas de crédito y, mediante acuerdos internacionales, 11) poner fin a los paraísos fiscales.
Si realmente un objetivo de la colaboración internacional fuera reducir hasta eliminar las diferencias en las condiciones de vida y las oportunidades de mejoramiento sostenido de los distintos pueblos, y si en verdad se considerara que los procesos de integración económica contribuyen a ello, la Cumbre Interamericana podría plantear sustituir los acuerdos de libre comercio por acuerdos de desarrollo, considerando que los primeros, según las experiencias de su operación, han provocado que se agudicen las diferencias sociales, así como el desmantelamiento y desintegración de amplios sectores productivos, con el consecuente desequilibrio de las economías de menor desarrollo. De hecho, la cumbre podría proponer la suscripción de un gran acuerdo continental de desarrollo, que tuviera como propósitos centrales terminar las asimetrías en las condiciones de desarrollo y niveles de vida de los diferentes países, fijando metas concretas a alcanzar en tiempos determinados en cuanto a empleo, ingreso y equidad en su distribución, educación, salud, cobertura y fortalecimiento de la seguridad social, protección y mejoramiento ambiental, uso de energías no convencionales, echando mano de instrumentos como los fondos de compensación que creó en su momento la Comunidad Europea –que fluyen de los países de mayor desenvolvimiento a los de necesidades mayores– y de la puesta en práctica, gradualmente, según se fuera conviniendo, de políticas comunes en áreas clave del desarrollo.
Entre las cuestiones prácticas, la cumbre podría recomendar que las altas reservas en divisas extranjeras que han acumulado los bancos centrales –más de 80 mil millones de dólares, en algún momento, en el caso de México, una mala práctica general, por cierto, pues al correr del tiempo esas reservas han estado perdiendo valor en términos reales y se vienen utilizando para apoyar a los países más fuertes– se invirtieran en los respectivos países preferentemente para cubrir cabalmente las necesidades de la educación en sus diferentes grados y para elevar su calidad, así como crear y mejorar tecnología y en producción.
Volviendo a la realidad, esperemos lo mejor de la cumbre, aunque, desafortunadamente, creo que sus acuerdos quedarán muy por debajo de lo que América Latina y el Caribe esperaban y necesitan, y de lo que a partir de la solidaridad internacional y en cada país podría hacerse. Por tanto, la lucha sigue.
Gilberto López y Rivas: Carta abierta a Barack Obama
Así, Veracruz fue bombardeada dos veces por su marina de guerra –en 1847 y 1914, con grandes bajas entre la población civil, que –por cierto– en las dos ocasiones enfrentó heroicamente a los marines invasores, a pesar de su manifiesta superioridad bélica.
Ese 21 de abril, alumnos de la Escuela Naval Militar, hombres y mujeres de distintos orígenes sociales y algunos miembros de la colonia española ofrecieron desigual combate a las fuerzas de ocupación, mientras el ejército de línea mexicano dejaba deshonrosamente la plaza sin combatir, retirándose a Tejería. Acciones similares se dieron durante la ocupación de la capital de la República por las tropas del general Scott, quien durante los días 14 y 15 de septiembre de 1847 tuvo que enfrentarse a centenares de civiles que decidieron –a costa de sus vidas– hacer valer la dignidad nacional que el ejército de Antonio López de Santa Anna no defendió.
No sería la última invasión armada a territorio nacional de nuestro “buen vecino”: del 14 de marzo de 1916 al 7 de febrero del siguiente año se efectuó la llamada “expedición punitiva” comandada por el general John J. Per-shing, quien persiguió a nuestro general Francisco Villa por todo el territorio de Chihuahua sin lograr detenerlo. Esto sin contar las más de 100 incursiones filibusteras e ingresos armados a lo largo de la frontera norte que enumeró magistralmente nuestro historiador Gastón García Cantú en su libro Las intervenciones norteamericanas en México (1971), de lectura obligada.
En las tres invasiones mencionadas contra México, los comandantes en jefe de las fuerzas armadas, esto es, los presidentes estadunidenses en turno, James Knox Polk y Woodrow Wilson, pertenecían a su partido, el Demócrata. Usted recordará que Polk, su predecesor, fue propietario de esclavos toda su vida y entusiasta partidario de la expansión territorial de su país a costa de los pueblos indígenas diezmados y reducidos, del “decadente” imperio español y de la naciente República Mexicana, proceso expansionista basado o justificado por las ideas que se sintetizan en el “destino manifiesto” o “misión otorgada por la Providencia” a los estadunidenses para extender las fronteras de esa nación a todo el continente, pensando incluso los padres fundadores en establecer su capital en el istmo de Panamá.
Por su parte, la presidencia de otro antecesor suyo, Woodrow Wilson, estuvo marcada por el intervencionismo hacia América Latina: en 1914, México; en 1915 ordenó la invasión a Haití; en 1916 sus tropas invadieron nuevamente México y la República Dominicana, país que ocuparon hasta 1924, dejando un gobierno afín a las inversiones estadunidenses.
Wilson, supuesto autor del derecho a la autodeterminación y premio Nobel de la Paz 1919, fue en realidad un violador de ese derecho y los mexicanos podemos afirmarlo por experiencia propia. Asimismo, seguramente usted lo sabe mejor, Wilson fue un férreo partidario de la segregación racial e impidió el ingreso de estudiantes afroestadudindenses cuando fue rector de la Universidad de Princeton y de igual manera actuó como presidente de la República, ya que no aceptó funcionarios negros en su administración.
Se preguntará qué relación tiene todo este pasado histórico con el tiempo actual y la respuesta la ofrece usted con las acciones tomadas en los primeros cien días de su presidencia como comandante en jefe de las fuerzas de ocupación en Irak y Afganistán, países en los que se considera que el “destino manifiesto” autoriza a los soldados bajo su mando a violentar los derechos de autodeterminación de sus pueblos, causando millones de muertos, heridos, lisiados, huérfanos, viudas y exiliados, y colocando gobiernos colaboracionistas que abren las puertas a sus corporaciones, como Wilson lo hizo en la Dominicana.
Es verdad que usted se ha pronunciado en contra de la forma en que su antecesor ha llevado esas guerras, pero en ningún momento ha condenado la guerra misma ni su carácter neocolonial. Usted apoyó los recientes crímenes de lesa humanidad cometidos por Israel contra el pueblo palestino en la franja de Gaza. Usted ha hecho declaraciones injuriosas contra el presidente Chávez y su gobierno no se ha deslindado de los esfuerzos golpistas de la oligarquía venezolana.
Ahora pretende con esta visita a México cerrar el círculo de entreguismo santanista que caracteriza al gobierno que lo recibe. Debe saber que millones de mexicanos consideran a Felipe Calderón un presidente que llegó al poder mediante un fraude electoral con apoyo de los militares y la complicidad de los dirigentes y gobernadores del Partido Revolucionario Institucional, quienes, confesos, ahora le echan en cara su respaldo por motivos electoreros. Ese grupo gobernante, que ha llevado al país al desastre actual, pretende consumar una anexión silenciosa a Estados Unidos. Ese grupo es heredero de quienes se aliaron a los invasores para proteger sus intereses de clase durante la guerra del 47 y de quienes propiciaron la intervención francesa y la entronización de Maximiliano. Pero también, sepa usted que, como en 1847 y 1914, hay mexicanos que defienden su patria, sus recursos naturales y estratégicos, sus conquistas sociales, su soberanía y que luchan por una relación equitativa con Estados Unidos.
Hago votos por que usted no siga el ejemplo de sus predecesores. Buen viaje.
Jorge Camil: ¿Usted piensa votar?
Hoy, en cambio, hemos descubierto el voto útil y el “voto de castigo”, así que con ellos regresamos a votar años después por las razones equivocadas: para castigar los errores del partido en el poder o apoyar alianzas inconfesables, aunque con ello estemos castigando a una frágil democracia manipulada por asesores extranjeros y desprovista de ideología nacional.
Hoy votamos “a la gringa”, apoyando o rechazando candidatos mediáticos, cuando en el pasado casi todos votaban por el PRI, porque el PAN era un partido sectario para iniciados por el que votaban los católicos recalcitrantes, quienes décadas después continuaban lamentando las leyes que promovían la educación laica y prohibían (de nombre, al menos) la manifestación pública de los actos religiosos; los derechistas a ultranza, para quienes la política nacional estaba secuestrada por masones, descreídos, ladrones y comunistas.
El PRI ofrecía beneficios tangibles: hospitales, carreteras, escuelas y paz social. El PAN, en cambio, predicaba una ideología nebulosa basada en “valores eternos”; una democracia a la que sólo se llegaba, según la doctrina de los fundadores, tras “una brega de eternidad”. Así presentada, la democracia panista se parecía al reino de los cielos, adonde llegaban únicamente quienes se conservaban en estado de gracia. Pero como la política es de este mundo, y se traduce en acción y solución de problemas prácticos, los panistas jamás llegaban al poder. Se conformaban con seguir “educando” al pueblo en los beneficios de una etérea democracia que a la postre sería traicionada por Vicente Fox, y que hoy lamentablemente ponen al servicio de la señora Gordillo (¡los padres fundadores deben estar revolcándose en la tumba!). El neoliberalismo salinista mató al PRI de ideología revolucionaria, obrerista y solidaria con los intereses de las clases populares. Pero Fox lo enterró. Tras los excesos salinistas, Fox, astuto empresario de cuestionable cuño panista, interesado únicamente en los beneficios económicos del poder y asesorado por politólogos extranjeros, nos convenció de que era el momento de ejercer el “voto útil” y el “voto de castigo”. Así que nuestro primer ejercicio libre de ese derecho fue también por razones equivocadas.
Hoy, después del sexenio presidencial de la esperanza traicionada y las ilusiones rotas, y en medio de otro mandato panista que ha desatado una auténtica guerra civil para erradicar (¡menuda tarea!) el crimen organizado, algunos mexicanos se preparan a ejercer nuevamente el inútil voto de castigo. (Y en cuanto al avance de una guerra amorfa que cada día se parece más a la elusiva “guerra contra el terrorismo” de George W. Bush, el domingo pasado Arturo Sarukhán reiteró en CBS que no somos un “Estado fallido”, pero reconoció que hay estados del país donde los turistas ciertamente corren peligro. Se olvidó de incluir a los mexicanos.)
La realidad es que tenemos una “democracia” que se traduce en la estéril libertad de votar, aunque otros escojan los candidatos y no se respete el voto ni se cumplan las promesas. Todos quieren ganar elecciones, pero nadie quiere gobernar. ¿El PAN sabe gobernar? ¿El PRI puede volver a gobernar? ¿Y el PRD, inmerso en el embrollo de las “izquierdas” (“nueva”, “unida”, ¡fracturada!), llegará a gobernar?
Yo, por lo pronto, me resisto a votar en julio por cualquier partido principal cuyos dirigentes suscriban alianzas con los “partidos confeti”. ¿Votar para perpetuar el redituable negocio personal de la familia del niño verde? ¿Votar por cualquier alianza con la que la señora Gordillo perpetúe su inusitado control tripartidista? (A propósito de la mujer a quien dos de sus biógrafos bautizaron como “doña Perpetua”, hay que leer la magnífica descripción que hace Luis Hernández Navarro (La Jornada 8/7/08) sobre las tácticas sindicales y políticas de la maestra, a quien él llama atinadamente Elba forever.) ¡Por favor!, no quiero saber a quién beneficie o perjudique mi abstinencia. Este 5 de julio déjenme en paz. Me quedo en casa ajeno a los chantajes del voto útil y del “voto de castigo”; ajeno a las obligaciones cívicas de un país que no ha encontrado la democracia y está perdiendo el rumbo.
http://www.jorgecamil.com
1. La escala de unas cuantas horas en México que hizo el presidente estadunidense Barack Obama, en tránsito hacia Puerto España (Trinidad y Tobago) para asistir a la quinta Cumbre de las Américas, ha sido tratada por el gobierno espurio de Felipe Calderón con la misma lógica que tenían los gobernantes bananeros de América Latina de hace medio siglo, que veían trémulos en el acercamiento aún fugaz con los gobernantes estadunidenses una ocasión para legitimarse y consolidarse en el poder, cuando lo cierto es que Obama, cumpliendo al límite con la cortesía, no logró encubrir que en los hechos hay en México un gobierno espurio y servil que está cediendo todas sus atribuciones soberanas.
2. El presidente Obama no vino a México a negociar nada ni a hacer anuncios espectaculares, sino que fue una jornada de relaciones públicas que no pudo ocultar la crítica situación que tienen las relaciones entre los dos países por la sumisión indigna del gobierno espurio de Calderón a los dictados de Wa-shington, pues tuvo que ratificarse abiertamente por ambas partes la situación que se fue forjando desde la administración de Bush de aceptar que las políticas en materia económica y social, de recursos energéticos y de seguridad pública, sean dictadas desde Washington, lo cual ahora se oficializa al abrir el gobierno estadunidense, en contravención con la Constitución y las leyes mexicanas, oficinas de sus agencias en territorio nacional para tomar decisiones estratégicas.
3. La escalada intervencionista se da a pesar de los fracasos de las políticas impuestas, como acontece con la supuesta estrategia “de México” contra el narco, que en realidad fue definida por la DEA para crear un escenario de violencia y contribuir al desmantelamiento del Estado mexicano, la que ha fracasado por completo, como reconoció hace unos días la propia administración Obama, pues en el reporte de la Oficina de Washington para asuntos de América Latina (WOLA, por sus siglas en inglés), hecho con datos oficiales y que se dará a conocer en unos días, se señala que en Estados Unidos hay cada día una coca “más pura y abundante” y que, en consecuencia, urge cambiar por completo esa estrategia (El Universal, 14/4/09).
4. La creación del Centro Conjunto de Implementación (CCI), nombre tentativo que tendrá la oficina que hasta ahora se había buscado ocultar, que se pretende instalar en la ciudad de México, y que se ha filtrado, tendrá como objetivo que Washington supervise las fuerzas armadas nacionales y a los cuerpos policiales en su confrontación con el narco, y sobre todo que les dicte las nuevas políticas (Proceso 1693), constituye jurídicamente un acto de abierta violación a la Constitución, la cual no autoriza a los encargados del Ejecutivo (y menos si son espurios) ceder atribuciones soberanas a una potencia extranjera, pero es también políticamente un acto vergonzoso de abyección que lesiona gravemente las pretensiones soberanas de México.
5. En el régimen constitucional mexicano es facultad privativa del Ministerio Público la investigación y persecución de los delitos y no puede aceptarse la injerencia de agencias o de fuerzas extranjeras en esta función del Estado.
6. La injerencia de funcionarios estadunidenses en asuntos internos de México, que en el siglo pasado hubiese sido atajada con enérgicas notas diplomáticas, hoy no ha tenido más respuesta que la sumisión de los irresponsables calderonistas, lo que ha propiciado una escalada de graves consecuencias. La prepotencia de los funcionarios estadunidenses en relación con México no parece hoy tener límites, confirmándose que la supuesta “guerra contra el narco” ha servido esencialmente como puerta de entrada para un intervencionismo sin precedentes, que los está llevando a tomar de manera abierta decisiones en cuestiones que en términos constitucionales deberían ser competencia exclusiva de México, como se ve todos los días. Anthony P. Placido, funcionario de medio pelo de la DEA, tuvo el tupé, por ejemplo, de declarar el miércoles 15 que esa agencia va a abrir más oficinas en territorio mexicano para implementar las nuevas políticas.
7. La escala de Obama en territorio mexicano no habrá servido, por lo mismo, más que para oficializar lo que ya era un hecho: la existencia en territorio nacional de cientos de funcionarios estadunidenses que, desde múltiples oficinas están definiendo abiertamente, en contravención de la Constitución General de la República –y pasando por encima de la soberanía nacional–, las políticas del Estado mexicano, no sólo en materia de persecución de los delitos, sino también en lo relativo a las políticas social y económica y en particular a la estructura jurídica del Estado.
8. Este marco jurídico y de facto que Felipe Calderón ha consentido sea creado en México no se distingue del que tenían los gobernantes centroamericanos de los años 50, espurios y peleles, pues genera las condiciones para que el próximo embajador, el cubano-estadunidense Carlos Pascual, experto en desmantelar estados nacionales, pueda asumir un papel proconsular protagónico.
9. La brevísima estadía de Obama en Polanco debería ser entendida por éste, de tener un mínimo de autocrítica, como un absoluto fracaso de su administración, que cada día evidencia más las afinidades que tiene con la de su predecesor, pues vino a ver por unas horas a un grupo de tecnoburócratas de la extrema derecha mexicana que no representan a nadie más que a los intereses más corruptos del país, y lo hizo para convalidar las mismas políticas intervencionistas de su predecesor George W. Bush, sin entender que los pueblos de América Latina quieren ir en otra dirección y que por esta vía sólo estará ahondando el encono y las divergencias.
10. El intervencionismo de nuevo estilo que preconiza Obama, con la sonrisa en los labios y teniendo un discurso de aparente moderación, va a fracasar en América Latina, pues va en contra de los derechos de los pueblos, y en México eso ya está aconteciendo.
Víctor M. Quintana S.: La guerra que Obama ignora
El hecho es que hay una guerra peor que la de Afganistán o la de Irak, que Obama ignora, a diferencia de estas últimas: es la guerra de baja intensidad contra las agriculturas campesinas, indígenas y familiares que han emprendido un puñado de trasnacionales del agronegocio, la mayoría con base en Estados Unidos y sus aliados.
No, no es una guerra en sentido figurado. Es una guerra real con armas, con su cuota de destrucción, con bajas y terribles impactos sociales.
La guerra tiene como propósito aumentar el lucro de estas corporaciones y controlar los territorios que consideran valiosos. Nada diferente a los propósitos de otras guerras convencionales. En lo que sí difiere es en el tipo de armas de destrucción masiva que se utilizan: no son bombas ni cañonazos. Son de tres tipos preferentemente: especulación con los alimentos en las bolsas de valores; invasión de los mercados nacionales con alimentos producidos y comercializados por las trasnacionales; inundación de semillas genéticamente modificadas.
Créase o no, la destrucción producida por estas armas es enorme: las exportaciones a precio dumping destruyen los sistemas productivos nacionales, sobre todo los más tradicionales. La especulación con los alimentos los pone fuera del alcance de las familias más pobres. La invasión de semillas transgénicas arrasa con la dotación de simientes naturales y con ecosistemas antiguos. La necesidad de competir con las altas productividades de las trasnacionales hace que se sacrifiquen suelos, bosques, mantos acuíferos para poder ganar la loca carrera productivista y librecambista.
Como todas las guerras, la que se libra contra las agriculturas campesinas produce hambrunas y migraciones. Y, claro, también produce muertes. Señala la primera carta que el último arranque especulativo, el de 2008, hizo que 200 millones más de personas de todo el planeta cayeran en pobreza alimentaria.
Esto debe saberlo Barack Obama. Las trasnacionales, como Monsanto, Cargill, Continental Grain, etcétera, han utilizado y quieren seguir utilizando a la Casa Blanca para proseguir esta guerra que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas ni siquiera ha detectado, mucho menos tratado de impedir. Por eso es necesario que se informe, que escuche a los agricultores familiares de su patria, a los campesinos de todo el mundo.
En sus manos está modificar los tratados de libre comercio, que son verdaderos tratados de guerra; poner un alto a la especulación con alimentos. Detener en seco la inundación de semillas transgénicas.
Debe saber también que al lado de esta guerra ignorada, sus antecesores han promovido y apoyado una guerra hipócrita: la guerra contra las drogas.
El Plan Colombia, señalan los propios colombianos, ha gastado más de 7 mil 814 millones de dólares de 1999 a la fecha, pero la cifra resulta casi ridícula comparada con los 8 millones de toneladas de alimentos que el mismo plan les ha impuesto a importar a los colombianos, mismos que se preguntan: “¿No es imperialista una estrategia antinarcóticos que por un lado obliga a importar la comida que pueden producir nuestros campesinos e indígenas, y por el otro ordena fumigarlos como cucarachas cuando esos compatriotas, desesperados por la pobreza, siembran coca?” (senador Jorge Enrique Robledo).
En el caso de México las cifras son todavía más desproporcionadas: tan sólo el año pasado importamos, sobre todo de Estados Unidos, bienes agroalimentarios por más de 22 mil millones de dólares… ¿No les produjeron a los estadunidenses estas importaciones ganancias como para pagar varias veces los 300 millones de dólares que gastará este año la Iniciativa Mérida? ¿A cuántos miles de campesinos dejó sin opción de vida digna la competencia desleal de los alimentos importados? ¿Cuántos jóvenes del campo se vieron por ello más empujados a las garras del crimen organizado?
Obama debe dejar de ignorar la guerra contra la agricultura campesina. Debe replantear la guerra contra las drogas asumiendo el papel que su gobierno debe cubrir en relación con sus adictos, a quienes nos exportan armas, a quienes lavan dinero. De no hacerlo, el tiempo de las cartas puede tornarse en el tiempo de los zapatazos.
México-EU: realidades, propósitos y ficciones
La visita del presidente estadunidense, Barack Obama, a nuestro país permitió ponderar el estado real de las relaciones bilaterales entre México y su vecino del norte, así como los posibles alcances y los límites inexorables en los propósitos de renovación del vínculo bilateral.
Por principio de cuentas, es claro que el reciente cambio presidencial en Washington ha inyectado en la agenda de la política estadunidense hacia México –como en otros ámbitos del quehacer gubernamental de la nación vecina– actitudes novedosas. En materia de cooperación con nuestro país, y con el resto de América Latina, hay un nuevo tono de multilateralismo, de respeto, y si no de humildad, al menos de atenuación de la tradicional arrogancia imperial que caracterizaba el discurso de la Casa Blanca hacia el sur del continente.
A diferencia de su antecesor, Obama admite parte de la responsabilidad que corresponde a Estados Unidos en el desarrollo del fenómeno del narcotráfico y de la descontrolada violencia que azota al territorio mexicano; reconoce, asimismo, la importancia económica, política, social y estratégica de nuestro país como socio del suyo y propone un trabajo conjunto en esas y en otras materias.
Más allá de la relación con México, en el ámbito continental es claro que la administración de Obama ensaya un viraje de las actitudes irracionales y agresivas hasta hace poco consideradas inamovibles, como el conjunto de medidas económicas aplicadas contra la población cubana y que se conocen, en conjunto, como “el embargo” o “el bloqueo”.
Para volver a la agenda bilateral, ha de señalarse que la mera renovación del discurso es reconfortante, incluso plausible como posible detonador de actitudes nuevas en la clase política estadunidense. Sin embargo, muchos de los pasos propuestos –como la reiterada idea de que ambos gobiernos establezcan una plataforma respetuosa y coordinada para enfrentar, combatir y derrotar a las organizaciones dedicadas al trasiego de drogas, armas y capitales entre ambos lados de la frontera común– requieren no sólo de voluntades políticas compartidas, sino también de una transformación y una depuración profundas en las estructuras de gobierno y en los usos administrativos de ambas naciones.
Ante esta realidad, es claro que los cambios prometidos por Obama son, en su gran mayoría, asignaturas pendientes, que la política exterior estadunidense es casi tan neocolonial, depredadora y unilateral como lo ha sido siempre, y que la transición democrática que se pretendió operar en México se traduce, en buena medida, en la recomposición de un viejo sistema político que, siglas y colores aparte, permanece fiel a las peores prácticas corporativas, antidemocráticas y corruptas de siempre. Un ejemplo del sentido intolerante en la manera de ejercer el poder público fue la exclusión de varios coordinadores parlamentarios de la cena que se ofreció anoche al mandatario extranjero, lo que no sólo fue una grosería incompatible con las maneras republicanas más elementales, sino también una grave falta de respeto al Poder Legislativo.
En esta perspectiva, no es fácil entender cómo podrían ambos gobiernos avanzar a una relación de nuevo tipo si persisten, de uno y otro lado, ejercicios de simulación: así ocurre con la pretensión de combatir a la delincuencia organizada sin señalar a los culpables, como lo expresó la secretaria de Seguridad Interior de Washington, Janet Napolitano, en el contexto de la visita; con la consigna de fortalecer el vínculo bilateral, cuando lo que se requiere, antes que nada, es hacerlo menos injusto en todos sus términos, o con la reiteración de avanzar en la integración de dos economías sin mencionar que, en primer lugar, es preciso buscar reducir las asimetrías entre ambas, como se ha venido haciendo, más por necesidad que por buena voluntad, en el seno de la Unión Europea.
En suma, pues, los buenos propósitos expresados ayer pueden inducir algunos cambios positivos en el marco bilateral, pero no sería prudente suponer que éste se encuentra en vísperas de una transformación radical y trascendente, porque no hay realidades nacionales para sustentar semejante expectativa.
Bolivia: un atentado anunciado
La madrugada de ayer, en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, elementos de las fuerzas policiales se enfrentaron a un grupo de presuntos sicarios que se encontraban en un hotel del centro de esa ciudad, con un saldo de tres muertos y dos detenidos. Según asegura el gobierno de Bolivia, a partir del análisis de documentos encontrados en el lugar de los hechos, los supuestos mercenarios preparaban un plan para asesinar al presidente Evo Morales y al vicepresidente Álvaro García Linera.
Los acontecimientos referidos tienen como inevitable telón de fondo la confrontación entre las autoridades de La Paz y los estamentos más reaccionarios de la sociedad boliviana, cuyos principales brazos políticos son los legisladores del derechista Poder Democrático Social (Podemos) y los prefectos opositores de los departamentos de Santa Cruz, Beni, Tarija y Pando. Tales sectores no están dispuestos a consentir que el país más pobre del cono sur sea gobernado por un presidente indígena y, mucho menos, por uno comprometido con las transformaciones sociales que la nación andina requiere con urgencia.
Lejos de expresar su descontento por los cauces institucionales y democráticos, la oligarquía derechista boliviana ha hecho uso sistemático de la violencia, la ilegalidad y el chantaje como medios para defender sus intereses y sus históricos privilegios y, por ello, no resulta descabellado suponer que pudiera estar involucrada en la reciente conjura para atentar contra la vida de Evo Morales. De hecho, debe recordarse que en septiembre de 2007, en el marco de los trabajos de la Asamblea Constituyente, las autoridades bolivianas descubrieron y dieron a conocer públicamente un “plan para tumbar al indio de mierda” (sic) –en alusión al mandatario–, que circulaba en panfletos en las ciudades de Sucre y Santa Cruz. Estos antecedentes abren una perspectiva por demás desoladora e indeseable: que la nación sudamericana vive, en la circunstancia presente, una regresión histórica a los tiempos del golpismo que se pretendía estuvieran ya superados en ese país, y que ello es reflejo de la fragilidad que acusa el Estado boliviano en su conjunto.
Ante tales consideraciones es obligado que la comunidad internacional otorgue su respaldo total e inequívoco al presidente boliviano, y repudie las conjuras oligárquicas que tienen lugar en contra del gobierno legal y democráticamente constituido de Evo Morales.
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