áLVARO DELGADO
MÉXICO, D.F., 13 de abril (apro).- Empeñado en volver virtuoso lo que en la época priista le era deleznable, como las prácticas de defraudación electoral y ser jefe de gobierno y de partido simultáneamente –algo en lo que Germán Martínez reconoce que "se equivocó el panismo" durante casi siete décadas–, Felipe Calderón ha dado muestras varias de saberse investido de facultades extraordinarias para, entre otras cosas, designar a su sucesor. Una desgracia aérea, cuyas auténticas causas siguen estando bajo el signo de la opacidad, le liquidó a Calderón su capricho de imponer a Juan Camilo Mouriño como candidato presidencial del Partido Acción Nacional (PAN) en el 2012, un empeño prematuro que de suyo tampoco vaticinaba éxito de llegar a la Presidencia de la República por las propias credenciales del prospecto. Pero repuesto del duelo, y consciente de que los gobernadores que forman la Santísima Trinidad –Guanajuato, Morelos y Jalisco– han articulado un plan para controlar la sucesión y que alguno de ellos, notablemente Juan Manuel Oliva y Marco Antonio Adame, sea el candidato presidencial, Calderón ha hecho una jugada con la que les ha arrebatado la iniciativa y les ha enviado el mensaje de que él es el "gran elector".
Muerto Mouriño, el mejor de los prospectos a nivel de gabinete era Ernesto Cordero –y nada más–, y en el PAN sólo el propio Germán Martínez. Parece broma y a muchos los mueve a risa, pero ambos no sólo ambicionan y creen tener merecimientos para aspirar a suceder a Calderón, sino que éste, con la lógica de facción con la que actúa, se los ha hecho sentir. Ambos están en condiciones de desventaja frente a los gobernadores: en los tres estados, aun con sus líos internos, es muy probable, en contraste con otras entidades, que obtengan triunfos importantes, pero Martínez es el responsable de ganar al menos los 207 diputados que hoy tiene el PAN –sería un fracaso si son menos–, y Cordero compartiría la responsabilidad en tanto que es el brazo asistencial del gobierno con repercusiones en el partido. Aun así, el propio Calderón sabe que los dos –y los gobernadores–, frente a lo complicado de la sucesión en 2012, muy escasas posibilidades tendrían, sobre todo por los rivales de los otros partidos en la elección constitucional: Enrique Peña Nieto o Manlio Fabio Beltrones, por el PRI, y Andrés Manuel López Obrador o Marcelo Ebrard por la izquierda.
Por eso la incorporación de Alonso Lujambio Irazábal como secretario de Educación Pública representa para Calderón retomar el control de la sucesión presidencial, porque se trata de un personaje que reúne cualidades que, para el PAN y su actual "jefe máximo", tienen un muy buen potencial político, aunque en los hechos represente todo lo contrario de lo que predica. Para empezar no es militante ni activo ni adherente del PAN, y el plan es apostar por candidatos "ciudadanos" que, sin tener credencial de miembro, comparten los principios y proyectos de ese partido, como el propio Lujambio lo demuestra. En segundo lugar, Lujambio tienen experiencia en el servicio público: fue consejero en el Instituto Federal Electoral (IFE) que, pese a que no quiso profundizar en el financiamiento extranjero de la campaña de Vicente Fox, ha resultado el menos faccioso, y fue integrante del Instituto Federal de Acceso a la Información Pública (IFAI), a cuya presidencia llegó mediante el apoyo de Calderón para, precisamente, servirle para ocultar información sustantiva.
En tercer lugar, y como en las elecciones la personalidad de los prospectos es, también, un elemento a considerar, Lujambio es joven y guapo, y en la clase política se habla de que la del 2012 será una contienda de guapos. Es grotesco, pero así es. De manera que la incorporación de Lujambio al gabinete le da a Calderón la posibilidad de manejar la designación del candidato presidencial del PAN, que tampoco quiere decir que le resulte exitosa, sobre todo por su propio antecedente y porque los gobernadores de El Yunque saben hacer tantas trapacerías como él y sus lugartenientes. Y aun cuando pudiera resultar exitosa su operación como gran elector, Calderón tampoco puede garantizar que Lujambio, su delfín, finalmente se imponga. Pero para eso falta que Lujambio sea algo más que un maniquí que no sale del corredor Coyoacán-Polanco-Santa Fe y empiece a conocer el territorio nacional. Y, desde luego, que acredite que no será –como se prevé– un empleado servil de Elba Esther Gordillo, como su antecesora.
Apuntes
La Organización Nacional del Yunque, el entramado político-ideológico-paramilitar que infesta al PAN –y también al PRI–, está siendo sujeta de investigación en Estados Unidos, donde el Archivo de Seguridad Nacional (NSA, por sus siglas en inglés) –una organización no gubernamental con sede en The George Washington University– solicitó a la Agencia Central de Inteligencia (CIA) todos los documentos relacionados con las actividades de esta organización en Guanajuato, durante los años setenta. También solicitó información sobre los organismos de fachada de El Yunque, como el Movimiento Universitario de Renovadora Orientación (MURO), Juventud Inconforme Positiva, Frente Universitario Anticomunista (FUA), Desarrollo Humano Integral AC (DHIAC) y de los Tecos de la Universidad Autónoma de Guadalajara.
Apenas el mes pasado, Delores M. Nelson, coordinadora de Información y Privacidad de la CIA, se negó a entregar cualquier documento relacionado con la organización argumentando motivos de seguridad nacional y lineamientos de clasificación de la propia agencia que datan de 1949. Sin embargo, NSA prepara una apelación para desclasificar la información, lo que pondrá a prueba el memorando presidencial sobre la Ley de Libertad de Información, firmado por Barack Obama un día después de asumir el cargo, que reestablece el supuesto de divulgación para documentos solicitados a través de la Ley de Transparencia de Estados Unidos.
delgado@proceso.com.mx
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