Editorial La Jornada
Según el informe del Banco Mundial (BM) titulado Ganancias sociales en la balanza en América Latina y el Caribe,
dado a conocer ayer en Washington, entre 2003 y 2012 se ha reducido la
pobreza en el subcontinente, si se considera como criterio un ingreso
de 2.50 dólares diarios por persona, o menor, y un traslado de millones
de personas a la categoría superior siguiente –en vulnerabilidad–,
definida por un ingreso personal de entre 4 y 10 dólares diarios. En
tanto, se ha robustecido una
clase mediaconsiderada por el organismo como el conjunto de quienes tienen percepciones de entre 10 y 50 dólares diarios.
Es de señalarse, de entrada, que los criterios de clasificación por
ingreso empleados por el BM son por demás cuestionables si se considera
que, en nuestro país, sólo para cubrir el costo de la canasta básica (a
precios del año pasado) se requiere de un ingreso diario de 235 pesos;
es decir, casi 18 dólares al cambio corriente. No es fácil entender, en
consecuencia, con qué lógica el organismo financiero coloca en el rubro
de la
clase mediaa alguien que no puede cubrir siquiera su consumo de los productos considerados de primera necesidad.
Más allá de esas consideraciones, el BM divide la región en tres
subregiones: Cono Sur, Andes, y México y Centroamérica. En la primera,
afirma el estudio, es donde resulta más clara la reducción de la
pobreza, la cual cayó 37 por ciento en 2012; en la zona andina la
reducción es de 22 por ciento, y en nuestro país y el istmo
centroamericano la pobreza se ha mantenido constante en el último
lustro y abarca a 41 por ciento de la población, una estimación
optimista si se recurre a otras maneras de medir el fenómeno.
El organismo financiero –cuyas directrices han impulsado en forma
sistemática la aplicación de dogmas neoliberales que han causado un
desastre social en Latinoamérica– se ve obligado a admitir que si la
pobreza ha disminuido en el sur del continente, se debe tanto al
crecimiento de los ingresos como a las políticas redistributivas, y
atribuye la reducción correspondiente en la zona andina sólo al primer
factor, esto es, el crecimiento del ingreso.
Por lo demás, el BM enfatiza que
la generalización de los impuestos indirectos (es) un factor que contribuye a ralentizar la reducción de la brecha de desigualdad, pues
el impacto regresivo de la estructura impositiva afecta mucho más a los más pobres.
Esta última observación ha de ser contrastada con la reforma fiscal
propuesta por el Ejecutivo federal y aprobada por el Legislativo el año
pasado. De igual manera, tras el fracaso de los gobiernos mexicanos en
la reducción de la pobreza ha de verse la ausencia de políticas
redistributivas como resultado de su apego a las recetas del llamado
Consenso de Washington.
Por otra parte, el documento del Banco Mundial alerta que los
avances regionales en reducción de la pobreza no han conllevado
progresos semejantes en la disminución de la desigualdad. En este
punto, el análisis del organismo monetario resulta particularmente
pertinente para nuestro país, donde la desigualdad crece de modo
agraviante y escandaloso.
El hecho, a consideración de George Gray Molina, del Programa de
Desarrollo de Naciones Unidas, es que los gobiernos brasileños han
escogido el
modelo de la protección social, enfocado a recortar la desigualdad por medio de la inversión pública, en tanto los mexicanos han preferido
crear un entorno más favorable para las empresas y están enfocados a reducir la desigualdad a través del crecimiento económico. Y los resultados de una y otra estrategia están a la vista.
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