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Son 20 millones en Estados Unidos, pero
los migrantes mexicanos estuvieron ausentes de la discusión en la cumbre
celebrada a veinte años de entrada en vigor del Tratado de Libre
Comercio de América del Norte (TLCAN), en la que los presidentes de
México y Estados Unidos, así como el primer ministro de Canadá,
discutieron cómo abrir las fronteras… a las mercancías. El Tratado trajo
a México la profundización de la migración y su criminalización en el
vecino país del norte, señala el investigador Iván Jiménez Maya, ante la
indiferencia de los sucesivos gobiernos.
Aunque en las negociaciones de tratados de libre comercio existe la costumbre de agregar clausulas especiales sobre derechos humanos, democracia u otros temas sociales sensibles, la cuestión migratoria no se tocó en la negociación del TLCAN. “Fue un acuerdo de libre tránsito de mercancías, pero a los migrantes nunca se les incluyó. Se habló de que después se hablaría y se harían convenios”, subraya el doctor Jiménez Maya, especialista en migración.
Las únicas negociaciones sobre el tema
son para establecer visas temporales o acuerdos de trabajo temporal,
“que son sólo válvulas de escape” para el fenómeno migratorio, explica
el estudioso. Se trata de convenios de trabajo por meses determinados,
donde el trabajador queda “amarrado” a un patrón en específico y
depende de él para salud y vivienda, y al terminar el periodo, son
devueltos a México.
Estos acuerdos temporales sólo
benefician a los empleadores, señala el geógrafo Jiménez Maya, y ponen a
los trabajadores migrantes mexicanos “en condiciones no muy buenas,
principalmente en el trabajo en el campo, que es muy desgastante, y en
las labores más duras. Por ejemplo, nunca los mandan a la industria de
la tecnología”.
Del péndulo a la huida
La llegada de las políticas neoliberales
(entre ellas, el TLCAN) cambió la forma en que se daba tradicionalmente
la migración, explica el investigador –que en sus estudios siguió a los
migrantes de Valle de Tangancícuaro, Michoacán, hasta California,
Estados Unidos.
Jiménez Maya explica que durante la
época del programa “Bracero” (entre 1942 y 1964), se dio una migración
“pendular”: los campesinos iban a Estados Unidos por temporadas,
obtenían dinero para capitalizar sus parcelas y mejorar sus condiciones
de vida en México, regresaban y se volvían a ir.
Con la reforma migratoria estadunidense
de mediados de la década de los ochenta –que otorgó la ciudadanía a
cerca de 2 millones de migrantes- y el agravamiento de las condiciones
económicas en las comunidades indígenas y campesinas de México, muchos
optaron por llevarse a su familia y residir definitivamente en “el otro
lado”. Vino entonces del despoblamiento de comunidades, explica el
geógrafo, nieto, sobrino y primo de migrantes él mismo.
Desde mediados de los años noventa hasta
entrado el siglo XXI se registró un incremento constante del flujo
migratorio debido a los cambios estructurales neoliberales, que
retiraron las ayudas al campo, lo depauperizaron y dejaron a la gente
sin alternativas de sobrevivencia, señala Jiménez Maya. “Donde ya había
una historia migratoria, se profundizó. La gente sabe que en Estados
Unidos o Canadá es explotada, pero aun así les pagan diez veces más que
en México y prefieren irse”, detalla. El fenómeno se dio principalmente
en las zonas rurales, pero en la primera década del siglo XXI se
extendió a regiones del país donde no había antecedentes tan fuertes de
emigración –como estados del sureste y el Golfo de México.
Los mexicanos migrantes (se calcula que
son 20 millones en Estados Unidos) no regresan a su país de origen pues
no ven oportunidades. “Acá es precario y no ven opciones. Allá hay
redes, trabajos y nichos económicos que han creado, además de algunos
subsidios, por lo menos anteriormente”, puntualiza.
La violencia asociada al narcotráfico
(“hasta el momento en que yo estudié el fenómeno en Michoacán, en 2010, y
en esa zona en específico”, precisa en investigador) no fue un fenómeno
decisivo para que la gente se fuera al vecino país del norte. “La
migración en esta zona ya tenía una historia y una dinámica propia, las
comunidades ya estaban despobladas, y el 70 o 90 por ciento de los que
se fueron ya eran residentes o ciudadanos”.
Mano de obra en movimiento o criminales
No solamente la negociación del TLCAN no
contempló la libre circulación de la mano de obra. Se agregó la
criminalización de la migración y el establecimiento de fronteras
inteligentes (para dejar pasar solamente lo que necesitan los países
receptores), con lo cual los aspirantes a llegar a Estados Unidos se
desplazaron hacia cruces más peligrosos –lo que implica una mayor
mortandad de migrantes, precisa el investigador.
Jiménez Maya considera esto no es una
situación que haya tomado por sorpresa a los gobiernos del TLCAN. “En
esto no hay casualidades. Saben por dónde va el asunto y no van a
permitir la entrada para todos, porque hay políticas internas de Estados
Unidos, además del factor de la derecha y la ultraderecha”, puntualiza.
El gobierno mexicano menosprecia a la
gran diáspora que representan los migrantes en Estados Unidos, valora
Jiménez Maya. “No hay interés”, resume: Los gobiernos escuchan a los
emigrados en los foros que estos organizan, pero no hacen nada más.
A pesar de las promesas de campaña de
Enrique Peña Nieto y de los planes enumerados en el Plan Nacional de
Desarrollo, en el primer informe presidencial solamente se le dedica un
párrafo, denuncia el investigador Raúl Ross, veracruzano residente en
Chicago. El informe señala: “Las embajadas y consulados continúan
brindando asistencia consular a nuestros connacionales en el exterior.
En estos primeros 9 meses se trabajó para incrementar la calidad,
calidez y la tecnología en los servicios de documentación y de
protección consular. Con el objetivo de apoyar el mejoramiento de las
condiciones de vida de la comunidad mexicana en el exterior, se dio
especial énfasis a la orientación en temas de salud, educación e
integración cívica”.
Ross resalta la “conveniente” vaguedad
con la que se enunciaron las promesas de campaña para los migrantes, y
la falta de actuación en torno a las mismas, además de la falta de
acción ante la reforma migratoria en Estados Unidos, cobijada por un
alegato de “no intervención” en asuntos domésticos estadunidenses.
El desprecio mostrado por los distintos
gobiernos tiene que ver tanto con su desconocimiento de todo lo que
pueden aportar los migrantes, más allá de los programas como Tres por
Uno, en el que “nada más se trata de tomar el dinero de los migrantes
para cosas que son función del Estado. Ahí se abusa de ellos en ese
aspecto”, acusa el estudioso.
Jiménez Maya prevé que la
criminalización se mantendrá o empeorará, pues “Obama es el que más ha
deportado migrantes: cerca de 2 millones de ellos”. Y sentencia: “No
creo que haya un reforma migratoria adecuada en el futuro próximo”.
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