MÉXICO,
D.F. (apro).- El jueves 26 de septiembre eran 8 mil los estudiantes y
profesores reunidos en la “Plaza Roja” del Instituto Politécnico
Nacional para demandarle a la directora general Yoloxóchitl Bustamante
la derogación del nuevo reglamento y los cambios al plan de estudios.
La autoridad minimizó lo que se estaba gestando y provocó al afirmar
que habían “agentes externos” entre los movilizados.
Cuatro días después, este martes 30 de septiembre, fueron más de 50
mil estudiantes que marcharon desde el casco de Santo Tomás al Ángel de
la Independencia y a la Secretaría de Gobernación, para entablar una
mesa de diálogo a Miguel Ángel Osorio Chong. Más de 30 escuelas
mantienen el paro en la segunda institución de educación media y
superior pública más grande del país. Se sumaron los contingentes de la
UNAM, la UAM, la UACM y otras escuelas.
El clamor de la mayoría de los manifestantes sobre Avenida Reforma
fue inconfundible: pidieron a gritos, festivos y con consignas poco
agraciadas la salida de la doctora Bustamante que se enredó entre la
grilla interna, su insensibilidad y su poca capacidad de interlocución
con los propios estudiantes.
Se formó la Asamblea General de Politécnicos (AGP), integrada con la
representación de cada una de las 44 escuelas que forman parte del
Politécnico, la institución fundada por el general Lázaro Cárdenas hace
casi siete décadas para formar a los técnicos que sostuvieran la
industria petrolera recién expropiada.
Ahora, el gigante ha despertado. Los símbolos se unieron: en
vísperas del 2 de octubre, días después de la muerte de Raúl Álvarez
Garín, el estratega y representante del Politécnico en el Consejo
Nacional de Huelga del movimiento del 68, los estudiantes del IPN y de
la UNAM unen sus esfuerzos para demostrar que están vivos, actuantes y
no aceptan la imposición de un modelo que no los tome en cuenta.
El fantasma de otro movimiento estudiantil creciente persigue al
peñismo y al priismo. No son los mismos jóvenes ni las mismas demandas
del 68 diazordacista ni del #YoSoy132 del 2012, pero sí comparten el
mismo ímpetu crítico contra el gobierno federal y contra los intentos
de censura o tergiversación de los medios, en especial, de Televisa.
Muchos de los jóvenes menores de 20 años que hoy marcharon son los
nietos del movimiento del 68, e interactúan con igual eficacia en las
redes sociales y el ciberespacio que como hicieron los jóvenes del
#YoSoy132.
Rebasada y aislada por todos lados, la renuncia de la directora del
IPN no frenará lo que ya se ha gestado. Por el contrario, sólo alentará
la victoria de quienes ya tienen otra demanda: la autonomía del
Politécnico para no depender más del presidente de la República, a
través del titular de la SEP.
Hasta ahora, Emilio Chuayffet, secretario de Educación Pública –el
máximo responsable de lo que sucede en el IPN- ha guardado silencio.
Nervioso ante los movimientos sociales, el ex gobernador del Estado de
México vigila, amedrenta y observa, pero los jóvenes ya le arrebataron
a él y a Bustamante la iniciativa desde hace varios días.
Los espacios vacíos se llena. Y ahora el IPN está generando una
inesperada empatía generacional, social y capitalina por la necesidad
de darle a esa “generación invisible” una oportunidad para definir su
propio futuro.
El movimiento se perfila para demandar la autonomía del IPN. Con una
frescura y fuerza inusitadas, en el momento que el peñismo y el priismo
de ahora han enterrado todo vestigio del modelo nacionalista y de
Estado benefactor del cardenismo, los politécnicos toman la palabra, la
calle y las redes sociales.
El IPN resurgió. Era un gigante dormido. Y sus jóvenes, los que
ahora han acaparado la atención en horas de desgracias, matanzas y
desgobierno, convertirán este 2 de octubre en otro punto de inflexión.
Twitter: @JenaroVillamil
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