En memoria de Raúl Álvarez Garín
José
Revueltas, de quien se conmemorará el centenario de su natalicio el
próximo 20 de noviembre, siempre ha sido bien recordado en las
manifestaciones del 2 de octubre. Su participación desde su mismo
inicio en el Movimiento estudiantil-popular (MEP) de 1968 en tanto
veterano luchador radical comunista de entereza y honradez probadas,
quedó indeleblemente marcada como uno de los acontecimientos políticos
estelares de dicho movimiento. En los primeros días de agosto de 1968
cuando se inició la huelga estudiantil, el gran escritor
revolucionario, a la edad de 54 años sin titubeos se presentó al Comité
de Lucha de la Facultad de Filosofía y Letras de la Ciudad
Universitaria en el que participábamos un conjunto diverso y dinámico
de jóvenes socialistas radicales y desde ese momento participó en todas
las actividades del Movimiento del 68.
Durmiendo en un
escritorio, comiendo los tacos y tortas de los activistas, debatiendo
en las discusiones en las asambleas y en las reuniones del comité de la
Facultad así como con los delegados del Consejo Nacional de Huelga
(CNH), Revueltas contribuyó con sus ideas y propuestas a forjar una de
las interpretaciones políticas más fecundas y profundas del propio
movimiento. Se dio así una relación fructífera en la que él aprendió
enormemente del Movimiento y muchos de nosotros pudimos enriquecernos
del conocimiento de sus profundas reflexiones teóricas y de su enorme
arsenal de experiencias políticas acumuladas.
Con esa vasta
experiencia que desde la temprana edad de los 15 años lo había
involucrado en las actividades revolucionarias, habiendo sido desde
entonces víctima de la represión (antes de cumplir 21 años fue
encarcelado en las Islas Marías en dos ocasiones), Revueltas forjó una
concepción del Movimiento estudiantil-popular basada en la concepción
materialista que considera la lucha de clases como la clave fundamental
de la interpretación del curso histórico de los pueblos.
Fue
así como Revueltas fue el mejor analista que contextualizó la lucha
estudiantil-popular del 68 dentro del proceso de la lucha del pueblo
mexicano por la democracia y la libertad contra el régimen dictatorial
priista. En uno de sus últimos escritos publicados en su libro México
68: juventud y revolución, Obras Completas, t. 15 (Ediciones Era)
escribió:
El proceso de 1968 tiene un doble carácter
espontáneo y consciente […] Espontáneo por cuanto que obedece a una
subyacente rebeldía histórica que viene de la década anterior, la
huelga ferrocarrilera. Huelga ésta reprimida salvajemente, suprimida,
descabezada. No podía quedar así; por el contrario, iba a trabajar como
‘el topo de la historia’ de que nos habla Hegel, subterráneamente. Para
recrudecerse y explotar en cualquiera de los sectores de la sociedad.
(Febrero de 1976)
Su análisis del proceso de la lucha de
clases nacional vinculaba directamente el combate democrático radical
nacional con la escena política mundial. Los pueblos del mundo
escenificaron en 1968 uno de los episodios centrales del proceso de
revolución mundial del siglo XX: una lucha que abarcó prácticamente a
todos los rincones del planeta y que tuvo en su vanguardia a los
contingentes de la juventud rebelde, en especial estudiantiles. Fue
1968 el año en el que el combate por la liberación nacional del pueblo
vietnamita escaló y finalmente derrotó con su movilización
revolucionaria al imperialismo más poderoso del mundo. Fue también un
año de grandes luchas de la juventud en Europa, Asia, América Latina y
en los mismos Estados Unidos, país en que manifestaciones millonarias
protestaron exigiendo al gobierno de Washington la retirada de su
ejército de Vietnam. También en 1968 estalló en Francia la huelga más
grande de la historia protagonizada por diez millones de trabajadores
que pusieron en jaque el gobierno imperialista de ese país. Incluso en
el bloque soviético existente en esos años, se dieron movilizaciones
populares contra las burocracias que oprimían a los pueblos de la ex
Unión Soviética y Europa Oriental, destacando la lucha de los
trabajadores y la juventud de Checoeslovaquia en favor de “un
socialismo con rostro humano” que fue aplastada por la invasión de los
tanques ordenada por los sucesores de Stalin. Fue en ese mundo en
rebeldía cuando en julio de 1968 las oleadas de la movilización de la
juventud mexicana, acompañada por cada vez más sectores populares,
protagonizaron las jornadas del MEP que sólo pudo detener la cortina de
metralla que cayó sobre ella el 2 de octubre en Tlatelolco.
Con verdadero espíritu revolucionario Revueltas hizo lo más posible por
dotar al MEP de un programa, de una bandera, como decía él.
Precisamente en uno de los documentos más esclarecedores salidos de su
pluma titulado “Un movimiento, una bandera, una revolución” escrito ya
cuando se encontraba preso en Lecumberri en 1969, Revueltas plasmó en
sus renglones finales lo que consideraba la “orientación” esencial del
futuro periódico que aspiraba a fundar para la construcción de un nuevo
partido: “Por la creación del partido (en lucha contra las concepciones
dogmáticas antlileninistas). Contra las tendencias izquierdistas y
anarcosindicalistas (ante todo el maoísmo). Contra la derecha
oportunista (ante todo, las posiciones cambiantes del PCM y las
tendencias de derecha que se irán configurando en un porvenir muy
próximo). Por una democracia socialista. Por una nueva Internacional”
(Ibídem, p. 148).
El 18 de septiembre en un salón de la
Facultad de Filosofía y Letras nos reunimos una treintena de delegados
y miembros de diversos comités de lucha de la UNAM, del Politécnico, de
Chapingo y la Normal convocados, entre otros por el propio Revueltas.
Objetivo: llamar a la constitución de un Movimiento Comunista
Independiente. Se nombraron comisiones de organización, de prensa y
entendiendo que los tambores represivos eran cada vez más
ensordecedores se nombró a un grupo de compañeros encargados de ser
enlaces de todos nosotros para permanecer en contacto en el muy posible
caso que la represión se abatiera con fuerza sobre el Movimiento. La
reunión terminó ya entrada la noche y varios de los asistentes que les
tocaba permanecer en la CU fueron detenidos por los soldados que
ocuparon el campus un poco después esa misma noche.
El
Movimiento proyectado no pudo avanzar más de esa primera y única
reunión. En noviembre le tocó a Revueltas ser detenido, permaneciendo
dos años y medio en Lecumberri. Después de Tlatelolco la
desorganización se agravó. No obstante, una docena de los asistentes de
la mencionada reunión nos reunimos a fines de 1968 y poniéndonos
directamente en contacto con el escritor se fundó el Grupo Comunista
Internacionalista (GCI) que publicó en enero de 1969 el primer número
de un boletín titulado La Internacional.
A su salida de la
cárcel en 1971, Revueltas que de por sí estaba desde antes muy
deteriorado de salud, experimentó un deterioro aun mayor y su
enfermedad se agravó. Su actividad política se resintió decisivamente y
en sus últimos cinco años de vida escribió y dictó conferencias cada
vez con menos frecuencia, cesando prácticamente su actividad política
organizada. Muchas cosas habían pasado después de 1971 y desde entonces
la trayectoria de la izquierda mexicana y mundial ha sido
verdaderamente turbulenta. Revueltas tuvo atisbos precursores de mucho
de lo que sucedió después de su muerte. Por nuestra parte hoy nosotros
perseveramos en el combate por la construcción de la organización
revolucionaria de los trabajadores ahora en las filas de la Liga de
Unidad Socialista (LUS).
Pero en septiembre de 1976 cuando el
GCI se transformó en el Partido Revolucionario de los Trabajadores
(PRT) con mil miembros provenientes del propio GCI y otras
organizaciones fraternales, Revueltas había muerto unos meses antes, en
abril del mismo año. No es aventurado que hoy todavía siga pensando,
después de casi tres décadas lo que pensaba con muchos otros camaradas
en ese momento: si hubiera vivido Revueltas nos hubiera acompañado
cantando la Internacional el día de la fundación del PRT.
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