Sinnúmero de críticas le han llovido en los últimos días al periodista Alejandro Sánchez por su texto El joven que tocaba el piano (y descuartizó a su novia) publicado el 21 de septiembre en el semanario Emeequis, y no es para menos.
No sólo desde el título se tergiversa la información del famoso caso del feminicida, genio de la física, Javier
Méndez que asesinó y descuartizó a la joven de 17 años Sandra Camacho
en un departamento en Tlatelolco el 27 de junio de 2013, al hacer
creer al lector que la joven era novia del agresor sin ahondar en que
la reunión era principalmente con fines laborales pues Javier le había
ofrecido un empleo como edecán, sino que a lo largo del desarrollo de
la historia que es narrada como un texto periodístico de no ficción,
según se anota al final del reportaje, el periodista se centra en
glorificar los logros educativos del confeso asesino, entre ellos haber
sido ganador de la Olimpiada Nacional de Física, y sorprenderse de haya
actuado tan visceralmente como si el crimen lo hubiera cometido un
otro que se apoderó de él, al grado de invisibilizar por completo a
Sandra.
El asesino, Javier Méndez es descrito como un sujeto modelo:
Ya ha sido un excelente deportista, un quarterback nato de las Águilas
Blancas y los Búhos del Instituto Politécnico Nacional, un ágil
nadador, un buen pianista. Por si fuera poco, ha demostrado un
desempeño académico superior y en suma pretende estudiar la
universidad en el extranjero.
Mientras que de Sandra tan sólo un párrafo es dedicado a
describir de manera somera y desventajosa a la joven oriunda de
Ixtapaluca:
Sandra Camacho, en contraste, no atina a definir qué hacer. Ha
buscado ingresar a la Universidad Autónoma Metropolitana pero no pasó
el examen de admisión. De origen humilde, su familia no puede costear
el lujo de una universidad privada, así que debe intentarlo de nuevo.
Mientras tendrá que hacer algo. Y ella fantasea con la idea de trabajar
de edecán.
Es todo lo que llegamos a saber sobre Sandra. Se le retrata
como indecisa, sin mayores aspiraciones, ignorante y superficial, en
contraposición a Javier que se le retrata como experimentado, seguro y
confiado. El simple hecho de señalar que Sandra fantasea con trabajar
de edecán, oculta que en principio esa ha sido la razón por la que se
ha reunido con Javier para obtener un empleo en ese ramo y que no es
una simple fantasía infantil o única meta en su vida sino que es un
medio de tener dinero en lo que se define su situación escolar, en la
cual está preparándose pues hará de nuevo el examen de ingreso a la
universidad.
Si esta descripción junto con todos los hechos descritos en el
texto surge como el mismo periodista señaló de entrevistas y relatos
de los protagonistas, expedientes judiciales, la evaluación sicológica,
correos electrónicos y mensajes de celular, me parece es muy
reduccionista, pues sólo se está enfocando en un protagonista Javier,
mientras que Sandra es descartada. No se toma en cuenta la postura de
ella que bien debe haberse reflejado no sólo en la seguramente
manipuladora declaración de Méndez en el proceso judicial sino también
en el intercambio de mensajes electrónicos vía redes sociales, correos,
mensajes de texto, previos a que se reunieran.
¿Dónde quedó toda esa información? ¿A qué tipo de datos tuvo
acceso el periodista? ¿Cuáles nos compartió y cuáles ignoró? Sandra se
nos escurre entre los dedos y no alcanzamos a conocerla, más que a
través de Javier el asesino quien justifica su accionar violento a una
pérdida de control sobre sí mismo al sentirse burlado por la joven
quien según su relato se muestra incrédula ante las proezas académicas
de él de las cuales se siente tan orgulloso.
En una clara justificación de sus actos, Javier evidencia que
no pudo controlarse y no le quedó más remedio que matarla, resultando
él en víctima al ser burlado por una joven que no conoce de
universidades prestigiosas en el extranjero y que actúa según él en
plan mala onda, de plano ojete. Así que se justifica el que la mate
pues ella según la narración al no creer en los logros y esplendoroso
futuro académico del joven y en suma burlarse cínicamente ha provocado
al genio. Sandra se erige en la narración del periodista en la mala
de la historia ¡Sandra y su enloquecedora risa malvada!, como una
niña chiquita que no tuviera corazón; se burla y se le acerca., en fin
lo provoca .
Es cuando viene la respuesta de Javier ante tal acoso como si
fuera en defensa propia termina por matarla. En un ánimo de justificar
la violencia de Javier, el periodista redacta: No le quiere pegar,
solo defenderse, pero la golpea en la cara. Ha sido un accidente,
Como si no fueran suyas, las manos de Javier se aferran al cuello de
Sandra.
¿Por qué quitarle la responsabilidad a Javier? ¿Por qué
ubicarlo en la mirada del lector como víctima? ¿Dónde quedó la historia
de Sandra? ¿Acaso sólo por no haber ingresado en un primer intento a la
universidad y contar con menos experiencia académica ya merece menos
importancia?
Si bien en la disculpa pública que realizó el periodista Alejandro Sánchez
ante la indignación que ocasionó su texto por tener una clara tendencia
a enfocarse en el asesino como una pobre víctima de su propio
descontrol como si no fuera dueño de sus actos, no termina por
convencer. El periodista refiere que trató de ponerse en contacto con
los padres de Sandra para tener otra mirada de los hechos pero que
ellos no quisieron participar y al no hacerlo explícito pareció que los
hizo a un lado, pero me parece hubieran podido haber otras vías para
conocer más de la joven, sus amigas y amigos, sus profesores, los
mensajes que enviaba a Javier en las redes sociales, su misma cuenta de
Facebook.
Es más ni siquiera podemos saber verazmente cómo sucedieron
los hechos pues todo está narrado a partir de las declaraciones de
Javier, quien tras el asesinato y descuartizamiento de Sandra para que
se esparcieran las huellas del delito, huyó cobardemente bajo otra
identidad a Querétaro donde finalmente fue descubierto y detenido un
año después. Seguramente hay muchos vacíos, información oculta,
tergiversación de los hechos, como suele suceder.
A lo largo de toda la narración se difumina en donde empieza a
hablar Javier Méndez, el asesino y en donde habla el periodista. ¿En
qué momento es ficción? ¿En qué momento es no ficción? Pues pese a que
al final del reportaje se anota que es una no ficción a mi me resulta
algo extraño pues veo carece de rigor periodístico. Tan sólo pareciese
querer generar adeptos a la figura del asesino desde una visión
patriarcal.
Por fortuna he encontrado otro texto de Dahlia de la Cerda La joven que no sabía tocar el piano y fue asesinada por un feminicida
que da voz y dignifica a Sandra Camacho con sus sueños, aspiraciones,
cotidianidad. Siempre es necesario reconstruir la voz silenciada
aquella que desafió tan sólo con el no aplaudir las proezas del joven,
porque resulta que en este mundo las mujeres están para celebrar a los
hombres mientras ellas sean disminuidas y silenciosas, nada de
cuestionamientos ni risas, ellas siempre tienen que tener menos
capacidades para que ellos se engrandezcan.
Lamentablemente no es nuevo que personajes que a simple vista
parecen pacíficos, inteligentes, racionales e incluso inofensivos
cometan este tipo de actos, ya tiene bastante tiempo que hemos
descubierto como sociedad que no todo criminal cumple con el
estereotipo de lo marginal, no sé porque sigue tal fascinación por el
asesino y lo peor es que se le pondere por encima de la víctima. Debe
estar relacionado con la medicalización de la salud mental en la
sociedad contemporánea en donde todo lo que tenga que ver con supuestos
transtornos mentales nos fascina indagar.
Pero ¿por qué seguir perpetuando la fascinación por estos
personajes? ¿Por qué el afán por justificarlos? Cuando llanamente son
unos asesinos, sin autoestima que sólo buscan víctimas, en este caso
femeninas, que a sus ojos son menos experimentadas, con menores
cualificaciones según ellos como en el caso del asesinato de Sandra
donde Javier para aumentar enfermizamente su poquita estima la elige a
ella.
Ante él y a los mismos ojos de la sociedad que valoran en la
juventud la cualificación educativa, la práctica deportiva, contar con
el manejo de idiomas a ella no se le echará tan de menos como a él, a
fin de cuentas ni el examen de admisión a la universidad podía pasar la
joven y tan sólo quería ser edecán. Según la narración, una más del
montón pareciese decirnos la narración y aparte de todo burlona,
provocadora e ignorante.
Más bien la pregunta debería ser ¿quién fue Sandra Camacho?
¿Cuáles eran sus sueños, motivaciones, deseos, capacidades? De un
momento a otro todo su potencial se perdió entre las paredes de un
departamento de una unidad habitacional de Tlatelolco. Ese fue el
primer silenciamiento cuando cayó su cuerpo al suelo sin vida.
El segundo al no poder narrar su historia al verse nublada por
las declaraciones de Javier que la ubicaban como una chiquita que no
tuviera corazón. Al no hacerse mayores indagaciones ¿qué sucedió en el
departamento? ¿qué sucedió con el ofrecimiento de empleo? ¿la relación
sexual entre ambos que refiere la narración fue en todo momento
consensuada? ¿tan sólo hubo burla por parte de Sandra? ¿qué otras
historias narró ella antes de morir?
Por último un tercer silenciamiento que devino en la total
invisibilización de Sandra fue la del periodista al no indagar más
sobre ella. Del asesino sabemos todo ¿qué más hay por saber?, pero de
la víctima nada.
Las víctimas suelen caer en el olvido a menos de que hayan
tenido vidas sórdidas que lleguen a justificar su trágico fin, lo cual
las vuelve a poner en una situación de vulnerabilidad pues se
culpabiliza a la víctima. Como historia ficticia El joven que tocaba el
piano (y descuartizó a su novia) me parece hubiera resultado mejor,
porque de reportaje periodístico se encuentra carente de una visión
ética y comprometida con la violencia que viven las mujeres y con los
familiares de las mismas en un país que como señalaron los periodistas
Humberto Padgett y Eduardo Loza en su libro Las Muertas del Estado. Feminicidios durante
la administración mexiquense de Enrique Peña Nieto, el peor momento
para la vida de las mujeres mexicanas es el presente.
No todos los intentos de nuevo periodismo al estilo
Truman Capote son posibles sobre todo con un tema tan delicado e
indignante como es el feminicidio en México donde la impunidad, la
indiferencia y el desprecio a la vida de las mujeres es cosa de todos
los días.
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