Hace
unas cuantas horas renunció a su cargo como director general de la
Comisión Nacional del Agua (Conagua), David Korenfeld, aunque
obviamente se trató de un cese disfrazado de renuncia. Enrique Peña
Nieto, jefe y amigo del cesado, no pudo soportar las presiones públicas
que demandaban sancionar la conducta abusiva e ilegal del ahora ex
director.
Un rápido vistazo a la imprescindible Wikipedia, y aquí está un breve pero puntual resumen del asunto: “El 1 de abril de 2015 se denunció a través de las redes sociales que el día anterior un helicóptero oficial de la Comisión Nacional del Agua había recogido a Korenfeld y su familia en las instalaciones del club de golf Bosque Real, donde reside. Ese mismo día la dependencia oficial emitió un comunicado en el que aseveró que ello se debió a una enfermedad grave. Sin embargo Korenfeld fue fotografiado corriendo 12 kilómetros en el Bosque de Chapultepec unos días antes. Y el gerente de la agencia de viajes Cuveé Escapes, en Vail, Colorado, confirmó que Korenfeld y su familia tenían una reservación para pasar el fin de semana en ese resort. Ante el rechazo a la falaz versión, Korenfeld se disculpó públicamente, calificó el hecho como un «error inexcusable» y anunció que pagaría el costo del uso del helicóptero mediante un depósito a la Tesorería de la Federación. Posteriormente la Secretaría de la Función Pública anunció el inicio de un proceso de investigación contra Korenfeld en relación con el indebido uso del helicóptero”.
Hasta aquí nada nuevo. Un funcionario ladrón que es pillado en falta y que solamente es echado del cargo en lugar de pasar una temporada tras las rejas. Como en cualquier dictadura, ser amigo del Presidente de la República tiene sus ventajas.
Hay en el asunto Korenfeld, sin embargo, algo novedoso: la utilización de las redes sociales para hacer pública una conducta abusiva y, también, delictiva. En otras épocas, antes de la era de las ubicuas y universales redes sociales, la denuncia de la conducta de don David hubiera corrido por cuenta de un reportero diligente, de un conductor de radio o televisión o del director o propietario de algún periódico o revista. Korenfeld habría tenido a su favor la escasa posibilidad de una amplia y universal denuncia pública. Y ello, a pesar de la diligencia y valentía necesarias de ese reportero, de ese conductor o de ese director o propietario de medio impreso. La censura, la autocensura, el interés comercial de la empresa o las limitaciones físicas de difusión habrían hecho su parte para mantener oculto o disminuido el abuso de poder.
Ahora eso ha sido imposible. Las redes sociales no tienen esas limitaciones. Todos somos parte de ellas. A veces como receptores, a veces como emisores y, en determinadas circunstancias, en la doble vía de la emisión-recepción. El planeta vive una auténtica democratización de la comunicación social.
No se me escapa, desde luego, que no haya sido una casualidad la grabación en video de la falta de Korenfeld, y que en realidad haya sido fruto de un pitazo, de una consigna o de la tarea de algún enemigo político. Pero para el caso de la documentación del hecho y de los efectos subsiguientes, lo medular es que el héroe anónimo de este asunto se llama redes sociales. Gutemberg primero, luego Marconi y ahora internet, héroes, cada uno en su momento, de esta forma actual y superior de la democracia y de la libertad de pensamiento y de expresión.
Blog del autor: www.miguelangelferrer-mentor. com.mx
Un rápido vistazo a la imprescindible Wikipedia, y aquí está un breve pero puntual resumen del asunto: “El 1 de abril de 2015 se denunció a través de las redes sociales que el día anterior un helicóptero oficial de la Comisión Nacional del Agua había recogido a Korenfeld y su familia en las instalaciones del club de golf Bosque Real, donde reside. Ese mismo día la dependencia oficial emitió un comunicado en el que aseveró que ello se debió a una enfermedad grave. Sin embargo Korenfeld fue fotografiado corriendo 12 kilómetros en el Bosque de Chapultepec unos días antes. Y el gerente de la agencia de viajes Cuveé Escapes, en Vail, Colorado, confirmó que Korenfeld y su familia tenían una reservación para pasar el fin de semana en ese resort. Ante el rechazo a la falaz versión, Korenfeld se disculpó públicamente, calificó el hecho como un «error inexcusable» y anunció que pagaría el costo del uso del helicóptero mediante un depósito a la Tesorería de la Federación. Posteriormente la Secretaría de la Función Pública anunció el inicio de un proceso de investigación contra Korenfeld en relación con el indebido uso del helicóptero”.
Hasta aquí nada nuevo. Un funcionario ladrón que es pillado en falta y que solamente es echado del cargo en lugar de pasar una temporada tras las rejas. Como en cualquier dictadura, ser amigo del Presidente de la República tiene sus ventajas.
Hay en el asunto Korenfeld, sin embargo, algo novedoso: la utilización de las redes sociales para hacer pública una conducta abusiva y, también, delictiva. En otras épocas, antes de la era de las ubicuas y universales redes sociales, la denuncia de la conducta de don David hubiera corrido por cuenta de un reportero diligente, de un conductor de radio o televisión o del director o propietario de algún periódico o revista. Korenfeld habría tenido a su favor la escasa posibilidad de una amplia y universal denuncia pública. Y ello, a pesar de la diligencia y valentía necesarias de ese reportero, de ese conductor o de ese director o propietario de medio impreso. La censura, la autocensura, el interés comercial de la empresa o las limitaciones físicas de difusión habrían hecho su parte para mantener oculto o disminuido el abuso de poder.
Ahora eso ha sido imposible. Las redes sociales no tienen esas limitaciones. Todos somos parte de ellas. A veces como receptores, a veces como emisores y, en determinadas circunstancias, en la doble vía de la emisión-recepción. El planeta vive una auténtica democratización de la comunicación social.
No se me escapa, desde luego, que no haya sido una casualidad la grabación en video de la falta de Korenfeld, y que en realidad haya sido fruto de un pitazo, de una consigna o de la tarea de algún enemigo político. Pero para el caso de la documentación del hecho y de los efectos subsiguientes, lo medular es que el héroe anónimo de este asunto se llama redes sociales. Gutemberg primero, luego Marconi y ahora internet, héroes, cada uno en su momento, de esta forma actual y superior de la democracia y de la libertad de pensamiento y de expresión.
Blog del autor: www.miguelangelferrer-mentor.
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