Lydia Cacho
Plan b*
Hace
10 años un grupo de empresarios de Cancún me invitó a dar una
conferencia sobre la importancia de las organizaciones de la sociedad
civil y sus alianzas con los grupos empresariales.
Al terminar la conferencia, durante la cena, varios de los presentes
hicieron evidente su frustración frente a la extorsión sistemática que
el gobernador de Quintana Roo y el alcalde de la zona norte (en la que
se sitúa Cancún) llevaban a cabo.
“Primero el gobierno federal invita a los inversionistas, y una vez que
hemos llegado dispuestos a construir hoteles, restaurantes y crear
infraestructura en la Riviera Maya nos encontramos con que el enemigo
número uno no es la sociedad civil, ni siquiera las ambientalistas; el
enemigo a vencer es la corrupción política”, dijo un español
francamente irritado.
Uno tras otro, empresarios mexicanos y extranjeros, compartieron sus experiencias con esta reportera.
Con detalles puntuales y cifras que iban desde un millón de pesos
hasta 3 millones de dólares, los hoteleros, restauranteros y
constructores narraron cómo además de pagar las cuotas legalmente
especificadas, así como las inscripciones a los organismos e instancias
del Estado que les permitieran invertir, construir y concursar para
participar en la construcción de obra pública, debían pasar por “la
báscula” en la casa del gobernador entregando propiedades y dinero en
efectivo.
Ustedes como Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex)
deben ser contrapeso de un gobierno corrupto, dije ingenuamente.
La discusión giró alrededor de una posibilidad imaginaria: que todos
esos empresarios allí reunidos se unieran en bloque y pusieran un alto
a la extorsión de la que eran sujetos.
Casi el 80 por ciento admitió que no tendría inconveniente en
confrontar al Ejecutivo estatal y al alcalde en turno para detener la
insufrible cadena de amenazas, extorsiones y favores políticos exigidos
sin pudor al más puro estilo de la delincuencia organizada.
“El problema, dijo el dueño de una cadena restaurantera, es que en el
instante en que te rebelas contra la ilegalidad de permisos especiales,
cuando eres un ciudadano probo y empresario honesto y te niegas a pagar
cuotas extras de un millón de pesos por el procesamiento de basura, por
ejemplo, te amenazan con una auditoría de la Secretaría de Hacienda que
podría fabricarte delitos y multas impagables”.
“Yo lo intenté –dijo tímidamente un hotelero mexicano–, pero de
inmediato el representante del gobernador me hizo saber que si
denunciaba la extorsión o petición de donativos electorales
millonarios, el jefe de la policía estatal estaría listo para acusar a
mis empleados del hotel de permitir que se vendan drogas a los
huéspedes.
“Les dije que adelante, que si encontraban ‘dealers’ (narcomenudistas)
en mi hotel los arrestaran, contaban con mi apoyo. Como mi honestidad
no sirvió me dijo: a lo mejor a usted lo acusamos de ser líder narco en
Cancún”.
Un empresario de parques de diversiones me dijo que mientras los
gobernadores tuvieran en sus manos a los medios y en su bolsillo a los
directores de medios locales nada podrían hacer, mas que abrir un
periódico honesto que dijera lo que en realidad sucede.
“No entiende Lydia, la reputación se puede destruir de la noche a la
mañana; por eso los gobernadores o candidatos fondean periódicos, para
destruir a su antojo, para construir su imagen también a su antojo.”
Y vaya que lo sabía; he vivido de cerca los manotazos políticos que
destruyen periódicos o estaciones de radio, que dejan a las y los
reporteros en la calle y de allí se decantan grupos de periodistas
“chayoteros” gubernamentales. Es un problema de todo el país, el cerco
a la libertad de expresión está en todas partes.
En todos los estados hay historias similares, por eso es tan importante
la valentía de personas libres como el ciudadano que se atrevió a tomar
las fotografías de David Korenfeld, director de la Conagua, subiendo a
un helicóptero oficial para apresurar su llegada al vuelo que le
llevaría a él y su familia a esquiar al centro vacacional de lujo en
Vail, Colorado.
Por mi paso en diferentes estados escucho el hartazgo, la desesperación
y la angustia de empresarias y empresarios, o de jóvenes emprendedoras
que resisten someterse a la corrupción.
Yo, 10 años después, sigo preguntando lo mismo: ¿Por qué no se unen en
bloque y exhiben a los señores feudales que gobiernan los estados?
Siempre hay uno que termina rajándose, me dice un viñatero de Baja
California, o un “compadrito del góber” que revienta los grupos, me
dice un restaurantero de Quintana Roo.
Yo sigo sin comprenderlo, aunque 20 de cada 100 hoteleros se hinquen,
por ejemplo, ante la lapidaria corrupción oficial en Quintana Roo, aún
tienen a 80 que pueden aliarse a una sociedad civil sedienta de
rendición de cuentas, de una democracia participativa.
Una y otra vez he atestiguado cómo empresarios sólidos y seguros de sí
mismos terminan sometiéndose al poder, humillados, dejados en ridículo
después de haber hecho pública alguna queja válida que abonaría a la
legalidad.
Generalizar es siempre equivocarse, canta el dicho; no todas las
empresas son producto del abuso y la corrupción, miles son negocios
legítimos y útiles que estabilizan las economías locales.
Ciertamente no es noticia que los funcionarios utilicen aeronaves del
Estado para fines personales, lo novedoso es que un empresario, vecino
de una zona de alto poder adquisitivo se haya atrevido a subir a su
Facebook esa evidencia innegable.
Este ejemplo pone sobre la mesa la gran trascendencia de que Mexileaks
haya llegado a nuestro país. No sólo la sociedad civil defensora de los
Derechos Humanos podrá denunciar, también esos cientos, miles de
empresarias, empresarios, hartos de la extorsión, cansados de la
amenaza de desprestigiarles por periodicuchos de quinto patio.
Podrán aportar su información; vaya que la tienen. Ya le tocará al
grupo de periodistas profesionales ir al fondo del asunto y
desenmascarar lo que ya sabemos a cuentagotas: quienes están frenando
la economía del país no son las y los empresarios en su mayoría, son
quienes hacen de su vida y su negocio un infierno de supervivencia: los
gobernantes.
Twitter: @lydiacachosi
*Plan b es una columna cuyo nombre se inspira en la creencia de que
siempre hay otra manera de ver las cosas y otros temas que muy
probablemente el discurso tradicional, o el Plan A, no cubrirá.
CIMACFoto: César Martínez López
Por: Lydia Cacho
Cimacnoticias | México, DF.-
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