Por Octavio Valadez
Los mexicanos tenemos miedo de mirar nuestra historia porque en ella sabemos que encontraremos los rostros terribles de las guerras que forjaron y al mismo destruyeron el país que hoy vivimos. Los padres evitan hablar de luchas y alzan la mirada cuando un joven habla de revolución. El miedo se volvió deseo de paz, y el deseo de paz se volvió ceguera de los problemas, indiferencia, egoísmo y un afán incansable por no mirar el grito de nuestro presente.
Sin embargo las crisis personales e históricas logran desatar de un golpe las contradicciones que estaban detrás de la falsa paz en la que se vivía.
Los malos gobiernos no cambian con elecciones, ni con quejas, ni con discusiones de comida. Los capitalistas no ceden ni un ápice en su afán de ganancia infinita, y de nada sirven los sindicatos corrompidos, ni las instancias que debieran defender los derechos laborales, el desempleo y la violencia aumentan mientras se nos dice que la economía y la seguridad avanzan.
La crisis nos obliga a mirar nuestra historia.
Y entonces vemos que ese miedo que teníamos, era porque sabíamos que en nuestro interior hay la suficiente fuerza como para gritar ya basta, como para luchar contra los malos gobiernos, como para impuslar una huelga en la fábrica, como para interpelar al profesor autoritario o defenderse del compañero gandaña.
Tenemos miedo de ser libres, y sentimos que no debemos estallar, porque eso sería el caos y la destrucción. Y por eso evitamos, aún en la más profunda crisis, vernos al espejo y ahondar en nuestros pensamientos y nuestros corajes.
Y los padres se callan sus problemas, los alumnos se guardan sus preguntas, los obreros se tragan sus cansancios, los campesinos entierran su hambre. La televisión entonces sirve de psiquiatra: nos da medicinas para seguir viviendo a pesar de las contradicciones. Nos droga con películas, noticieros y mensajes de paz y armonía.
Y nosotros preferimos tomar las pastillas, y olvidarnos de nuestro dolor y de nuestra propia historia.
Y el miedo se enmascara de indiferencia. Los mexicanos entonces no sólo olvidamos nuestra historia, sino que olvidamos que somos seres históricos, y que en nosotros, juntos y organizados está la posibilidad de darle cauce a nuestra hambre y dolor histórico.
Este 20 de noviembre se cumple un aniversario más de aquel momento en el que millones de mexicanos decidieron verse en su historia, y decidieron cambiar su vida, su estado, su país. Enfrentaron el miedo a la muerte, el miedo a la guerra, porque en realidad la falsa paz que les vendía Porfirio Díaz era la peor guerra y la peor violencia posible.
Este 20 de noviembre, que importante sería que venciéramos los miedos y las indiferencias para mirar nuestra historia. Ahí no sólo encontraremos datos y películas en blanco y negro. Ahí nos veríamos como somos realmente, con todas las contradicciones, con todos los dolores pero también con todas las posibilidades de hacer algo por tu país. Entonces quizás los padres hablarían realmente sus problemas, los estudiantes alzarían en alto sus preguntas, los obreros detendrían la explotación, y el pueblo no permitiría jamás que un puñado de hombres use el estado para destrozarnos lo último que nos queda después de tanto despojo: la dignidad.
Organízate y lucha hoy o mañana será demasiado tarde.
Escuela de Cultura Popular.
¿Porqué el 20 de Noviembre se celebró el 17?
(Publicado en el periódico Machetearte 1421)
Por Enrique Cisneros Luján
Esto de cambiar los días festivos a los lunes pareciera algo sin importancia, no lo es. La esencia es el manejo de la historia en beneficio de la clase dominante.
Para hacer ese cambio, solo en las fechas que les interesa diluir, pretextan cuestiones económicas que van desde evitar los llamados “puentes”, hasta la obtención de mayores ganancias económicas al juntar tres días de asueto e incrementar la afluencia de paseantes a los centros de atracción turística. Todo esto es falso.
A la clase dominante le interesa que se diluya el significado de fechas como la del 20 de noviembre y que eso de la Revolución Mexicana quede como algo anecdótico que no levante la conciencia del pueblo mexicano. Algo semejante sucede con el 21 de marzo, natalicio de Benito Juárez y con el 1 de mayo, que por la fuerza que tiene, este año no la pudieron diluir y tuvieron que respetarla, aunque cayó en jueves.
Para empezar baste decir que no todas las fechas de asueto las cambian a los lunes. La mayoría de las fechas religiosas las conmemoran en el día que les corresponde.
¿Qué hubiera pasado si el 12 de diciembre que cayó en viernes, lo hubieran conmemorado el lunes 8? ¿Si la Navidad la pasan al 22 o el “Viernes Santo” lo adelantan al lunes? Nadie les hubiera hecho caso, además de que no los van a cambiar pues son fechas sagradas para los derechistas.
Pero cambian el 20 de noviembre eliminando de hecho los desfiles donde muchos mexicanos alentaban un sentido de rebeldía. Allí muchos niños se disfrazaban de juanes, adelitas, zapatas, villas. Con los cambios de fechas los desfiles, las fiestas, las remembranzas históricas de la revolución mexicana vendrán a menos, pues para empezar el 20 de noviembre será un día de actividades normales y el lunes anterior, al no tener ningún significado, se perderá en paseos turísticos o simples días de asueto.
No es casual que estas medidas van acompañadas de planes de estudio escolares donde la historia no juega un papel importante. Donde la educación básica la quieren reducir a 4 materias, siendo una de ellas el aprendizaje de inglés. Y cuando iniciaron las protestas, el patán de Vicente Fox declaró que se aceptaría que se enseñara algo de historia, pero sólo la importante: a partir de la llegada de los españoles.
Todo esto parece menor, pero no lo es. Actualmente más de un niño de primaria cree que el robo que los capitalistas norteamericanos hicieron del territorio mexicano fue algo justo y legal, pues los mexicanos les debíamos dinero y sólo vinieron a cobrar lo que les adeudábamos.
Para muchos niños, sobre todo de las escuelas privadas, Benito Juárez (el Beno, como le dicen los curas, despectivamente), fue la encarnación del diablo que abusó de los pobres curas. En esta línea, Porfirio Díaz fue un mexicano ilustre que logró el desarrollo de México y que fue injustamente tratado por los revolucionarios. Villa fue un forajido y Emiliano Zapata un iluso.
En esa historia los mexicanos (y en general los nativos de este continente) fueron y somos inferiores a los europeos y los gringos, que se desarrollaron porque los anglos aniquilaron a los indígenas de esos territorios.
Nos han impuesto una historia en la que el 12 de octubre, fecha fatídica para nuestros pueblos debe de ser de fiesta y donde la “Noche Triste” es negativa porque fue en la que los nativos derrotaron al invasor (para nosotros debería de ser la Noche Alegre ).
La clase dominante no desperdicia la oportunidad para desvirtuar la historia y su última tranzada es la de cambiar fechas históricas claves para convertirlas en días de turismo.
Por ello en todo el continente los dominadores, incluyendo algunos que se dicen de izquierda, ven en la celebración del bicentenario de las independencias parciales de nuestros pueblos, la oportunidad para voltearnos la historia y convertir el 2010 en un año de pasividad.
Pero los pueblos están empezando a revisar lo que esto significa y preparándose para propinarles una derrota, como aconteció en 1992 en que primero nos quisieron conmemorar los 500 años del descubrimiento y como la reacción fue masiva y mundial, a última hora la quisieron cambiar por la del “encuentro de dos mundos”. Finalmente la diluyeron pues millones de seres humanos la reivindicaron como 500 años de dominación y saqueo.
Una tarea inmediata es reivindicar la historia, la nuestra, la de los trabajadores en lucha. Por ello, este 20 de noviembre (no el 17) no es aventurado afirmar: en 1810 empezamos, en 1910 continuamos y el 2010
¡Estaremos listos!
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