Carlos Bonfil
Fortograma de Hannah Arendt, de Margarethe von Trotta, sobre el linchamiento mediático de la pensadora judía
Comentando la sección Perspectivas del cine alemán en el pasado Festival Internacional de Cine de Berlín, la curadora Linda Sköffer precisa:
Lo que más parece preocupar a la nueva generación de realizadores es el tema de la separación, ya sea del hogar o de una persona amada. En ocasiones la exploración es dolorosa, otras veces festiva, pero en todos los casos estos jóvenes cineastas encuentran una expresión fílmica incitante.
La 12 Semana de Cine Alemán refleja fielmente esa exploración y esa
tendencia. Se trata de 12 largometrajes, 10 de ellos de ficción y dos
documentales, que someramente pueden dividirse en dos grandes
vertientes, de seis películas cada una.
La primera se aboca a una exploración social con una aguda revisión
del pasado histórico reciente y una reflexión sobre problemáticas
comunitarias; la segunda se concentra en dramas familiares que oscilan
entre el drama y la comedia sentimental.
Dramas histórico-sociales: Lore, de la australiana Cate
Shortland, trabajo realizado en Alemania, es una revisión novedosa de
los efectos sicológicos de la ocupación del territorio alemán por las
tropas aliadas luego de la derrota del régimen nazi, desde la
perspectiva ya no de los vencedores, sino de los propios
sobrevivientes
alemanes que vagan atónitos y desesperanzados por los escombros del
gran sueño autoritario.
Hannah Arendt (Margarethe von Trotta) es la crónica del
linchamiento moral que padeció, y aún soporta, una gran pensadora judía
cuya opinión heterodoxa sobre la tragedia del Holocausto hace de la
mediocridad moral de los subalternos una fuerza mayor en la propagación
del mal. La fácil demonización de villanos excepcionales olvida, según
ella, la fría eficacia burocrática de quienes finalmente ejecutan las
órdenes de exterminio. Una mirada crítica e inteligente tan vigente hoy
como hace medio siglo.
Nada malo puede suceder (Katrin Gebbe) es la escalofriante parábola del martirio de un joven punk fanático de Jesús (Jesus freak)
enfrentado a una ignorante familia rural que procura demoler su candor
y sus creencias religiosas para deshumanizarlo y triunfar sobre él.
Algo similar sucede con los muy jóvenes protagonistas de El hijo adoptivo (Markus Imboden),
que en una comunidad rural suiza de los años 50 padecen el escarnio de
granjeros que los explotan y humillan en un intento por derribar el
insultante talento artístico de un siervo y la inocencia de una joven
huérfana.
El amigo alemán (Jeanine Meerapfel) es una agridulce
reflexión histórica, de factura más convencional, sobre el peso que
soportan dos jóvenes hijos de exiliados alemanes en Argentina, del
pasado inmediato de sus padres al término de la guerra mundial, y de
sus efectos en sus respectivos compromisos políticos y sentimentales.
Finalmente, el documental Tierra desolada (Anne
Kodura) evoca las crisis de identidad y la resistencia lúdica de un
grupo de niños de origen árabe que en una periferia urbana de Alemania
experimentan algo de las incertidumbres y angustias de sus padres
refugiados.
Dramas intimistas: Silvi (Nico Sommer) es la crónica amarga
del desencuentro y desgaste afectivo de una pareja conyugal de largos
años, de los efectos mayores sobre Silvi, la mujer madura, y su
formidable proceso para dar un curso nuevo a su libertad recobrada. Una
película ágil, políticamente incorrecta, ajena al melodrama y de clara
empatía con los impulsos vitales de su protagonista.
Polvo sobre nuestros corazones (Hanna Doose) es la cróni-ca
de otra liberación femenina, la de una joven madre soltera, actriz poco
exitosa, que debe sobreponerse al frenesí manipulador de su solitaria y
fría madre sicóloga. Dos estupendos retratos femeninos en una
confrontación moral e intelectual de intenso calibre dramático.
El brillo de los días (Tizza Covi y Rainer Frimmel) dos
personajes masculinos, sobrino y tío estrafalario, empeñados en
contribuir, por todos los medios, incluidos los ilegales, al rencuentro
de una familia de inmigrantes moldavos. Una parábola de la eficacia de
la solidaridad afectiva en el marco de una familia ampliada.
De nuevo una intensa solidaridad amorosa en No me olvides (David
Sieveking), crónica muy directa de las atenciones que un hijo, el
propio cineasta, brinda a su madre anciana aquejada por el Alzheimer.
Un relato conmovedor, sorpresivamente humorístico, de inusitada
generosidad y franqueza.
Oh Boy, 24 horas en Berlín (Jan Ole Gerster), exitosa
comedia dramática sobre la deriva existencial de un joven que se
cuestiona las carencias y prioridades de su vida en un largo deambular
por las calles de su ciudad. Una de las mejores obras del ciclo.
Finalmente, El extraño gatito (Ramón Zurcher) es una
experiencia formal arriesgada con el absurdo como eje central de una
intensa crónica familiar costumbrista.
Twitter: @CarlosBonfil1
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