Teresa Gurza
teregurza03@yahoo.com
El del espionaje.
Se espían entre sí los gobiernos, sean amigos o enemigos; rivales o aliados.
Nos espían los gobiernos, los cárteles, las empresas, las empresitas que compran nuestros datos a los gobiernos o a las grandes empresas; nos espiamos unos a otros grabando cualquier cosa con los celulares, para luego ventanearlo en las redes; y lo que antes era privado y considerado vergonzoso, se convierte en público.
Por más atroz que nos parezca, los espías son hoy fantasmas muy reales, que están en todos lados y se nos aparecen a cada rato.
A las pocas horas de entrar a una página web a indagar costos de algún vuelo o facilidades de cualquier hotel, llegan correos de intermediarias turísticas, aerolíneas, cruceros, o cadenas hoteleras para hacer ofertas, siempre mejores que las de las páginas recién visitadas.
Entran llamadas de empresas telefónicas con las que no hay contratado ningún servicio, ofreciendo planes más convenientes, más minutos, mayor capacidad de internet y menores precios.
¿Cómo se enteran? ¿Cómo saben a dónde vamos y lo que consumimos y hacemos?
Porque espían…
Y no son sospechas; hay evidencias.
El excontratista de la CIA Edward Snowden, entregó al diario inglés The Guardian documentos que indican que un sistema de vigilancia llamado XKeyscore permite a la inteligencia gringa espiar lo que se hace en la web; que los servicios estadunidenses llegaron a interceptar en un mes medio millón de comunicaciones; y que el programa está siendo actualizado para hacerlo más potente y rápido.
Que bueno que esté saliendo a la luz pública el espionaje que hace el gobierno de EU; y que malo que los responsables declaren que espiar “es normal en todo país”.
Por eso es importante lo que expresó Snowden, “cualquiera que no quiera vivir vigilado, tiene la obligación de actuar”.
Y lo están haciendo ya miles.
Marchas realizadas en Francfort, Múnich y Berlín, bajo el lema “Yes, we protest” impreso sobre la imagen del presidente Barack Obama, se pronunciaron contra el espionaje de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) de Estados Unidos y a favor de quienes revelen esas acciones.
Además, a consecuencia de las operaciones de espionaje electrónico reveladas por Snowden –a quien Putin concedió asilo enfureciendo tanto al presidente Obama que canceló un encuentro con su par ruso–, Alemania no renovó un pacto de vigilancia firmado durante la Guerra fría con EU y Gran Bretaña.
Y la presidenta argentina Cristina Kirchner condenó en el Consejo de Seguridad de la ONU el espionaje masivo.
Pero en México no hacemos nada.
Así como al parecer nos hemos acostumbrado a la corrupción de los políticos y a la violencia desde y contra los narcos sin que nos cause el mismo horror que hace unos pocos años, la dejadez nos está llevando a considerar natural vivir espiados; a sentir indiferencia ante al hecho de estar constantemente vigilados; y a tolerar que con el pretexto de la lucha contra el terrorismo, se esté limitando la libertad.
Si gobiernos y empresas nos espían y lo reconocen, ¿qué nos toca hacer a nosotros la gente normal?
No lo sé; porque por un lado no podemos renunciar a usar las nuevas tecnologías que además de información, nos dan facilidad en millones de trámites.
Pero por el otro, y mientras esos adelantos no nos permitan privacidad y seguridad, debíamos tratar de no seguir dejando pistas que les permitan cruzar datos que los lleven a saber todo sobre nosotros; lo que incluye, nuestras enfermedades y lo que medicamente nos espera en el futuro.
Todo, para sugerirnos análisis y remedios; que seguramente son los que conviene vender a sus industrias.
Debemos convencernos de que tenemos que defendernos nosotros, porque los del poder no lo harán; acabamos de ver que la Cámara de Representantes de EU derrotó una iniciativa de ley para prohibir a la NSA, “recolectar libremente” información telefónica.
Pero tal vez me equivoque pensando que todos queremos protegernos y no sea así; podría ser que sólo seamos unos pocos los ofendidos con el espionaje y que son más a los que no les importa, porque son los primeros que “suben” a las redes sociales con todo y fotos, lo que les pasa a lo largo del día; confesando ahí sus pensamientos y anhelos y alardeando de sus hazañas, posesiones y riquezas.
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