8/30/2013

Renacionalizar y transformar radicalmente la industria energética en México





Como izquierda socialista, luchamos contra la dinámica capitalista, destrabada gracias a las políticas neoliberales de las últimas décadas, de privatizar los bienes y recursos públicos, que pertenecen a la nación: al pueblo de trabajadores. Nos oponemos a que el Capital, nacional o extranjero, nos quite lo que es común a todos para explotarlo, para explotarnos, y apropiarse de las ganancias que obtenga de ello. Esta posición de principio se reafirma ante el anuncio del gobierno priísta, y sus aliados del PAN y del PRD, de “modernizar” PEMEX y la industria energética del país alentando, de un modo u otro, las inversiones extranjeras en esta área. Nuestra oposición es mayor cuando esos recursos pertenecen a la nación, según la Constitución emanada de la lucha revolucionaria de 1917, son estratégicos para la economía del país y pretenden entregarse al imperialismo, sea mediantes cambios constitucionales o leyes secundarias. 

Rechazamos, además, la farsa de debate legislativo que se pretende montar como espectáculo político cuando lo cierto es que el PRI y sus aliados del Pacto por México, el PAN y el PRD, se han puesto ya de acuerdo en avanzar en la privatización de la industria energética. Para nosotros no basta decir que no queremos la privatización de PEMEX o del sector energético: eso ya lo dice hasta la propaganda oficial del gobierno del PRI. No se trata sólo de oponerse a la contra-reforma energética que se busca imponer en el próximo periodo legislativo sino de luchar a fondo por la renacionalización de la industria petrolera, eléctrica y minera para defender y recuperar la soberanía nacional y pugnar por los intereses del pueblo trabajador.
Sin embargo, desde la perspectiva ecosocialista que sostenemos como PRT, la lucha deber ir todavía más allá de la renacionalización de la industria energética. Si bien es correcto, como dice el líder del MORENA, Andrés Manuel López Obrador, luchar para que los recursos energéticos sigan en manos de la nación, resulta cuestionable su afirmación de pugnar por “convertir el petróleo en palanca del desarrollo nacional.” Desde un punto de vista ecológico y de largo plazo, no puede sostenerse que PEMEX sea el sustento del desarrollo de México por varias razones.
 Crisis energética estructural
En primer lugar, porque el petróleo, el gas y el carbón, las principales fuentes energéticas del actual sistema capitalista, son recursos finitos y no renovables, que han alcanzado o están alcanzando sus picos de producción. Como se sabe, el geofísico Marion King Hebbert descubrió que dada la demanda creciente, la producción del petróleo evoluciona como una campaña de Gauss, alcanzando su pico cuando la mitad del petróleo se ha extraído. A partir de este esquema se han realizado varios pronósticos confirmados plenamente, a saber:

-El pico histórico de la producción mundial de petróleo crudo convencional se alcanzó en 2006;
-El pico petrolero estadounidense se alcanzó en 1979;

-El pico petrolero mexicano se alcanzó en 2004, con una producción de 3.38 millones de barriles diarios; en los años sucesivos ha ido disminuyendo esa producción: 3.26 en 2006, 2.79 en 2008, 2.58 en 2010.

Esos picos se refieren al petróleo convencional, el más barato y de mayor calidad. La producción del petróleo no convencional (de arenas bituminosas, crudo ultra pesado y de aguas profundas) sigue creciendo pero es más difícil de extraer: es más caro y de menor calidad, aunque la creciente demanda de petróleo ha sido cubierta por este tipo de petróleo.

Este estado de cosas muestra que la crisis energética de la primera década del siglo XXI, cuando los 34 dólares por barril de 2003 pasaron a 98 en 2008, es una manifestación de, dice el economista mexicano José Luis Calva, una "crisis energética estructural de grandes consecuencias."

La base energética de la economía capitalista global son los combustibles fósiles, particularmente el petróleo. Las industrias, la misma agricultura, así como los servicios y bienes manufacturados dependen de este tipo de combustibles. Se ha calculado que, actualmente, los combustibles fósiles sustentan el 81% de la energía que se usa en el mundo: 34% petróleo, 21% gas y 26% carbón; constituyen, además, cerca del 67% de las fuentes con que se genera electricidad: 6% petróleo, 20% gas y 40% carbón. El 95% del transporte depende de derivados del petróleo. Para que el sistema capitalista siga funcionando se requiere una producción cada vez más creciente de este tipo de combustibles fósiles. Sin embargo, estos recursos son finitos, no renovables y se están acabando.

De hecho, la crisis energética del siglo XXI indica con claridad que vivimos el fin del petróleo barato convencional. Esto es un hecho en México: este tipo de petróleo se está agotando aceleradamente y ya alcanzó su pico productivo.

Cabe subrayar que la extracción de petróleo no convencional no es una alternativa a mediano o largo plazo. No sólo es más difícil de extraer y de menor calidad, resulta más caro y más catastrófico para el medio ambiente:

-La extracción de arenas bituminosas requieren grandes cantidades de agua que resulta irreversiblemente contaminadas;

-La extracción de gas atrapado en arcillas contamina grandes cantidades de aguas subterráneas;
-La extracción de petróleo de aguas profundas implica graves riesgos de derrames y de una difícil de controlar contaminación del mar.

En resumen: el petróleo no convencional es muy caro porque implica menor energía, mayores costos de extracción e incalculables costos para la prevención de desastres ambientales. La era del petróleo barato ha terminado y, aunque el declive de la producción petrolera todavía no se manifiesta de manera aguda, se calcula que el pico de la producción combinada de hidrocarburos (petróleo, incluyendo el no convencional y el gas natural) se alcanzará en 2015.
Aunque PEMEX sigue produciendo enormes cantidades de barriles de crudo, en un mediano plazo su producción declinará. Como exportamos petróleo crudo pero importamos gasolina, algunos economistas calculan que, en menos de diez años, lo que ganamos exportando crudo se perderá con las importaciones petroquímicas. Y en unos cuantos años más, pasaremos de ser un país exportador a uno importador de petróleo y otros combustibles fósiles.

Privatizar PEMEX, como lo han estado haciendo los políticos neoliberales del PRI, PAN y PRD, supone perder parte de la renta más importante que recibe el Estado mexicano, la que le permite sostener las instituciones públicas, la infraestructura del país, los programas sociales que le imponen sus obligaciones constitucionales. Permitir que a corto y mediano plazo se terminen los recursos petroleros sin hacer una necesaria transición energética hacia energías limpias y renovables, significa acabar con un Estado con funciones sociales y llevar al país a la catástrofe económica, esto es: a la concreción del sueño neoliberal, que para las mayorías será vivir la pesadilla del capitalismo salvaje. Es claro que esa transición energética no la realizarán los capitalistas ni los políticos a su servicio, pues ellos sólo buscan las ganancias inmediatas y, por ello mismo, carecen necesariamente de una visión de conjunto y de largo plazo de la sociedad. Esa transición energética sólo puede encabezarla el pueblo trabajador, luchando por el poder para iniciar una transición hacia el ecosocialismo.

Crisis ecológica y ecocidio capitalista

La dinámica capitalista, decía el mismo Marx, provoca una fractura metabólica con la naturaleza: el Capital sólo consume, destruye y contamina a la naturaleza, sin permitirle que ésta se conserve o regenere. En otras palabras: la lógica productivista y de corto plazo del Capital, destructora de vidas y despilfarradora de energías, impide la función conservadora y regeneradora de la naturaleza.

Las industrias capitalistas funcionan apropiándose de los recursos naturales (privatizando tierras y bienes comunes), consumiéndolos aceleradamente (destruyendo), descargando su desechos (contaminando) en el medio ambiente (tierra, ríos, aire), produciendo, además, diversas mercancías contaminantes y tóxicas (alimentos chatarra, químicos, metales, etc.). Además, las industrias capitalistas propiciaron una alta concentración de población en ciudades contrapuestas al campo y a una naturaleza que sepultan en cada vez más extensas capas de pavimento y cemento. En ese sentido, el capitalismo, dice Joel Kovel, es el enemigo de la naturaleza: es la causa fundamental del Ecocidio global y acelerado que vivimos en nuestros días.

Las industrias capitalistas son, en consecuencia, depredadoras (de recursos naturales) y contaminantes. Aunque hay muchas industrias con estas características en México (la industria minera, de acero, cemento, química, automotriz, etc.), la industria más perniciosa para el medio ambiente es la petrolera. Además de que el consumo de este combustible fósil emite gases de efecto invernadero, siendo un factor decisivo en el Cambio Climático o calentamiento global del planeta, PEMEX es la industria con el impacto ambiental negativo en el país.

Siendo PEMEX la industria más grande del país, su impacto ambiental negativo es muy grande, como lo manifiestan las cifras del SEMARNAT sobre los “Impactos ambientales de la industria petrolera”, del Compendio de estadísticas ambientales 2009:
Emisiones y descargas totales de contaminantes en el proceso de producción
Subsidiaria Pemex
Año
Emisiones y
descargas
totales (toneladas)
Pemex Exploración (PEP)
1999
963,142.00
  2005
1,962,518.56
Pemex Refinación (PR)
1999
1,016,718.00
  2005
1,210,671.92
Pemex Gas y Petroquímica Básica (PGPB)
1999
353,180.00
  2005
557,652.52
Pemex Petroquímica (PPQ)
1999
94,408.00
  2005
182,235.16
(Cfr.:http://app1.semarnat.gob.mx/dgeia/compendio_2009/02_enonomica/industria_02.html)
Como se puede apreciar, la contaminación siempre aumenta. Esta creciente contaminación es al aire, al agua y a los suelos:

-la emisión de contaminantes atmosféricos en el 2007 superó las 706,481 toneladas;
-la emisión de contaminantes en el agua en 2007 aumentó a 2,712 toneladas;

-la emisión de residuos peligrosos pasó de 185,002.00 toneladas a 71,773.40 en 2007. A ello habría que agregarle los constantes derrames de petróleo; tan sólo en 2007 hubo 270 derrames con un volumen de 6,544 barriles. Todo ello prueba que PEMEX es una de las empresas más contaminantes de México y del mundo.

Por si fuera poco, se ha calculado que los procesos de extracción de combustibles fósiles y de su conversión en energía así como su uso final, inciden directamente y de manera relevante en el calentamiento global: el 70% de los gases de efecto invernadero vienen del mundo de la producción y consumo de combustibles fósiles.

Por todo lo anterior, no se puede seguir pensando que PEMEX sea, como dice López Obrador, la palanca del desarrollo de México.

Nuestro país no puede depender de un recurso natural que está declinando, que es la principal industria contaminante de México y cuya extracción, producción y consumo emite gases de efecto invernadero que aceleran un Cambio Climático catastrófico para la humanidad. En todo caso, se debe plantear el aprovechar los recursos petroleros renacionalizados para promover una transformación radical del sistema energético, pasando de uno que depende de recursos finitos, no renovables y perniciosos para el medio ambiente a otro que se sustente en recursos renovables, inagotables y sin efectos negativos en la naturaleza.

Necesidad de una transformación radical del sistema energético

Es verdad que es necesario luchar por la renacionalización del sistema energético de México e impedir la inversión del capital privado, nacional o extranjero, combatir la corrupción en PEMEX y el uso político que se hace de sus recursos. Son insostenibles las políticas de exportar crudo e importar gasolina y petroquímicos; se requiere desarrollar refinerías y una industria petroquímica nacional, así como el fomento de la investigación tecnológica para generar tecnologías propias, como cuando el Instituto Mexicano del Petróleo llegó a ser exportador de tecnologías. También se debe impulsar una reestructuración fiscal que permita que PEMEX retenga parte de sus ingresos para su reinversión.

Sin embargo, lo más urgente es impulsar una transición energética hacia fuentes renovables de energía. Es necesario hacer una sustitución de los combustibles fósiles por otros tipos de energía renovable. Necesitamos un cambio radical de sistema energético que se sustente en las energías renovables.

Este tipo de fuentes renovables de energía son inagotables además de que su uso y consumo no afectan al medio ambiente. Nos referimos a la energía solar, la eólica la biomasa, la geotérmica, las mini, micros y pequeñas centrales hidroeléctricas y la oceánica. Se necesita, por tanto, empujar hacia una transición energética que diversifique el abasto de energía que no venga de combustibles fósiles sino de energías renovables, manejando una estrategia que salvaguarde la soberanía nacional, la seguridad energética y el interés del pueblo trabajador.
Cabe insistir en que este tipo de energías renovables ofrecen más que energía pues pueden despetrolizar la economía, darnos seguridad energética, no incidir en el cambio climático, no tener impactos ambientales negativos, promover el desarrollo económico y fomentar formas locales de autogestión energética.

De hecho, ya existen alternativas no sólo para salvar la crisis de creciente escasez de petróleo convencional sino para detener el Cambio Climático que impulsa la estrecha y suicida racionalidad económica capitalista. Según estudios sobre el aprovechamiento de la luz solar, con las tecnologías que actualmente disponemos, dice José Luis Calva, "se podrían satisfacer con creces los requerimientos de energía de la humanidad." Además, en estos últimos años ha aumentado notablemente la generación eólica de electricidad, así como la instalación de centrales hidroeléctricas y geotérmicas, apuntando con ello a una necesaria transición energética.

Según estudiosos del tema, como Luca Ferrari y Claudio A. Estrada Gasca, existe una gran abundancia de recursos energéticos renovables en México. De acuerdo a sus apreciaciones, la energía solar puede salvar la crisis energética con las tecnologías con las que ya contamos. Cabe señalar que “la energía solar recibida cada diez días sobre la Tierra equivale a todas las reservas conocidas de petróleo, carbón y gas.” Para México, este tipo de energía es una alternativa al alcance de la mano:

"Respecto al recurso solar, dice, el país tiene una instalación diaria promedio de 5kwh/m2, una de las más altas del mundo, lo cual significa que el potencial bruto de energía solar es gigantesco en relación con las necesidades energéticas actuales. Con sólo una superficie aproximada de 3 923 kilómetros cuadrados (un cuadro de 63 km de lado), que bien pudiera ubicarse de manera distribuida en los estados de Sonora, Baja California y Chihuahua (los de mayor insolación) y usando las tecnologías termosolares de potencia y fotovoltaicas existentes, de podría instalar una capacidad que suministre los 238TWh que se generan actualmente en el sector eléctrico del país."

Otras energías renovables también tienen un enorme potencial: la energía eólica tiene un potencial de hasta 71 mil MW, en sólo 10% del área total que podría usarse, cuando capacidad eléctrica instalada es de 51 mil MW; la energía geotérmica tiene un potencial nacional de 11 940 MW; la bioenergía puede ofrecer ente 37 y 55% de la oferta interna bruta de energía en el 2009, etc.

Para estos investigadores, México cuenta con tiempo, con importantes recursos energéticos y con la posibilidad de hacerse de recursos financieros gracias al petróleo para llevar a cabo la cada vez más necesaria pero posible transición energética.

Para nosotros esta necesaria y urgente transición energética que requiere el mundo entero y México en lo particular, sólo podrá llevarse a cabo en el proceso de una revolución permanente que transite hacia el ecosocialismo.

En el pasado Congreso de la IV Internacional se trató el tema del Cambio Climático, planteando como una de sus estrategias fundamentales para avanzar hacia el ecosocialismo la transformación del sistema energético capitalista, caracterizado como "centralizado, anárquico, dispendioso, ineficiente, intensivo en trabajo muerto, basado en fuentes no renovables y orientado hacia la sobreproducción tendencial de mercancías" porque de esa manera ha respondido a los intereses del Capital.

Un cambio ecosocialista, dicen las resoluciones de ese Congreso, debe destruir y sustituir tal sistema energético con "un sistema descentralizado, planificado, ahorrativo, eficiente, intensivo en el uso de trabajo vivo, basado exclusivamente en fuentes renovables y orientado hacia la producción de valores de cambio duraderos, reciclables y reutilizables."

Para los ecosocialistas, no basta con cambiar las relaciones sociales: se debe transformar el entero sistema productivo, comunicativo y cultural apoyado en un nuevo sistema energético. La revolución ecosocialista no debe limitarse, entonces, a destruir y transformar al Estado capitalista, también debe destruir y cambiar el aparato productivo y energético, "introduciendo otras fuentes energéticas, otras tecnologías y otras reglas al servicio de objetivos establecidos democráticamente."

Se trata de darle vuelta al mundo capitalista y terminar con la enajenación que impone el Capital: se trata, entonces, de controlar la producción democráticamente para que con igualdad y sin explotación sirva al desarrollo cualitativo de la humanidad, cuidando y preservando los ecosistemas.

"El ecosocialismo, se concluía en el Congreso aludido de la IV Internacional, como expresión concentrada del combate común contra la explotación del trabajo humano y contra la destrucción de los recursos naturales por el capitalismo, no procede de una visión idealista y quimérica sobre la "armonía" que habría que establecer entre la humanidad y la naturaleza, sino de la necesidad materialista de administrar los intercambios de materia entre la sociedad y el ambiente, manejando conscientemente, colectivamente y democráticamente la tensión entre las necesidades humanas y el buen funcionamiento de los ecosistemas."
Tener como meta al ecosocialismo es poseer una perspectiva mundial e histórica, que nos permite entrever una sociedad más allá del Capital que nos puede servir de guía para las luchas del presente.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

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