8/30/2013

La CNTE: entre las imágenes, las palabras y la fuerza



“Una imagen dice más que mil palabras” es una frase recurrentemente citada que tiene cierto grado de verdad. Sin embargo, una misma imagen -con o sin esas mil palabras-, puede ser utilizada de acuerdo a intereses específicos y con objetivos bien definidos. En ese sentido, el caso de los medios masivos de comunicación es emblemático. En nuestro país, desde la pantalla televisiva, una imagen no es reflejo de la realidad sino distorsión de ésta. Pasada por el filtro de la edición, adornada con calificativos hostiles, la imagen es lo que la televisión quiere que sea. Así, por ejemplo, la protesta magisterial encabezada por la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) es lo que los “periodistas” y presentadores le dicen al público. 

Basta, como pequeña muestra, ver la forma en la que se trata la noticia en el programa de Joaquín López Dóriga del 27 de agosto del 2013, día en que la CNTE bloqueó simultáneamente las instalaciones de Televisa y TV Azteca. La información presentada en el programa muestra las imágenes del bloqueo, habla del “caos” y las “afectaciones” viales que los maestros ocasionaron. No existe, en cambio, una explicación de por qué se realizaron tales acciones, ni tampoco de cuáles son las demandas, menos aún de las razones por las que los profesores se oponen a la reforma educativa. El teacher informa después sobre las reacciones ante las protestas. La nota que continúa es la de una de las intervenciones de José Narro, rector de la UNAM, en la reunión plenaria del grupo parlamentario del PRD. Pero sólo se muestra la parte en la que Narro dice: “la violencia no puede ser la fórmula, no puede ser, la violencia no resuelve, la violencia agrava”. Así, por el modo en que la información se presentó, se entiende que las palabras de Narro se refieren explícitamente a las movilizaciones realizadas por la CNTE ese 27 de agosto. Se liga una nota con otra, con la clara intención de calificar la protesta de los profesores de violenta, pero no es así: ni las movilizaciones han sido violentas, ni Narro tocó sólo ese tema. El señalamiento de Narro estuvo acompañado también del llamado al diálogo como vía de solución (no estaría de más, por cierto, que el rector predicara con el ejemplo dentro de la Máxima Casa de Estudios), pequeño detalle que a López Dóriga no le significó ni la más mínima importancia.

El objetivo es más que claro: se trata de generar animadversión, antipatía, rabia, condena, hacia los profesores. Así, al público no le importará el por qué de las manifestaciones, sino sólo el hecho en sí de los bloqueos, las marchas y cuanta acción se realice; propiciando, además, la exigencia de terminar, de una buena vez, con los rijosos. No es lo mismo dialogar, atender las demandas y dar cauce jurídico para solucionar el conflicto que tratar de eliminar el problema de cualquier forma y a cualquier costo. No es un aspecto menor y hay que darle la atención que se merece. El gobierno está buscando legitimar, ante todos los estratos sociales, una salida de fuerza y para ello arma un tinglado en el que los medios tienen un papel trascendental. En otras palabras: los medios oficiales- radiofónicos, televisivos, escritos-, son el instrumento ideológico en el que el gobierno centra su estrategia para ganar el debate político. Dejar de atender esta componente significa ceder a la iniciativa gubernamental un amplio terreno. Es preocupante, por esa razón, que los manidos pretextos de “yo no veo televisión” o “yo no leo éste o aquél periódico o a éste o aquél analista porque son de derecha” tengan un eco grande en el amplio movimiento social mexicano. 

En esos medios, el gobierno y los suyos proyectan a diario, y claramente, sus intenciones, sus pasos a seguir. Analizar lo que dicen no significa, necesariamente, que el medio o el analista sean de nuestro agrado. Pero a cada planteo gubernamental, a cada mentira, a cada falsedad, el movimiento social en general, y hoy la CNTE en particular, debe dar la pelea y ganar ese debate que, a fin de cuentas, es no sólo ideológico y político, sino también estratégico. Además de arropar la movilización de los profesores, es de urgencia que el movimiento social eche abajo, uno a uno, los planteamientos gubernamentales, tanto de la propia reforma educativa como de la salida de fuerza que, según se ve, planean. Debemos tensar fuerzas, tanto en el terreno de la siempre necesaria movilización –masiva y organizada-, así como en el imprescindible debate –certero y asequible-. 

El sector de la población mexicana que se entera de las noticias por medio de la televisión es abrumador, y es a éste al que debemos afectar, en el mejor sentido de la palabra. Es ahí donde existe la necesidad de mostrar la justeza de las demandas enarboladas por los profesores; es ahí donde el debate sobre la reforma – qué dice, quién la ordena, sus consecuencias-, debe ser primordial; es ahí donde la población debe saber lo que los profesores plantean, que ellos presentaron propuestas que el gobierno no contempló; y debemos, insisto, contestar una a una las declaraciones del gobierno y sus voceros.

El 28 de agosto Claudio X. González Guajardo ( Co ‐ fundador, Patrono y Presidente de Mexicanos Primero, A.C.; Co ‐ fundador de Fundación Televisa, A.C.; Co ‐ fundador y Presidente Honorario del Patronato de la Unión de Empresarios para la Tecnología en la Educación, A. C. (UNETE); Co ‐ fundador y miembro del Comité Técnico de BÉCALOS), asistió al noticiero de Televisa conducido por Carlos Loret de Mola. González juega hoy el papel de intelectual orgánico. 

Desde su sitio web, y en la comparecencia a la empresa televisiva, insiste vehementemente en la aprobación de la reforma educativa como un imperativo. Sus palabras son reveladoras: “Si no pasa la reforma educativa ¿qué aspiraciones tienen ellos [el gobierno] de que pase la reforma energética y fiscal […] Ya se está jugando mucho en esta reforma y es indispensable que vaya adelante” y se refiere a la Ley del servicio profesional docente como “el corazón de la reforma educativa, sin esa reforma no se puede estar hablando de que estamos reformando a fondo lo que se tiene que reformar (sic)”. Señala después: “Aquí se están enfrentado los derechos de los niños a una educación de calidad o las prebendas y las corruptelas de adultos […] Está muy claro dónde tenemos que estar los mexicanos, tenemos que estar de lado de la reforma”.

¿Qué tendría que decir la CNTE sobre esas afirmaciones?, ¿y el movimiento social en su conjunto? ¿No sería deseable e indispensable responderle? ¿Se podría debatir con la idea de que una reforma, cuyo corazón sea una ley de coacción laboral, no es educativa? ¿Por qué, entonces, en la propuesta de reforma no se contemplan los derechos de los niños? ¿Por qué, no se garantiza el acceso real a la educación, ni las condiciones mínimas para estudiar? ¿Por qué no se construyen escuelas donde no las hay? ¿Por qué no se acaban con las corruptelas y prebendas que existen en la Secretaría de Educación Pública y el gobierno federal, donde Emilio Chuayfet y Peña Nieto saben tanto de educación como una piedra sabe sobre física nuclear y política? Hay que debatir con esas afirmaciones, con las mentiras repetidamente dichas que pasan por verdad. Es un campo que no puede ser desperdiciado. Hay que deshacer los “argumentos” televisivos. La razón y la justeza son elementos que no deben ser desdeñados. Quizá sea momento de invertir la lógica y entender que también una palabra- o muchas palabras-, pueden decir más que mil imágenes.

Llama la atención el reparo de González Guajardo sobre las “aspiraciones” del gobierno con respecto a las otras reformas. La verdad sea dicha, la CNTE ha logrado, con rapidez, imaginación y firmeza, poner momentáneamente en jaque al gobierno priista que, hasta el momento, había aprobado su agenda sin contratiempo de ninguna especie. De la manera en que esta coyuntura se resuelva, dependerá, en gran medida, la fuerza que el movimiento social tenga para enfrentar las siguientes embestidas de Peña Nieto. 

Vivimos un momento en el que la CNTE representa, sin duda, el polo de atracción de quienes deseamos un mejor país. El problema, sin embargo, está en si es suficiente lo que, con gran dignidad, con entereza, los profesores movilizados han conseguido hasta ahora. Dependerá de ellos, y los que con ellos estamos, generar la mayor fuerza, y la mayor simpatía posible, ante un panorama harto complicado. Por lo pronto, nada está decidido y eso se lo debemos, ni duda cabe, a esta lección de resistencia que los profesores brindan al México de abajo.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

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