Condenadas en la India a limpiar baños de hogares pudientes
Una
mujer dalit junto al baño de una casa de casta alta en la localidad
india de Mainpuri, donde se produjeron actos de violencia contra
quienes intentan abandonar la profesión de “recolectores manuales” |
Ver Bittal Devi teje con destreza los hilos de diferentes colores en una pintoresca colcha de retazos. Resulta difícil imaginar que esta mujer de 46 años pasó la mayor parte de su vida limpiando retretes con sus manos.
Nacida en Sava, un pueblo en el estado de Rajastán, en el noroeste de la India, Devi pertenece a un sector de la población que trabaja, desde hace siglos, como “recolector manual”.
La profesión condena en su mayoría a las mujeres, pero también a los hombres, a limpiar manualmente los excrementos humanos de los cuartos de baño y a llevarlos sobre la cabeza para arrojarlos en basureros. Muchos también limpian alcantarillas, tanques sépticos y drenajes abiertos sin equipos de protección.
Se les llama “bhangis” despectivamente, que se traduce como “identidad rota”. La mayoría son “dalits”, la casta más baja y marginada de la sociedad, los llamados “intocables”, condenados a las tareas que se consideran por debajo de la dignidad de las castas superiores.
“Empecé este trabajo a los 12 años. Acompañaba a mi madre cuando limpiaba los baños de las casas de los ‘thakurs’” o castas superiores, “en nuestro pueblo, todos los días”, recordó Devi.
“Recogíamos las heces en una canasta con una escoba y un plato. Después descargábamos la canasta en las afueras de la aldea”, explicó.
Por la limpieza diaria de 15 inodoros recibían poco más de seis dólares al mes (casi 90 pesos mexicanos), además de ropa usada que los propietarios de las casas donde trabajaban les obsequiaban una vez al año.
Devi lo pasó mal en su primera semana de trabajo. “Vomitaba cada vez que tenía que comer”, aseguró. Más difícil de soportar eran las burlas de sus compañeros y compañeras de clase.
“Se cubrían la nariz y decían que tenía mal olor. Los niños de mi casta teníamos que sentarnos lejos del resto”, agregó. Al final, abandonó la escuela.
“Desde que nacimos, a mí y a los demás niños de mi comunidad nos dijeron que esta era nuestra historia y nuestro destino. Era la tradición de nuestros antepasados que teníamos que respetar”, destacó Devi.
La discriminación por casta, o la intocabilidad, está prohibida en la India desde 1955. Diversas leyes y políticas a lo largo de las décadas pretendieron acabar con la cruel tradición de la recolección manual de los deshechos.
En septiembre de 2013 el gobierno ilegalizó el empleo de personas para limpiar heces humanas. Pero en los hechos estas medidas no resultaron, ya que las políticas no se aplican adecuadamente, la gente no sabe que puede rechazar este tipo de trabajo, y quienes se niegan a hacerlo padecen actos de violencia y amenazas de desalojo.
MUJERES UNIDAS
La Red de Solidaridad Internacional Dalit, que trabaja por la erradicación de la discriminación por castas, calcula que hay 1.3 millones de “recolectores manuales” en la India, en su mayoría mujeres.
Las organizaciones señalan que las mujeres son víctimas por partida doble. Están mal vistas por las castas superiores y, además, sus esposos las obligan a continuar con una tradición laboral que ellos mismos consideran degradante.
La vecina de Bittal Devi, Rani Devi Dhela, comenzó a trabajar como recolectora manual a los 12 años de edad y continuó cuando se casó, ya que su esposo estaba desempleado.
Dhela inscribió a sus cuatro hijos en la escuela, con la esperanza de que la educación cambiara su futuro. Pero la realidad le cayó encima cuando su hija de 11 años regresó a casa sollozando. “Se había puesto ropa nueva y los niños de las castas superiores y las maestras se burlaron de ella por presumir”, narró la madre a IPS/Cimacnoticias.
Pretendían que su hija limpiara el vómito de otro niño y los baños de la escuela. “Cuando se negó, le dijeron que ese era su futuro como hija de una ‘bhangi’, y que no se hiciera ilusiones por ir a la escuela”, añadió.
“Un maestro incluso amenazó con arrojarle ácido en la boca. Entonces me di cuenta que nada cambiaría a menos que yo desafiara a esas personas. Dejé la canasta y decidí que preferiría morir de hambre antes de trabajar en eso”, subrayó.
Dhela se encontró sola. Las castas superiores reaccionaron contra ella y su comunidad no la respaldó. Peor aún fue la reacción de su marido y sus suegros, que le dieron una paliza. “Los ‘thakurs’ quemaron nuestra cabaña y le dijeron a mi marido que nos echarían. Pero mis hijos me apoyaron “, señaló.
Con el tiempo también tuvo el respaldo de otras mujeres, incluyendo a Bittal Devi. Juntas fueron a un pueblo cercano, a la oficina de la organización civil Jan Sahas, que aboga por la erradicación de la recolección manual desde hace 17 años.
“Intentamos que la comunidad de ese pueblo dejara la recolección manual, pero tenían mucho miedo como para resistir. Después de lo que pasó con Dhela algunos decidieron luchar”, dijo Sanjay Dumane, coordinador de Jan Sahas.
Pero la policía del pueblo no solo se negó a recibir la denuncia, sino que aconsejó a las mujeres que aceptaran su lugar en la sociedad. Recién se tomaron medidas cuando las víctimas recurrieron a la policía a nivel del distrito.
“Varias camionetas policiales entraron al pueblo con oficiales de alto rango que advirtieron a las castas superiores que irían a la cárcel si violaban la ley sobre los recolectores manuales”, recordó Dumane.
PELEA CUESTA ARRIBA
La recolección manual no se practica en Sava desde febrero de 2014. “Algunos de las castas superiores nos boicotearon. No nos invitan a sus bodas o a los festivales. Pero mis hijos y mi esposo están orgullosos de mí y eso me hace feliz”, destacó Dhela.
“Mucha gente me dice ‘no tenías derecho a abandonar la profesión’”, añadió Archana Balnik, de 28 años y oriunda de Digambar, una aldea en el estado de Madhya Pradesh. “Pero quiero cambiar mi futuro y el de los niños de mi pueblo”.
La mayoría de las mujeres que abandonaron la recolección encontraron trabajo en la construcción de carreteras y puentes. Algunas reciben formación en Dignidad y Diseño, una iniciativa de bajo costo que Jan Sahas ofrece en los estados de Bihar y Madhya Pradesh para la rehabilitación de estas mujeres.
“Ofrecemos formación en sastrería y bordado y creamos unidades para la confección de bolsos, monederos y demás productos”, explicó Aashif Shaikh, el fundador de Jan Sahas, a IPS/Cimacnoticias. “Esperamos hacerlo en toda la India, con el apoyo del gobierno y el sector privado”, comentó.
Pero el cambio de actitudes es una batalla cuesta arriba. La reciente Encuesta de Desarrollo Humano confirma lo arraigada que está la idea de la pureza de casta en la sociedad hindú contemporánea, donde una cuarta parte de los mil 210 millones de habitantes practican la intocabilidad o marginación de las castas presuntamente inferiores.
“Hay señales de cambio, sobre todo en la generación más joven, que está más educada”, afirmó Shaikh, cuya organización lleva a cabo campañas de sensibilización en centros de enseñanza.
“Un ser humano que lleva la mierda de otro sobre la cabeza no es solo un problema de esa mujer o de la comunidad. Es la lucha de la población entera de este país, y juntos podremos erradicar esa práctica”, aseguró.
*Este artículo fue publicado originalmente por la agencia internacional de noticias IPS.
Foto: Shai Venkatraman/IPS
Por: Shai Venkatraman*
Cimacnoticias/IPS | Mumbai, India.-
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