1/17/2015

¿Cómo duele lo que duele?


107 variaciones alrededor del dolor y de una carta de ruptura.

lasillarota.com

“Cuídese”, Sophie Calle en el Museo Tamayo.

“Recibí un mail de ruptura. No supe responder. Fue como si no me estuviera dirigido. Terminaba con la palabra: ‘Cuídese’ (‘prenez soin de vous’).  Tomé esta recomendación al pie de la letra. Solicité a 107 mujeres, entre las cuales una con plumas y dos de madera -elegidas por su oficio, su talento– que interpretaran la carta desde un ángulo profesional. Analizarla, comentarla, tocarla, bailarla, cantarla. Disecarla, agotarla. Comprender por mí. Hablar en mi lugar. Una manera de tomarme el tiempo para romper. A mi ritmo. Cuidarme”: Sophie Calle.  
La carta y la danza.
La carta y la danza.

Es una loca la artista francesa Sophie Calle (París, 1953). En el mejor sentido de la palabra “loca”. Una mujer fascinada por las emociones: las suyas y las de las/os demás. Necesita espiarse y necesita espiar, como en sus comienzos, cuando recorría las calles de París y fotografiaba a personas que le eran desconocidas, (en tanto que nunca le fueron presentadas) y “conocidas”, en el sentido de la célebre frase de Terencio: “Hombre soy, y nada de lo humano me es ajeno”.  “Mujer soy…” se dice la artista, y se lanza a través de su obra (muy autobiográfica) hacia las indagaciones más íntimas y complejas.

Lo suyo es un trabajo de tránsito –de una manera muy explícita- entre lo privado y lo público. ¿Quiénes somos cuando estamos ajenos, distraídos, distantes? ¿Cuáles son nuestras expresiones, nuestros gestos? Ese segundo exacto en una imagen que nos revela un momento de vida, un estado de ánimo.  ¿Qué es el dolor y qué hacemos con él? ¿Y con el vacío? ¿Y con la pérdida? ¿Y con la ausencia? ¿Se vale exponer nuestras emociones en público? Desmenuzarlas, pasarlas a la lupa, jugar con ellas, reírse a carcajadas –también- de ellas? La respuesta del arte y de la literatura intimista es sí.

De manera rotunda y sin la menor duda: sí.  En lo personal, creo en el intimismo como una forma de encuentro entre sensibilidades afines, distantes en la geografía, en los modos de vida, en la lengua en que se expresan, pero vinculadas por afinidades -conscientes o no- que las llevan a conformar una misteriosa galaxia de revelaciones y de encuentros. 

La exposición en el Tamayo

Sophie Calle recibió una carta por mail, en la cual su pareja le explicaba que no podía continuar la relación. Y sí, por mail. Ni siquiera por correo, lo que implicaría –por lo menos- la cercanía de la letra, el tomarse la molestia de caminar hasta el correo,  hacer la cola, comprar una estampilla, lamer la estampilla, pegarla, echar la carta en el buzón. Se quedó atónita y muda. Dado que se quedó muda, como ella explica en su introducción a la exposición, decidió recurrir a 107 mujeres con las más distintas especialidades para que “entendieran”, “interpretaran” y respondieran por ella.

Las 107 “mujeres” incluyen a dos marionetas y a una perica. En un video, la perica mastica largamente un pedazo de papel: ¡La carta! Y emite cantidad de ruiditos y ruiditos y ruiditos.  Así se expresa, deduce la espectadora, la refinada ternura de las pericas, ante el abandono sufrido por una de sus prójimas.

Fuimos a la exposición mi hijo y yo. Después de leer la introducción y al entrar en una sala llena de imágenes y videos de mujeres re-creando la carta, mi hijo, en un arranque de solidaridad masculina me dijo: “¡Pobre hombre, mamá!”. Así, como desolado. Me pregunté: ¿si la carta hubiera sido escrita por una mujer y aquello fuera la exposición de 107 hombres respondiendo,  (entre ellos un perico) me hubiera atraído tanto la exposición? No sé si “tanto”, pero sí muchísimo, casi podría asegurarlo. Aunque estoy convencida de que los aquelarres intimistas se dan más, mucho más, entre mujeres.  Todavía.  Sería interesante un ejercicio semejante entre artistas varones: ¿cuántos responderían al llamado?

La carta y la bailarina de ballet.
La carta y la bailarina de ballet.

Y pueden ser tan duras las palabras y todo lo que viene con ellas.  En la ya célebre carta, el “fugitivo” explica que se ve obligado a renunciar a su relación porque lo angustia demasiado estar con una sola mujer; (la condición de Sophie para estar con él) y que después de cumplir el pacto por un tiempo, su compulsión le ganó la batalla: ya recuperó a las otras tres.  Ante esas palabras que son/ podrían ser demoledoras: ¿cómo jugar con ellas? Relativizarlas, arrancarles despacito su carga que una/o puede vivir como devastación. Descorporeizar las palabras. Tomar distancia. ¿Cómo se escucha la carta de despedida en francés, leída por Jeanne Moreau? ¿Y cantada en portugués como un fado? ¿Y actuada en italiano por una actriz que pela cebollas en la cocina de su casa?  ¿Y tarareada por una música? ¿Cómo es la carta en braille? ¿Y en lenguaje para personas con problemas de audición?  ¿Y en la voz de una cantante de ópera?

Varias actrices, entre ellas ni más ni menos que la magnífica Jeanne Moreau, leen la carta. Las actrices leen la carta en sus distintas lenguas de origen. Una marioneta declama la carta hasta caer desmayada. Una clown, una bailarina de ballet.  Una especialista del tiro al blanco le apunta desde lejos y logra colocarle tres balazos en palabras elegidas como claves. Otras  mujeres responden por escrito: una psicoanalista, una periodista de Libération, una traductora, una comandante de policía, una abogada, una escritora. A cada oficio un lenguaje distinto para responder y  para analizar. La idea es maravillosa y ya en los hechos,  divertidísima.

La comandante de policía –por ejemplo- responde aclarando que si bien entiende el dolor de quien recibe la carta del “asesino del amor”, no encuentra delito alguno que “perseguir” del lado de quien la escribió. Una niña de primaria se esmera en señalar y corregir las faltas de ortografía. Una fanática del “buen gusto” señala la repetición de frases hechas. La diplomática escribe de: “decisiones tomadas de manera unilateral”.  La sexóloga en una carta con sello de los Hospitales de París se niega a recomendarle antidepresivos a Sophie.  La jueza denuncia “un vulgar contrato de arrendamiento entre dos personas”. La periodista explica que la carta es impublicable porque: “no ha matado a nadie, no le interesa a nadie, no es un libro, y terminará en el cesto de basura”. 
La carta y la perica invitada.
La carta y la perica invitada. 
La importancia de la creatividad, de la invención. La importancia de lo lúdico en los procesos de duelo.  Mi hijo terminó riéndose y muy interesado en el devenir de esa idéntica carta, multicitada y transformada. Me importó mucho que un adolescente varón se internara en ese “juego” doloroso, y tímido, y descarado y dramático y risueño… del tan humano derecho a viajar las emociones. A mirarlas a los ojos. A no negarlas. ¿Qué hay de más “ordinario” que una ruptura? ¿Quién no las ha vivido?  ¿Cómo aprender a crear con ellas? Cada quien desde lo que necesita, lo que conoce, lo que sabe hacer.  Una puede escribir alrededor de la pérdida, o correr un maratón con ella, o dibujarla. O confeccionar panecitos dulces para que la casa huela a hogar. Pero lo que es un hecho: una tiene que aceptar la pérdida, y transitarla.  Y esos tránsitos inscritos en los duelos, son la especialidad de Sophie Calle.

“Cuídese”, (“prenez soin de vous”) las últimas tres palabras de la carta del amante nombran la exposición que se presentó por primera vez en el 2007 en el Pabellón Francés de la Bienal de Venecia.  Sophie Calle comenzó como fotógrafa en 1979, caminaba detrás de quienes llamaban su atención,  y los fotografiaba. Después hizo una invitación para que distintas personas fueran a dormir en su cama, y ella las fotografiaba mientras dormían.  ¿Cómo duerme cada quién? ¿Con qué expresiones?  ¿Cómo coloca el cuerpo? ¿Cómo se cobija o se descobija?

Fotografías, textos, videos, instalaciones.  Una mirona Sophie, sin duda alguna. Una mirona dispuesta a ofrecerse a su vez a la mirada de los otros. Como en la exposición en la que trabajó la enfermedad y la muerte de su madre. O en: “El dolor exquisito” (me parece más bonito el título en francés,  lengua en la que –además- “dolor” es un femenino: “la douleur exquise”,  en la que se sumergió para aceptar la pérdida de un –antiguo- gran amor. 

Mostrarse es exponerse. Exponerse y saber hacerlo, es talentoso y es valiente.

Me encanta Sophie Calle, y su manera de convertir la tan singular y tan común experiencia del dolor, en los imaginarios y los actos de ”La exquisita dolor”. Allí donde nos reconocemos todas/os. Como en esa galaxia de vínculos invisibles que les digo: “Y nada de lo humano me es ajeno”. 

Para quienes no viven en la ciudad de México y/o no pueden visitar la exposición:

El texto completo de la multicitada carta interpretado por la actriz  española Victoria Abril.

Sophie Calle presenta su exposición  en el Museo Tamayo.

La carta en el lenguaje para personas con problemas de audición.


@Marteresapriego      

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