Mauro Jarquín Ramírez*
En su conferencia matutina del pasado viernes, López Obrador se refirió a la discusión actual sobre el panorama educativo nacional. Después de señalar a los
tecnócratas neoliberales corruptosque han impulsado en sexenios anteriores reformas elaboradas en el extranjero, descalificó a aquellos sectores de la sociedad y el magisterio que han externado su preocupación al considerar que el proyecto educativo de la 4T es en lo sustancial una continuidad de las líneas educativas del Pacto por México. Al respecto, afirmó: “hay quienes con una postura muy conservadora, aunque aparentando ser radicales, hablan de que lo que estamos proponiendo es más de lo mismo… eso me parece una exageración.”
Resulta curioso que para desacreditar a las voces críticas, López
Obrador utilice un adjetivo que bien podría describir su propio proyecto
educativo que, apoyado por el PRI y el PAN, la derecha empresarial y la
OCDE, contiene en su concepto central una victoria cultural del
conservadurismo.
La noción de
excelenciacon la cual se plantea sustituir a la de
calidaden el tercero constitucional es de larga data en el campo educativo. Su pasado reciente no puede desvincularse del ambiente de la guerra fría, cuando la
amenaza comunistainspiró a elementos neoconservadores de distintas partes del mundo a generar políticas que permitieran tener un mayor control sobre el proceso educativo y sus resultados.
En 1981, Reagan creó la Comisión Nacional de Excelencia en la Educación, la cual, mediante la publicación del informe
Una nación en riesgo, propuso una serie de importantes reformas en el sistema educativo. En dicho texto, la comisión hablaba del imperativo de proveer educación con calidad y equidad, así como de fortalecer el
aprendizaje para toda la vida. Para lograr lo anterior, el gobierno neoconservador debía impulsar en los estudiantes el aprendizaje básico de contenidos. Lo anterior se lograría mediante un trabajo docente centrado en el aprendizaje. La propuesta educativa reaganiana fundada en aprendizajes instrumentales y centralización política, encajaba perfectamente con la reconfiguración de los mercados de trabajo postfordistas y el ambiente de enfrentamiento con la URSS. Por un lado, buscaba generar trabajadores adaptables con habilidades básicas para desarrollarse en contextos laborales flexibles y precarios; por otro, lograr control político del mundo docente y de las comunidades educativas.
Dada la agresividad con la cual el neoconservadurismo se posicionó en
el escenario multilateral, la propuesta reaganiana tuvo gran
repercusión en la OCDE, desde donde posteriormente se difundieron tales
líneas educativas por todo el mundo de la mano de la prueba PISA y sus
efectos en política. Para los poderosos y sus organizaciones, en
adelante lo fundamental en el proceso educativo a escala global sería el
aprendizaje de contenidos instrumentales básicos expresados en pruebas
estandarizadas, conceptualizado esto alternadamente con excelencia o
calidad educativa. Pese al paso del tiempo, tales principios se han
mantenido vigentes, impulsados por el multilateralismo, think tanks,
organizaciones de derechas y poderosas fundaciones empresariales. Al
respecto, basta con ver los planteamientos de Andreas Schleicher,
director de Educación de la OCDE, o las propuestas de la Fundación para
la Excelencia en Educación de Jeb Bush, generalmente respaldadas por la
Fundación Bill & Melinda Gates, inspiración pedagógica de Esteban
Moctezuma.
La discusión sobre excelencia/calidad educativa, aprendizajes y
rentabilidad económica ha permeado también en el Banco Mundial. En su
cuaderno Aprender para hacer realidad la promesa de la educación el BM afirma que
no basta con brindar educación. Lo que verdaderamente importa y genera rentabilidad es aprender y adquirir habilidades. Bajo esta lógica, lo fundamental del proceso educativo es crear capital humano. Lo anterior se debe a que para la organización las
deficiencias del aprendizaje en la escuela se manifiestan posteriormente como brechas de habilidades de fuerza laboral; es decir, lo que la escuela debe hacer es proveer de habilidades básicas que puedan ser ocupadas posteriormente en los mercados de trabajo, ya sea para aprender in situ en las maquilas o para poder lidiar con las condiciones precarias del trabajo contemporáneo. Generar personas útiles al mercado, no benéficas a sus comunidades. Ese es el sentido más puro del
aprendizaje para toda la vida.
La importación de estas ideas en nuestro país ha sido tarea de un
conjunto de OSC empresariales cercanas a Moctezuma y a Mario Delgado.
Tales asociaciones han pretendido –con éxito– colonizar nuestro sistema
educativo con principios gerencialistas. En un contexto en el cual el
Presidente se muestra sorprendentemente más cercano a los intereses
empresariales que a las necesidades del mundo del trabajo y las
comunidades, es explicable que en el proyecto educativo actual se
mantengan las opiniones de Carlos Hank, Ricardo Salinas Pliego o Enrique
Madero Bracho.
La nueva redacción del artículo tercero contiene elementos
ornamentales que suponen un cambio radical, pero el concepto central y
perfectamente definido es el de excelencia:
mejoramiento integral constante que promueve el máximo logro de aprendizaje de los educandos. Vale la pena preguntar: ¿A qué estamos llamando aprendizaje? ¿Cómo se va a verificar ese aprendizaje? ¿Quién verificará tal aprendizaje? ¿A quién beneficiará ese aprendizaje?
En tiempos
posneoliberales, parece que el gobierno del cambio no apuesta por el futuro, regalando al conservadurismo educativo el sendero a transitar. Como bien previó Thatcher, sus ideas han logrado apropiarse del sentido común.
*Politólogo. Seminario de Perspectivas Críticas en Educación en México y Latinoamérica
Twitter: MaurroJarquin
No hay comentarios.:
Publicar un comentario