Al-Dabi Olvera*
Por un siglo, la memoria de
Emiliano Zapata ha permanecido en disputa. Inclusive, en 1979 ocurrió
una lucha por el propio cuerpo del Caudillo del Sur. El entonces
presidente José López Portillo quiso culminar los festejos por el
natalicio del jefe rebelde con el traslado de sus restos de Cuautla
hacia el Monumento a la Revolución. López Portillo le otorgaría a Zapata
el grado de general de división post mortem y a cambio
repartiría 500 millones de pesos en obras en lugares donde surgió el
Ejército Libertador del Sur. Quizás nunca pensó que desataría una
insurrección.
Y es que los intentos de apropiación de la figura de Zapata a manos
del gobierno mexicano son viejos y constantes. Tanalís Padilla cuenta en
Después de Zapata que Calles realizó el primer homenaje al jefe suriano tan sólo cinco años después de su ejecución. Padilla escribe:
en las décadas siguientes hubo distintas batallas en torno a las celebraciones públicas relativas al mártir agrario.
En los noventa, Carlos Salinas llamó a uno de sus hijos Emiliano;
realizó en nombre de su héroe las reformas privatizadores del artículo
27. En contraste, le explotó el levantamiento del Ejército Zapatista de
Liberación Nacional. Vicente Fox realizó la turística Ruta Zapata, y los
neozapatistas le contestaron con la multitudinaria Marcha del Color de
la Tierra para exigir el cumplimiento de los Acuerdos de San Andrés.
Así ocurrió en 1979. Plutarco Emilio García cuenta en su libro Zapata en el corazón del pueblo que en aquella década los campesinos
resucitaronel agrarismo. Durante un congreso en Cuautla (6 a 8 de agosto) los campesinos realizaron denuncias por despojo y represión. Para clausurar el congreso, el hijo de Zapata, Mateo, invitó a López Portillo y a Antonio Toledo Corro, entonces secretario de la Reforma Agraria, acusado de latifundista. El acto les reventó y tuvieron que salir corriendo ante las protestas de los presentes.
Los campesinos se reunieron de nuevo en octubre y crearon la
Coordinadora Nacional Plan de Ayala. Su primera acción fue montar
guardias en la Plaza Revolución del Sur para evitar el traslado del
cuerpo de Zapata que ahí descansa. La convocatoria fue masiva. Veteranos
zapatistas, campesinos, luchadores sociales no sólo de Morelos, también
de Puebla, Guerrero y otros lugares, cuidaron el cuerpo del jefe
revolucionario. Una manta que ondeó en la plaza durante aquella época
decía:
Zapata se queda.
Este levantamiento, uno de los más emocionantes y olvidados de la
lucha por la memoria zapatista, causó que López Portillo se desistiera y
el cuerpo del caudillo se quedara con sus viejos combatientes y los
movimientos sociales. Su memoria acompañó la lucha de las mujeres y
hombres que siguieron a Rubén Jaramillo, la gran marcha de 50 mil
personas encabezada por los veteranos zapatistas en 1981, el
levantamiento zapatista de 1994 y todas sus convocatorias. Sí, la figura
de Zapata es también un ícono pop: playeras, timbres, monedas, billetes
de lotería; pero la mirada recia de Zapata aparece como símbolo de
resistencia en Atenco, en los barrios chicanos de Estados Unidos, en
Palestina misma; inclusive, su recuerdo se encuentra imbuido de un halo
místico en Morelos.
Hoy, a 100 años de su asesinato, a 40 años de que el gobierno intentó
mover sus restos, Zapata sigue en disputa, esta vez entre un gobierno
federal izquierdista liderado por Andrés Manuel López Obrador y los
movimientos que luchan ya no por el reparto agrario, sino contra la
devastación de sus territorios ante diversos megaproyectos extractivos.
Mediante decreto presidencial, López Obrador inauguró en enero de
2019 el año de Zapata en Ayala, Morelos. Ahí, familiares del insurgente y
cientos de campesinos le pidieron al Presidente que cancelara la
termoeléctrica, el gasoducto y el acueducto que les fue impuesto durante
el sexenio de Enrique Peña Nieto. López Obrador prometió dar una
solución, pero cambió la jugada y realizó en Morelos una polémica
consulta que, en la zona donde nació el caudillo, perdió. La Asamblea
Permanente de los Pueblos de Morelos insiste:
No puede haber homenaje legítimo a Zapata si no cancela la termoeléctrica. La mejor manera de hacerle un homenaje es defender la tierra.
Días antes de la consulta, el defensor ambiental Samir Flores fue
asesinado. Es inevitable no asociar a Samir con Zapata. Una semana antes
de morir, Flores comparó su desencuentro con López Obrador con el que
tuvieron Zapata y Madero ante el incumplimiento de sus demandas. Este 9 y
10 de abril, el Congreso Nacional Indígena, ligado al zapatismo de
Chiapas, acudió al pueblo de Samir y luego a Chinameca para defender la
memoria del Caudillo del Sur, y de su compañero caído 100 años después.
A Zapata le tocó encausar un proceso que comenzó hace siglos en su
tierra. Y hoy le toca poner la mirada a la propuesta política
emancipatoria más profunda surgida en México. Como Jesús Sotelo Inclán
escribió en su libro Raíz y razón de Zapata:
Zapata vive, y vivo lo encontré entre sus labriegos, que lo esperan y piensan que ha de volver. Hoy, entre quienes defienden la tierra, Zapata no está muerto, sino sembrado.
* Cronista
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