La Jornada
Cuatro años
han pasado desde aquel 11 de diciembre, cuando de manera triunfante y
decidida Enrique Peña Nieto anunció en el Museo Nacional de Antropología
la reforma que habría de modificar radicalmente la educación,
incluyendo el artículo tercero de la Constitución,
para que el gobierno recupereel control de la educación, que quién sabe cómo había perdido. Luego vinieron las felicitaciones de partidos políticos, de la OCDE y de grupos empresariales asociados a Televisa, seguidos por anuncios de grandes inversiones educativas, incluyendo varios millones de tabletas electrónicas, como muestra de las grandes innovaciones por venir.
Hoy las cosas han cambiado tanto que el mismo Peña Nieto tuvo que
señalar en días pasados que el Presidente no se levanta pensando
cómo joder al país, reflejando la crisis que él mismo vive hoy en su laberinto; laberinto en el que se ha metido en virtud de acciones equivocadas, suyas y de sus colaboradores cercanos, varias relacionadas con su reforma educativa. Al dedicar mi carrera profesional a la educación he tenido ocasión de conocer proyectos exitosos y de participar en otros, iniciados todos por la convocatoria de un líder para superar un problema o alcanzar un objetivo específico, respondidos con entrega y entusiasmo por los maestros, aun en las condiciones más difíciles.
Este fue el caso de la cruzada de José Vasconcelos luego del fin de
la Revolución Mexicana, que convocó a los maestros a combatir el
analfabetismo, acción repetida 30 años después por Fidel Castro y
Bellermino Castilla luego del triunfo de la revolución cubana. Haciendo
lo contrario, Peña Nieto decidió resolver los problemas educativos
nacionales no convocando a los maestros a realizar un esfuerzo para
mejorar el desempeño de sus estudiantes, sino responsabilizándolos de la
crisis educativa y acusándolos de proteger privilegios e intereses mal
habidos, para luego aplicarles evaluaciones de carácter punitivo
plagadas de errores, reconocidos después por las autoridades del
Instituto Nacional de Evaluación Educativa, tal como informó Carlos Ímaz
en un artículo reciente de La Jornada. Un error garrafal ignorado por el
secretario impulsor del pensamiento crítico.
¿Cómo fue que los maestros obtuvieron los privilegios de los que se
les acusa? ¿Que no fueron gobiernos anteriores, tanto federales como
estatales, los que promovieron la corrupción magisterial por medio del
Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), cuya lideresa
vitalicia está hoy en la cárcel? ¿Qué ha dicho el secretario de
Educación del gigantesco saqueo de los recursos educativos por los
gobernadores y funcionarios estatales del
nuevo PRIen estos años? Las respuestas del magisterio, ante el agravio de saberse responsabilizados de la crisis educativa nacional, se hicieron públicas y fueron respaldadas por sectores crecientes de la población, tanto en la capital de la República como en varias ciudades del país. La respuesta de Aurelio Nuño fue de desprecio y de represión, dejando como saldo la tragedia de Nochixtlán. Las evaluaciones masivas realizadas con la presencia de fuerzas policiacas generaron escenarios con maestros tratados como delincuentes.
Si existe alguna forma de evaluar a los profesores, ésta es
necesariamente mediante el desempeño de sus estudiantes; el problema es
complejo, porque la formación de un alumno es el producto de la labor de
varios de ellos. Partiendo de las evaluaciones realizadas por la propia
Secretaría de Educación (pruebas de Enlace) aplicadas año con año,
entre 2009 y 2013 es posible concluir que los resultados logrados
mostraban avances importantes en matemáticas y menores en lenguaje,
generando una imagen global de la educación nacional en la que se
percibía el esfuerzo y el avance logrado por los maestros y autoridades
educativas de diferentes entidades, señalando con claridad las regiones
del país donde la educación estaba avanzando y donde se debía poner más
atención.
Lejos de tomar en cuenta esta valiosa información –que además
de ser el resultado de un esfuerzo serio realizado con recursos
públicos, identificaba no sólo las entidades con problemas y la
naturaleza de éstos, sino también aquellas que presentaban éxitos
importantes, cuyas acciones y estrategias podían ser reproducidas en
todo el país–, los dos secretarios de Educación (Emilio Chuayffet y
Nuño) decidieron tirar a la basura todo ese esfuerzo, inventándose la
ocurrencia de las evaluaciones actuales, cuya aplicación sólo ha servido
para generar problemas y un retroceso de varios años, como mostraron
las nuevas evaluaciones Planea realizadas en 2015, las cuales parecen
haber sido suspendidas en 2016, configurando un segundo gran error del
grupo gobernante.
Un tercer error, surgido del desprecio del actual secretario por las
escuelas normales (semillero de la mayor parte de quienes hoy dan
clases), a las que algún día la lideresa del SNTE sugirió clausurar,
para eliminar el pensamiento crítico de esos planteles y sobre todo por
las normales rurales. La vinculación de Ayotzinapa con el odio de los
funcionarios del régimen contra esas escuelas –a las que Aurelio Nuño
acusó de constituir un monopolio para la formación de maestros, sin
comprender que ése es precisamente el objetivo para las que fueron
creadas– constituye hoy un claro indicio de la participación del
gobierno de Peña Nieto en la desaparición de los 43 estudiantes,
confirmada por la actitud de ocultamiento que el mismo gobierno ha hecho
pública y es hoy uno de los principales motivos del rechazo que vive el
Presidente en su búnker.
Un cuarto error que hoy pesa y habrá de pesar más en el futuro fueron
las declaraciones de Peña en los efímeros días de gloria, al afirmar
que para su gobierno la educación conformaba su prioridad principal;
ahora, cuando la situación económica del país parece desembocar en una
nueva crisis, la educación constituye el principal rubro de recorte
presupuestal, seguido por el de la salud de los mexicanos. ¿Qué ha
motivado esta crisis que hoy se nos indica como irremediable, cuando
hace poco tiempo se proclamaban los grandes logros de la reforma
energética, que pronto llevarían al país a una posición económica de
progreso y desarrollo? ¿Por qué el proyecto del aeropuerto faraónico de
la Ciudad de México parece ser la única prioridad real del Presidente, a
la que no se tocó ni con la punta de las tijeras? Hoy la ciencia y la
tecnología permiten a grandes empresas, incluso mexicanas, prever los
comportamientos de los principales mercados mundiales, para ajustar sus
programas de acción. ¿En qué basó el Presidente las decisiones que hoy
tienen al país al borde de una nueva crisis?
Facebook: Reflexiones en la educación
Email: ecalderon@galileo2.com.mx
No hay comentarios.:
Publicar un comentario