Utopía
Eduardo Ibarra Aguirre
Hasta
Cartagena de Indias fue Enrique Peña a defender la reforma educativa
que tanta satisfacción y orgullo le causa. Lo hizo no ante los
educadores del continente, tampoco ante los 11 presidentes que acudieron
a la Cumbre Iberoamericana de un total de 22. Compareció ante los más
interesados en el proceso reformador de la enseñanza que son los
empresarios de Iberoamérica, para que la joven fuerza de trabajo sea más
productiva para las trasnacionales.
Durante el 11
Encuentro Empresarial Iberoamericano, Peña Nieto siguió dale y duro con
“el escenario mundial complejo y de desaceleración de varias economías”
para justificar el mediocre crecimiento de la economía mexicana –que
según el salvadoreño Manuel Reyes es inferior al de Nicaragua y
Bolivia–, y que en los últimas 3.4 décadas no supera el promedio de 2.2
por ciento, mismo que es inferior (2.1) en los últimos cuatro años de
reformas estructurales.
Allá, en el Centro de
Convenciones de Cartagena, donde se firmó el acuerdo pacificador entre
el gobierno de Juan Manuel Santos y las Fuerzas Armadas Revolucionarias
de Colombia, el esposo de Angélica Rivera, quien lo acompañó, expuso que
“De la reforma educativa se conocen más los prietitos en el arroz que
las buenas cosas que sí están ocurriendo, al compartir con sus homólogos
de Chile, Colombia, Perú y Portugal un foro con empresarios sobre el
tema de la enseñanza, en el día previo a los trabajos de la 25 Cumbre
Iberoamericana de Jefes de Estado.
El peruano
Pedro Pablo Kuczynski, por ejemplo, presumió haber tenido en algún
momento como compañero y guía para acercarse a la juventud al ya
fallecido motivador mexicano Miguel Ángel Cornejo. En ese ambiente, Peña
Nieto propuso realizar, como en los torneos deportivos, “una copa por
la educación en Iberoamérica”, con un mecanismo que le dé seguimiento y
lleve el marcador. México, dijo, ya está haciendo su parte.
En
la primera sesión plenaria de la Cumbre, el Ejecutivo mexicano resaltó
que “la condición natural de los jóvenes, de correr riesgos y romper
paradigmas, debe llevar a los gobiernos a promover políticas que
aprovechen su capacidad y construyan sociedades más incluyentes y mejor
preparadas”.
Para el mexiquense es la educación el
gran igualador social porque mejora las condiciones de vida y detona el
desarrollo de las comunidades y países. Citó la creación de 2.3
millones de empleos formales durante su gestión, y de ellos la cuarta
parte son ocupados por jóvenes de 15 a 29 años.
Redujo
a simples “prietitos en el arroz” las movilizaciones y huelgas de los
últimos cuatro años, y particularmente la de más larga duración y
alcance desde que se fundó la Coordinadora Nacional de Trabajadores de
la Educación (17-XII-79) y que concluyó hace semanas.
Pero
ni “a prietito en el arroz” llegó la decisión de la Secretaría de
Educación Pública para cancelar la entrega de tabletas electrónicas para
alumnos de quinto año de primaria, a mi juicio de lo más atractivo de
la tal reforma. Tampoco el dato revelador de que mientras Aurelio Nuño
percibe formalmente un sueldo de 6 mil 837.4 pesos al día, un profesor
de educación básica para adultos con turno nocturno recibe 121.5 pesos
al día.
¿Cuál reforma con tan brutal disparidad
salarial entre los que deciden desde las oficinas y los que fingen
acatar las decisiones burocráticas, que son los trabajadores de la
educación? Sin los profesores como sujeto social, no como objeto
burocrático, no habrá reforma educativa exitosa.
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