11/04/2016

“La PGR y la urgencia de legitimidad”, artículo de Miguel Pulido


Alegatos por Miguel Pulido

Sé (porque tengo una extraordinaria amistad con él) que Pedro se toma en serio el ánimo de construir sobre la base del disenso. Él mismo reconoce en su columna que respeta a quienes critican el nombramiento de Cervantes, pero que no comparte esa postura. Me sucede lo mismo. Doy por sentado que su punto de vista es representativo de muchas otras voces autorizadas, así que leí con sumo cuidado su posición (y las que sobre este tema anteceden); sin embargo, no las comparto. Aquí mis razones:
1.- Ya basta de simulación
La simulación es una versión sofisticada de la mentira. Su nomenclatura popular es: hacerle al cuento. Si bien no es exclusiva suya, lo cierto es que al gobierno le sale muy bien precisamente cuando hace como que gobierna y al Poder Legislativo le sale muy bien cuando finge que es un contrapeso. Y eso fue precisamente lo que sucedió con la ratificación de Cervantes por parte del Senado: simulación.
Si el objetivo era tener en la Procuraduría a personas a las que otorgaremos el beneficio de la duda, no era necesario modificar la Constitución e incluir un proceso de ratificación por parte del Poder Legislativo. Está bien si Salazar, los senadores, los primos del senador Cervantes en cargos públicos, el Presidente y otros conocen y saben de sus capacidades técnicas. Da igual si yo puedo dar cuenta de ello. Todo eso es irrelevante para los propósitos de la legitimidad de las instituciones. La razón de un proceso de ratificación es poder develar de cara a la ciudadanía las razones y los argumentos que tuvo un Poder y las consideraciones de otro. No hay ciencia en ello.
Tan vulgar me parece la politiquería de obstaculizar cualquier nombramiento y usar la tribuna legislativa para el escarnio, como despreciar el valor del debate público, los contrapesos, la fiscalización y renunciar a la obligación de cuestionar. Lo siento: me resulta ridículo que aceptemos que alguien que aspira a uno de los puestos claves para la vida pública del país sea ratificado en 45 minutos, sin un escrutinio público de sus antecedentes (bueno y malos), sin contestar una sola pregunta pertinente y –el extremo- sin presentar un plan de trabajo. Yo no me siento contento colgándole esferas al presidencialismo autoritario. Para procedimientos meramente estéticos, mejor nos hubiéramos quedado como estábamos.
2.- El horno no está para bollos
La desconfianza extrema es un catalizador del fracaso. Es de una capacidad destructiva sorprendente, toma un universo de posibilidades y lo reduce a un manojo de opciones, con alta propensión al fracaso. Y en todo este tinglado la legitimidad deviene en central.
Weber dice, más menos, que la legitimidad es la creencia de que las instituciones políticas existentes, a pesar de sus defectos y fallos, son mejores que otras que pudieran haber sido establecidas. A mí no me queda claro que este procurador es una opción mejor que otras. No digo idóneo, sólo mejor que otros. El nombramiento de Cervantes deja contentos y tranquilos a una buena parte de los senadores, pero inquieto a un amplio sector de la sociedad.
Peter Evans sugiere una fórmula básica pero potente para la legitimidad: autonomía para protegerse y aislarse de intereses particulares y evitar su captura; pero con arraigo en la sociedad para contar con fuentes de inteligencia y conocimiento, así como canales de implementación que fortalecen su propia capacidad.
Para el funcionamiento de una procuraduría este aspecto es central. La pregunta que entonces me hago, a la usanza weberiana, es ¿en verdad en este país con millones de abogados, no había otra persona con las mismas capacidades técnicas, la habilidad para construir consensos pero sin los lazos de cercanía, la militancia partidista, la trayectoria tan polémica y las ataduras al presidente actual?
3.- En el futuro, la disputa será por el pasado
Salazar dice en su columna:
“La razón es electoral: en 2018 cambiará el gobierno y no sabemos cuál será el partido gobernante. Incluso si sigue gobernando el PRI, el fiscal no le deberá el cargo ni al presidente ni a los senadores en turno.”
Y para mí, ese es precisamente uno de los puntos más débiles de este nombramiento. Cervantes no le deberá su puesto al futuro presidente, le deberá, eso sí, su puesto al presidente y a la clase política actuales. Supongo entonces que para recibir bien el nombramiento de Cervantes -militante priista e integrante del grupo político en el poder- la sociedad debe aislarse y olvidar, la bajísima popularidad del Presidente, los antecedentes de corrupción -comenzando por la Casa Blanca-, el desastre de la investigación sobre Ayotzinapa y los ex gobernadores en fuga, por mencionar un par de temas.
Es claro que no podemos blindar las instituciones en su funcionamiento ni asegurar el desempeño de ninguna persona. Pero ya estuvo bueno de andar aceptando nombramientos con base en el beneficio de la duda, y no en el beneficio de la legitimidad.

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