9/12/2018

La hora de los pueblos

México, memoria y socialismo

Ni los muertos estarán seguros ante el enemigo si este vence. Y es ese enemigo que no ha cesado de vencer.”
Walter Benjamin


Han pasado ya casi 4 décadas desde aquél 2 octubre de 1968, donde las banderas de democracia, justicia, paz y educación gratuita inundaban las calles no solo de la capital del país, sino de la nación entera.
Decenas de miles de jóvenes y organizaciones sociales se lanzaban a las calles exigiendo el cese a la represión y el respeto a la autonomía universitaria, sin embargo, las consignas de aquél movimiento estudiantil fueron fusionándose con las demandas inmediatas de la clase trabajadora, e inclusive tomando cuerpo en el reconocimiento de una crisis política en México llegando al grado de cuestionar al sistema político/económico vigente y a lanzar (aunque vagamente) consignas a favor del socialismo, la revolución cubana, en contra de la guerra de Vietnam y en defensa de el gobierno de la Unidad Popular de Salvador Allende en Chile; lo que convirtió al movimiento estudiantil del 68 en la manifestación más vigorosa de la juventud en el país y vio nacer a una generación de militancia política que marcaría la historia de México.
Recuperar la memoria es un acto de combate frente al aniquilamiento y falsificación de la historia que el imperialismo impone a nuestros pueblos, es resistir para fortalecer la organización popular, evitar la colonización mental y luchar por la verdad en un país donde la mentira se propaga por los medios oficialistas y por las academias secuestradas por la tecnocracia servil a la clase dominante.
Hoy la historia parece volver a lanzar un destello de alarma, donde faltando unos meses para que se cumpla otro año de ese 2 de Octubre de 1968 jóvenes del CCH han sido reprimidos durante una manifestación pacífica en el edificio de rectoría de la UNAM; el fantasma de los “porros” sigue rondando en las academias, en las calles, y en la memoria de quienes nos hemos resistido a olvidar la sangre derramada por generaciones que pelearon, al igual que nosotros, por un mundo mejor.
“Nada de lo que haya acontecido se puede dar para la historia por perdido” al contrario, el ciclo parece repetirse y es urgente reflexionar sobre cuáles son los elementos que en este presente siguen encerrando a la historia en una esfera sin salida.
La historia no es un montón de sucesos espontáneos (como lo hace parecer la clase dominante) que siguiendo una línea nos han traído hasta hoy mecánicamente, no es un ente perfectible, es al contrario, un cúmulo de acontecimientos que interrelacionados se modifican a sí mismos, es decir, la historia de la humanidad es dinámica, creada, modificada y realizada por la humanidad misma.
La modernidad occidental ha pretendido cerrar y finiquitar la historia, construyendo un sentido común donde todo lo que hoy existe es producto de un camino lineal que nos ha conducido sin alteraciones al estado actual de cosas que bajo esta lógica parecen estática e inamovibles. Para desmitificar la historia es necesario examinarla “a contrapelo” escuchando aquellas voces que han sido calladas, reprimidas y negadas por las versiones dominantes de lo que es y debió ser.
El 68 sigue en nuestra conciencia colectiva, y las condiciones que originaron la lucha y la consecuente represión también; aunque ha habido cambios en las formas de dominación y la configuración interna del capital, esencialmente sus contradicciones siguen existiendo, inclusive podemos hablar de que se han agravado llegando a un punto de no retorno donde la crisis política/económica/ecológica y ética del régimen se encuentra fuertemente fragmentada, estamos en una coyuntura donde la toma del poder se hace necesaria, donde la liberación nacional se convierte en una necesidad imperiosa que permitirá a la clase trabajadora avanzar posiciones en su misión histórica, enterrar al capitalismo y sus relaciones sociales de producción para abrir paso al asenso de la sociedad comunista que se construye día a día en cada espacio organizativo.
La urgencia que tiene el movimiento social de reconstruir la memoria no es solo un ejercicio teórico, se convierte en un acto político que se destina a fortalecer las formas de organización que se gestan ante la barbarie, donde las demandas de las y los trabajadores del campo y la ciudad puedan confluir con las demandas de las mujeres, las juventudes, las y los indígenas e indígenas mestizos; es decir, es reconstruir la nación y refundar el estado, partiendo de lo que somos y lo que han hecho con nosotros. 
No podemos hablar de una victoria por sobre quienes hemos apostado a construir un mundo mejor, esta solo se logrará si nos aniquilan la memoria y borran por completo los rastros de una historia que sigue viva en nuestros pueblos; la batalla por la memoria es un combate a muerte entre quienes generacionalmente nos hemos resistido a ser vencidos.
Repensar hoy el cómo desde lo que somos asumimos la tarea histórica que se nos presenta en este instante de peligro que hace sonar las alarmas de emergencia es vital para avanzar en la construcción de una sociedad libre de explotación, opresión y dominación.
La represión de las y los estudiantes del CCH no es solo un hecho aislado, es el reflejo de las contradicciones internas que padece el régimen, es un acto que conjunto con la desaparición forzada de los 43, las miles de mujeres desaparecidas y asesinadas por este régimen machista y patriarcal, los cientos de conflictos territoriales y el terrorismo de estado han hecho urgente la emergencia de un nuevo sujeto político que sea capaz de refundar el estado-nación desde sus bases más profundas.
El llamado se ha hecho, y la primera chispa se ha encendido desde hace ya unos años, es la hora de los pueblos de reafirmar nuestra personalidad histórica, de jalar la palanca de emergencia que la historia nos exige, retomar el camino hacia la liberación total, tomar el poder y refundar la vida misma; es nuestra hora hermanas y hermanos, construyamos el socialismo. 

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