Hace 16 años, el doctor
Alvaro López López, experto en estudios sociogeográficos de la UNAM,
advertía: "el exorbitante crecimiento de la actividad turística en el
extremo sur de la Península de Baja California", atraerá a miles de
"inmigrantes trabajadores de niveles socioeconómicos medio o bajo, para
los cuales, la red de infraestructura urbana continuará como una seria
carencia"
Y estaba en lo cierto; hoy en día, la afluencia de
trabajadores migratorios a Los Cabos ha superado la capacidad de
atención del municipio, no sólo en infraestructura urbana (alumbrado
público, pavimento, y banquetas), sino en servicios públicos básicos
como drenaje, agua potable, recolección de basura y vigilancia. En
cambio, una gran cantidad de recursos estatales y federales se han
empleado en la urbanización, embellecimiento y servicios de primera en
los desarrollos turísticos y zonas hoteleras, para provecho,
principalmente, del capital trasnacional.
De acuerdo con cifras
de Fondo Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur), entre 1980 y el 2010,
se habían invertido 7 mil 830 millones de pesos en infraestructura
hotelera en Los Cabos (un promedio de 261 mdp anuales).
El
desequilibrio que existe entre lo que invierte la federación en la
industria turística y lo que destina el municipio para obras y servicios
públicos para una población de 306 mil habitantes, es brutal. El año
pasado la comuna destinó en esos servicios elementales, 147 millones 746
mil pesos, mientras que Fonatur, la Secretaría de Turismo y el gobierno
del estado gastaron 300 millones en infraestructura escénica,
mantenimiento y promoción del destino turístico; más del doble para
atención del turismo, mientras que el grueso de la población sigue
resintiendo las carencias.
Así, los barrios marginales con su
pobreza exasperante y su violencia cotidiana, quedan fuera de las
miradas indiscretas. Calles polvorientas bordeadas por riachuelos de
aguas negras. Perros famélicos que deambulan sin destino. Parvadas de
niños ventrudos jugando entre la basura. Mujeres acarreando agua desde
una fuente común. "Diablitos" para llevar energía eléctrica a las
casuchas construidas con materiales reciclables. Pobreza y
desesperación.
Sin embargo en el discurso oficial se afirma que
el turismo "es un medio para reducir la pobreza". El secretario de la
dependencia, Enrique de la Madrid Cordero, dijo el mes pasado durante
una gira por Yucatán, que (el turismo) "se ha convertido en un medio
eficaz para contener la pobreza y la marginación, como lo muestra el
hecho de que los municipios con vocación turística presentan en general
niveles más bajos de marginación y pobreza que el resto”. Esto,
añadimos, es algo que habría que demostrar con cifras y no con frases
que sólo sirven para el aplauso fácil.
Ya encarrilado, el
secretario agregó que el valor estratégico del turismo es muy grande y
que “no podemos descuidarlo. Debemos hacer del buen momento turístico de
México una plataforma firme de prosperidad y desarrollo incluyente,
basada en la visión de futuro de un país abierto y en constante
progreso”
Sin embargo, las estadísticas oficiales echan por
tierra el dicho de que el turismo genera mayores ingresos y un
desarrollo "incluyente" para la población local.
Los
desarrollistas dicen que el turismo es un motor del desarrollo porque
"crea empleo, impulsa otras actividades productivas, aumenta el producto
interno bruto, mejora la balanza de pagos y reduce la pobreza". Sin
embargo es necesario analizar estas variables desde la perspectiva de
los daños al tejido social, al medio ambiente y el costo por las
inversiones del estado en infraestructura.
E l “desarrollo” de
una región por medio del turismo supone desatender a una parte
importante de la población, en beneficio de una iniciativa privada que
cada vez exige mayores inversiones. Esto crea un déficit importante en
la atención de necesidades sociales del lugar en cuanto al empleo, la
educación, la salud o la vivienda.
En el municipio de Los Cabos
hay un déficit de 15 mil viviendas; el 21.58 por ciento de los hogares
no cuenta con agua potable; el 12.8 por ciento tiene piso de tierra; el
62.6 por ciento no cuentan con computadora; el 6.8 por ciento no tienen
energía eléctrica; el 16.1 por ciento no tienen refrigerador; el 30 por
ciento de la población no cuenta con servicios de salud y en todo el
municipio sólo hay 9 bibliotecas públicas.
Para el doctor Álvaro
López el corredor turístico de Los Cabos “es un escenario de recursos
físicos y humanos utilizado y controlado en forma vertical a favor de
las empresas emplazadas en el suroeste de Estados Unidos de América,
cuyo objetivo es maximizar sus ganancias a través de conductos que,
aunque largos, son eficientes y dejan fuera la participación regional”.
Esto contradice, sostiene, los argumentos que en la década de los 80
esgrimió Fonatur para justificar la inversión en infraestructura en esa
zona, en el sentido de que “con el apoyo institucional se incentivarían
las empresas productoras (para el turismo) locales y regionales, y en
consecuencia, se generaría un desarrollo regional”
Este corredor
turístico, agrega, ha creado un nuevo modelo comercial en donde la
mayor parte de las mercancías son adquiridas en los Estados Unidos, ya
que satisfacen los requerimientos demandados por un turismo
estandarizado y con necesidades de consumo que sólo pueden ser
satisfechas con productos obtenidos en sus países de origen. Este hecho
demuestra que las redes comerciales no apoyan a la economía regional,
pero sí generan una fuerte dependencia con el exterior”, en lo que ahora
se conoce como un turismo sin fronteras.
Un turismo
internacional que es también un paradigma de esta colonización moderna y
silenciosa enmarcada en la globalización económica. Una dinámica en la
que, en última
instancia, los poderes públicos se limitan a
regular y desregular, promover e incentivar, facilitar o permitir la
diversificación geográfica del negocio y las inversiones y los flujos
turísticos masivos internacionales, con una fuerte concentración
espacial y temporal y con destacables impactos en los planos social,
cultural, económico y ambiental en los territorios anfitriones .
Así la mayor parte de los beneficios económicos derivados del turismo
queda en manos de los inversionistas extranjeros y algunos nacionales.
Trátese de cadenas hoteleras, líneas aéreas, las promotoras
inmobiliarias o las constructoras, las ganancias se concentran en este
tipo de actividades, mientras que las poblaciones nativas suelen
quedarse sólo con algunos beneficios marginales de la explotación.
Sobreexplotación de los recursos naturales
Lo llaman la “industria sin chimeneas”, como si se tratara de una
actividad limpia que no contamina, y que además cuida el medio ambiente.
Sin embargo para las organizaciones ambientalistas el turismo es un
agente depredador de los ecosistemas. Greenpeace asegura que las
autoridades de diversas dependencias “se han dedicado a aprobar
proyectos que no cumplen normas y criterios ambientales, que agotan los
recursos de zonas frágiles y lejos de traer riqueza a las comunidades lo
que hacen es empobrecerlas, contaminar, generar presión en los
acuíferos, demanda de servicios y economías de corto plazo”
La
presión que ejerce el turismo sobre los acuíferos del estado es un
aspecto que ya debería haber prendido los focos rojos de las
autoridades. Baja California Sur es la entidad con menor disponibilidad
de agua potable: sólo 900 metros cúbicos al año por habitante, cuando
que el promedio nacional es de 4 mil 500. La precipitación media anual
en esta región desértica es de 175 milímetros, casi la cuarta de la
media nacional que es de 770.
De acuerdo con indicadores
manejados por diversos organismos encargados de la administración del
recurso agua, la disponibilidad se considera muy baja cuando es menor a
1.000 m3/hab/año, valor que limita drásticamente las posibilidades de
desarrollo de una región.
Sin embargo parecería que se vive en
la abundancia. En la página oficial de Fonatur en Internet, se puede
leer: “Los Cabos es considerado como la capital del golf en México, ya
que cuenta con 9 campos de excelencia, en los que se juegan más de 200
mil rondas al año. Su mercado potencial es enorme: millones de golfistas
de la costa oeste y del sureste de los EU. El desarrollo de este
deporte ha sido tal, que la revista especializada Golf Digest catalogó a
Los Cabos como uno de los 13 mejores destinos en el mundo para
practicarlo”
Si se considera que un campo de golf requiere unos
15 mil metros cúbicos de agua por hectárea al año, y la extensión
promedio de un campo es de 50 hectáreas, tendríamos un total de 450
hectáreas que necesitan 6 millones 750 mil metros cúbicos de agua. Para
verlo en perspectiva, en La Paz, 250 mil habitantes consumen 22 millones
de metros cúbicos de agua al año; es decir, los campos de golf de Los
Cabos consumen lo mismo que 75 mil habitantes. En baja California Sur,
95 mil personas no cuentan con agua corriente en su domicilio, según
datos del INEGI.
En este contexto, dedicar millones de metros
cuadrados de suelo y millones de litros de agua para el entretenimiento
del turismo, permiten ejemplificar la forma en que el turismo sólo tiene
una meta: las ganancias por encima de los intereses de la comunidad.
Blog del autor: latijeretabcs.blogspot.com
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