No es la primera vez que esta idea pasa por mi cabeza. Al ver hoy en un conocido Instagram sobre cine que Nicole Kidman
está entre las favoritas para el Oscar por su nuevo papel, no podía
parar de mirar la imagen que acompañaba al mensaje. El Festival de
Toronto se rinde ante su nuevo papel en Destroyer, de Karyn Kusama. Un
papel en el que una actriz conocida, entre muchas cosas, por su belleza,
hace de mujer desgastada por la vida. Nada más ni nada menos, hace de fea.
Esta noticia me recuerda al Monster de Charlize Theron y a la Edith Piaf
de Marion Cotillard, entre otras. Mujeres bellísimas que consiguieron
la estatuilla dorada por interpretar papeles de mujeres con una vida
increíble, dura y apasionante, pero, sobre todo, de mujeres feas. La
interpretación de estas actrices, impecable. La idea de que para
conseguir un papel fuerte e importante en su carrera hayan tenido que
desembellecerse, más que interesante.
Estas tres mujeres tienen en común, al igual que un número sinfín más
de actrices, que en el grosor de su carrera en la Industria
Cinematográfica han interpretado a mujeres que, o eran secundarias y estaban sexualizadas y cosificadas,
o eran las protagonistas, pero siempre por detrás, o al lado, de un
hombre fuerte, que las ayudaba a superar sus problemas durante el film.
Véase Quiéreme si te atreves, Moulin Rouge o incluso en el Noviembre
dulce de Theron, en el que se supone que la que ayuda a los hombres es
ella.
Alguien podría pensar que es comparable a un Mathew McConaughey acostumbrado a la comedia romántica que cambia su aspecto físico para conseguir los papeles de su vida. O al caso de Christian Bale,
actor conocido por sus numerosas y arriesgadas transformaciones, como
en El maquinista. Son guapos, sí, pero, en este caso, son hombres. Con
esto quiero decir que, aun siendo guapos y consiguiendo papeles solo por
serlo, no se les cierran las puertas a otros géneros. Es más, aun
trabajando en géneros menos valorados a nivel de la Academia, como es la
comedia, siguen siendo los que llevan el liderazgo en la película.
Las mujeres, en cambio, atraviesan una gran transformación entre unos
papeles y otros para, muchas veces, volver a la posición en la que
estaban antes, con papeles de mujeres subordinadas a los hombres y/o
bombas sexuales. En cambio, ellos se convierten en estrellas a las que nunca les faltaran guiones con vidas intensas y argumentos sólidos.
La primera vez que vi Monster con mi madre, al empezar la película lo
que más acababa llamando nuestra atención era ver cómo de fea estaba la
protagonista. Estas bellas mujeres se han puesto en el papel de una
mujer menos agraciadas que ellas y han sabido conquistar a las
espectadoras y a los espectadores. Han tenido que usar una máscara para
que el resto del Mundo se diesen cuenta de que no son solo una cara
bonita y que también pueden ser las protagonistas de películas dignas de
estatuillas en Festivales y no solo meros conejitos Playboy de la
cartelera.
Tal vez, si dejásemos de fijarnos tanto en el físico y de encasillar a
las actrices por su cara y su cuerpo, nos daríamos cuenta de que muchas
de ellas están preparadas para papeles como el de Theron en Monster.
Pero, mientras, la sociedad actual, continúa ordenando a las mujeres en
dicotomías de guapa o fea, gorda o flaca, puta o monja.
Esto que podemos observar en una industria como el cine es lo que nos
enseñan desde pequeñas/os. Las mujeres somos valoradas por nuestro
físico. Pero, además, si resulta que eres guapa, atractiva, con un
cuerpo protuberante, simplemente puedes aspirar a eso. A ser la chica
guapa de la película, la cual, si realmente quiere demostrar lo que
vale, tendrá que desexualizarse por completo. Tal y como hace Kidman al
ponerse una “mascara” en su nueva película.
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