El confinamiento por la pandemia y el uso del poder ejercido por
algunos dirigentes políticos ha dejado muchas vergüenzas aireadas.
El exdiputado por Ciudadanos, Marcos de Quinto, hizo un comentario en
una red social sobre la ministra de Igualdad, Irene Montero, que
evidenciaba el rancio machismo del que hace gala cada vez que tiene
ocasión y en demasiadas ocasiones disfrazado de chiste maloliente y
casposo.
Los privilegios que el patriarcado otorga a los hombres, estos se los
toman como derechos naturales, o lo que es lo mismo, derechos con los
que se nace por ser hombre y que por tanto pueden hacer los que les
venga en gana y opinar lo que les venga en gana con respecto a las
mujeres, sus cuerpos y sus palabras o actos.
Ese privilegio constituido por ellos como derecho natural usa a las
mujeres para saciar sus apetitos sexuales, quieran estas o no. Se llama
violación. Otro ejemplo es el consumo de mujeres dentro de la
prostitución sin importar los deseos de las mujeres prostituidas o su
propia situación vital. Tengo un deseo, soy hombre, puedo pagar pues voy
y lo sacio. Así de fácil. Y así de doloroso al mismo tiempo.
No me cansaré de recordar que los deseos, sobre todo masculinos, no
son derechos, son solo eso, deseos que pueden satisfacerse o no, pero no
son derechos. Por tanto, si una mujer dice NO ha de ser respetada y no
forzada ni manipulada con violencias machistas de todo tipo hasta que
ceda. Sencillamente no tiene ninguna obligación de satisfacer los deseos
del tipo que sean, de otra persona.
Como vengo denunciando hace un tiempo, el patriarcado, con tal de
pervivir y mantener sus privilegios se camufla como sea e incluso se
infiltra dentro del movimiento feminista para destruirlo desde dentro
apoyándose en una pseudo teoría para dividir e intentar dinamitar los
logros conseguidos por el movimiento feminista que, a su vez se estaba
convirtiendo en demasiado peligroso por su importante ascenso y avance.
Intentar abolir el sexo, desdibujando así a las mujeres, es la nueva
estrategia patriarcal. Nos quieren convertir en “personas gestantes”,
“progenitor gestante”, “persona con vulva”, etc. y seguimos siendo y
viviendo como mujeres. Ni menos ni más que como mujeres.
Personas nacidas con sexo de mujer y socializadas como mujeres y es
ahí donde el género entra en acción, puesto que en esa socialización
diferenciada es cuando el patriarcado marca las distancias entre lo que
es ser mujer y lo que es ser hombre. Por tanto, el género, no deja de
ser una construcción social utilizada por el patriarcado para
socializarnos en la obediencia debida a lo masculino y la renuncia al
“yo” y al “para mi” como mujer y pasar a ser “para los otros” y “de los
otros” que son los hombres.
Sólo desde el movimiento feminista se puede parar el avance de ese
camuflaje del patriarcado para destruirlo desde dentro. Ya se intentó
con la abolición de la prostitución en donde de inmediato aparecieron
grupos defendiendo su legalización e incluso un pseudo sindicato que
pretendía reivindicar los derecho de las mal llamadas “trabajadoras
sexuales”, cuando en realidad son mujeres en situación de esclavitud
sexual al servicio de unos proxenetas que las mantienen en esta
condición y no les dan tregua.
Estos grupos pro legalización de la prostitución estaban financiados
por esos proxenetas que esclavizan y extorsionan a las mujeres que
compran en terceros países y en donde la pobreza es extrema.
Pero nada de esto le importa al patriarcado que solo se preocupa de
hacer perdurar sus privilegios reconvertidos en derechos naturales en
aras a su condición de haber nacido con sexo masculino.
Y eso mismo debe de ser lo que pensó el zafio de Marcos de Quinto
para opinar de la manera en que lo hizo de la ministra de Igualdad,
Irene Montero. Debió de pensar que en su condición de hombre podía no
solo opinar, sino también dar paso a interpretaciones erróneas con la
redacción de su tuit.
Y precisamente por eso es tan importante desenmascarar ese machismo
disfrazado de chiste malo, porque esconde prejuicios machistas de
dominación a las mujeres negándonos nuestros talentos, nuestros saberes,
nuestras voces, y nuestras posiciones como iguales en una sociedad que
busca ser más justa y con mayor equidad entre hombres y mujeres
En el espacio de una verdadera equidad me encontrarán y, por supuesto
en contra de todos los derechos “naturales” emanados de la condición de
hombre por el simple hecho de ser hombres.
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