Amylkar D. Acosta M
(Miembro de Número de la Academia Colombiana de Ciencias Económicas)
Medellín, diciembre 29 de 2008
www.amylkaracosta.net
“Puedo calcular el movimiento de los astros, pero no
la insensatez de los hombres” Isaac Newton
LOS CICLOS ECONÓMICOS
Leonardo Di Ser Piero Davinci, genio del renacimiento, se conoce más por la Gioconda o Mona Lisa que por sus inventos, que fueron muchos. A través de uno de ellos diseñó un sistema mediante el cual demostró la imposibilidad de construir una máquina de movimiento perpetuo, pues ello iría a contrapelo de las dos primeras leyes de la termodinámica. La primera hace relación a la conservación de la energía y la segunda al principio de la entropía. Pues bien, esta última, asociada con la tendencia a la degradación de la energía, es aplicable a la economía, pues en contra de la expectativas de quienes fincaban sus esperanzas en que “el proceso económico fuera un asunto circular, tiene una evolución unidireccional y lo único que circula es el dinero, va de un lado a otro y de ahí el fetichismo por él; todo lo demás se degrada y se consume”2
2. De ello se sigue que el crecimiento de la economía tiene su límite y que no es dable esperar que su dinámica siga un curso monótonamente creciente, at infinitud, como sería deseable. Precisamente, el Club de Roma, integrado por 35 científicos, empresarios y políticos de una treintena de países creado en las postrimerías de la década del 60 del Siglo XX, en su Informe publicado en 1972 aludió precisamente a Los límites del crecimiento. Así surgió el concepto de desarrollo sostenible, entendiendo como tal aquel que asegura la satisfacción de las necesidades presentes “sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades”.
Pero, además de los límites que le impone al crecimiento su propia sostenibilidad, también se ve afectado por los ciclos económicos, que son inmanentes a la propia naturaleza del capitalismo. Carlos Marx, que fue el primero en analizarlos, sostuvo que “la crisis constituye siempre el punto de partida de una gran inversión. Y también, por tanto - desde el punto de vista de la sociedad en conjunto – brinda siempre, más o menos, una nueva base material para el siguiente ciclo de rotaciones” 3 del capital. No obstante, en concepto de Schumpeter, Marx se quedó corto, al no considerar los ciclos de larga duración, que son frecuentes y lo atribuye al hecho de que él “no llegó a vivir lo suficiente para sistematizar sus ideas al respecto: su teoría de los ciclos es el gran ´capítulo no escrito´ de su obra”.
Los ciclos económicos o fluctuaciones cíclicas no son otra cosa distinta de las oscilaciones recurrentes de la economía entre la expansión y la contracción, que tiene en las crisis sucesivas su detonante. Uno de los epígonos del capitalismo, el francés Guy Sorman, considera que “Las crisis del sistema capitalista son parte del sistema. El capitalismo está basado en prueba y error…el consenso hoy es que el libre mercado no es una elección ideológica sino que es una reflexión de la naturaleza humana y por ello mismo es imperfecto”4.
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El largo ciclo expansivo de la economía norteamericana, que se prolongó entre 1984 y mediados de 2007, sólo interrumpido por dos brotes recesivos cortos y relativamente leves en 1990 – 1991 y en el 2000, hizo pensar a los dómines de la “nueva economía” que los ciclos eran cosa del pasado. Pero, el estallido de la burbuja hipotecaria primero y la crisis financiera subsiguiente, que empezó a gestarse en septiembre del año pasado y que derivó en la recesión ya reconocida de la economía estadounidense los sacó del envanecimiento, la cual, a la postre, le costó su permanencia en la Casa Blanca a los republicanos.
Esta vez, a diferencia de lo que ocurrió con el efecto tequila y la crisis asiática, la crisis se originó y tiene su epicentro en la metrópolis y no en los países emergentes; además, esta se reconoce como la primera crisis de carácter global5, a consecuencia de la mayor imbricación y sincronización de las economías de los diferentes países.
LA RECESIÓN GLOBAL
Aunque el National Bureau Of Economis Research (NBER), quien tiene la última palabra a la hora de anunciar oficialmente si estamos en presencia de una recesión, aún no se ha pronunciado, eran muchas las pruebas al canto que daban cuenta de ella. El Índice de actividad industrial en los EUU marcó en noviembre su nivel más bajo desde 1982. Las previsiones sobre descenso del consumo y el alza del desempleo para diciembre y enero completan el cuadro crítico. Por ello, no es de extrañar que La Oficina Nacional de Investigación Económica norteamericana dictaminara que los EEUU esta en recesión desde diciembre pasado. Según la ortodoxia, se requería para declararla oficialmente dos trimestres consecutivos de crecimiento negativo; pero, ahora se define la recesión como “un descenso significativo de la actividad económica que se extiende a través de sus sectores, que dura más de unos pocos meses, normalmente visible en producción, empleo, ingreso real y otros indicadores”6.
Según el NBER “una recesión es un descenso significativo de la actividad económica que se extiende a través de sus sectores, que dura más de unos pocos meses, normalmente visible en producción, empleo, ingreso real y otros indicadores…La recesión comienza cuando la economía alcanza un pico de actividad y termina cuando la economía toca su piso. Entre piso y pico, la economía está en expansión”7.
La primera potencia se suma así a los quince países de la zona euro y Japón que forman el nada envidiable grupo de las grandes economías en aprietos. Los doce meses oficiales de la recesión actual la convierten en una crisis más larga que las sufridas por EEUU en el 2001 y en 1990 – 1991. Si los indicadores de la situación económica no mejoran para abril, las autoridades estadounidenses estarían enfrentando la peor crisis desde la Gran depresión de los 30. El desempleo está en 6.5%. Goldman Sachs pronostica que el Índice de desempleo para finales del año entrante llegará a 8.5%, algo menor del 10.7% que fue la cota máxima después de la depresión en 1982.
Por su parte las Naciones Unidas advierten que, en el mejor de los casos, el crecimiento económico mundial en 2009 será 1% en promedio, aunque en los países desarrollados la media será mucho más baja y considera que puede caer en promedio hasta el – 0.5%. Se prevé que el frenazo será mayor en Latinoamérica, debido a su política monetaria restrictiva y a las altas tasas de interés. De hecho la CEPAL acaba de reducir una vez más sus previsiones de crecimiento del PIB para Latinoamérica y el Caribe para el año entrante, pronosticando un 1.9%, la tasa más baja en seis años, advirtiendo que si no se da una pronta recuperación de las economías desarrolladas dicho crecimiento podría llegar a ser nulo.
El profesor de economía de la Universidad de Nueva York, Nouriel Roubini, uno de los gurúes del credit crunch, fue quien anunció con dos años de anticipación el crac de 2008, razón para creerle su vaticinio en el sentido que esta crisis durará en América unos 3 años y en Europa no menos. Según cálculos de Roubini Global Economics desde 1960 el promedio de duración de las últimas siete recesiones del mercado financiero alcanzó los 32 meses y esta al parecer no será la excepción. De prolongarse esta recesión puede derivar en una Gran depresión, como ya lo presagia el FMI8, sumiendo al mundo a una de sus mayores penurias a consecuencia de sus estragos. Pero, lo que hace más complejo su manejo, a decir de Al Gore y David Blood, en un reciente artículo en el The Wall Street Journal, es que en este momento nos enfrentamos a la convergencia de tres crisis interrelacionadas, que deben resolverse simultáneamente: recesión económica, inseguridad energética y crisis climática, que envuelve a todo las demás.
LA CRISIS DEL MODELO
Aunque los efectos y las repercusiones de las crisis suelen ser similares, no siempre sus causas y características son las mismas. Esta vez las causas son más profundas, porque tocan con la esencia misma del capitalismo y más que de este como sistema o modo de producción corresponde al modelo económico como tal. Por ello, me atrevo a sostener que esta crisis no marca el fin del capitalismo, que ha dado muestras de una gran capacidad para reinventarse, pero si del neoliberalismo. A juicio del Presidente de Francia, Nicolás Sarkosy, “la crisis actual es la crisis de un modelo que se ha alejado de los valores fundamentales del capitalismo, que ha traicionado su espíritu”9.
Por ello, coincido con el Nobel Joseph Stiglitz, en que “esta crisis financiera es para el fundamentalismo de mercado lo que la caída del muro de Berlín para el comunismo”. En ello coincide con George Soros10, economista gurú. El “único modelo superviviente del progreso humano", del cual se ufanaba el Presidente Bush, se ha visto vapuleado por esta crisis; su “imbatible” modelo empieza a crujir bajo sus pies. Una de las aristas de esta crisis, la cual ha servido de catalizador de la misma, es la crisis de confianza de los agentes del mercado, empezando por los consumidores y los inversionistas. A ello ha contribuido la falta de transparencia en el manejo del sector financiero y sobre todo escándalos como el caso Madoff, ex presidente de Nasdaq y uno de los más reputados gestores de Wall Street, en los últimos 50 años, quien perpetró una estafa por más de US $50.000 millones, la cual venía urdiendo desde 2005 sin que las autoridades se percataran. Antecedentes como los de la ENRON, Parmalat y Worldcom, entre otros, con su “contabilidad creativa” engañosa venían erosionándola ética de los negocios, la misma que ahora se pone en tela de juicio.
Como sostiene el profesor James Petras, “por primera vez, Wall Street ha sido identificado por la gente como el gran estafador”11. No le falta razón George Soros, mezcla de especulador financiero y filántropo, cuando afirma que “Los mercados son fascinantemente amorales, mientras que la sociedad necesita de estructuras morales, una diferenciación entre el bien y el mal. Y en la medida que permitimos que los valores del mercado se vuelvan todo poderosos, estamos minando la moral del resto de la sociedad”.
Como lo afirma el Presidente del gobierno español, Rodriguez Zapatero, “El mito de la desregulación ha hecho posible esta perversión”12 y precisamente la desregulación es uno de los dogmas del fracasado y ahora defenestrado Consenso de Washington13. La desregulación se llegó a constituir en la piedra de toque para el neoliberalismo; según sus mentores, Reagan y la Thatcher, “el Estado no debería remar, sino dirigir”. Para Reagan el Estado no es la solución sino el problema y lo mismo espetó recientemente el Presidente Bush en la cumbre de Washington14, aunque con otras palabras: “la solución nunca ha sido más gobierno”. Como lo hizo notar el Nobel de Economía Paul Krugman, Bush perdió tres semanas por una resistencia ideológica a lo a él y no sólo a él le parecía socialismo intolerable.
En efecto, en el mes de septiembre un grupo de más de cien republicanos conservadores envió una carta a Paulson y al Presidente de la Reserva Federal, Ben S. Bernanke, advirtiéndole que “la inversión federal en cantidades tan grandes de acciones de empresas privadas tiene la apariencia de un enfoque socialista y no de libre mercado para manejar nuestra economía”. No quería dar su brazo a torcer; pero, aunque su “instinto natural es oponerse a la intervención estatal”, por fuerza de las circunstancias, terminó cediendo y la intervención de parte del Estado en cabeza de él mismo ha rebasado todos los límites hasta entonces conocidos. Aunque tardíamente.
El ex director de la Reserva Federal y defensor acérrimo de la desregulación, Alan Greenspan, admitió ante el Congreso de los EEUU: “he encontrado que el libre mercado tiene limitaciones”. Y ante la pregunta de un senador del partido demócrata, en el sentido de que “en otras palabras, usted encontró que su visión del mundo, su ideología no era la correcta, no estaba funcionando correctamente”, Greenspan contestó sin vacilar: “totalmente, precisamente”. Pero, ya el mal estaba hecho y de lo que se trata ahora es de corregir el entuerto.
DE VUELTA A LA REGULACIÓN
Como lo dijo el PNUD, la mundialización, como la llaman los franceses “es demasiado importante para dejarla sin gestión”. Es más “ni siquiera la economía más liberalizada funciona sin la coordinación macroeconómica; no tiene sentido suponer que la economía mundial es diferente”15.
No siempre se cumple el paradigma de Adam Smith de su “mano invisible”, según el cual cada agente del mercado “al perseguir su propio interés, frecuentemente fomentará el de la sociedad, mucho más eficazmente que si, de hecho, intentase fomentarlo”. Ello no aplica en una sociedad de la información, esta teoría estaba reservada para una sociedad en la que primaba la ineficiencia informacional. Ahora, el gobierno puede inducir conductas a través de sus mensajes y señales, los cuales no están exentos de distorsiones, sobre todo cuando las asimetrías en el acceso a la información siguen siendo protuberantes. Fue el propio Adam Smith, quien con gran visión sentenció hace ya más de dos siglos, en su libro Teoría de los sentimientos morales: "Se podría confiar en que los hombres buscaran su propio interés sin dañar indebidamente a la comunidad no sólo por las restricciones impuestas por las leyes, sino también porque ellos están sujetos a una limitación incorporada que se deriva de la moral, la religión, las costumbres y la educación”. En consecuencia, en ausencia de tales restricciones y ante la pérdida de estos valores, qué más se podía esperar.
En otras palabras: “la economía y la política no son sólo asuntos técnicos, sino que también están regulados por la ética. Olvidarlo, sería suicida incluso para su propia pervivencia… Todo esto pone de manifiesto que el debate ético no puede quedar al margen de la solución de la actual crisis económica. La economía tiene, ciertamente, unas leyes propias y una legítima autonomía. Pero tiene una función social y el desarrollo económico nunca es un fin en sí mismo y ha de ir acompañado siempre de la responsabilidad social. Habría que preguntarse si, en la presente situación, los gobiernos han logrado responder a tales necesidades fundamentales o han dejado hacer a las empresas económicas y financieras, sin más límites que sus propios intereses y las leyes del mercado.”16.
MERCADO VS ESTADO
A nuestra admirada profesora Adela Cortina, la más entendida a mi juicio sobre temas éticos, le atribuye el columnista de Dinero, Bruce Macmaster, haber dicho a su paso por Colombia que “El mercado no puede ser visto como una fatalidad…El mercado debe ser entendido como un mecanismo de elección. Un mecanismo que diseñamos y en teoría entendemos y manejamos. De elecciones enmarcadas dentro de un esquema ético, apropiado o no, que hacen los individuos y en condiciones ideales produce la mejor asignación de recursos.
Eso es lo que esperamos de él”17. Según él, “el mercado es un mecanismo de decisión en el cual los individuos, si actúan correcta y racionalmente, serán capaces de optimizar el resultado para el bien de todos”18. Pero, justamente, cuando pasamos de la teoría a la práctica es cuando empiezan los problemas, porque esas condiciones ideales pocas veces se dan y de rareza los individuos actúan correcta y racionalmente. Comparto con la senadora Cecilia López que “el mercado en realidad no existe. El mercado, para horror del simplismo económico, no es más que una construcción del Estado. Sin Estado no hay mercado”19. No hay tal dicotomía entre Estado y Mercado, pues, al fin y al cabo este es hechura de aquél; la desregulación hay que entenderla como una forma de intervención del Estado y no como ausencia de este. Y no se puede confundir la intervención con el intervencionismo estatal.
No podemos caer, entonces, en la falsa disyuntiva de Estado o Mercado, contraponiéndolos; ambos integran una tensa unidad de contrarios, en la que alternativamente prima el uno sobre el otro; en realidad, “ni el mercado es perfecto ni el Estado es infalible. Luego, tiene que encontrarse la combinación adecuada a cada realidad nacional”20. Tal y como lo aseveró recientemente el Presidente de Francia, Nicolás Sarkosy, “la economía de mercado es el mercado regulado, el mercado al servicio del desarrollo, al servicio de todos. No es la ley de la selva. La economía de mercado es la competencia que reduce los precios y beneficia a todos los consumidores”21.
Cuando se habla de “regular el mercado no es sustituirlo, sino enmarcarlo en su función correcta. Por eso, es la hora de la política como gobierno de los intereses de los ciudadanos en el espacio que compartimos… capaces de ordenar el sistema financiero y los flujos comerciales…La crisis nace de la carencia de gobernanza global adecuada y es interés de todos reformar el funcionamiento del sistema. Es más verdad que nunca que no hay democracia sin mercado pero que sí hay mercado sin democracia”22.
“La idea de un mercado todopoderoso sin reglas y sin intervención política es una locura…La era de la autoregulación se acabó. El laissez faire se acabó”. Esto no lo dice Fidel Castro en una de sus acostumbradas diatribas en contra del imperialismo norteamericano; se trata, nada menos que de Nicolás Sarkosy, a quien los neoliberales no podrán tildar de dinosaurio. Ya hasta el propio Secretario del Tesoro de los EEUU, Hank Paulson, se atreve a decir que “El capitalismo crudo llegó a su final”. Aquel aserto según el cual “el mercado sabe lo que hace” es cosa del pasado. Ya lo había dicho Patrick Word, designado por Bush en agosto de 2003 para sortear el gran apagón que afecto a 50 millones de personas y paralizó el noreste del país y el sur de Canadá, el peor apagón de su historia por una avería en la red de transmisión: “No podemos simplemente dejar que los mercados funcionen…Nuestro apoyo a los mercados no debe estar basado en una fe ciega”.
LOS DERIVADOS DE LOS DERIVADOS
Lo habían advertido premonitoriamente las Naciones Unidas, mucho antes que se presentaran los signos y síntomas de la actual debacle: “Las innovaciones tecnológicas vinculan los mercados financieros mundiales en tiempo real…Los mercados también se han hecho cada vez más sofisticados, con innovaciones financieras que han hecho que se disponga de innumerables instrumentos financieros, desde derivados hasta fondos de cobertura. En teoría esos instrumentos tenían por objeto transferir y difundir el riesgo y en la práctica han pasado a formar parte de la volatilidad de los mercados de capitales de la actualidad”23. Nos referimos a los eufemísticamente llamados “activos alternativos”.
Los “derivados de los derivados” productos de tal sofisticación, tuvieron su origen en un préstamo hipotecario impagable y terminaban empaquetados en productos que eran calificados como AAA por parte de las agencias calificadoras de riesgo24. Los mismos llegaron a representar 6 veces el PIB mundial, estaba la perdición del mercado financiero; se vio en ellos una forma de difuminar el riesgo y lo que se hizo fue propiciar una crisis sistémica de enormes proporciones. Se creyó ingenuamente que los riesgos en el mercado no regulado estaban muy dispersos y bien repartidos, las autoridades americanas rechazaron durante años los llamados a vigilar y/o regular mejor los hedge funds, a los bancos de inversión y a otras entidades financieras.
En particular, Alan Greenspan fue un gran defensor de dicha posición y de allí que haya pasado tan abruptamente de héroe a villano. El fue elegido por Ronald Reagan como director de la FED precisamente por ser partidario de la desregulación, a diferencia del Paul Volcker, que sí favorecía la regulación. En este despiporre jugó un papel protagónico la banca de inversión, la que por ello mismo llevó la peor parte. Tres de los mayores bancos de inversión estadounidenses se fueron a la quiebra y los otros dos se vieron forzados a transformarse en bancos comerciales. Incluso, el hundimiento de uno de ellos, el Lehman Brothers, ante la negativa del gobierno de acudir en su ayuda, arrastró consigo US $640.000 millones (más de tres veces el PIB anual de Colombia), sirvió de detonante de la crisis. Como nos lo explica José A Ocampo, en 1999 se eliminaron las fronteras entre la banca de inversión y la banca comercial, que se había establecido en los años 30 y liberalizaron los requisitos de capital de la banca de inversión en 2004, “lo cual la llevó a doblar los niveles de apalancamiento en los años siguientes.
No hubo, además, ninguna regulación sobre las ´innovaciones financieras´ como las hipotecas de baja calidad, su titularización o la proliferación de derivados financieros, entre los cuales sobresalen los nuevos seguros de crédito denominados credit default swaps, que el multimillonario Warren Buffet llamó ´armas financieras de destrucción masiva´”25.
Según Stiglitz los banqueros y las agencias calificadoras de riesgo pensaron que las innovaciones financieras podrían transformarse de malos préstamos hipotecarios en buenos títulos mereciendo una calificación AAA, reflejando la gran diferencia que existe entre lo que dicen los modelos y la realidad misma. Los yupees creyeron que habían descubierto una máquina de ganar dinero, que distribuía el riesgo tanto que nadie saldría afectado nunca. Las calificadoras de riesgo “fueron quienes hicieron la alquimia que convirtió los instrumentos de calificación F en A. Los bancos no podrían haber hecho lo que hicieron sin la complicidad de las calificadoras”26. Las calificadoras ganaban hasta tres veces más por calificar productos complejos de finanzas estructuradas, como los CDO (obligaciones con garantía de un fondo de deuda), que por asignar calificaciones a los bonos. Entre 2002 y 2007, las calificadoras de riesgo de Nueva York asignaron las máximas calificaciones a deudas por US $3.2 billones en préstamos a clientes con mal historial crediticio. Las calificadoras de riesgo incurrieron en tales desaguisados como efecto de sus relaciones incestuosas con sus clientes, que hicieron de ellas verdaderas celestinas. Las firmas calificadoras de riesgo, como en su momento las de auditoría, salieron muy maltrechas y descalificadas de esta crisis sin par.
Como lo afirma Bruce Mac Master, columnista de Responsabilidad Social Empresarial (RSE), esta crisis “ha servido de laboratorio viviente del capitalismo y los mercados de capitales, hoy globales, en condiciones extremas…Todo el sistema se ha puesto a prueba. Su capacidad de predicción, la regulación y supervisión que le sirven de marco, la capacidad de recuperarse por sus propios medios, el papel del Estado antes y después de la crisis, el rol de todos los actores y su comportamiento”27.
SOLUCIÓN GLOBAL PARA LA CRISIS GLOBAL
Y, como lo dictaminó el PNUD con muchísima antelación al actual desbarajuste, “Cuanto más frágiles son las instituciones nacionales que regulan los mercados financieros, mayores son los estragos que causan estas crisis…Ningún país puede resistir sus veleidades por sí sólo y se necesita acción a escala mundial para prevenirlas y hacerles frente”28. Y así ha terminado por entenderlo la comunidad internacional al cabo de las quinientas en medio de los estragos de la actual crisis. Razón tenía el Nobel Stiglitz cuando planteó la necesidad de “replantearse profundamente el modo en el que la globalización ha sido gestionada”. En ello coincide el director general del FMI, Dominique Strauss – Kahn, en su exhortación en el sentido que “tenemos que gestionar mejor el sistema. Es un momento de grandes desafíos, pero también un momento en el que podemos reflexionar de manera imaginativa y actuar valientemente”29. Se impone, entonces, la necesidad de repensar, de replantear el modelo. La salida es global y coordinada, no hay salidas locales porque el problema global. En concepto de Moises Naim, “Las respuestas locales a las crisis globales, en vez de ayudar a los votantes en cuyo nombre se toman, terminarán perjudicándolos”30.
LOS NUEVOS PARADIGMAS
A ello se refirió el Nobel Paul Krugman cuando planteó la necesidad de encaminarse hacia un “Nuevo trato”, aludiendo a la reedición de la Conferencia de Bretton Woods (BW) en 1944, en procura de recomponer el mercado financiero global. Podríamos decir que el mismo tuvo en la Cumbre de Washington sus prolegómenos31. Allí se llegó al consenso sobre la necesidad de una nueva arquitectura del sistema financiero, sobre la urgencia de medidas anticíclicas que le salgan al paso a la recesión global y la imperiosa necesidad de una nueva gobernanza global, tal y como la plantearon Rodríguez Zapatero y Lula. Como lo afirmó Rodriguez Zapatero, el sistema financiero tiene que volver a ser “un instrumento útil al servicio de la economía real, de la economía productiva y no al servicio de la especulación, de la avaricia, del afán ilimitado por obtener beneficios y de la ausencia de responsabilidad social…”32.
Ese nuevo orden financiero hay que insertarlo en el orden político, económico, social, ético y hasta estético. El mercado financiero se debe reconfigurar sobre la base de un cambio de paradigmas, en el que la política debe asumir el mando, de modo que primen los intereses generales sobre los intereses de los particulares. Ello implica dejar de lado la ortodoxia en la política económica, el cambio de la cartilla neoliberal, la cual estaba basada en las tesis neoclásicas y volver por los fueros del tan abominado como vigente keynesianismo. Con sobrada razón se atreve Krugman a disentir del Modelo prevaleciente y apartándose de este considera que “ya estamos bastante dentro de lo que yo llamo economía de la depresión… En tiempos normales es bueno preocuparse por el déficit presupuestal – y la responsabilidad fiscal es una virtud que tendremos que volver a aprender tan pronto como haya pasado esta crisis – Cuando prevalece la economía de la depresión, no obstante, esta virtud se convierte en un vicio. El intento prematuro de Franklin Delano Roosevelt por balancear el presupuesto en 1937 casi destruye el Nuevo Pacto…
En las circunstancias actuales, la cautela es riesgosa porque hay grandes posibilidades de que lo peor ya esté sucediendo y cualquier retraso… la prudencia es una locura…Ahora estamos en una situación en la que sería muy peligroso ceder ante las nociones convencionales de la prudencia”33.
Así resurge el pensamiento de John Maynard Keynes, después de haber sido relegado al cuarto de san Alejo por parte de los pregoneros del pensamiento único neoliberal. El New Deal de Franklin Delano Roosevelt, que sacó a los EEUU de la Gran depresión de los años 30, basado en la Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero de Keynes, vuelve a ser fuente de inspiración, como lo acaba de demostrar el consenso alcanzado en la Cumbre de Washington. Esta se constituyó en una reivindicación para él, después que sus tesis fueron descartadas en BW, para abrazar las de su homólogo estadounidense Harry Dexter White. La fórmula de Keynes para sacar la economía del atascamiento y que fue la que puso en práctica Roosebelt tiene de sencillo lo que tiene de ingenioso: “traiga un ejército de obreros para que empiece a cavar zanjas por todas partes, enseguida contraten otra muchedumbre de personas que vayan detrás cerrando las mismas zanjas a parecida velocidad”.
Este planteamiento lleva implícito un cambio de paradigma; mientras la Ley de Say sostenía que “toda oferta crea su propia demanda”, ahora el postulado de Keynes era que “toda demanda crea su propia oferta”. De este modo se le daba un “estartazo” a la economía para ponerla en marcha nuevamente, dando lugar a un círculo virtuoso: al inyectarle más ingreso a la economía, este se traduce en poder adquisitivo, en demanda, la que a su vez jalona al aparato productivo para satisfacerla, generando a sí más empleo e ingreso personal. De ello es de lo que se ha vuelto a hablar, cuando se alude a las políticas contracíclicas para salir del atolladero34.
EL RETORNO DE KEYNES
Al fin y al cabo, luego de la segunda postguerra la hegemonía de los EEUU era incontrovertible y de allí que las dos instituciones que tuvieron su origen en dicha Conferencia, el FMI y el Banco Mundial, quedaran bajo la égida de Washington. Sin embargo, el tiempo terminó dándole la razón a la propuesta de Keynes de crear un Banco Central mundial capaz de emitir una moneda internacional, una especie de “Unión Internacional de Compensaciones”, como él lo denominó. El Plan White, que fue el que se impuso empezó a hacer agua el 15 de agosto de 1971, cuando Richard Nixon, con su “Nueva política económica”, faltando a los compromisos de BW, determinó eliminar la convertibilidad del dólar, considerada hasta entonces como moneda reserva, con una paridad de US $35 la onza troy de oro, para tener así las manos libres para emitir y emitir billetes verdes para financiar la guerra.
Una de las propuestas que se viene abriendo paso en este momento, como respuesta a la implosión del Modelo neoliberal, es precisamente replantear el estatus y el rol del FMI, con miras a convertirlo en una especie de Banco de bancos. Este será uno de los temas que se deberán abordar en la Cumbre convocada para abril próximo35. Bien dijo Keynes, que “Los hombres prácticos, que se creen completamente libres de toda influencia, son generalmente esclavos de algún economista difunto”, en este caso de él mismo.
LA HORA DE LA POLÍTICA
Para Stiglitz “Es evidente que necesitamos no sólo una nueva normatividad, sino un rediseño del sistema regulatorio…Para corregir el problema necesitamos líderes políticos y ´fabricantes de políticas´ que crean en la regulación”36 Pero, como lo plantea el ex presidente del gobierno español, Felipe Gonzalez, es necesario “buscar un papel para la política con mayúsculas, capaz de hacer más previsible la evolución futura de este mercado global que escapa a los poderes establecidos en la sociedad industrial”37. Y el primer paso a dar es superar el localismo, pues los problemas globales sólo tienen soluciones globales, pues “la famosa gobernanza permanece en el ámbito de lo local – nacional y de los obsoletos organismos financieros del pasado, en tanto que los fenómenos económicos y financieros más relevantes se mueven en el ámbito global sin gobierno alguno”38. Como lo advierte el Presidente de Brasil, Lula da Silva, “Es hora de construir una gobernanza verdaderamente global. Se necesita un esfuerzo de coordinación internacional justo. No podemos aceptar un proceso decisorio que prácticamente excluye a los países emergentes. No aceptamos hacer más de observadores. No aceptamos ser víctimas de una crisis que no hemos provocado”39.
El ex ministro de Hacienda, ex secretario adjunto de las Naciones Unidas para Asuntos Económicos y Sociales y actual profesor de la Universidad de Columbia, sintetiza en seis puntos la hoja de ruta a seguir para salir de la crisis actual. Él parte de la base de que hay que “corregir el déficit de regulación prudencial que caracteriza los mercados financieros mundiales, para luego avanzar en la construcción de consensos en torno a ellos. A saber:
“a) uno obvio es que las regulaciones deben ser comprensivas, para evitar los vacíos significativos que condujeron a la turbulencia actual.
b) Las regulaciones deben tener también un fuerte contenido anti cíclico.
c) Se debe descartar la dependencia de los modelos internos de evaluación de riesgo de las entidades financieras.
d) Todo nuevo sistema regulatorio debe estar basado en una red adecuada de instituciones nacionales y regionales e incluir una verdadera supervisión internacional de las instituciones financieras de alcance mundial.
e) se debe crear una Corte Internacional de quiebras, similar a las que existen a nivel nacional para manejar las quiebras de las empresas.
F) Una profunda transformación del FMI, que maneje una moneda mundial de reservas, coordine las políticas macroeconómicas a nivel internacional y cuente con líneas de crédito ágiles”40. Claro está que estamos de acuerdo con la Presidenta de Chile, Michelle Bachelet, en que “tan importante como el plan de rescate financiero, será el plan de rescate social…No nos quedemos en el desplome bursátil, evitemos el desplome social”41.
El mundo se seguirá debatiendo entre el pesimismo de la razón y el optimismo de la voluntad; pero, en todo caso, el péndulo se inclina ahora del lado de un Modelo económico en el que se expanda el mercado hasta donde ello sea posible, concomitantemente con el poder regulador del Estado hasta donde este sea necesario para servir el bien común, marcando el fin del capitalismo salvaje.
Que el último premio Nobel de Economía haya recaído en Paul Krugman, caracterizadamente keynesiano es muy sintomático. Obviamente, no nos podemos hacer ilusiones creyendo que los usufructuarios de este han renunciado a él; los actuales atafagos sólo servirán de tregua antes de volver a las andadas. En últimas, el curso de la historia se define en la arena política y será la actual y la futura correlación de fuerzas entre sus distintas tendencias la que dará su veredicto. Por lo pronto, los vientos soplan en la dirección de la izquierda democrática. En todo caso, como lo dijo Sarkosy, “no podemos concebir el mundo de mañana con las ideas de ayer”42!
Medellín, diciembre 29 de 2008
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