Música
Rezumba y suena
Eduardo Lizalde Farías*
Durante el taller de zapateado, impartido en una de las ediciones del 13 Seminario de son jarocho y otras culturasFoto Eduardo Lizalde Farías
La
historia reciente del son jarocho ha vivido un proceso único de éxito,
que obedece fundamentalmente a un camino de búsqueda ciudadana a partir
de necesidades genuinas, que lo han llevado a estar hoy en una cresta
de ola en los procesos de rescate cultural como ninguna otra tradición
en México.
Todo eso es resultado de 35 años de incesante labor, que fue
sembrada en algunos veracruzanos avecindados hacia la década de 1970 en
la ciudad de México, motivados por una realidad aplastante que tenía
ahogado en las rancherías y el campo veracruzano a este complejo
cultural. Muchos años de picar piedra, de hacer trabajo comunitario, de
reinventarse como promotores culturales, dieron por resultado lo que
hoy es el son jarocho.Esta labor de rescate de la manera en que se toca, se poetiza y se baila el son jarocho campesino se conoce como movimiento jaranero y, más que la profesionalización de grupos para escenario, su principio rector ha sido la recuperación de la tradición y la fiesta del fandango por medio de talleres de enseñanza y construcción de instrumentos. Este movimiento fue encabezado en sus inicios por la figura casi mítica de Arcadio Hidalgo junto al grupo Mono Blanco y más adelante por grupos como Zacamandú, Chuchumbé, Son de Madera y Los Cojolites, y tiene como actores claves en este proceso a Gilberto Gutiérrez, director de Mono Blanco, al investigador Antonio García de León y al promotor cultural Ricardo Perry, entre otros.
Durante la pasada década hemos sido testigos del nacimiento vertiginoso –y la desaparición también– de muchos grupos, sobre todo de jóvenes que ven en el son jarocho no sólo una experiencia artística, sino una probable forma de vida. Todo ello acompañado de la proliferación de talleres y clases de enseñanza de jarana de la más diversa calidad y rigor, clínicas de requinto o más correctamente de guitarra de son, talleres de zapateado, de pandero, de leona o guitarrón jarocho, de versada, seminarios, retiros, fandangos, en fin, fiestas, encuentros y festejos de todo tipo a todo lo largo y ancho del país y también en Estados Unidos y Europa, al punto de que se habla ya de jarochilangos y de jarochicanos.
En fin, el cuento es más largo de lo que este espacio nos permitiría, pero dentro del universo de este son jarocho renacido, que vive un momento de explosión lleno de claroscuros, en el que cada vez más gente lo toca, lo canta y lo zapatea, hay un suceso extraordinario que desde hace 12 años se repite por estas fechas en la isla de Tacamichapan, en el rancho Luna Negra en Jáltipan, Vercaruz, y que conviene destacar.
Hablamos del 13 Seminario de son jarocho y otras culturas que se llevará a cabo del 30 de marzo al 6 de abril y que es impulsado por Ricardo Perry, director del grupo Los Cojolites. En un rancho de varias hectáreas donde se ha desarrollado un proyecto de recuperación ecológica, literalmente a la orilla del río Chiquito, afluente del Coatzacoalcos, se organiza una suerte de retiro cultural al que asisten alrededor de cien personas de distintas regiones de México y del mundo para tomar un seminario práctico e intensivo de ocho días de música, zapateado y otras artes impartidos por figuras muy destacadas –yo diría hasta famosas– vinculadas con el son jarocho.
Los asistentes llegan con sus instrumentos y sus tiendas de campaña. Se organiza un gran campamento en medio de este trozo recuperado de la selva húmeda del sur de Veracruz sin luz eléctrica, en el que a lo largo de una semana se hace música, se imparten conferencias, se baila, se convive con la naturaleza y se festeja por las noches.
Ricardo Perry dice: “Los antecedentes de este seminario vienen de hace 17 años, cuando hicimos en Cosoleacaque lo que llamamos Encuentros de la tierra, en los que, además de los talleres culturales, había otros dirigidos a los campesinos para acercarlos a técnicas alternativas, que no dañaran el ecosistema, poder acceder a una forma de vida mejor y reencontrarse con su cultura.
Hace 12 años, pensamos que deberíamos retomar esa experiencia, pero enfocada más a la parte cultural, y nos concentramos en armar un programa con el tema de la enseñanza del son jarocho y los telares de cintura. Adquirimos en esos años un terreno en la isla de Tacamichapan, en el municipio de Jáltipan, que destinamos a la conservación de la naturaleza, así fue como surgió nuestro primer seminario, cuenta el también fundador y director del Centro de Documentación del Son Jarocho.
Para este veracruzano de visión integradora, voz aguda y corpulencia enorme, cercano desde joven a organizaciones sociales y colaborador con los padres jesuitas de su región en su trabajo comunitario, vincular el aspecto social con el universo de la cultura “es lo mismo –me dice–, es la misma lucha; la conservación del medio ambiente, la cultura y el arte son la misma cosa. Hemos tomado el fandango como una forma de compartir la vida y la música, uniendo intereses y trabajando en comunidad”.
Este proyecto autogestivo, con algunos apoyos institucionales del Instituto Veracruzano de Cultura y la Secretaría de Turismo de Veracruz, tiene una plantilla de maestros fija desde hace muchos años con los músicos de Los Cojolites, a la que poco a poco se han ido integrando otros músicos amigos para fortalecerla, como Ramón Gutiérrez, de Son de Madera, y Patricio Hidalgo.
Conviene decir que los talleres serán impartidos por individuos muy reconocidos de la tradición musical del son jarocho. Están diseñados para alumnos de distintos niveles de conocimiento y destreza. Así, los de requinto jarocho serán impartidos por Ramón Gutiérrez, director de Son de Madera, y por Liche Oseguera, gran músico que hizo su carrera junto al grupo Chuchumbé.
El taller de jarana lo impartirán Patricio Hidalgo, versador de altos vuelos y figura destacadísima de esta tradición, Fredy Naranjos Vega y Andrés Flores, quien además dará uno de pandero. El de leona o guitarrón jarocho estará a cargo de Joel Cruz Castellanos, joven músico de Santiago Tuxtla, miembro de Los Cojolites y comprometido con la enseñanza y la promoción cultural de su región.
También habrá talleres de versada, impartido por Fernando Guadarrama; de marimbol, por Octavio Rebolledo, y de zapateado, en esta ocasión a cargo de Chely Galván y Benito Cortes Padua, fundador también de Los Cojolites.
Destaca un taller de telar de cintura, impartido por doña Leocadia Cruz Gómez, reconocida en 2006 con el Premio Nacional de Artes y Ciencias.
“Nos preocupa que muchos jóvenes hayan agarrado la jarana de bandera –afirma Perry–, porque creemos que debe haber conocimiento profundo, teórico e histórico sobre nuestra cultura, y tenemos que insistir mucho para que el son jarocho camine por el rumbo correcto. El son jarocho es un arte y eso implica mucha responsabilidad”, concluye.
Aun hay tiempo de inscribirse por medio del correo electrónico elsonjarocho@hotmail.com. El programa completo se puede ver en seminariosonjarochoyotrasculturas
El costo del 13 Seminario de son jarocho y otras culturas es de 4 mil pesos, por los ocho días, con alimentos incluidos y una enseñanza intensiva de alrededor de siete horas diarias de práctica directa. Se puede vivir una experiencia potente, en un entorno natural cuidado, literalmente, a orillas de un afluente del río Coatzacoalcos, tierra de los olmecas, muy cerca de donde hace muchos años un príncipe tolteca llamado Ce Ácatl Topiltzin Quetzalcóatl anunció su retorno, antes de embarcarse con rumbo osado, en un viaje hacia el horizonte.
*Productor y documentalista independiente
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