Ricardo Raphael
Una de las consecuencias no planeadas del Pacto por México ha sido que los liderazgos de Jesús Zambrano y Gustavo Madero, al frente de sus respectivos partidos, sobrevivieran la derrota electoral de 2012. Sin ese acuerdo probablemente hoy el PAN y el PRD estarían siendo devorados, desde sus propias entrañas, por sus huestes más radicales.
Suele ocurrir, cuando a una fuerza política le va mal en los comicios, que los militantes exijan un cambio de mando. Se procede a cerrar un mal ciclo con un cambio en las cúpulas. Así se abre la puerta para que, en la oposición, nuevas corrientes y nuevos liderazgos emerjan.
Los primeros años de la década pasada fueron difíciles para el PRI precisamente por el reacomodo obligado después de la derrota electoral del 2000. Cómo olvidar la ferocidad del pelito entre Roberto Madrazo y Elba Esther Gordillo, que tan mal terminó saliéndole a ambos.
En ese mismo espejo podrían estarse mirando hoy PAN y PRD. Poco les faltó para volverse territorio jaloneado por el encono y la revancha. Sobre todo en la primera casa donde la tensión entre calderonistas y otras corrientes se adivinaba difícil de resolver.
En el PRD el ajuste de cuentas también se habría desencadenado con fuerza. De un lado el lopezobradorismo que no estuvo dispuesto a formar un nuevo partido tenía aspiraciones para desplazar a la actual dirigencia; del otro, liderazgos emergentes como el de Marcelo Ebrard o Miguel Ángel Mancera acariciaron con entusiasmo la idea de suceder a Los Chuchos en la cabeza perredista.
Y sin embargo, ocho meses después, tanto Jesús Zambrano como Gustavo Madero siguen bien acomodados en sus respectivas sillas. El calderonismo implacable ha ido perdiendo fuerza con el paso de los días, mientras el presidente del CEN del PAN sortea sus embates. López Obrador de plano optó por fundar su propio instituto, Ebrard no logra reinsertarse en las grandes arenas y el flamante jefe de gobierno prefirió no dar lata por el momento.
Esta anomalía tiene una sola explicación: el Pacto por México. Al convertirse Zambrano y Madero en piezas clave de la agenda nacional y cerrar filas alrededor de una misma intención con el presidente Peña Nieto, se aplazaron los terremotos intrapartidistas logrando ambos permanecer hasta que concluyan formalmente sus mandatos en 2014.
Lo anterior no implica que las tensiones en ambas casas partidistas se hayan resuelto, solo significa que su resolución está experimentando una fuga hacia delante. Y mientras el Pacto sobreviva tal statu quo tiene buenas posibilidades de sostenerse.
Al tiempo que esto ocurre, las cúpulas de oposición tienen incentivos positivos para darle vida larga al acuerdo con el jefe del Ejecutivo.
Esto quizá sea lo más interesante del juego actual en la política mexicana: para sobrevivir en sus puestos los líderes de la oposición necesitan que el Pacto por México rinda frutos, lo cual, paradójicamente, provoca que todas las partes continúen seriamente invertidas en ese arreglo coyuntural.
Sirve este argumento para explicar el éxito reciente de la reforma en telecomunicaciones y podría también predecir el resultado de las negociaciones a propósito de temas todavía más álgidos como la reforma fiscal o la energética. Porque el futuro de estas iniciativas está ligado al derrotero respectivo de las oposiciones es que la cooperación está resultando la mejor alternativa.
Mientras se alejan de la memoria las derrotas del 2012, continúa robusteciéndose la fuerza política de quienes operan y deciden en el marco del Pacto por México. Así, el círculo es virtuoso y también implacable en contra de los detractores que, en cada partido de oposición, quisieran acelerar los cambios.
En este contexto no sorprende encontrar a calderonistas, lopezobradoristas y marcelistas muy enojados con el Pacto por México. No solamente aplazó sus aspiraciones sino también los dejó excluidos de la agenda y el gran debate nacional.
Esta consecuencia no era previsible y sin embargo le ha traído un margen amplio de negociación a Peña Nieto que, en el mejor de los casos, podría prolongarse hasta el primer trimestre del próximo año.
Analista político
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