Carlos Bonfil
La Jornada
Kristen Stewart, una de las protagonistas del quinto
largometraje de estadunidense Tim Blake Nelson
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Vidas cruzadas. A
punto de iniciar una nueva vida –10 o 20 años más de tranquilidad
garantizada–, el recién jubilado y apacible maestro de filosofía Walter
Zarrow (Sam Waterston) padece una agresión mortal cuando de camino a
casa, con un ramo de hortensias para su esposa Marcia (Glenn Close), se
topa con un delincuente intratable e iracundo. Como un castillo de
naipes se derrumba de golpe toda la civilidad y el talante generoso que
había sido el soporte del caracter del profesor universitario. Esta
escena inicial dura apenas pocos minutos en Anestesia, quinto
largometraje del actor y realizador estadunidense Tim Blake Nelson, y a
partir de ella el intricado guión, de autoría suya, procede en flash backs
a describir no sólo la rutina cotidiana del maestro, sino a solazarse
en las farragosas disquisiciones filosóficas que sus alumnos reciben con
admiración y reverencia, y en los azotes y tentativas de reacomodo
afectivo de por lo menos 10 personajes, cuyos destinos entrelazados
tienen en común el vivir todos en Nueva York un desasosiego moral
absoluto.
Adam (el propio Blake Nelson), el hijo de Walter, atraviesa por una
situación difícil al enterarse del diagnóstico de cáncer de su esposa,
Jill (Jessica Hecht), y al tener que atender los incipientes problemas
de drogadicción de sus dos hijos adolescentes. Jill a su vez mantiene
una relación sexual clandestina con un hombre negro, cuyo amigo de
infancia requiere asistencia urgente por su adicción a la heroína.
Descubrimos, en medio de estos dramas, la autoflagelación de Sophie
(Kristen Stewart), estudiante que no soporta la frialdad e indiferencia
del mundo que le rodea y elige lacerarse el cuerpo como penitencia
interminable. Otra historia muestra a Sam, el hombre que auxilia a
Walter en la noche de su agresión, intentando reconciliarse
infructuosamente con la esposa a quien ha venido engañando y que ahora
se abandona al alcoholismo frente a su dos hijas pequeñas que no
aciertan a brindarle el apoyo necesario. Cuando el espectador termina de
desenmarañar el tejido de relaciones tormentosas presente en el guión
de Blake Nelson, ya se ha diluido buena parte del interés en la historia
central, y lo que queda es, como resumen de esas tramas secundarias, un
remolino de tremendismo melodramático al que hay que añadir reflexiones
muy trilladas y ampulosas sobre la soledad y la incomunicación humana, y
el significado final de la existencia.
Los modelos o inspiraciones narrativas del realizador son evidentes; el patchwork existencial que proponía magistralmente Robert Altman en Vidas cruzadas (Short cuts,
1993, según relatos de Raymond Carver), y la incursión en la
tragicomedia de desencuentros sentimentales que ofrece Mike Figgis en Después de una noche (One night stand, 1997), por mencionar sólo dos títulos a los que cabría añadir Crash y su pesadilla urbana (Paul Haggis, 2004) o el tipo de relatos entrecruzados del Alejandro Iñárritu de Babel (2006).
Desafortunadamente, el guión de Anestesia soporta el lastre
de una verbosidad excesiva y las subtramas propuestas no adquieren una
mayor densidad dramática, resolviéndose algunas en la estridencia
(historias de Sophie y del heroinómano Joe), otras en la trivialidad
sentimental (las tribulaciones del adúltero Sam y sus crudas
existenciales) o en el sicodrama familiar con el espectro de la
enfermedad terminal como posible disolvente encaminado, venturosamente, a
una nueva armonía hogareña. Queda la melancólica historia de Walter, el
jubilado fallido, a quien un lamentable azar le anticipa un desenlace
irónico a una vida llena de tranquilidad y satisfacciones profesionales.
Esa broma cruel en medio de la noche neoyorquina habría bastado, por sí
sola, para construir toda una ficción perturbadora sobre las ilusiones
de concordia y prosperidad en tiempos tan aciagos como los presentes. El
rudo despertar, tal vez, de una gran anestesia colectiva. Algo hay de
todo eso en este filme, aunque bien cabe admitir que no lo suficiente.
Se exhibe en salas comerciales y en la Cineteca Nacional.
Twitter: @Carlos.Bonfil1
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