Zona de Reflexión
Por: Lucía Lagunes Huerta*
A
raíz de la denuncia masiva a través de la campaña #MeToo, han surgido
opiniones que señalan que las mujeres exageran y confunden cualquier
acercamiento masculino con acoso. El cuestionamiento se centra en la
palabra de las víctimas, quienes como nunca antes, han tenido la
posibilidad de expresarse.
Uno de los argumentos colocados es que las mujeres confundimos acoso y
seducción, esto debido a la torpeza masculina para manifestar sus
intenciones. Las mujeres saben y ellos también, cuando se acosa y cuando
no. La supuesta confusión entre acoso y seducción torpe, es un viejo
argumento usado por los acosadores, precisamente para descalificar la
palabra de sus víctimas.
Frases como “yo sólo quería ser cortés” “ella mal interpreta” “no fue
mi intención”, son recurrentes cuando los acosadores son evidenciados.
El reto siempre ha sido que la palabra de las víctimas tenga validez.
Otra argumento para tratar de descalificar el movimiento #MeToo, es
que se ha desatado una “cacería de brujos” en donde las mujeres señalan a
hombres inocentes que no tienen posibilidad de defensa.
El derecho a la defensa, ha sido un largo camino que las mujeres han
tenido que recorrer y no está del todo ganado. Cuando las mujeres se
defienden se les suele acusar de excederse. Recuerdo los casos de
Claudia Rodríguez Ferrando (1996) o Yakiri Rubio (2013), mujeres que
para defenderse de su violador, hicieron uso de la legítima defensa
causando la muerte de éstos. Ambas fueron encarceladas, juzgadas, y
ambas salieron bajo el cargo de “exceso de legítima defensa”.
También se ha dicho que las mujeres que se han sumado a la denuncia
del acoso quieren venganza, no justicia. Históricamente las mujeres, y
especialmente las víctimas de delitos sexuales, lo que han demandado ha
sido justicia. Y para lograrlo, han tenido que transformar conceptos
añejos que las culpabilizan, y han creado otros, para acercarse al sueño
de la justicia que el sistema de justicia masculino les ha negado.
Recordemos que en el año 1994 la Suprema Corte de Justicia de la
Nación (SCJN) decidió que cuando un marido obligaba a su esposa a tener
sexo con él, no era un delito sino el “ejercicio indebido de un
derecho". Echarlo atrás costó once años.
En 2005 la SCJN determinó que por supuesto dentro del matrimonio
podría existir el delito de violación, el cual ocurre cuando se obliga a
tener sexo, usando la violencia física o moral.
Y aclararon que al reconocer este delito, se protege “el derecho de
las personas a la autodeterminación sexual, lo cual implica la libre
disposición de su cuerpo, y el derecho a decidir cuándo y con quién
tener relaciones sexuales”.
Se ha dicho que quienes se suman al movimiento #MeToo son moralinas o
conservadoras. El derecho a decidir sobre el cuerpo ha sido una de las
demandas más libertarias de las mujeres.
Por ejemplo, en México hasta hace 30 años algunos Códigos Penales
mantenían la exigencia para la víctima de violación de castidad, una
forma honesta de vivir, y tener buena reputación.
En México, según datos del Colegio Jurista, 1.4 millones de mujeres
viven acoso dentro de su trabajo, pero sólo 40 por ciento decide
denunciarlo por miedo o desconocimiento de cómo actuar en ese tipo de
situaciones; 90 por ciento de las afectadas prefiere buscar otro empleo,
según información del Instituto Nacional para las Mujeres.
POR QUÉ HA MOLESTADO TANTO ESTE MOVIMIENTO MASIVO
No es no, han insistido en miles de formas las mujeres al hablar de la violencia sexual en cualquiera de sus expresiones.
Antes de defender a quienes durante milenios han gozado del
privilegio de la impunidad y del pacto de silencio, fortalezcamos las
condiciones para que las mujeres puedan denunciar sin el temor a ser
linchadas.
Tal vez lo que más molestó es que se sacó la basura que estaba bajo
las alfombras del patriarcado y se dejó al descubierto que frente a la
violencia machista romper el silencio y denunciar al agresor no sólo
libera, sino que sana y empodera.
¿Qué es lo que más molesta? ¿Qué se señale y se nombre a los
acosadores, violadores y hostigadores? ¿Qué se les ponga nombre y
descubramos que lejos de ser unos sicópatas son hombres comunes, que
conviven con nosotras todos los días?
La basura que sacó –del mundo privado- el movimiento #MeToo, fue la
violencia machista para ponerla a plena luz, hacerla asunto público,
donde el centro del escrutinio son los agresores, esos que decidieron un
día usar su poder para satisfacer su deseo sin que nada les pasara
porque la complicidad y la impunidad estaba de su lado.
Lo que el movimiento #MeToo cuestiona es el sistema que permite que
los hombres acosen. Un sistema que ha privilegiado el deseo masculino y
lo ha puesto por encima de la decisión de las mujeres.
Es decir, cuestiona las condiciones que le permiten a cualquier
hombre acosar, hostigar y agredir a una mujer. Hacerlo, es una decisión
personal.
Sí, existe un desprestigio hacia los hombres, pero no hacia todos. El
desprestigio es sobre aquellos que acosan, que violentan a las mujeres y
sobre aquellos que con su silencio aceptan la agresión, sobre aquellos
que prefieren mirar para otro lado cuando otro hombre está violentando a
una mujer.
Tal vez lo que más molesta al patriarcado es ver herido uno de sus
pilares, la excusa para la violencia masculina basada en una supuesta
incapacidad de controlar sus emociones. Ese tiempo se acabó, y hoy cada
uno tendrá que rendir cuentas por el abuso cometido contra las mujeres.
*Periodista y feminista, directora general de CIMAC.
Twitter: @lagunes28
CIMACFoto: César Martínez López
Cimacnoticias | Ciudad de México.-
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