De los 19 gobernadores priistas que acompañaron a Enrique Peña Nieto
en su toma de posesión, en diciembre de 2012, 11 se enfrentan a cargos
por corrupción. Tan sólo en el caso de Javier Duarte, exmandatario de
Veracruz, la Auditoría Superior de la Federación ha calculado
irregularidades en 36 mil millones de pesos del presupuesto.
En Chihuahua, el exmandatario prófugo César Duarte dejó al menos mil
200 millones de pesos de desvío de fondos. Y el exgobernador de Quintana
Roo, Roberto Borge, es acusado por un presunto quebranto que asciende a
900 millones de pesos, sólo por la compra-venta ilegal de terrenos, sin
incorporar los 2 mil 700 millones de pesos de desvíos de recursos que
documentó el Congreso.
El mismo día que Meade presentó sus medidas anticorrupción, el fiscal
general de Nayarit anunció que abrieron 400 averiguaciones previas y
carpetas de investigación contra el exgobernador priista Roberto
Sandoval, mientras que en Estados Unidos continúan las demandas de
extradición en contra de los exgobernadores de Tamaulipas Tomás
Yarrington y Eugenio Hernández, ambos detenidos.
Según la propuesta de Meade, para combatir la corrupción se requieren
tres elementos centrales: recuperar el dinero, propiedades y todos los
bienes de los acusados de corrupción para canalizarlos a un fondo
nacional para becas para niños, niñas y mujeres; aumentar las penas a
los funcionarios públicos deshonestos, y hacer obligatoria la
certificación patrimonial de altos funcionarios y legisladores.
Según Meade, su iniciativa no tiene precedentes, y para dar una
muestra clara de que habla en serio, dijo, “no voy a esperar a que
termine la elección para trabajar en una iniciativa formal que acabe de
una vez por todas con la corrupción; en vez de prometer hay que ponernos
a trabajar, eso es lo que esperan de nosotros los ciudadanos”.
El texto de la iniciativa aún no se conoce a detalle, pero el
contexto de su iniciativa anticorrupción es muy claro: Meade está en el
ojo del huracán de una cleptocracia que hará todo lo posible para
aferrarse al poder y encubrir unos a otros.
Meade propone, pero no problematiza. Promete, pero no actúa. Enuncia,
pero no concreta. Al contrario, su iniciativa parece un gran acto
escapista frente al menos a 10 problemas candentes relacionados con la
corrupción y ante los que no se ha pronunciado:
1. En primer lugar, el escándalo Odebrecht que involucra, al menos, a
las dos últimas administraciones para las que trabajó: la de Felipe
Calderón y la de Enrique Peña Nieto.
2. El papel de la Secretaría de Hacienda –de la que fue titular en
los dos sexenios- en el desvío de fondos públicos para las campañas
electorales del PRI en varios estados. La investigación del gobierno de
Javier Corral sobre la “Operación Zafiro” en Chihuahua involucra a no
menos de cuatro gobiernos estatales y a la propia dependencia que heredó
de Luis Videgaray.
3. El principal problema de la corrupción desde 2000 a la fecha
radica en el encarecimiento de los procesos electorales y las
estrategias de los partidos políticos y funcionarios para desviar
recursos públicos en la compra del voto, en la inhibición del sufragio y
en pagar a través de monederos electrónicos. De esto no dice nada la
iniciativa de Meade.
4. Nada menciona tampoco de la llamada Estafa Maestra, un escándalo
de triangulación de recursos públicos que involucra a la Sedesol –que
encabezó también Meade– y a varias universidades públicas estatales. Por
el contario, el vocero del aspirante priista envió mensajes
intimidatorios a portales informativos como Animal Político que han
seguido con esta investigación.
5. Nada menciona Meade del papel de la iniciativa privada y de las
grandes empresas que se han prestado a los enjuagues de corrupción,
sobreprecios en licitaciones y contratos de obra pública para desviar
recursos. Ahí están los escándalos de OHL o de Grupo HIGA, por mencionar
los más conocidos.
6. Para Meade es inexistente el Sistema Nacional Anticorrupción
creado en este sexenio y que ha quedado incompleto ante la ausencia de
un fiscal anticorrupción y el desastre del modelo de Fiscalía General.
7. El presidente Enrique Peña Nieto anunció hace más de dos años, al
calor del escándalo de la Casa Blanca, un decálogo de corrupción, pero
Meade ni lo menciona ni lo valora, como si todo surgiera de la nada.
8. Durante todo un sexenio, la Unidad de Inteligencia Financiera de
la Secretaría de Hacienda prácticamente ignoró los grandes casos de
lavado de dinero. Su extitular Alberto Bazbaz ahora dirige el CISEN, y
bajo las órdenes de Meade prácticamente no hizo nada.
9. En Bansefi, institución dirigida por su amigo Virgilio Andrade,
clonaron tarjetas electrónicas con los recursos destinados para ayudar a
los damnificados de los sismos de septiembre de 2017. Al menos 68
millones de pesos han “desaparecido”. De esto no ha dicho nada Meade.
10. Si existiera un mínimo de compromiso para enfrentar la
corrupción, el aspirante priista podría anunciar que su coalición
renunciará al reparto de tarjetas electrónicas que en los comicios
estatales del Estado de México y de Coahuila demostraron ser la pista
más grave del fraude y la corrupción.
Este decálogo elemental, Meade lo ignoró. Quizá porque está más
enredado por una cleptocracia de lo que él mismo está dispuesto a
aceptar.
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