Si las mujeres avanzan en su formación académica y las leyes por qué acceder a cargos políticos sigue siendo tan esquivo para ellas. Una reflexión pertinente para este calendario electoral
Bogotá, 24 ene. 18. AmecoPress.- Si
en el índice de empoderamiento político del Informe Global de la Brecha
de Género de 2016 Colombia ocupa el puesto 66 entre 144 países, vale
preguntarnos ¿por qué es tan difícil que las mujeres participen en
política si avanzan en su formación académica y las leyes parece que
abren nuevas posibilidades?
En 1958 fue elegida la primera mujer al Senado y en 2014,
llegaron 23 a ese cuerpo legislativo ¿Podemos presumir un avance? Claro
que sí pero a paso de tortuga y no siempre las mujeres han representado a
las mujeres y sus derechos sino que han defendido los intereses de sus
partidos. Está bien, han llegado.
Parece una regla de tres simple pero los hechos evidencian el proceso
de la democracia real, la democracia participativa en Colombia. Es
preciso que a la vez que las mujeres son elegidas, se presenten cambios
que amplíen esa participación y desde luego ese acompañamiento de los
varones, un paso tan importante como el de la inclusión y participación
de las mujeres en la toma de decisiones de la vida del país y la carrera
veloz para que recortemos distancia con respecto a la igualdad en
derechos, porque un derecho va encadenado a otros.
¡Ah! ¿Y por qué es tan difícil? Demos sólo algunas puntadas: Ellas
atienden a su familia, cocinan, van a las reuniones del colegio,
trabajan fuera de casa, tienen una pareja controladora, la economía no
alcanza ni para ir al cine pero muchas hacen el gran esfuerzo para
estudiar. Por supuesto, que no todas las situaciones son iguales o
reúnen todas estas piezas del buen vivir, pero les aseguro que el
cansancio y desgaste es mucho para pensar en reuniones de partido.
Además unas pocas cuentan con recursos y contactos.
Llegamos entonces a la cantaleta de siempre: es necesario un cambio
estructural que desde luego tiene que incluir leyes pero no solo de
letras vivimos en este país de leguleyos en el que, mucho tilintilin y
nada de paletas, que goza de una Ley 581 del año 2000 para que el 30% de
las mujeres ocupen cargos públicos; la 575 de 2011 que incluye en
listas el 30% si hablamos de cinco, o más curules; otra de partidos que
hace referencia a la formación, financiación y cuotas para mujeres.
Tenemos logros pero con muchas resistencias. Dice mucho que por la ya
larga historia de nuestra destartalada República sólo hayamos tenido
una Ministra de Defensa, una Contralora General de la Nación, una Fiscal
General de la Nación y ni una sola Presidenta o Vicepresidenta, en
contraste con otros países latinoamericanos que han elegido mujeres para
que lleven las riendas como jefas de Estado: Violeta Chamorro en
Nicaragua, Michelle Bachelet en Chile, Laura Chinchilla, en Costa Rica,
Cristina Fernández de Kirchner en Argentina y Dilma Rousseff en Brasil.
Las mujeres necesitan escuela para participar en política pero con
una propuesta conceptualmente diferente, que les proporcione la
capacidad de incluir a las otras muchas, de trabajar desde el
reconocimiento de la historia, nuestra historia, la que nos ha permitido
llegar a obtener los frutos que hoy saboreamos pero que también nos
convoca a seguir trabajando por cambios sociales profundos y sembrando
semillas de autonomía para que nos habite, para desplegarla, para
ejercerla.
Y para esa representación política se han trabajado los conceptos de
inclusión, representación y paridad. “La inclusión de las mujeres en la
política implica la garantía de ser elegidas en cargos de elección y
cargos de designación; sin embargo, la inclusión no es suficiente ya que
además de inclusión debe haber representación, entendida como el
comportamiento de las mujeres elegidas en representación de los
intereses y necesidades del colectivo de mujeres.
Finalmente, el concepto de paridad no solo requiere que las mujeres y
hombres tengan una participación de 50 y 50 en los órganos de decisión
de las tres ramas del Estado. Para alcanzarla, es necesario a su vez
llevar a la agenda pública temas prioritarios para las mujeres, como los
derechos sexuales y reproductivos y el trabajo no remunerado que estas
realizan, entre otros”, proponía el Observatorio de Asuntos de Género de
Alta Consejería Presidencial para la Equidad de la Mujer República de
Colombia, en 2011.
Necesitamos marco normativo, medidas permanentes que muevan los
conservadores patrones culturales (no le temamos a la revolución
cultural), escuela de formación política para las mujeres y espacios
para aplicar el aprendizaje y, seguimiento sobre cumplimiento a la
institucionalidad, movimientos y partidos tanto por el Estado como por
las organizaciones sociales. ¡Con presupuesto!, con presupuesto.
Foto: Archivo AmecoPress. Fabiola Calvo.
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