Entrevistamos a la antropóloga médica Kimberly Theidon, autora del libro sobre las violaciones masivas que sufrieron centenares de mujeres en el conflicto peruano, y que dio lugar a la premiada película La teta asustada.
Tener “la teta asustada”, significa “tener la leche materna con rabia, sufrimiento, tristeza”. En quechua es Mancharisqa Nuñu. Y ñuñu puede ser “leche” y “teta”. La antropóloga médica Kimberly Theidon, tradujo el término como “la teta asustada”, en un libro que inspiró a la directora de cine Claudia Llosa a escribir el guión de ese extraordinario y bello filme, que ganó el Oso de Oro en el festival de Cine de Berlín el año pasado y que fue candidato al Oscar.
“Claudia me dijo que cuando leyó mi libro “Entre prójimos” supo que sobre eso iba a tratar su segunda película. Es maravillosa”, narra la Doctora Theidon, profesora asociada en la Universidad de Harvard, en esta entrevista que hicimos por medio de internet, ella en Toronto, participando precisamente en un debate sobre The Milk of Sorrow, como se conoce la película en inglés.
Theidon trabajó en Ayacucho, Perú, a mediados de los 90 e investigaba para conocer cómo la gente intenta vivir nuevamente después de un conflicto militar, cuyos protagonistas eran el ejército peruano, Sendero Luminoso, la población civil, comunidades, entre otros. “Quise entender cómo vive la gente con esta proximidad entre perpetradores, víctimas, testigos y gente que borra estas categorías, para conocer las estrategias que tienen para con los culpables, los mecanismos de justicia social comunal y ahí fue donde salió toda la historia sobre violencia sexual”.
A lo que se refiere la profesora Theidon es a uno de los horrores más terribles: las violaciones masivas que sufrieron decenas más centenares de mujeres (adultas, jóvenes, niñas, niños) en medio del conflicto, perpetradas tanto por el ejército peruano como por los miembros de Sendero Luminoso. Theidon las entrevistó y ellas le contaron todo ese horror.
P. ¿Existe la historia de la protagonista de la película, Fausta, interpretada por Magaly Solier?
K. T. El guión lo elaboró Claudia Llosa y ella introdujo elementos de realismo mágico, pero tomó los temas que no son inventados. La gente siempre me pregunta: ¿realmente hay mujeres con papas en sus vaginas? Mi respuesta es “no, hay mucha papa en el campo pero no en las vaginas”, pero sí hubo muchas estrategias para evitar la violencia sexual, por ejemplo: echar sangre en la ropa interior pensando que eso iba a desanimar a los violadores, las mujeres disimulaban estar embarazadas pensando ¡quién podía violar a una mujer embarazada!, lamentablemente, sabemos que hay muchos que pueden hacerlo; las mujeres, gritaron, pelearon, intentaron defenderse, y a sus seres queridos. Aunque esto de introducir una papa en la vagina, es por supuesto ficción, el acto de elaborar estrategias para frenar la violencia sexual eso sí fue parte de la vida cotidiana de muchas mujeres a lo largo del conflicto armado en Perú. “La teta asustada” es omnipresente en los discursos de las mujeres que vivieron esos años.
P. ¿En qué consiste la teta asustada?
K. T. Parto de la idea que los quechua hablantes manejan teorías muy sofisticadas sobre la violencia, cómo les impactó, qué hay que hacer para enfrentarla, cómo hay que curarse. Si pensamos en la idea que uno puede transmitir su dolor, su sufrimiento, su memoria a su bebé por el útero o por la lactancia materna, y esta es una teoría probable, hay evidencia, y es una teoría que muchos científicos comparten en todo el mundo, no sólo estas mujeres. Hay estudios que dicen que por supuesto si una mujer está con estrés, con trauma, escapando de grupos armados, sin poder comer bien, sin poder respirar y dormir puede transmitir eso a su bebé. En quechua se dice “Mancharisqa Nuñu” (Theidon habla en quechua): “yo estaba con mi teta asustada”. La idea es que nuñu es teta y también es leche, la mujer misma sufrió el susto horrible y también transmitió -con su leche, su sangre- esto a su bebé. Y para ellas era un temor horrible: ¿cómo van a nacer sus bebés? Creían que no podrían ser normales después de todo ese sufrimiento. Dentro de sus preocupaciones centrales era que sus hijos iban a nacer sin uso de razón, también más dispuestos a epilepsia, o creen que esos bebés nacen sin la capacidad de querer a los demás. Entonces hubo maneras de entender el impacto sobre sus bebés.
P. Leer los testimonios de estas mujeres me provocó mucha angustia, cuando ellas narran cómo se enfrentaron a los violadores. Hay un testimonio donde una mujer explica cómo para evitar que violaran a sus hijos se los ataba a sus piernas para sentir que estaban ahí y no en otro lado, que no se los habían llevado a violarlos, mientras a ella la violaban.
K. T. Esa es una de las imágenes más fuertes que tengo. Muchas mujeres hicieron todo lo posible para asegurase de que aún si ellas iban a sufrir la violación nadie iba a tocar nunca a sus hijos. Esa fue una pelea constante. Las madres narran mucho de cómo intentaron salvar a sus hijos de esa experiencia aun si fuera necesario sacrificarse ellas mismas.
P. El sufrimiento es inmenso, intolerable.
K. T. Otra cosa que sale mucho como un tema es el caso de estas mujeres con familiares detenidos, tildados como terroristas, y llevados a los cuarteles. Entonces las mujeres tenían que ir a buscar a las bases militares y sabían lo que les iba a pasar, pero lo hicieron. Las mujeres dicen: ellos tenían a mi hijo, y no me importaba si eran 20, 4, no importaba. Yo iba a hacer lo que tuve que hacer porque yo iba a volver con mi hijo, mi esposo, mi hija, mi hermano. Fue todo un trueque, muy coercitivo: el sexo tal vez puede salvar la vida de un ser querido.
P. Así es como llegás a proponer la categoría de heroísmo femenino para estas mujeres.
Honestamente, lo que más me indigna, más que cualquier otra cosa, es que como esta estrategia no cabe dentro de las narrativas de heroísmo masculino, no entra en el archivo público. Entonces estas mujeres viven con vergüenza, y esto me indigna. Esto que hicieron ellas es heroísmo, totalmente heroísmo femenino, pero no entra en los archivos públicos porque estas son mujeres violadas, degradadas, avergonzadas. Esto hay que cambiarlo.
P. La papa dentro de la vagina de Fausta se convierte en otra estrategia de protección. Es una metáfora potente. ¿Qué parte de la película te gusta más?
Difícil decir, porque me encanta todo. La simbología. Una cosa que salió en los debates en Toronto es que es una película muy conciliadora, que no indica con el dedo. Lo que me fascinó cuando salió en Perú, es cómo la gente completa la película con sus propias narrativas: en la escena cuando la madre está muriendo, canta una canción en quechua sobre su violación y nunca dice quién fue, aunque da a entender que fue el ejército. Pero mucha gente en Perú llenó la historia con sus propias memorias y creyó que era Sendero Luminoso, porque es el enemigo oficial. Eso es interesante, cómo la película abre un espacio para hablar, la gente se queda hablando por horas.
Lo que vemos en cualquier conflicto armado es que los grupos armados tienen patrones de violencia sexual muy diferenciados: las fuerzas armadas, la guerrilla, los campesinos. Lo que veo son patrones: en las historias nacionales no pueden ser violadores. Insisto en esto: si pensamos en justicia y reparación para las mujeres hay que entender que hubo actos de violencia sexual por todos los bandos armados a lo largo de estos años.
P. ¿Cómo se cura la teta asustada?
K. T. Hubo varias maneras. Durante la violencia misma las mujeres acudieron a los curanderos, con limpias, lavándose con hierbas. Y como los curanderos brindan un espacio para hablar, me imagino que hubo una conversa con alguien que podía empatizar con ellas. Por otro lado, también hay una práctica de tomar “agua de olvido”. Y también ayudaron las iglesias evangélicas de la zona.
Quiero agregar que cuando pienso en sanación pienso en justicia, en falta de justicia e impunidad. Porque para mí, parte de la sanación sería la condena a los violadores, la reparación económica y simbólica para estas mujeres. La justicia puede ser muy sanadora. Y ninguna de las mujeres que conozco ha encontrado justicia, muchas sufren de mal de rabia, todavía.
P. Muy emocionante el momento cuando Magaly Solier habla en quechua durante la entrega del Oso de Oro en Berlín, uno de los máximos galardones cinematográficos.
K. T. (Ríe) Yo lloré. Yo estaba llorando. Como académica, no imaginas que alguien vaya a leer tu texto. Muchos textos académicos son horribles, nadie quiere leer salvo quienes tenemos que leer, o porque somos alumnas dedicadas. Intenté escribir de otra manera, conmover como mi trabajo me conmovió en cada etapa. Creo que cuando podemos escribir, como investigadoras comprometidas con la política y con la justicia social, algo que toca a los demás y que inspira una película que va a llegar a muchos más, que cualquier libro, artículo, para mí ha sido una de las cosas más gratificantes.
P. No participaste en el guión, en la película.
K. T. No, no sabía de la película. Ha sido una sorpresa tan linda. ¡Me encanta lo que hizo! Es un texto brillante. Nos hemos comunicado después. Estoy muy agradecida, Claudia me dijo que cuando leyó el libro sabía que iba a ser su próxima película.
Creo mucho en lo que escribió el antropólogo Marcel Mauss, sobre los dones: los dones que circulan entre la gente van tejiendo redes, obligaciones, reciprocidades. Entonces para mí, cuando las mujeres nos hablaron sobre lo que les había pasado nos encargaron hacer algo con lo que habíamos escuchado. Para mí fue un don, un regalo, experiencia inolvidable escuchar a esas mujeres. ¿Y que yo podía hacer algo para corresponder, circular esas experiencias? Es más de lo que hubiera soñado.
Los estudios sobre la memoria colectiva en Centroamérica, se enfrentan a una controversia: por un lado, alguna gente piensa que recordar provoca división social. Otros creen que es urgente y necesario para cerrar heridas. Tanto en Nicaragua como en El Salvador y Guatemala nos preguntamos: ¿hay que rescatar la memoria o hay que olvidar?
Creo que es fundamental investigar sobre la memoria. Pero parto de esta idea: que no podemos caer en el binomio entre memoria-olvido. Hay que plantearlo como memorias-contra-memorias. Siempre hay una lucha total de quienes tienen el poder de narrar lo que pasó. Pero sabemos que no es memoria por un campo y olvido por otro. Es mucho más complejo. Yo he especificado esta ecuación así: hay memoria oficial, del estado, hegemónico, represiva, mala, y a otro lado de este binomio, hay memoria popular, como si fuera intrínsecamente democrática, emancipadora, memoria buena. Y realmente si solo fuera así, una película con buenos y malos, sería más fácil la vida. Es una manera simplista de acercarse a los problemas.
Pienso que en cualquier problema, grupo, comunidad campesina chiquitita no hay una sola memoria popular, que depende con quien hablamos. ¿Las mujeres? Tampoco ellas comparten una sola memoria: algunas era combatientes, algunas eran víctimas, viudas y su esposo era del otro lado… Jamás deberíamos caer en pensar, en reemplazar memoria oficial con memoria popular como algo intrínsecamente democrático. Cualquier espacio social está cruzado por relaciones de poder, de género, de generación, de quienes hablan castellano, maya, lenguas indígenas, quechua. Lo más importante es abrir un espacio para la polifonía, las maneras que la gente narra. Hay lógicas sociales que varían. Las lógicas nacionales pueden estar en contra de las lógicas sociales, de las comunidades. Para mí hay que plantearlo como memorias contra memorias, siempre en plural.
¿Y el olvido?
Debo decir que el olvido no es siempre un arma ejercida por los poderosos, puede ser algo muy deseable por las personas que han sufrido mucho. Creo que hay una tiranía de la memoria, que la gente tiene que recordar todo, narrar todo, no pueden olvidar nada. De vez en cuando, la gente me dice: “si nosotros no olvidáramos algo, sería imposible vivir juntos”. Creo que hay que pensar en una manera mucho más abierta: cómo funcionan memorias, contra-memorias, silencios, olvidos. En algunas asambleas comunales hay todos estos rituales de hacerles recordar lo que habíamos acordado olvidar. Esto es parte de una lógica mucho más compleja, cuando la gente intenta manejar y recomponer la vida social bajo estos contextos, entonces, aunque entiendo desde un aspecto activista el reemplazar memoria oficial y popular, es mucho más complejo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario