10/27/2010

Piedad: unas notas

Arnoldo Kraus

Bueno sería realizar un estudio, en varios periódicos, de corrientes distintas, donde se califiquen las noticias de muy buenas, buenas, regulares, malas o muy malas. La calificación reflejaría las posibles modificaciones en la sociedad o en los individuos que pudiesen devenir a partir de una noticia. Una muy buena, por ejemplo, sería el anuncio del descubrimiento de la vacuna contra el sida; una muy mala, la lapidación por órdenes del gobierno iraní de Sakineh Ashtani; una regular, fue la muerte de Augusto Pinochet sin haber sido sometido a juicio… y así sucesivamente.

Sin haber realizado mi estudio estoy seguro que la mayoría de las noticias del mundo contemporáneo obtendrían calificación reprobatoria. Prevalecen los descalabros, sobre todo, si se observa el mundo a través de los prismas de la justicia, de la libertad y de la pobreza. El cúmulo de malas nuevas es inmenso y cotidiano. A partir de esa realidad, la costumbre gana terreno y la desesperanza se convierte en forma de vida. Quizás por eso, las ejecuciones cotidianas en México, o las muertes de niños en África por enfermedades tratables, como la tuberculosis o el paludismo, aunque alcanzan la prensa, sorprenden e incomodan mucho menos de lo que deberían. Su cotidianidad merma la ira y su persistencia las convierte en fenómenos casi normales. Acostumbrarse y aceptar las malas noticias presagia malos tiempos.

Antídoto contra esa tendencia, Perogrullo dixit, son los sucesos positivos. Para los librepensadores el triunfo de Obama se recibió con alegría y esperanza. La decisión por parte de la academia sueca de otorgar el Premio Nobel de la Paz al chino Liu Xiaobo fue también recibida con beneplácito por quienes atesoran el valor de la justicia y la libertad. Mención aparte merece el inmenso acontecimiento del rescate de los 33 mineros chilenos. Millones de ciudadanos en todo el mundo, cuando se informó que vivían y que había esperanzas de rescatarlos, permanecieron atentos al desenlace. El regocijo y la satisfacción fueron mundiales. Sin duda, el rescate rompió el récord mundial de televisores encendidos en pos de la misma información.

La lección chilena es un testimonio de solidaridad, de compromiso y de justicia. El rescate de los 33 mineros mostró las mejores caras de la condición humana y su liberación cohesionó al mundo. En el aire flotaba la idea de que los mineros eran no sólo chilenos, sino de todo el mundo. Ese tipo de noticias hermanan. Siembran esperanzas.

Los filósofos explican que anterior a la ontología –parte de la metafísica que trata del ser en general y de sus propiedades trascendentales– es la ética, y que anterior a la verdad es la justicia. Además de la lección chilena, hay muchos ejemplos que refuerzan la teoría de la ética como parte inherente de la condición humana. Hace poco se informó del hallazgo en la sierra de Atapuerca (España) de los restos de un anciano que, según estudios científicos, sobrevivió gracias al altruismo de sus congéneres. Un hombre mayor que vivía en Atapuerca hace más de medio millón de años, seguramente encorvado por una deformidad lumbar y con lesiones antiguas que le impedirían caminar y cazar, llegó a vivir más de 45 años, prácticamente un anciano entre aquella gente.

De acuerdo con los científicos, el hombre logró sobrevivir debido a la bondad de sus semejantes, quienes le cedían parte de los animales cazados. Los hallazgos demostraron también lesiones en pelvis y la presencia de vertebras unidas entre sí, lo que seguramente le producía dolor y le impedía caminar. Este hombre o no se movía del sitio, o usaba un bastón, o recibía ayuda de otros; si comía carne era porque otros se la daban y si se desplazaba era porque otros le asistían, señaló Alejandro Bonmati, uno de los autores de la investigación.

Este cazador no habría sobrevivido sin la ayuda de su grupo. Los precursores neandertales lo acompañaron, lo alimentaron e incluso le ayudaron a transportarse. “…No terminó sus días solo, no fue dejado atrás en una marcha. El viejo expiró rodeado de los suyos”, explica Juan Luis Arsuaga, otro de los investigadores.

La historia de Elvis y de los mineros refuerza el concepto de que tanto la ética como otros bienes humanos –altruismo, solidaridad, justicia– son condiciones inherentes a nuestra especie. Esos ejemplos, uno viejo, otro actual, son, frente al universo de malas noticias, destellos de buenos sucesos. La pregunta, también proveniente de la filosofía, radica en descifrar, por qué, si la ética es un bien innato y parte de la condición humana, prevalece el mal sobre el bien. Ese mal se multiplica sin fin y profundiza la crisis actual.

Hace algún tiempo leí en un libro sobre budismo: “El término chino para la palabra ‘crisis’ consta de dos ideogramas: uno significa dificultad; el otro oportunidad”. La vieja sabiduría china es formidable. Elvis y los mineros chilenos ofrecen buenas oportunidades. Siembran esperanzas. Leerlas y diseminarlas sería benéfico. Quizás podrían atenuar un poco las dificultades y la brutalidad del mal.

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