Madrid, 21 ene. 20. AmecoPress.- Las mujeres
dedican 12.500 horas diarias a trabajos no remunerados de cuidados de
niños y niñas, personas ancianas y enfermas, así como tareas domésticas.
El valor económico del trabajo de cuidados no remunerado que llevan a
cabo en todo el mundo las mujeres de 15 o más años asciende al menos a
10,8 billones de dólares anuales, una cifra que triplica el tamaño de la
industria mundial de la tecnología. Son datos de @OxfamIntermon en su informe ‘Tiempo para el cuidado. El trabajo de cuidados y la crisis global de desigualdad’ #TiempoParaElCuidado,
que muestra cómo el modelo económico está alimentando la desigualdad.
Es un sistema que pivota sobre una contradictoria ecuación: se sostiene
porque las mujeres cuidan, pero ellas son precisamente las peor
consideradas.
“Si nadie hiciese el trabajo que garantiza la vida, todo el sistema
económico mundial colapsaría”, destaca Lara Contreras, responsable de
incidencia e investigaciones de Oxfam Intermon. Sin embargo, el 75% de
esas labores son realizadas por las mujeres y niñas sin recibir ninguna
remuneración a cambio. En España, por ejemplo, esta actividad no
remunerada ocupó 130 millones de horas en 2018, lo equivalente a 16
millones de personas trabajando ocho horas al día y a un 14,9% del PIB,
según la Organización Internacional del Trabajo. Pero, además, las
mujeres constituyen dos terceras partes de la mano de obra que se ocupa
del trabajo de cuidado remunerado. Y es, precisamente el sector con más
precariedad. De hecho las trabajadoras domésticas son el colectivo
laboral más pobre del mundo.
La pobreza se ceba con las mujeres ya que este “modelo económico
patriarcal y sexista”, les asigna el rol de los cuidados de manera que
esto se convierte en un impedimento para acceder a la educación y para
su desarrollo político y personal. “A veces, para poder compaginar el
trabajo remunerado con el trabajo doméstico, las mujeres reducen su
jornada”, ejemplifica Contreras, “la tasa de parcialidad laboral en
mujeres en 2018 fue del 24,6%, mientras que para los hombres era del
6,6%”. Esta desigualdad estructural, se arrastra durante toda la
trayectoria vital: el 65 por ciento de personas sin pensión en el mundo
son mujeres. Además, tiene como consecuencia que las mujeres siguen sin
tener espacio en la toma de decisiones. “La pesada y desigual
responsabilidad del trabajo de cuidados que recae sobre las mujeres
perpetúa tanto las desigualdades económicas como la desigualdad de
género”, concluye.
Los 22 hombres más ricos del mundo gozan de más dinero que todas las mujeres de África
Una desigualdad que “está fuera de control”, advierte el informe
‘Tiempo para el cuidado’, nada más empezar. En 2019, los 2153
milmillonarios que hay en el mundo poseían más riqueza que 4600 millones
de personas. Los 22 hombres más ricos del mundo gozan de más dinero que
todas las mujeres de África. El 1% más rico de la población ostenta más
del doble de riqueza que 6.900 millones de personas. Esta enorme brecha
es consecuencia de un sistema económico fallido y sexista que valora
más la riqueza de una élite privilegiada, en su mayoría hombres, que los
miles de millones de horas del esencial trabajo de cuidados no
remunerado o mal remunerado que llevan a cabo fundamentalmente mujeres y
niñas en todo el mundo.
Pero además, la situación tiende a agravarse. Si no se adoptan
medidas firmes, la desigualdad se agrandará mucho más. El envejecimiento
demográfico, los recortes en el gasto público y el cambio climático
amenazan, no solo con agravar la desigualdad económica y de género, sino
con acentuar la crisis que afecta al trabajo de cuidados y a las
personas que los proveen. “La élite rica y poderosa podrá utilizar su
dinero para librarse de las consecuencias de esta crisis, pero las
personas en situación de pobreza y privadas de poder no tendrán esa
oportunidad”, explica Lara Contreras.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) estima que, en 2050,
habrá 100 millones más de personas mayores y 100 millones más de niñas y
niños de entre 6 y 14 años que necesitarán atención y cuidados. A
medida que envejezcan, las personas mayores necesitarán una atención más
intensiva y a largo plazo de unos sistemas de salud que no están
preparados para ello. Se calcula que, en 2025, hasta 2400 millones de
personas vivirán en zonas donde no habrá agua suficiente, de manera que
las mujeres y las niñas se verán obligadas a recorrer mayores distancias
para encontrarla. Asimismo, el cambio climático reducirá la producción
de alimentos y aumentará la incidencia de enfermedades, lo cual
incrementará el estrés y las exigencias de tiempo que sufren mujeres y
niñas, ya que se espera de ellas que hagan el trabajo adicional
necesario para adaptarse a esta nueva situación.
En la radical importancia de los cuidados se encuentra también la posibilidad de generar soluciones
El modelo económico “capitalista y patriarcal” en el que vivimos se
articula según una ética y una visión en la que “el trabajo de cuidados
no remunerado o mal remunerado es prácticamente invisible”. Esto
perpetúa un círculo vicioso de desigualdad económica y de género que a
su vez cronifica la situación actual. “El trabajo de cuidados está
profundamente infravalorado, y tanto los Gobiernos como las empresas dan
por sentado que se va a hacer”, explica Lara Contreras. “De hecho, no
suele considerarse un trabajo como tal, y los recursos dedicados a
realizarlo suelen contabilizarse como un gasto y no como una inversión,
de manera que su aportación resulta invisible a la hora de medir el
progreso económico y establecer las agendas políticas”.
Pero en esta radical importancia de los cuidados se encuentra también
la posibilidad de generar soluciones. “Los Gobiernos de todo el mundo
no solo pueden, sino que deben construir una economía más humana y
feminista, que beneficie al 99% de la población, y no solo al 1%”,
expone el informe. Lara Contreras resume algunas propuestas: Primero,
“reconocer el trabajo de los cuidados”; en segundo lugar, “dar voz a las
mujeres”; es necesaria también “una corresponsabilidad que involucre a
expresas y a los estados”, que deben garantizar la adopción de políticas
jurídicas, económicas y laborales que protejan los derechos de todas
las personas que llevan a cabo el trabajo de cuidados sin remunerar y
remunerado, tanto en el sector formal como en el informal, así como
vigilar la aplicación de dichas políticas.
“Sólo con una subida de un 0,5% en el tipo de impuesto que grava el
patrimonio del 1% más rico del mundo, se podría recaudar fondos para
crear más de 117 millones de puestos de trabajo en sectores como la
educación, la salud y la asistencia a las personas mayores, acabando así
con los déficits de cuidados en estos ámbitos”, expone la ONG en su
informe.
La apuesta tiene que ver con un enfoque integral. Oxfam propone la
adopción de medidas para contribuir a garantizar los derechos de las
personas que asumen el trabajo de cuidados, así como para empezar a
cerrar la brecha entre las trabajadoras de cuidados no remuneradas o mal
remuneradas y la élite rica, que es quien más se aprovecha de su
trabajo.
El colectivo de trabajadoras del hogar y cuidados
El caso del colectivo de las trabajadoras domésticas es
paradigmático. Son las peor pagadas. En España, el nuevo Gobierno se ha
comprometido a ratificar el Convenio 189 OIT. No es la primera vez que
se anuncia y desde luego hay que reclamarlo. Pero las mismas
organizaciones de trabajadoras domésticas destacan que la mejora en sus
condiciones laborales tiene que ir acompañada de otro tipo de políticas
públicas porque si el peso de los costes que implican esas mejoras sigue
recayendo en las familias –en las mujeres- la situación puede resultar
asfixiante. “Desde luego que este sector necesita equiparar sus derechos
laborales al resto de las personas trabajadoras –prestación por
desempleo, bajas de maternidad, jubilación-, pero ha de hacerse cargo el
Estado, como sucede en Francia, por ejemplo”, explica la responsable de
Oxfam.
Algunos testimonios
El informe recoge varios testimonios de mujeres de todo el mundo que
reflejan las enormes desigualdades existentes y que ejemplifican el
aporte que hacen a la sociedad, un aporte que queda invisibilizado en el
entramado de un sistema que alimenta una carrera sin fin por la
acumulación de riqueza, en lugar de valorar lo que realmente importa, la
vida, el postulado fundamental sobre el que construir una economía más
humana y feminista.
Buchhu Devi se levanta cada día a las 03:00 de la mañana para
cocinar, limpiar, y preparar el desayuno y el almuerzo para su familia.
Hay un pozo cerca de su casa, pero como pertenece a la casta más baja
(Dalit) no puede utilizarlo y se ve obligada a recorrer 3 km para
recoger agua, tres veces al día. Cuenta que trabaja en las obras de
construcción de una carretera desde las 08:00 hasta las 17:00, y después
todavía tiene que realizar sus tareas domésticas vespertinas, como ir a
buscar agua y leña, lavar, cocinar, limpiar la casa, y ayudar a sus
hijos e hijas con los deberes. Su jornada termina a medianoche. Si no
recoge la leña, la familia no puede comer, y su marido la golpea por
ello. “No tengo tiempo” dice, “ni siquiera para morirme, porque estarían
condenados... ¿Quién cuidará de ellos y traerá dinero a la familia
cuando yo no esté?”
Regina (nombre ficticio) fue víctima de trata para trabajar en la
casa de un hombre rico en el Reino Unido. Regina explicó que, una vez en
Londres, sus empleadores la obligaban a trabajar todos los días desde
las 06:00 hasta las 23:00 en su elegante apartamento del centro de
Londres. No recibió remuneración alguna durante todo el tiempo que
estuvo allí, ni tampoco tenía permiso para ponerse en contacto con su
familia o hablar con cualquier persona ajena a la casa de sus
empleadores. Dormía en la lavandería y se alimentaba con las sobras de
la comida. Le quitaron el pasaporte, y cuenta que sus empleadores solían
abusar de ella física y verbalmente, llamándola “estúpida” e “inútil”.
Foto: archivo AmecoPress, cedidas por Oxfam, como parte del informe
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