1/19/2020

De padres e hijos



Hijos de la Yihad. Cuatro años después de filmar Regreso a Homs (2013), notable documental sobre la toma de conciencia de dos jóvenes pacifistas incapaces de conciliar sus aspiraciones profesionales con el clima de zozobra de un país perpetuamente en guerra, Talal Derki, cineasta de origen sirio, radicado en Berlín, propone en De padres e hijos (Of Fathers and Sons, 2017), su segundo largo documental, crónica estremecedora de la vida cotidiana de una familia directamente involucrada en la lucha de resistencia contra el gobierno de Damasco y las fuerzas militares estadunidenses, por militantes yihadistas del grupo Al-Nusra, una rama de la organización Al-Qaeda.
La transmisión generacional de una mística de combate a los infieles queda explícita desde el título mismo del documental. Desde la infancia más temprana, los hijos de los yihadistas saben que su existencia entera habrá de estar consagrada al aprendizaje del Corán y a transmitir a sus descendientes las reglas más rígidas de la palabra del profeta. Ello implica no sólo librar una lucha sin cuartel para aniquilar a quienes atenten contra la pureza del dogma religioso, sino a difundir masivamente las enseñanzas de la sharia, la ley islámica. El documentalista Talal Derki regresa así, de su autoexilio alemán a Siria, para dar cuenta del estado en que se encuentra su país luego de largos años de combates, y hacerse luego pasar como un periodista simpatizante de la causa yihadista para infiltrarse en la familia de Abu Osama, ganarse su confianza y filmar muy de cerca, de modo extraordinario, las rutinas de adoctrinamiento espiritual y paramilitar de Ayman y Osama, sus dos hijos pequeños.
Las confidencias a cuadro del patriarca Abu son tan insólitas como reveladoras. Manifiesta de entrada su admiración por las acciones terroristas del 11 de septiembre, al punto de haber elegido para su hijo primogénito el nombre de Osama en honor a su héroe mártir Bin Laden. Esta apología del terror tomará en lo sucesivo las variantes más insospechadas. Presentado como un hombre afable y cariñoso con sus hijos, protector incluso de los pájaros silvestres, creaturas a las que conviene dejar siempre en libertad, no vacila empero en aprobar la crueldad del niño que decapita a un pájaro cautivo, comprendiendo que el hijo sigue fielmente el ejemplo de los yihadistas mayores que de igual manera cercenan las cabezas de sus prisioneros occidentales. Así transcurre la faena diaria en el hogar de Abu Osama, un lugar donde las mujeres sólo tienen presencias fantasmales. El salón de clases es para los hijos de la yihad una prolongación del domicilio patriarcal, un foro alterno de adoctrinamiento y la antesala del terreno de ejercitación castrense donde se pone a prueba el temple de los niños con disciplinas implacables que incluyen disparos con arma de fuego en medio de sus piernas, carreras con saltos a través de aros de fuego, y múltiples pruebas de resistencia al dolor o a la fatiga.
El niño debe volverse experto en el arte de atravesar un territorio literalmente sembrado de minas explosivas plantadas por el enemigo, y también en la técnica de desactivarlas y en la distracción de fabricar a su vez minas o bombas rudimentarias que le servirán de insólito material de juego. La guerra y el riesgo de la muerte se confunden, en ese espíritu infantil, con el excitante reto de una aventura lúdica. No es muy diferente, al respecto, la manera despreocupada en que el patriarca Abu Osama dispara al azar desde un escondite a un objetivo humano en presencia (consternada o cómplice, difícil saberlo), del camarógrafo que filma en directo el asesinato. Al parecer, los asuntos de ética no son de fácil solución al rodar documentales de este tipo.
En De padres e hijos lo que sobresale es el documento vivo de prácticas cotidianas en un territorio al norte de Siria, próximo a las zonas de combate, donde el legado de irracionalidad y fanatismo religioso ha suplantado por completo la transmisión de un saber moral y humanista de una generación a otra. El realizador Talal Derki sumerge al espectador en esa diaria instrucción del terrorista en ciernes, dejándole la responsabilidad entera de sus asombros y de sus posibles conclusiones. Una crónica escalofriante.
Se exhibe en la cartelera alterna de Cineteca Nacional, Cinemanía Loreto, Casa del Cine y Cine Tonalá.
Twitter: @CarlosBonfil1

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