Cuando es la mujer quien migra son otras mujeres -hijas, hermanas mayores, madres, suegras o tías, las que se encargan del cuidado de las y los más pequeños. Pocas veces ellas tienen la posibilidad de elegir si aceptan cuidar o no a esa niñez y adolescencia, se convierten en el eslabón más débil de las cadenas globales de cuidados. Pero las migrantes no escapan a ese rol, a su vez, ellas se convierten en cuidadoras de otras personas (niñez, adolescencia o personas enfermas o de la tercera edad) ayudando a sostener el desarrollo de las familias en los países de destino.
En el caso de las parejas y madres de los sobrevivientes del incendio en la estancia migratoria de Ciudad Juárez, la fotografía se repite, pero ahora con sus hijas e hijos y sus parejas, quienes tras el incendio tienen secuelas de por vida y dependerán para siempre de alguien más. Ahora no solo cuidarán de ellos, también sostendrán los gastos familiares.
La noche del 27 de marzo, la vida les cambió a 67 familias migrantes. Un incendio en la estancia migratoria de Ciudad Juárez cobró la vida de 40 migrantes y dejó a 27 con estragos físicos y neurológicos de por vida. Agentes del Instituto Nacional de Migración (INM) decidieron no abrir la celda de los hombres. Sus familias se romperían para siempre, en lo literal y lo metafórico.
Estos 67 hombres formaban parte de las más de 60 mil detenciones migratorias de hombres que se hicieron en el primer trimestre del año en todo el país, y las 2 mil 675 en Ciudad Juárez, así como de las detenciones arbitrarias que realizan lo mismo policías locales que Guardia Nacional y agentes migratorios.
Aunque las afectaciones las vivieron los jóvenes migrantes, sus familias han sostenido el proceso de rehabilitación de los sobrevivientes, el duelo de quienes murieron y la reconstrucción de los proyectos de vida de las familias sin el padre o el hijo.
Mario salió de Honduras porque se quedó sin trabajo y la situación económica en su país es compleja, buscaba darle mejores oportunidades a su hija. Aunque sobrevivió, poco recuerda de esa noche. Estuvo más de un mes en el hospital, y debido a que dejó de recibir oxígeno por un periodo largo durante el incendio, tiene daños neurológicos, además de los físicos. Daniela, su pareja, e Irma, su mamá, se enteraron de lo ocurrido por la televisión, incluso el nombre de Mario apareció como parte de los fallecidos. Ellas comenzaron a buscar información, pero fue inútil. Ninguna autoridad les llamó. Luego de semanas se comunicaron con ellas de un hospital pues necesitaban su autorización para intervenir quirúrgicamente a Mario. Respiraron al saberlo con vida.
En Honduras buscaron quién les prestara dinero para viajar a México y apoyo para tramitar sus visas. Nunca imaginaron el escenario que encontraron. Mario no se acuerda de su hija, le cuesta trabajo sostener una conversación y a momentos parece perdido en los recuerdos de esa noche. Aunque Irma da gracias que su hijo está vivo, sabe que no volverá a ser como antes, “doy gracias a Dios que mi hijo esté vivo, pero ¿qué vida le espera?, mi hijo era trabajador, platicador y ahora me duele verlo así”. “Es difícil ver a mi esposo así, es como un niño, yo tengo que hacerle casi todo. También duele saber que no recuerda a su hija, y pienso que también a él le dolerá no recordar”.
Para Elizabeth la situación no es diferente, su esposo también tiene afectaciones de por vida en órganos internos y neurológicas. En Guatemala se quedaron sus dos hijos al cuidado de su abuela, ella está aquí desde hace meses sosteniendo a Ricardo, ayudándolo con su seguimiento médico y tratando de entender en qué momento la búsqueda de mejores oportunidades para su familia, de brindarles estudios a su hija e hijo terminó con su esposo encerrado en una celda, con quemaduras internas y externas y complicaciones neurológicas. “Estoy dividida, aquí está mi esposo, pero allá están mis hijos”.
Dalia vino a cuidar a su hijo, en su país quedaron sus otros hijos y su esposo. Tuvo que renunciar a su trabajo. Mariana, hipotecó su casa para el viaje de su hijo, ahora todo lo que construyó por años está en riesgo de perderlo, porque este gobierno criminalizó la migración y los agentes migratorios encerraron a las personas -aún si contaban con documentos de estancia migratoria regular- en condiciones deplorables y decidieron no abrirles la celda en medio del incendio.
Las mujeres de las familias de los migrantes fallecidos, no solo tienen que sostener el proceso de duelo con sus hijas e hijos, sino reinventarse para sostener a sus familias, en contextos de pocas oportunidades y violencias reiteradas, las mismas causas que empujaron a sus parejas, hermanos e hijos a salir de sus países en busca de mejores oportunidades, de vidas dignas.
En la mayoría de los casos son las mujeres quienes están sostenido las luchas: por atención médica, por recuperación psicológica, por sus hijas e hijos, por justicia, por reparación del daño, y por recuperar sus proyectos de vida en familia.
Si hacemos un recuento personal, familiar o histórico de las grandes luchas y acontecimientos trágicos de nuestras vidas y países, serán las mujeres quienes estarán sosteniendo las luchas. Es urgente reconocer que el cuidado es trabajo, reconocerlo es reconocernos, es buscar mejorar sus situaciones y resignificarlas en la historia.
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