5/25/2024

El advenimiento del poder cultural femenino

 Hermann Bellinghausen

En la década de 1970 se gesta un feminismo teórico-práctico desde zonas de la pequeña y la mediana burguesía ilustrada. En 1976, las inolvidables Alaíde Foppa y Margarita García Flores fundan la revista Fem. Un par de años después Foppa negocia que la imprima Unomásuno. El diario la obsequia a sus 9 mil suscriptores. Siendo la primera publicación de género en América Latina, y con la participación de Elena Urrutia, Carmen Lugo, Lourdes Arizpe, Margarita Peña y Marta Lamas, alcanza una influencia más testimonial que práctica. Otras voces son las de Marcela Largarde y Elí Bartra. Se suman las escritoras Margo Glantz, Clara Sefchovich, Elena Poniatowska y hasta la priísta María Luisa La China Mendoza.

Más Simone de Beauvoir que Rosario Castellanos, el feminismo mexicano inicia una marcha hacia la igualdad y las cuotas de género, la reivindicación del trabajo doméstico y el trabajo sexual consentido, los derechos laborales, la despatriarcalización de la cultura y la creación artística, la participación política. Castellanos es embajadora, nada menos que en Israel, en 1971. Por primera vez una mujer, Rosa Luz Alegría, ocupa una secretaría de gobierno (Educación, igual que Vasconcelos) en el sexenio de López Portillo. La poeta priísta Griselda Álvarez llega a gobernadora de Colima en 1979. A partir de 1987 La Jornada publica el suplemento feminista Doble Jornada. Cuando Carmen Lira asume la dirección del diario pasa a llamarse Triple Jornada, bajo la conducción de Rosa Rojas y Ximena Bedregal hasta enero de 2006.

Cada día es menos raro que mujeres asuman cargos en el Estado. En la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Elena Sandoval es nombrada directora de Economía en 1977, y poco después la física Ana María Cetto dirige la Facultad de Ciencias. Son las primeras en un cargo directivo dentro de la máxima casa de estudios. Ello contrasta con la situación en 2024, donde tan sólo el sector cultural de la UNAM es dirigido en casi todos sus niveles por escritoras y funcionarias. Cada vez resulta menos excepcional que el gobierno, el Congreso, las cortes, universidades y organizaciones independientes incluyan mujeres en los cargos más altos. La Ciudad de México fue gobernada por una mujer por primera ocasión en 1999. México está por elegir a la primera presidenta en su historia.

El sector cultural se caracteriza por los mandos femeninos a partir del gobierno foxista en 2000, con la periodista Sari Bermúdez al frente del Conaculta, y luego Consuelo Sáizar, en 2009. Actualmente, las secretarías de Cultura federal y capitalina son encabezadas por Alejandra Frausto y Claudia Stella Curiel de Icaza. Lucina Jiménez dirige Bellas Artes. La estructura del sector incluye numerosas mujeres, como la experimentada y muy influyente Marina Núñez Bespalova.

Aunque la izquierda fue el nicho fundador del feminismo, será con el gobierno derechista de Vicente Fox y la voz de su consorte Marta Sahagún que se popularice lo del empoderamiento femenino. Funcionarias, intelectuales y figuras mediáticas se reúnen para proclamarlo, y las primeras damas panistas tienen agenda propia. Un cierto retroceso lo trae el retorno del PRI en 2012 con una primera dama decorativa. Enrique Peña Nieto devuelve el sector cultural a Rafael Tovar y de Teresa, a cuya muerte, en 2016, asume el cargo Cristina García Cepeda.

Muchas batallas han ganado las mujeres en México y el mundo. En cuanto al poder político y el cultural, el hecho es innegable. A escala institucional, vemos un progreso incesante: leyes, derechos específicos, cuotas de género que determinan candidaturas, cargos, premios, becas, publicaciones. La figura mexicana más universal es una mujer: Frida Kahlo. Las artes plásticas, el cine, la música se han poblado de creadoras y promotoras.

Fue crucial para el medio cultural la explosión del movimiento MeToo en 2019, donde las denuncias por acoso, violación, abuso laboral o físico y discriminación tocaron fuertemente a círculos literarios, periodísticos, académicos y artísticos. Los señalamientos contra figuras masculinas beneficiarias del patriarcado y sus pactos fueron exhibidas demoledoramente en las redes sociales y los medios, sobre todo alternativos o progresistas. La iniciativa privada, la derecha escolar y la profesional quedaron extrañamente intocadas. Como si en las empresas o los medios de corte conservador no existieran abusos. O donde, calladas, las mujeres se ven más bonitas.

Eso y las contundentes movilizaciones feministas establecen la inevitabilidad del factor femenino, sin ignorar el crecimiento paralelo de la violencia contra las mujeres. La epidemia de violaciones, secuestros, explotación sexual y feminicidios en México resulta alarmante y no parece amainar. Ellas funcionarias, escritoras consagradas, científicas, cineastas, pintoras, emprendedoras y, cada vez más, ellas víctimas de la criminalidad masculina.

Con el triunfo electoral de Andrés Manuel López Obrador, la reivindicación formal de las mujeres se reforzó. La historiadora Beatriz Gutiérrez Müller, quien ya no se denomina primera dama, promovió una revisión histórica que realza olvidadas o subestimadas creadoras y heroínas.

El gabinete presidencial es paritario, algo nominalmente nunca visto. Confirmando la tendencia en el gobierno y la UNAM, durante años el verdadero cerebro de la importante Feria Internacional del Libro de Guadalajara ha sido una mujer, la editora Marisol Schultz Manaut. Entre el triunfo moral y la corrección política, las mujeres han alcanzado gran impacto en el medio cultural.

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