Serpientes y Escaleras
Salvador García Soto
Con la decisión de Estados Unidos y Cuba de reanudar relaciones diplomáticas, después de más de medio siglo de frialdad, aislamiento y tensión entre el gigante del norte y la isla comunista del Caribe, la política y la geopolítica en el continente americano, en Latinoamérica, y en el mundo dará un vuelco histórico.
Se terminarán así 54 años de un juego político de rispideces y tensiones que pasó desde la época de la Guerra Fría, el episodio de Bahía de Cochinos y la crisis de los misiles, hasta el marielazo, los secuestros de aviones, la toma de prisioneros y el embargo económico a la isla. Durante todo ese tiempo, la relación entre la Casa Blanca y La Habana fue un tema recurrente en la política latinoamericana y marcó también una parte de la historia mundial por el papel de aliado que jugó el régimen de Fidel Castro con la desaparecida Unión Soviética y el extinto bloque socialista.
Durante estas cinco décadas México jugó en distintas etapas un papel clave de enlace y mediador en las tensiones entre Washington y La Habana. Incluso, en alguna época ese papel posicionó a la diplomacia mexicana como una de las más importantes en América Latina, aunque eso cambió con el rediseño de la política exterior hacia Cuba iniciada en el gobierno de Vicente Fox por el entonces canciller Jorge Castañeda que prefirió acercarse mucho más a la Casa Blanca que al régimen cubano, con el que México se distanció a partir de los gobiernos panistas.
Ayer, tras la liberación del contratista Alan Gross y de un agente de inteligencia estadounidense, a cambio de tres agentes cubanos, la administración de Barack Obama y el gobierno de Raúl Castro anunciaron su decisión de normalizar las relaciones diplomáticas suspendidas desde 1961, después del fallido intento de invasión norteamericana, al tiempo que, ambos gobiernos, hablaron de restaurar los intercambios comerciales, el libre tránsito de ciudadanos entre sus países y las operaciones financieras.
Lo único que falta es que el Congreso de Estados Unidos autorice la eliminación total del embargo económico impuesto por su país a Cuba desde los años 60 y que se recrudeció en la administración de Ronald Reagan, llegando a asilar completamente a la economía cubana y provocando un grave deterioro en la planta productiva y la modernización del país caribeño.
Ayer en México y en el mundo había expresiones de aceptación y júbilo ante el anuncio de un reencuentro entre Washington y La Habana, lo mismo desde Los Pinos que desde las fuerzas políticas. La decisión de la administración Obama supone no sólo el fin del último resabio de la Guerra Fría que quedaba en el mundo, sino el restablecimiento de una relación histórica que beneficiará a los dos países, pero que sin duda tendrá beneficios directos para los cubanos, tanto en la posibilidad de inversiones y prosperidad y modernización de su país, como en el reencuentro de miles de familias de cubano-americanos que habían sido separadas y divididas por el exilio y la expulsión.
Será interesante ver cómo se plantean los términos de una nueva relación entre Estados Unidos y Cuba, sobre todo a partir de la condición soberana de la isla y de su papel histórico como el único enclave en el mundo que resistió, contra viento y marea, a la presión del mayor imperio moderno.
NOTAS INDISCRETAS… Hay cosas que nunca cambian y los usos y estilos del viejo PRI son una de ellas. En Tabasco, al calor de la lucha por las candidaturas priístas a la Cámara de Diputados, varios priístas con méritos, hombres y mujeres, se han visto aplastados por la prepotencia y el caciquismo del ex gobernador Manuel Andrade, quien con el apoyo de César Camacho y Encarnación Alfaro, pretende imponer su candidatura y ejercer derecho de veto sobre otros aspirantes, incluidas mujeres que han hecho trabajo de base. No falta en Tabasco quien recuerde que la historia de Andrade está llena de traiciones políticas. Siendo diputado local en 98 era operador de Arturo Núñez, el hoy gobernador tabasqueño, que en esa época aún militaba en el PRI. Cuando la candidatura a gobernador en aquel año no favoreció ni a Humberto Mayans ni a Núñez, Roberto Madrazo decidió imponer a Manuel Andrade, quien con toda su inexperiencia no dudo ni un segundo en traicionar a su amigo Núñez. Andrade aprovechó la estructura que había armado para Arturo para hacer su propia campaña y ganó por un margen tan pequeño, que el Trife decidió anular la elección por la intervención de Madrazo como gobernador. Al repetirse la elección Andrade volvió a ganar, pero una vez en la gubernatura traicionaría a su tutor Madrazo cuando éste quiso ser senador. Desde el gobierno, Manuel pactó con Andrés Manuel López Obrador para frenar a Madrazo y evitar que ganara el estado. Hoy que quiere ser diputado, Andrade no ha dudado en buscar a su antiguo amigo, pero cuentan que Madrazo al verlo venir prefirió tomar otro atajo —como aquel del maratón de Berlín— y de plano le negó todo apoyo a su antiguo pupilo. Ni hablar, hay cosas que no cambian… Los dados se aproximan al cierre del año. Escalera doble para todos los lectores.
sgarciasoto@hotmail.com
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