MÉXICO,
D.F. (Proceso).- El movimiento que ha surgido a raíz de la desaparición
y masacre de los estudiantes de Ayotzinapa tiene enormes implicaciones
globales e históricas. La batalla por los recursos naturales, la
cultura milenaria y el sistema político mexicanos constituye una prueba
de fuerza tanto para la oligarquía global y sus aparatos represores
como para la movilización ciudadana mundial por la paz, el medio
ambiente y la justicia. Es responsabilidad de todos los mexicanos
dentro y fuera del país, así como de los ciudadanos conscientes en todo
el mundo, poner su granito de arena para asegurar que el desenlace de
la crisis actual no abra la puerta al renacimiento del fascismo global
y que, por el contrario, pavimente el camino para la liberación humana.
México juega hoy un papel
similar al de España durante la Guerra Civil de 1936-1939. El trágico
resultado de aquel conflicto preparó el terreno para el inicio de la
Segunda Guerra Mundial. Apenas cinco meses después de que el general
Francisco Franco declarara su victoria sobre las fuerzas republicanas
en 1939, alcanzada con el apoyo decidido de la Alemania nazi, Adolfo
Hitler invadiría Polonia. Posteriormente se multiplicaría
exponencialmente la cantidad de personas exterminadas diariamente en
los “campos de concentración” del Tercer Reich.
Durante aquella Guerra Civil, Estados Unidos, Francia y
Gran Bretaña observaron pasivos y fueron cómplices de la destrucción de
la democracia en España y después en toda Europa. Hoy, de manera
similar, estas mismas potencias facilitan la destrucción de la
democracia mexicana al encubrir y avalar ciegamente a una clase
política que ha perdido totalmente la confianza de su pueblo.
Esto ocurre porque la llegada de una democracia popular y
participativa en México pondría en riesgo importantes negocios de las
grandes potencias. Más allá del evidente interés de Washington en el
petróleo, los recursos naturales y las drogas, México es hoy uno de los
nudos críticos para la articulación del crimen organizado y de los
flujos financieros, lícitos e ilícitos, a nivel internacional. Fuentes
oficiales estiman que se blanquean por lo menos 50 mil millones de
dólares (aproximadamente 700 mil millones de pesos mexicanos)
anualmente en México, aunque probablemente el monto es mucho mayor ya
que por la naturaleza del delito se esconde de la vista de las
autoridades. Y la mayor parte de este dinero no se queda en México,
sino que una vez “limpiado” es transferido de regreso a Estados Unidos
con el apoyo de las grandes instituciones financieras de Wall Street.
De acuerdo con Antonio María Costa, anterior jefe de la
oficina de combate a las drogas y el crimen organizado de las Naciones
Unidas, fue precisamente por medio de un aumento en los flujos del
dinero del narco que el sistema financiero de Estados Unidos pudo
recuperarse de la enorme crisis de 2008. En su importante reporte sobre
el tema para The Guardian (véase: http://ow.ly/FIKtm), Ed Vulliamy ha
expuesto todos los detalles sobre la sangrienta complicidad entre el
sector bancario formal y los peores criminales del mundo.
Por otro lado, un estudio de la Universidad de San Diego
estima que un promedio de 252 mil armas estadunidenses cruzan la
frontera hacia México cada año, lo cual implica ganancias de
aproximadamente 127 millones de dólares anuales para fabricantes de
armas en el país del norte. Asimismo, el endurecimiento militar de la
frontera de Estados Unidos con México ha generado enormes ganancias
para los traficantes de personas. Sus servicios delincuenciales son
ahora más cotizados que nunca para quienes quieran cruzar el río Bravo.
Y la limpia parcial que se ha hecho del sistema político
colombiano, erróneamente considerado por algunos como ejemplo para
nuestro país, ha empeorado la situación en México. El resultado ha sido
la mudanza y la concentración en territorio mexicano de cada vez más
nudos de comunicación y mandos del crimen organizado internacional. Una
limpia profunda en México inevitablemente obligaría a los principales
mandos del crimen organizado a trasladarse a otros países, o incluso a
Estados Unidos, lo cual pondría en riesgo la “seguridad nacional” de
Washington.
Lo anterior explica las constantes amenazas de parte del
secretario de Marina, almirante Vidal Soberón, a los normalistas de
Ayotzinapa, al pueblo de Guerrero y a todos los estudiantes y
activistas del país. Los cables oficiales difundidos por Wikileaks han
demostrado que la Marina es la institución de “seguridad” mexicana más
cercana a Washington. La inédita agresividad y protagonismo del
secretario solamente se explica porque se siente protegido por el
gobierno de Barack Obama, o incluso está recibiendo órdenes de él.
De acuerdo con el INEGI, los ciudadanos denuncian
solamente 3 millones de los 33 millones de delitos que se cometen al
año en el país. En consecuencia, el único camino para acabar con la
impunidad será generar un contexto en el que los ciudadanos se sientan
suficientemente empoderados para que puedan denunciar las violaciones
sistemáticas a sus derechos, su vida y su patrimonio. Pero este
resultado solamente se podría alcanzar a partir de una transformación
radical en la orientación del gobierno. En lugar de ser adversarios y
obstáculos para el libre desarrollo del pueblo, las autoridades
tendrían que fungir como sus aliados.
Así pues, la raíz de los problemas actuales en el país no
es el disfuncionamiento institucional ni siquiera la corrupción, sino
la total falta de legitimidad del sistema político y de la clase
política que lo controla. Solamente un nuevo gobierno participativo y
popular podría empezar a resolver los graves problemas actuales.
Trabajemos todos para hacerlo realidad y de paso ponerle un alto
histórico al proceso de expansión mundial de represión, exclusión e
injusticia. l
www.johnackerman.blogspot.com
Twitter: @JohnMAckerman
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