El
Estado mexicano exige la renuncia del pueblo a ejercer sus derechos
sociales, exige la renuncia al reclamo por la presentación de los 43,
exige la renuncia a una historia sin opresión; eso y mucho más está
detrás de sus hechos, chantajes y declaraciones. ¿Habíase visto régimen
más descarado? Su problema es que además sabe que si el pueblo no
renuncia a sus exigencias de hoy, tendrá que oponerse firmemente al
Estado que lo subyuga.
Un régimen acorralado que trabaja por
desacreditar a los oprimidos con la cantaleta tradicional de que nos
mueven intereses oscuros y manipulaciones alevosas contra la inocencia
del Estado, ver para creer. Un régimen de intereses imperiales,
coludido con todas las agencias yanquis, manipulado por todas las
dependencias del gran capital, pretende que el pueblo renuncie a su
legítima lucha, y todavía que se resigne dócilmente a la sangrienta
salida militar.
Los hechos vueltos de cabeza, un Estado
criminal que criminaliza al pueblo, una plutocracia ofendida por los
reclamos populares frente a la miseria escandalosa producto de sus
políticas, unos partidos políticos parasitarios que se creen destinados
a gobernar por siempre, una burocracia pomposa apegada a un patrón de
corruptelas, unos aparatos represivos contrariados ante la resistencia
popular, una mediática embustera que desautoriza toda verdad. Justo en
el momento en que el Estado queda evidenciado en la última de sus
artimañas asesinas; recoge las acciones que lo hunden para “exaltar”
sus funciones entre provocaciones y represión con la engañifa de
hacerse el ofendido, así es, el mismo régimen de siempre, con la
alevosía de toda la vida contra los pobres del campo y la ciudad.
Ya este narco Estado es incapaz de percibir las direcciones en el
cambio de conciencia social que forjan en el pueblo una perspectiva de
ruptura desenmascarando continuamente su carácter y agresiones. Estas
direcciones consisten en la comprensión popular de que el actual Estado
es factor estelar de las tragedias sociales que le ocurren, que es una
maquinaria al servicio de los capitalistas de toda calaña, que
simboliza un poder opresivo a espaldas de los intereses populares, que
va contra la naturaleza y condición de una sociedad verdaderamente
libre, que es un arsenal de violencia institucional contra el pueblo.
El Estado burgués mexicano está incapacitado para “ponerse a la altura”
de los acontecimientos; puesto que sus cualidades estructurales lo
ponen en oposición a todo cambio progresista o democrático, para no
hablar de su disociación respecto de la necesidad de cambios
revolucionarios. Se dice que el Estado debiese reformarse, pero por
toda evidencia de sus actos de poder y estructuras la susodicha reforma
resulta un imposible, todo cuanto hace son esencialmente
contrarreformas y fundamentos de un Estado neocolonizado de tendencias
ultra reaccionarias.
Es verdad que la disminución del Estado
frente a lo social tiene que ver con las condiciones que éste abonó en
la conformación de los actuales antagonismos del país y la ruina en que
se hunde, dicha disminución se proyecta en tres direcciones
principales:
a) La primera viene de las pretensiones
oligárquicas de liquidar el elemento de “política social”, vislumbradas
en sus round de sombra entre Televisa, los monopolios afectados en el
proyecto de tren México-Querétaro, la casita blanca y el poder
ejecutivo, que resaltan las amenazas internas de la burguesía para con
Los Pinos exigiendo la asunción de mano dura o la destitución por algún
duro mandamás beltroniano, si es que el actual inquilino no puede
cumplir más con su rol.
b) Otra más ambigua y oportunista que
rechaza al Estado, pero para relegitimarlo por un individualismo que
postula el poder del mercado, el consumismo y las concesiones mínimas
para cierto equilibrio entre las clases, bajo la cristalización de la
cultura de masas del capitalismo con un Estado degradado, menos
intervencionista.
c) La tercera que surge de la crítica en
las entrañas de sus contradicciones, por la opresión descubierta sobre
las inconsistencias del Estado frente a los intereses de las clases
populares hacia la conciencia social antagónica, rechazándolo en su
raíz, avizorando un Estado de los explotados y oprimidos.
El
Estado está disminuido por las consecuencias de sus acciones, en estos
aspectos simplemente brotan las pugnas de clases, pero eso lo hace más
peligroso porque en su desestabilización general, las mismas clases
dominantes lo conducen a la máxima forma represiva frente a cualquier
situación que se les salga de control.
Tal es el debate entre
las ofertas políticas burguesas y la lucha por un mundo nuevo en el
modo de organización social y pensamiento revolucionario del pueblo
mexicano. La burguesía y sus aparatos siguen apostando a su hegemonía,
en su mecánica se empecinan en los pasos de su tradicional política
contra el movimiento:
1.- aislar a quienes combaten,
2.- arrebatarles sus banderas,
3.- difamar a sus protagonistas,
4.- imponer su versión de los hechos,
5.- reprimir los reductos.
Pero
esta vez nada les salió bien, a pesar de los graves daños que
ocasionan, ni uno solo de sus postulados logró quebrar al movimiento,
todo lo contrario, sirvieron para ponerlo a prueba, para redefinir el
horizonte de lucha al punto de la necesidad de un poder popular y
proletario.
Ya que no aceptan las responsabilidades de su
crimen, los opresores se hundieron en sus juegos de poder congraciados
en que todo se resolvía con arreglos entre cúpulas engañando a nuestro
pueblo. Sus viciadas relaciones de poder no les permitieron retomar
alguna objetividad en sus acciones que finalmente trabajaron en su
contra, sus mentiras, su siembra de versiones oficiales, una tras otra,
quedaron en el descrédito, cada día que pasa los 43 se nos presentan
como reos inconfesables del más grande crimen de Estado, así hubiese
una derrota total del movimiento, el Estado quedará manchado de sangre
hasta el último de sus días.
Su geometría política que
siempre llevaba la voz de mando, que conducía “la vida nacional” y
marcaba “la opinión pública”, hoy es prédica de laboratorios, le hace
daño el sol, no soporta la crítica popular; en breve tiempo está siendo
desplazada del centro gravitacional de la acción política para
replantearnos la lucha de clases en un contexto especial. Llega el
momento de trazarse la soberanía del pueblo a través de nuevas
instancias que organicen, resguarden y direccionen sus luchas. Ya el
pueblo y sus sectores protagonistas no deben renunciar a esta gran
conquista de la que depende su vida y su porvenir, organizarse
independientemente.
En diciembre se impulsan importantes
tareas, todas ellas se enfocan al crecimiento de la lucha, al no
abandono de las demandas, aun cuando se presenten divergencias de
procedimiento, tienen la misión de agotar la fase actual de la lucha y
sus formas, de buscar el desarrollo del movimiento popular y
revolucionario, de superar el auto-bloqueo permitiendo el desarrollo de
la representación popular (y el sentido de la democracia popular) en
cualquiera de sus manifestaciones.
Ahora que el régimen
vuelve a ensañarse con la indoblegable Ayotzinapa, la exigencia de
renuncia de Peña Nieto es coherente con los intereses populares en
tanto es indispensable a cualquier solución progresiva de la situación
actual, y en el sentido de que ello es un punto de partida al
desarrollo de un nuevo contexto para la lucha de clases, la línea
revolucionaria emana de las actuales condiciones de las clases y
sectores populares, hay que dar este empujón al sistema para que se
desborde el movimiento de masas en formas de combate que lo escalen.
Efectivamente la renuncia de este personaje sólo puede producirse por
efecto de un movimiento fortalecido, renuncia formal, deposición real a
manos del pueblo.
Aunque la oligarquía sugiere que su apoyo a
Peña no es definitivo en caso de que este señor no pudiera servir con
eficacia a sus intereses, su apuesta es y será al recambio de un
político burgués por otro político burgués.
Pero esas son sus
cuentas alegres, sus apuestas en la contienda (y no se puede hacer nada
por evitarlas, es parte del riesgo de toda lucha); ciertamente la
deposición del poder de tan nefasto títere se puede convertir en una
fuerza real para que el pueblo pueda cambiar a los gobernantes, a las
estructuras del poder, y sucesivamente darse sus propias autoridades,
concretar muchas demandas democráticas y cambiar al Estado.
El pueblo no sueña en que la salida de Peña Nieto resuelva todos sus
problemas o cambie de raíz la naturaleza del Estado, se mezclan su
indignación y convencimiento de que este personaje telenovelero es un
impedimento a sus demandas y que es un golpe necesario al Estado
opresor. Ningún proceso revolucionario en la historia ha cambiado por
completo el viejo orden sin antes acumular pequeñas victorias y grandes
fuerzas. Pero el pueblo es consecuente en que con este acto romperá la
línea de la política dominante, abrirá el expediente de los crímenes de
Estado, rescatará a sus hijos de las penumbras, reimpulsando sus
facultades de lucha al desequilibrar la relación de fuerzas existente.
El pueblo no confía en las demás instituciones e instrumentos
desacreditados del Estado, pero acrecentará la convicción de que
ninguna de ellas tendrá legitimidad, ni podrán tomar fácilmente la
conducción del país por los cauces de siempre.
Si el pueblo
mexicano construye organización general (germinación de un poder
popular de combate) sin perderse en formalismos legaloides, para este y
otros actos sus demandas se alcanzarán. La salida de Peña Nieto entre
otras cuestiones requiere de instrumentos políticos del pueblo, más
poderosos, de un elevado consenso nacional sobre la base de sus
intereses. La juventud, los campesinos, las mujeres, el proletariado,
la intelectualidad y sectores laboriosos saldrán convalidados en sus
aspiraciones históricas, tienen una posibilidad en frente al desplegar
nuevas luchas bajo su propia bandera y dirección, por eso hoy deben
golpear por el punto más débil del Estado siendo además su centro de
poder político, abriendo un escenario de multiplicidad de sus luchas,
de mayor calado en sus aspiraciones políticas de emancipación; es por
este punto que nuestros reclamos se potenciarán sin importar los plazos
que se tome la lucha, sino la concentración de sus fuerzas.
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