Política Zoom
Ricardo Raphael
Nació en Reynosa. De allá le viene el apellido materno. El paterno le llegó desde Tampico o San Fernando; es por tanto tamaulipeco por los cuatro costados. No se trata de un empresario cuyo perfil pueda obtenerse con facilidad en las redes. ¿Cuántos años tiene? ¿Qué, cuándo y dónde estudió? ¿Cuándo migró al Valle de México? ¿Cuál fue su primera obra como constructor?
Estas y otras son interrogantes difíciles de satisfacer. Puede afirmarse que se trata de un hombre discreto a quien no tienta la vanidad ni la ostentación; tampoco la transparencia.
Es sin embargo más sencillo rastrear las huellas de su emporio. El dinero es algo que no puede esconderse, sobre todo cuando se multiplica con rapidez.
Al parecer comenzó su fortuna en el negocio de la serigrafía: fabricaba banderines, camisetas, botones, pendones, carteles y todo lo que se necesita en la política electoral.
Rumores añejos aseguran que participó en tiempos del gobernador mexiquense Alfredo del Mazo González, ya como proveedor de artículos para campaña. Aquel habría sido su primer contacto con el grupo Atlacomulco.
Entonces fue que aprendió sobre la importancia de contar con un menú amplio de servicios para ofrecer a los políticos. Un talento que paga muy bien en un país donde venderle cosas al gobierno es el mejor negocio posible.
En los años noventa fundó una constructora y participó en la carretera Zamora-La Piedad; una obra relativamente pequeña que sin embargo le permitiría adentrarse luego en una avenida harto exitosa.
El golpe de suerte lo obtuvo con Arturo Montiel Rojas quien lo invitó para que formara parte del selecto grupo de constructoras conocido como el Consorcio Integrador, gracias al cual aquel político, ahora caído en desgracia, pudo emprender durante su mandato una cantidad considerable de obra pública.
Al principio fue uno más, pero con el tiempo este tamaulipeco supo demostrar dos cosas que todo funcionario metido en tareas de infraestructura pública agradece: eficiencia y generosidad.
Para la campaña del año 2000, este contratista hizo una donación de medio millón de pesos a la campaña nacional del PRI. Esa cifra es ridícula comparada con la que entregaría doce años después.
Su suerte creció con la salida de Montiel: pasó a convertirse en uno de los tres contratistas que podían hacer cumplir, en tiempo y forma, los compromisos notariados más relevantes del siguiente gobernador.
Le entregaron caminos rurales y carreteras federales; también construyó hospitales, entre ellos el regional de Zumpango cuyo costo fue de 7 mil millones de pesos. Luego vino el Viaducto Elevado Bicentenario, la autopista Toluca-Naucalpan, el aeropuerto internacional de Toluca, la carretera Toluca-Atlacomulco, y con todos esos retos bien resueltos hizo lucir al aspirante presidencial.
Cabe hacer notar que no por ello dejó atrás su empresa de serigrafía; su sociedad Publicidad y Artículos Creativos, gracias al fructífero negocio de las campañas, nunca dejó de crecer. Una ampliación en su línea empresarial fue la puesta en marcha de una compañía de taxis aéreos que cuenta hoy con una lista de clientes bastante amplia.
Lleva como nombre paradójico el de el dios Eolo, quien fue capaz de encerrar dentro de un saco los vientos desfavorables para que Ulises pudiera llegar a su añorada isla, Ítaca.
(Según cuenta La Odisea, cuando por curiosidad los compañeros de viaje de ese héroe mitológico abrieron aquel saco, los aires furibundos provocaron una tormenta terrible).
Se rumora que la mayoría de las dependencias del gobierno federal han acudido a los servicios del dios Eolo durante los dos últimos años.
El tamaulipeco mejoró su participación en el mercado de la obra pública nacional porque supo asociarse bien. Cuando Felipe Calderón era presidente se vinculó con Carlos Hank Rohn y juntos se involucraron en la construcción de la carretera Durango-Mazatlán. Ya bajo esta administración obtuvo la obra del acueducto de Monterrey, el Hangar Presidencial, invertirá en plataformas petroleras junto con un paisano suyo y estuvo a punto de ganar el ferrocarril México-Querétaro.
En pocos años este rey Midas ha logrado negocios con los gobiernos federal y con el Edomex por varias decenas de miles de millones de pesos. Ese solo hecho lo ha vuelto un socio, más que un proveedor de gobierno.
ZOOM: se equivoca quien piense que se trata de un empresario privilegiado del régimen. Sus habilidades lo volvieron el operador financiero principal de un grupo político.
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