El pueblo de Tecolutla, Tabasco, es una de las zonas petroleras más ricas de México, pero sus habitantes de origen chontal viven en la pobreza extrema. Asumen los costos ambientales por la extracción de petróleo que realiza Pemex en esta región del sureste mexicano
“Estamos aquí bien fregados y ellos sacando millones y millones de
dólares” Don Julián de los Santos, habitante de Tecolutla
"Si Tabasco fuera Texas, los chontales serían los millonarios del México.
Pero no es Texas" José Manuel Arias
coordinador de la asociación ecológica Santo Tomás
También aquí está el polémico pozo Terra 123, que se incendió hace un
año y provocó daños en las casas de los habitantes que viven en las
inmediaciones
"Algunos están ricos, pero nosotros estamos con las familias pasando el
hambre" Ernesto Rodríguez. Comisario ejidal de Héroes Anónimos de la Batalla de Centla
Tecolutla y la región chontal de Tabasco es sin duda uno de los retos de la
reforma energética que impulsó el presidente Enrique Peña Nieto. No solo
Pemex está en deuda con la gente que vive aquí. El resto del país lo está
también
30 años hace que Pemex descubrió el campo Sen, uno de los más grandes y ricos del país
54,000 barriles diarios del mejor crudo mexicano se produce en el ese campo
“Estamos
aquí bien fregados y ellos sacando millones y millones de dólares”,
recrimina don Julián de los Santos, habitante de Tecolutla, un pueblo
chontal localizado en el municipio de Nacajuca, en el estado de Tabasco.
A sus 60 años, don Julián no comprende la cruel paradoja que enfrenta: vivir en una de las regiones petroleras más ricas de México, pero a la vez formar parte de una de las comunidades más pobres del país.
Era muy joven don Julián cuando Pemex llegó a Tecolutla hace muchos años para comenzar a realizar trabajos de exploración y perforación para extraer petróleo del suelo de estas comunidades indígenas cuyos orígenes se remontan a los mayas.
“Llegaron abriendo brechas y se metieron a los terrenos ejidales”, recuerda este hombre de pequeña estatura y tez morena.
Hasta hace unos años don Julián vivía de su ganado. Tenía 45 animales que llevaba a los pastizales del área común del ejido –hoy gran parte bajo el agua- y de eso sacaba para poder sobrevivir y mantener a su familia.
“Hoy solo tengo una vaca con crías”, se lamenta.“Ya no hay tierra por aquí”.
Es una burla la que le juega el destino a la gente de Tecolutla y de toda la región chontal de Tabasco. José Manuel Arias, coordinador de la asociación ecológica Santo Tomás, define con precisión la paradoja que se vive en este lugar de México.
“Si Tabasco fuera Texas, los chontales serían los millonarios del México”, dice el activista tabasqueño.
“Pero no es Texas”.
Un pueblo rico, pero pobre
En Tecolutla el panorama luce desolador y de abandono: pequeñas casas rodeadas de aguas estancadas, un río pestilente y contaminado que cruza el pueblo y caminos en malas condiciones.
En esta zona de México la miseria flota y se respira.
Desde hace años en Tecolutla el agua no ha bajado y sigue inundando las tierras ejidales de uso común. Esto ha impedido que los ejidatarios lleven a cabo sus actividades agrícolas y ganaderas como ocurría antes.
Los pobladores de aquí calculan que hay alrededor de 10 mil hectáreas sumergidas a consecuencia del reencauzamiento de ríos y arroyos que realizaron las autoridades para evitar que se inundara la ciudad de Villahermosa, la capital de Tabasco.
No siempre fue así.
Hasta hace unos años Tecolutla era tierra fértil para la siembra de frijol, maíz y plátano. La gente de aquí tenía su ganado engordando en las zonas de agostadero.
Pero todo eso terminó.
Hoy es una región olvidada por las autoridades federales, las estatales, pero también hasta por sus viejos líderes.
Mucha gente de aquí marchó con Andrés Manuel López Obrador la primera vez que perdió la elección a la gubernatura de Tabasco en 1988.
El líder de izquierda era muy popular por el trabajo que realizó en la zona como delegado del Instituto Indigenista de Tabasco en la década de los 80.
“Nunca regresó”, dice con decepción uno de los lugareños. “Hoy se la pasa en los hoteles bonitos y caros de Villahermosa”.
La gente de la región chontal de Tabasco acepta con humor sus condiciones de marginación. Hay un chiste que se cuenta sobre la calidad de los caminos que conectan estas comunidades del municipio de Nacajuca.
“Son carreteras de primera”, dice uno de los lugareños.
“¿De primera?”, contesta incrédulo el otro.
“Sí, de primera, porque no se puede meter segunda”.
A los chontales les gusta reír mucho para olvidar la realidad.
La maldición del oro negro
Tecolutla es una región rica con muchos habitantes pobres.
En las tierras de esta comunidad se localizan los pozos petroleros de donde Pemex extrae el petróleo de mejor calidad de México.
Hace 30 años Pemex descubrió en esta zona el campo Sen, uno de los más grandes y ricos del país que hoy produce 54 mil barriles diarios del mejor crudo mexicano.
En esta zona también opera el pozo Navegantes, descubierto durante el sexenio del presidente Felipe Calderón, y que es considerado uno de los yacimientos más grandes que existe en tierra firme.
El pozo Navegantes, declaró Calderón, significaba el futuro de la industria petrolera en México.
También aquí está el polémico pozo Terra 123, que se incendió hace un año y provocó daños en las casas de los habitantes que viven en las inmediaciones.
Los pobladores de esta región están enojados con Pemex, empresa a quien responsabilizan de las inundaciones que sufren sus tierras.
Las retenciones de agua son provocadas por los caminos de acceso que construye Pemex para llegar a los pozos petroleros, obras que impiden el paso natural del agua y en consecuencia producen el acumulamiento.
Hay zonas bajo el agua desde hace varios años tanto en los municipios de Nacajuca como en Jalpa de Méndez.
“Desde que llegó Pemex nunca hemos visto ningún beneficio”, asegura don Julián Martínez, habitante del ejido Tecolutla II.
Don Julián recuerda con tristeza que en la zona aledaña a los pozos Guaycura hasta hace unos años los habitantes de este ejido sembraban para autoconsumo maíz, frijol y plátano.
Eran terrenos de uso común del pueblo que se utilizaban también de agostadero para alimentar a los animales.
Hoy lo que existe en estas tierras es una gran laguna rodeada de pantanos y canales que impiden su para la agricultura y ganadería como era antes.
La gente de aquí tuvo que vender sus animales y migrar a la ciudad de Villahermosa en búsqueda de trabajo de albañiles o en el sistema de limpieza de la ciudad.
Pero hace un año estas comunidades indígenas se cansaron de la miseria y olvido y se movilizaron en contra de Pemex. Cientos de chontales tomaron pozos para exigir que la paraestatal inspeccionara sus casas dañadas por la explosión del pozo Terra 123 y por las inundaciones.
Lograron algo insólito: que por primera vez en 40 años Pemex aceptara la posibilidad de ser causante de los daños ambientales en la zona.
Los recursos que destina Pemex a estas comunidades son a través del gobierno del estado o de los municipios, que los ejercen de manera política y electoral.
Julián de los Santos, habitante de Tecolutla, participó en las movilizaciones de este año pasado en contra de Pemex.
Hoy no vacila este hombre cuando asegura que regresarán los bloqueos en esta zona si la empresa paraestatal no cumple los acuerdos.
“Si Pemex no cumple con lo prometido vamos a tomar el pozo de nuevo”, advierte.
Ernesto Rodríguez, comisario ejidal de Héroes Anónimos de la Batalla de Centla, explica que se han cansado de exigirle a Pemex que reconozca el daño ambiental que ha provocado en la región por la extracción de petróleo.
“Pemex nunca ha reconocido la afectación”, dice Rodríguez. “Aquí antes era tierra fértil para el frijol, maíz, plátano, pero hoy estamos fregados”.
Don Ernesto no entiende la pobreza en la que viven si son dueños de una tierra donde están los mejores yacimientos de petróleo en México.
“Algunos están ricos, pero nosotros estamos con las familias pasando el hambre”.
Una historia de conflictos
La relación entre Pemex y los chontales siempre ha sido tensa y conflictiva en esta región de Tabasco.
Hace dos años la gente del ejido El Güiro, en el municipio de Jalpa de Méndez, detuvo por la fuerza la construcción de una pera de perforación que realizaba Pemex en sus terrenos ejidales.
La empresa paraestatal negoció a espaldas de los ejidatarios con el entonces comisario ejidal y logró un permiso de paso.
Los pobladores inconformes bloquearon el acceso y lograron echar a la compañía contratada por Pemex.
Desde hace dos años el conflicto entre Pemex y los ejidatarios se resuelve en el Tribunal Agrario de Tabasco.
Pero mientras los habitantes no pueden usar los terrenos que están bajo el agua porque el camino que construyó Pemex para la zona de perforación actúa como una represa.
“Se nos quedó encerrada el agua”, dice Jerónimo Vargas, comisario ejidal de El Güiro.
“Hoy no podemos trabajar, no podemos meter a los animales. Nos quedamos con el agua”.
Los pobladores de este ejido no están en contra del pozo ni de Pemex. Lo único que esperan es que la empresa paraestatal pague por el uso del terreno y por las afectaciones que provocó.
Incluso creen que la apertura que traerá la reforma energética en este sector será de beneficio para ellos.
La gente mayor del Ejido El Güiro esperó por muchos años que Pemex llegara a sus tierras.
“Murieron con la esperanza de que Pemex les iba a pagar”, dice Vargas Hernández.
“No hubo nada y la gente ha comenzado a morir”.
Tecolutla y la región chontal de Tabasco es sin duda uno de los retos de la reforma energética que impulsó el presidente Enrique Peña Nieto. No solo Pemex está en deuda con la gente que vive aquí. El resto del país lo está también.
A sus 60 años, don Julián no comprende la cruel paradoja que enfrenta: vivir en una de las regiones petroleras más ricas de México, pero a la vez formar parte de una de las comunidades más pobres del país.
Era muy joven don Julián cuando Pemex llegó a Tecolutla hace muchos años para comenzar a realizar trabajos de exploración y perforación para extraer petróleo del suelo de estas comunidades indígenas cuyos orígenes se remontan a los mayas.
“Llegaron abriendo brechas y se metieron a los terrenos ejidales”, recuerda este hombre de pequeña estatura y tez morena.
Hasta hace unos años don Julián vivía de su ganado. Tenía 45 animales que llevaba a los pastizales del área común del ejido –hoy gran parte bajo el agua- y de eso sacaba para poder sobrevivir y mantener a su familia.
“Hoy solo tengo una vaca con crías”, se lamenta.“Ya no hay tierra por aquí”.
Es una burla la que le juega el destino a la gente de Tecolutla y de toda la región chontal de Tabasco. José Manuel Arias, coordinador de la asociación ecológica Santo Tomás, define con precisión la paradoja que se vive en este lugar de México.
“Si Tabasco fuera Texas, los chontales serían los millonarios del México”, dice el activista tabasqueño.
“Pero no es Texas”.
Un pueblo rico, pero pobre
En Tecolutla el panorama luce desolador y de abandono: pequeñas casas rodeadas de aguas estancadas, un río pestilente y contaminado que cruza el pueblo y caminos en malas condiciones.
En esta zona de México la miseria flota y se respira.
Desde hace años en Tecolutla el agua no ha bajado y sigue inundando las tierras ejidales de uso común. Esto ha impedido que los ejidatarios lleven a cabo sus actividades agrícolas y ganaderas como ocurría antes.
Los pobladores de aquí calculan que hay alrededor de 10 mil hectáreas sumergidas a consecuencia del reencauzamiento de ríos y arroyos que realizaron las autoridades para evitar que se inundara la ciudad de Villahermosa, la capital de Tabasco.
No siempre fue así.
Hasta hace unos años Tecolutla era tierra fértil para la siembra de frijol, maíz y plátano. La gente de aquí tenía su ganado engordando en las zonas de agostadero.
Pero todo eso terminó.
Hoy es una región olvidada por las autoridades federales, las estatales, pero también hasta por sus viejos líderes.
Mucha gente de aquí marchó con Andrés Manuel López Obrador la primera vez que perdió la elección a la gubernatura de Tabasco en 1988.
El líder de izquierda era muy popular por el trabajo que realizó en la zona como delegado del Instituto Indigenista de Tabasco en la década de los 80.
“Nunca regresó”, dice con decepción uno de los lugareños. “Hoy se la pasa en los hoteles bonitos y caros de Villahermosa”.
La gente de la región chontal de Tabasco acepta con humor sus condiciones de marginación. Hay un chiste que se cuenta sobre la calidad de los caminos que conectan estas comunidades del municipio de Nacajuca.
“Son carreteras de primera”, dice uno de los lugareños.
“¿De primera?”, contesta incrédulo el otro.
“Sí, de primera, porque no se puede meter segunda”.
A los chontales les gusta reír mucho para olvidar la realidad.
La maldición del oro negro
Tecolutla es una región rica con muchos habitantes pobres.
En las tierras de esta comunidad se localizan los pozos petroleros de donde Pemex extrae el petróleo de mejor calidad de México.
Hace 30 años Pemex descubrió en esta zona el campo Sen, uno de los más grandes y ricos del país que hoy produce 54 mil barriles diarios del mejor crudo mexicano.
En esta zona también opera el pozo Navegantes, descubierto durante el sexenio del presidente Felipe Calderón, y que es considerado uno de los yacimientos más grandes que existe en tierra firme.
El pozo Navegantes, declaró Calderón, significaba el futuro de la industria petrolera en México.
También aquí está el polémico pozo Terra 123, que se incendió hace un año y provocó daños en las casas de los habitantes que viven en las inmediaciones.
Los pobladores de esta región están enojados con Pemex, empresa a quien responsabilizan de las inundaciones que sufren sus tierras.
Las retenciones de agua son provocadas por los caminos de acceso que construye Pemex para llegar a los pozos petroleros, obras que impiden el paso natural del agua y en consecuencia producen el acumulamiento.
Hay zonas bajo el agua desde hace varios años tanto en los municipios de Nacajuca como en Jalpa de Méndez.
“Desde que llegó Pemex nunca hemos visto ningún beneficio”, asegura don Julián Martínez, habitante del ejido Tecolutla II.
Don Julián recuerda con tristeza que en la zona aledaña a los pozos Guaycura hasta hace unos años los habitantes de este ejido sembraban para autoconsumo maíz, frijol y plátano.
Eran terrenos de uso común del pueblo que se utilizaban también de agostadero para alimentar a los animales.
Hoy lo que existe en estas tierras es una gran laguna rodeada de pantanos y canales que impiden su para la agricultura y ganadería como era antes.
La gente de aquí tuvo que vender sus animales y migrar a la ciudad de Villahermosa en búsqueda de trabajo de albañiles o en el sistema de limpieza de la ciudad.
Pero hace un año estas comunidades indígenas se cansaron de la miseria y olvido y se movilizaron en contra de Pemex. Cientos de chontales tomaron pozos para exigir que la paraestatal inspeccionara sus casas dañadas por la explosión del pozo Terra 123 y por las inundaciones.
Lograron algo insólito: que por primera vez en 40 años Pemex aceptara la posibilidad de ser causante de los daños ambientales en la zona.
Los recursos que destina Pemex a estas comunidades son a través del gobierno del estado o de los municipios, que los ejercen de manera política y electoral.
Julián de los Santos, habitante de Tecolutla, participó en las movilizaciones de este año pasado en contra de Pemex.
Hoy no vacila este hombre cuando asegura que regresarán los bloqueos en esta zona si la empresa paraestatal no cumple los acuerdos.
“Si Pemex no cumple con lo prometido vamos a tomar el pozo de nuevo”, advierte.
Ernesto Rodríguez, comisario ejidal de Héroes Anónimos de la Batalla de Centla, explica que se han cansado de exigirle a Pemex que reconozca el daño ambiental que ha provocado en la región por la extracción de petróleo.
“Pemex nunca ha reconocido la afectación”, dice Rodríguez. “Aquí antes era tierra fértil para el frijol, maíz, plátano, pero hoy estamos fregados”.
Don Ernesto no entiende la pobreza en la que viven si son dueños de una tierra donde están los mejores yacimientos de petróleo en México.
“Algunos están ricos, pero nosotros estamos con las familias pasando el hambre”.
Una historia de conflictos
La relación entre Pemex y los chontales siempre ha sido tensa y conflictiva en esta región de Tabasco.
Hace dos años la gente del ejido El Güiro, en el municipio de Jalpa de Méndez, detuvo por la fuerza la construcción de una pera de perforación que realizaba Pemex en sus terrenos ejidales.
La empresa paraestatal negoció a espaldas de los ejidatarios con el entonces comisario ejidal y logró un permiso de paso.
Los pobladores inconformes bloquearon el acceso y lograron echar a la compañía contratada por Pemex.
Desde hace dos años el conflicto entre Pemex y los ejidatarios se resuelve en el Tribunal Agrario de Tabasco.
Pero mientras los habitantes no pueden usar los terrenos que están bajo el agua porque el camino que construyó Pemex para la zona de perforación actúa como una represa.
“Se nos quedó encerrada el agua”, dice Jerónimo Vargas, comisario ejidal de El Güiro.
“Hoy no podemos trabajar, no podemos meter a los animales. Nos quedamos con el agua”.
Los pobladores de este ejido no están en contra del pozo ni de Pemex. Lo único que esperan es que la empresa paraestatal pague por el uso del terreno y por las afectaciones que provocó.
Incluso creen que la apertura que traerá la reforma energética en este sector será de beneficio para ellos.
La gente mayor del Ejido El Güiro esperó por muchos años que Pemex llegara a sus tierras.
“Murieron con la esperanza de que Pemex les iba a pagar”, dice Vargas Hernández.
“No hubo nada y la gente ha comenzado a morir”.
Tecolutla y la región chontal de Tabasco es sin duda uno de los retos de la reforma energética que impulsó el presidente Enrique Peña Nieto. No solo Pemex está en deuda con la gente que vive aquí. El resto del país lo está también.
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