Carlos Bonfil
Un
duelo interminable. Los temas de la desaparición física y de la pérdida
afectiva no son nuevos en el cine del canadiense de origen armenio Atom
Egoyan. De hecho tienen su ilustración más elocuente y lograda en la
cinta Dulce porvenir (The Sweet Hereafter, 1997), basada en la novela homónima del estadunidense Russel Banks.
En su cinta más reciente, Cautiva (The Captive), el
episodio que desencadena el drama de dicha pérdida no es un accidente
en la carretera, sino la acción deliberada de un pedófilo, quien,
aprovechando el descuido momentáneo de un padre de familia, secuestra a
Cassandra (Alexia Fast), una niña de nueve años, y la mantiene en
cautiverio durante ocho años.
La dinámica de este thriller sicológico que juega sobre dos
registros temporales, se centra en la búsqueda del paradero de la niña
a cargo de dos detectives y el padre, mientras, a través de un
sofisticado sistema de videos de vigilancia, el secuestrador sigue de
cerca el desarrollo de las pesquisas, un alarde de perversidad y
suspenso que remite al tono y ritmo de Intriga (Prisoners), reciente cinta del también canadiense Denis Villeneuve.
El aspecto más novedoso y perturbador en el caso de Cautiva
es la destreza con que el realizador maneja la noción de una tortura
sicológica ejercida por el secuestrador pedófilo sobre la familia de su
rehén, y la larga manipulación de la joven a la que incluso utiliza de
anzuelo para nuevos raptos, operación manejada a través de Internet y
con la complicidad de una red de pedófilos, casi una secta secreta.
El
manejo del encierro adquiere aquí, con su recurso a los modernos
dispositivos electrónicos de vigilancia doméstica, algo de aquella
densidad y opresión sicológica en Escenas familiares (Family Viewing,
1987), una de las primeras obras del cineasta. No hay una exploración
de la relación secuestrador pedófilo/víctima indefensa, como en la
película Michael: crónica de una obsesión (2011), del
austriaco Markus Schleinzer, y sí, en cambio, el catálogo de pistas
falsas, recelos prolongados, terrorismo de baja intensidad que imponen
el secuestrador y sus cómplices a detectives y familiares.
Un thriller en la vena de Perdida (Gone Girl,
2014), de David Fincher, pero con un cineasta de reputación hermética,
abierto hoy a un diestro manejo de los géneros convencionales. El giro
sorprenderá a los seguidores de Egoyan, acostumbrados a una mayor
densidad dramática, pero posiblemente vuelva su cine más accesible, sin
menoscabo de su exigencia artística, a un número mayor de espectadores.
Se exhibe en la sala 1 de la Cineteca Nacional, a las 12 y 17:30 horas.
Twitter: @Carlos.Bonfil1
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