Julio Hernández López: Astillero
Los mexicanos son diariamente afectados en su salud por la producción de carnes y vegetales que son estimulados en su crecimiento, durabilidad y aspecto mediante agentes químicos sabidamente dañinos que son utilizados impune y criminalmente por los grandes comercializadores que suelen ser patrocinadores de campañas políticas de quienes (a título de cualquier partido) están en el poder y donadores” generosos a las cuentas particulares de la patológica clase política multicolor que en estos momentos cruciales padece el país.
Un ejemplo altamente significativo son las Granjas Carroll (GC) instaladas en 1994 en el valle de Perote, Veracruz, mediante una sociedad formada por Agroindustrias de México y la principal firma estadunidense productora de cerdos, Smithfield. Con un pie de cría de 40 mil vientres, GC produce al año alrededor de 800 mil puercos, de tal manera que es una de las tres principales empresas del ramo en México. Los métodos de trabajo de la trasnacional han provocado mútiples protestas debido a la evidente contaminación material que provocan con los residuos y desperdicios de su proceso pero, sobre todo, por los constantes problemas de salud que los ocupantes de las cercanías han estado padeciendo y de cuya responsabilidad se deslinda activamente la citada empresa, a cuyos postulados de inocencia se han abierto procesos judiciales contra ciudadanos que han encabezado movimientos de oposición a la firma cuyo componente estadunidense, Smithfield, recibió en 1985 el castigo por un litigio del ámbito civil más cuantioso de los registros gringos por violaciones al Acta de Agua Limpia: un millón 285 mil dólares; en 1996, un juez sentenció a pagar 12.6 millones de dólares y a cumplir 18 meses de arresto a un gerente de Smithfield y a uno de sus operadores por falsificar y destruir muestras registradas y por la descarga intencional de agua tóxica en el río Pagan.
En México, desde luego, esos inversionistas fueron recibidos con las chequeras particulares abiertas por distintos funcionarios que aun cambiando de nombres, partidos y temporalidad en el poder, les han garantizado impunidad y protección. El gobierno calderónico y el políticamente nigérrimo de Veracruz han protegido a Granjas Carroll y se han desatendido de las múltiples denuncias (difundidas oportunamente por Andrés Timoteo, corresponsal de La Jornada en Veracruz) que llevaron el pasado 2 de abril a que hubiera constancia pública internacional de los riesgos de salud que allí se gestaban y que enfermaron de manera inusual, sospechosa, a unos 400 de los tres mil habitantes del poblado irónicamente llamado La Gloria. El brote extraordinario de gripe y neumonía, y las versiones de autoridades comunales sobre la muerte de menores de edad, no movieron a las autoridades mexicanas (ni modo de llevarse una comisión en asuntos económicante tan menores) a indagar nada, a pesar de que un despacho gringo de biovigilancia, Veratect, advirtió de los hechos a la Organización Mundial de la Salud (otro de esos entes mutantes de la economía y el mercado dominados por las grandes firmas). El caso de las Granjas Carroll ha llevado a Internet diversas interpretaciones que creen encontrar allí el origen de las mutaciones que han causado la crisis sanitaria en curso.
Por otra parte, haiga sido por lo que haiga sido (virus HSxHS), el agravamiento en México de una crisis sanitaria crea las condiciones para que sean usados bajo criterios discrecionales de emergencia los préstamos de “blindaje” genérico adquiridos recientemente y el muy específico de 205 millones de dólares. Nadie sabe ¿y nadie sabrá? cómo se están gastando los dineros públicos en el torbellino inducido de miedo social ni quiénes son y serán los beneficiados con las compras y gastos gubernamentales hechos en el marco propicio del pánico decretado.
El mismo virus HSxHS (escatológico, de duración presuntamente sexenal, que puede ser contagiado a través de tapaojos y tapaoídos electrónicos como son la mayoría de los noticieros de radio y televisión) ha afectado severamente al de por sí maltrecho y anémico cuerpo electoral que presuntamente habría de dar a luz el próximo julio una criatura legislativa federal (con variantes en ciertas entidades donde se elegirán gobernadores, presidentes municipales y congresos locales) a la que desde ahora se apresuraban algunos Padrinos a dar por vestida principalmente con telas de tres colores (debidamente contrastadas con abundantes pero no mayoritarios toques de blanco y azul). El golpe epidemiológico ha hecho trastabillar los procesos partidistas de arranque de campañas, ha desinflado al extremo los de por sí lánguidos ánimos de participación electoral, e incluso está llevando a considerar la aparición en el menú del platillo que resulta más apetitoso para la desfondada banda panista: la posibilidad de cancelar o posponer los comicios en porcina puerta que, de cualquier manera, ya han sido contagiados porque la capacitación electoral a cargo del IFE no se ha podido completar y porque la continuidad del proceso ya no se puede garantizar. La dictadura, o cuando menos sus tentaciones sanitarias.
Astillas
Porcinas dudas: ¿Por qué se insiste en que la población asuma fórmulas de sometimiento masivo como el uso de los azules tapabocas si los propios especialistas consultados constantemente en noticieros televisos aseguran que no es la vía aérea la que propicia más riesgos de contagio sino el contacto manual que en todo caso impulsaría a promover el uso de guantes y no de trozos de tela que sólo servirían frente a secreciones hechas a corta distancia por enfermos?.. Y, mientras esta columna ha de cerrarse antes de que dieran nocturna conferencia de prensa los funcionarios federales encabezados por José Ángel Córdova, ¡hasta mañana, con la “guerra” contra el narcotráfico en una especie de tregua que da paso, en tanto las mayorías ven para epidémicos lados, a la autorización legislativa para la portación de pequeñas dosis de sustancias estupefacientes!
Fax: 5605-2099 • juliohdz@jornada.com.mx
Los mexicanos son diariamente afectados en su salud por la producción de carnes y vegetales que son estimulados en su crecimiento, durabilidad y aspecto mediante agentes químicos sabidamente dañinos que son utilizados impune y criminalmente por los grandes comercializadores que suelen ser patrocinadores de campañas políticas de quienes (a título de cualquier partido) están en el poder y donadores” generosos a las cuentas particulares de la patológica clase política multicolor que en estos momentos cruciales padece el país.
Un ejemplo altamente significativo son las Granjas Carroll (GC) instaladas en 1994 en el valle de Perote, Veracruz, mediante una sociedad formada por Agroindustrias de México y la principal firma estadunidense productora de cerdos, Smithfield. Con un pie de cría de 40 mil vientres, GC produce al año alrededor de 800 mil puercos, de tal manera que es una de las tres principales empresas del ramo en México. Los métodos de trabajo de la trasnacional han provocado mútiples protestas debido a la evidente contaminación material que provocan con los residuos y desperdicios de su proceso pero, sobre todo, por los constantes problemas de salud que los ocupantes de las cercanías han estado padeciendo y de cuya responsabilidad se deslinda activamente la citada empresa, a cuyos postulados de inocencia se han abierto procesos judiciales contra ciudadanos que han encabezado movimientos de oposición a la firma cuyo componente estadunidense, Smithfield, recibió en 1985 el castigo por un litigio del ámbito civil más cuantioso de los registros gringos por violaciones al Acta de Agua Limpia: un millón 285 mil dólares; en 1996, un juez sentenció a pagar 12.6 millones de dólares y a cumplir 18 meses de arresto a un gerente de Smithfield y a uno de sus operadores por falsificar y destruir muestras registradas y por la descarga intencional de agua tóxica en el río Pagan.
En México, desde luego, esos inversionistas fueron recibidos con las chequeras particulares abiertas por distintos funcionarios que aun cambiando de nombres, partidos y temporalidad en el poder, les han garantizado impunidad y protección. El gobierno calderónico y el políticamente nigérrimo de Veracruz han protegido a Granjas Carroll y se han desatendido de las múltiples denuncias (difundidas oportunamente por Andrés Timoteo, corresponsal de La Jornada en Veracruz) que llevaron el pasado 2 de abril a que hubiera constancia pública internacional de los riesgos de salud que allí se gestaban y que enfermaron de manera inusual, sospechosa, a unos 400 de los tres mil habitantes del poblado irónicamente llamado La Gloria. El brote extraordinario de gripe y neumonía, y las versiones de autoridades comunales sobre la muerte de menores de edad, no movieron a las autoridades mexicanas (ni modo de llevarse una comisión en asuntos económicante tan menores) a indagar nada, a pesar de que un despacho gringo de biovigilancia, Veratect, advirtió de los hechos a la Organización Mundial de la Salud (otro de esos entes mutantes de la economía y el mercado dominados por las grandes firmas). El caso de las Granjas Carroll ha llevado a Internet diversas interpretaciones que creen encontrar allí el origen de las mutaciones que han causado la crisis sanitaria en curso.
Por otra parte, haiga sido por lo que haiga sido (virus HSxHS), el agravamiento en México de una crisis sanitaria crea las condiciones para que sean usados bajo criterios discrecionales de emergencia los préstamos de “blindaje” genérico adquiridos recientemente y el muy específico de 205 millones de dólares. Nadie sabe ¿y nadie sabrá? cómo se están gastando los dineros públicos en el torbellino inducido de miedo social ni quiénes son y serán los beneficiados con las compras y gastos gubernamentales hechos en el marco propicio del pánico decretado.
El mismo virus HSxHS (escatológico, de duración presuntamente sexenal, que puede ser contagiado a través de tapaojos y tapaoídos electrónicos como son la mayoría de los noticieros de radio y televisión) ha afectado severamente al de por sí maltrecho y anémico cuerpo electoral que presuntamente habría de dar a luz el próximo julio una criatura legislativa federal (con variantes en ciertas entidades donde se elegirán gobernadores, presidentes municipales y congresos locales) a la que desde ahora se apresuraban algunos Padrinos a dar por vestida principalmente con telas de tres colores (debidamente contrastadas con abundantes pero no mayoritarios toques de blanco y azul). El golpe epidemiológico ha hecho trastabillar los procesos partidistas de arranque de campañas, ha desinflado al extremo los de por sí lánguidos ánimos de participación electoral, e incluso está llevando a considerar la aparición en el menú del platillo que resulta más apetitoso para la desfondada banda panista: la posibilidad de cancelar o posponer los comicios en porcina puerta que, de cualquier manera, ya han sido contagiados porque la capacitación electoral a cargo del IFE no se ha podido completar y porque la continuidad del proceso ya no se puede garantizar. La dictadura, o cuando menos sus tentaciones sanitarias.
Astillas
Porcinas dudas: ¿Por qué se insiste en que la población asuma fórmulas de sometimiento masivo como el uso de los azules tapabocas si los propios especialistas consultados constantemente en noticieros televisos aseguran que no es la vía aérea la que propicia más riesgos de contagio sino el contacto manual que en todo caso impulsaría a promover el uso de guantes y no de trozos de tela que sólo servirían frente a secreciones hechas a corta distancia por enfermos?.. Y, mientras esta columna ha de cerrarse antes de que dieran nocturna conferencia de prensa los funcionarios federales encabezados por José Ángel Córdova, ¡hasta mañana, con la “guerra” contra el narcotráfico en una especie de tregua que da paso, en tanto las mayorías ven para epidémicos lados, a la autorización legislativa para la portación de pequeñas dosis de sustancias estupefacientes!
Fax: 5605-2099 • juliohdz@jornada.com.mx
Enrique Galván Ochoa: Dinero
arack Obama cumple sus primeros 100 días en la Casa Blanca. Una encuesta de Wall Street Journal y la cadena de televisión NBC muestra que a la mayoría de los americanos les gusta su presidente, pero tienen reservas acerca de sus políticas. Otro sondeo, de USA Today y Gallup, indica que a pesar de los todavía no resueltos problemas que enfrenta, conserva su capital político casi intacto. ¿Cómo explicarlo? Quizá una de las claves está en que ganó una elección democrática, sin mancha. En medio del pánico que ha creado la presencia del virus de la influenza porcina, presuntamente exportada por México, el Senado avaló ayer a su secretaria de Salud, Kathleen Sebelius, y quedó completo su gabinete. Los republicanos le pusieron piedritas en el camino porque simpatiza con el derecho al aborto. Obama pidió una ampliación presupuestal por 1,500 millones de dólares para hacer frente al problema, quiere reabastecerse de medicinas, equipo hospitalario, fortalecer la investigación y atender con rapidez y esmero a los afectados. En Estados Unidos la ley obliga a los hospitales privados a atender a cualquier enfermo en condición de gravedad, aunque no tenga seguro de gastos médicos, no pertenezca al Medicare o carezca de dinero. Ya saben ustedes, si han vivido la desagradable experiencia, que en nuestro país el trato a la gente pobre es desalmado: hay que llegar con la tarjeta de crédito, las escrituras de la casa por delante o con cash. Respecto a su relación con México, lo mejor de todo es que ya pasó medio mes de su visita y no tiene fiebre alta ni tos ni catarro. Recordarán que Obama llegó a la capital el 16 de abril y se fue la mañana del día siguiente, las autoridades mexicanas ya sabían del brote de influenza, pero no advirtieron a la Casa Blanca del riesgo. Pensaron, tal vez, que hubiera sido fatal para la imagen de Calderón que cancelara el viaje. Días después fallecería por problemas respiratorios agudos Felipe Solís, el director del Museo de Antropología e Historia, lugar donde fue la cena de gala con invitados y desinvitados. El gobierno de Brasil ha criticado duramente al mexicano por no dar la alerta a tiempo. Lo bueno es que no han reparado en otra irresponsabilidad: un numeroso grupo de mexicanos viajó con Calderón el día 17 a Puerto España, donde estaban reunidos los jefes de Estado del continente. Dos semanas después, líneas y puertos aéreos no nos quieren en su clientela.
Otro mutante
Los accionistas aprovecharon que la opinión pública está atemorizada, acongojada, por la penosa combinación de problemas que vivimos hoy –narcoviolencia, crisis económica, desempleo, epidemia– y confirmaron a Luis Téllez como presidente de la Bolsa Mexicana de Valores –es un mutante que a veces se reconoce como priísta, otras como panista, algunas como empresario y unas más como político. Hace poco había renunciado al cargo de secretario de Comunicaciones a la mitad de su último escándalo, el primero había sido el dudoso manejo que hizo del avionazo en que perdió la vida Juan Camilo Mouriño. Téllez tiene un sitio en la picaresca política, porque le grabaron una conversación en que afirmaba que Salinas de Gortari se había robado la mitad de la partida secreta.
arack Obama cumple sus primeros 100 días en la Casa Blanca. Una encuesta de Wall Street Journal y la cadena de televisión NBC muestra que a la mayoría de los americanos les gusta su presidente, pero tienen reservas acerca de sus políticas. Otro sondeo, de USA Today y Gallup, indica que a pesar de los todavía no resueltos problemas que enfrenta, conserva su capital político casi intacto. ¿Cómo explicarlo? Quizá una de las claves está en que ganó una elección democrática, sin mancha. En medio del pánico que ha creado la presencia del virus de la influenza porcina, presuntamente exportada por México, el Senado avaló ayer a su secretaria de Salud, Kathleen Sebelius, y quedó completo su gabinete. Los republicanos le pusieron piedritas en el camino porque simpatiza con el derecho al aborto. Obama pidió una ampliación presupuestal por 1,500 millones de dólares para hacer frente al problema, quiere reabastecerse de medicinas, equipo hospitalario, fortalecer la investigación y atender con rapidez y esmero a los afectados. En Estados Unidos la ley obliga a los hospitales privados a atender a cualquier enfermo en condición de gravedad, aunque no tenga seguro de gastos médicos, no pertenezca al Medicare o carezca de dinero. Ya saben ustedes, si han vivido la desagradable experiencia, que en nuestro país el trato a la gente pobre es desalmado: hay que llegar con la tarjeta de crédito, las escrituras de la casa por delante o con cash. Respecto a su relación con México, lo mejor de todo es que ya pasó medio mes de su visita y no tiene fiebre alta ni tos ni catarro. Recordarán que Obama llegó a la capital el 16 de abril y se fue la mañana del día siguiente, las autoridades mexicanas ya sabían del brote de influenza, pero no advirtieron a la Casa Blanca del riesgo. Pensaron, tal vez, que hubiera sido fatal para la imagen de Calderón que cancelara el viaje. Días después fallecería por problemas respiratorios agudos Felipe Solís, el director del Museo de Antropología e Historia, lugar donde fue la cena de gala con invitados y desinvitados. El gobierno de Brasil ha criticado duramente al mexicano por no dar la alerta a tiempo. Lo bueno es que no han reparado en otra irresponsabilidad: un numeroso grupo de mexicanos viajó con Calderón el día 17 a Puerto España, donde estaban reunidos los jefes de Estado del continente. Dos semanas después, líneas y puertos aéreos no nos quieren en su clientela.
Otro mutante
Los accionistas aprovecharon que la opinión pública está atemorizada, acongojada, por la penosa combinación de problemas que vivimos hoy –narcoviolencia, crisis económica, desempleo, epidemia– y confirmaron a Luis Téllez como presidente de la Bolsa Mexicana de Valores –es un mutante que a veces se reconoce como priísta, otras como panista, algunas como empresario y unas más como político. Hace poco había renunciado al cargo de secretario de Comunicaciones a la mitad de su último escándalo, el primero había sido el dudoso manejo que hizo del avionazo en que perdió la vida Juan Camilo Mouriño. Téllez tiene un sitio en la picaresca política, porque le grabaron una conversación en que afirmaba que Salinas de Gortari se había robado la mitad de la partida secreta.
Alfredo Jalife-Rahme: Bajo la Lupa
Antecedentes: Hace cuatro años fueron abordados por Bajo la Lupa la militarización de los virus y su gran negocio farmacológico (2/10 y 2/11/05).
Hechos: El banquero neoliberal Hans Redeker, de BNP Paribas, alecciona que “si la influenza porcina prueba ser mas virulenta, entonces el dólar y el yen serían los refugios más populares”, declaración que enmarca The Financial Times (27/4/09), principal portavoz de la desregulada globalización, bajo el título sugerente: “El dólar cura mientras el riesgo captura frío”, del neomalthusiano financiero Neil Dennos.
Los descerebrados neoliberales globales y su fauna de banqueros desalmados, genuinos brujos aprendices de la posmodernidad, han desafiado las leyes (éstas sí verdaderamente tangibles) de la naturaleza, en particular de la sagrada biología, y han puesto en peligro al género humano en todos los ámbitos de su actividad.
Pese al ignominioso muro racista en la transfrontera, el “México neoliberal” añejo de 27 años de la diarquía PRI-PAN –el espejo negro donde EU no desea verse reflejado con sus forzados experimentos teratológicos, teológicos, biológicos, económicos, financieros y sociopolíticos– exhibe plenamente su característica inocultable de “Estado fallido” con su gabinete panista de pigmeos mentales con ínfulas megalomaniacas.
Así como los “mejores economistas del mundo” de Calderón (aliado de sus cómplices priístas Beltrones, Gamboa Patrón y Labastida, al unísono de los desviacionistas del PRD) intentan ocultar la grave crisis financiera y económica que devasta al país con el fin de rescatar a la plutocracia parasitaria (en especial a Cemex), sus fundamentalistas autoridades sanitarias –verdaderos ineptos aldeanos con infatuaciones globalistas– escondieron el brote de la influenza porcina desde marzo, lo que ha valido las reprimendas de Brasil (Stratfor, 27/4/09).
La desregulación transfronteriza –que se subsume en la tripleta del TLCAN-ASPAN-Iniciativa Mérida y en la total vigilancia militar del territorio mexicano por el NORAD/Comando Norte y Comando Sur de EU– ha acarreado calamidades a México desde su aciaga adopción desde hace alrededor tres décadas.
No se puede vivir con fronteras cerradas, pero tampoco con límites tan abiertos de par en par –si no que se lo pregunten a EU, el país más vigilado orwellianamente del planeta.
Se requiere un equilibrio integral a los dos lados de la transfrontera donde el TLCAN propició la bidireccionalidad del tráfico de estupefacientes y el contrabando de armas en las fronteras abiertas selectivamente, redondeado por el lavado de dinero de la banca controlada por Wall Street (remember “escándalo Casablanca”): un aspecto trascendental de “libre comercio” que ha sido eludido deliberadamente por los lubricados académicos del neoliberalismo y del establishment cultural local, más preocupados en defender al estafador Bernie Madoff que en denunciar tanto el infanticidio de palestinos en Gaza a manos de Israel (apéndice militar del modelo neoliberal global) como el estado cataclísmico de México del que se han beneficiado.
El teorema teológico neoliberal de Heckscher-Ohlin –“un país abundante en capital exportará sus bienes de capital-intensivo, mientras un país abundante en mano de obra exportará su bien de mano de obra intensiva”– fue hecho añicos por la realidad de la ósmosis biológica y financiera: el paso de líquidos de una menor a una mayor concentración a través de una membrana semipermeable, que podemos aplicar financieramente en la transfrontera “semipermeable” al transmutar “líquidos” por dinero y así entender la razón por la cual el “fallido México neoliberal” ha sido vaciado y viciado de y en su contenido.
La gente sale con cubrebocas a las calles del Distrito Federal, para evitar enfermarse de influenza">Foto Maria Luisa Severiano
En nuestro libro agotado: El lado oscuro de la globalización: postglobalización & balcanización (Ed. Cadmo & Europa, 2000) abordamos las dimensiones macabras, que ahora resultaron catástrofes palmarias, del modelo desregulado neoliberal: desde la piratería financiera en los paraísos fiscales, pasando por el narcotráfico transfronterizo, hasta las guerras biológicas.
Llama poderosamente la atención la omnisciencia del Pentágono, el FMI y el Foro Económico Mundial de Davos sobre el esparcimiento de los virus. Hace 13 años se publicó un estudio Air Force 2025 en cuyo capítulo cinco se presenta un cronograma con una “historia plausible” donde en 2009 (¡súper sic!) la influenza aniquilaría a 30 millones de personas (INFOWARS, 5/3/09).
El resucitado FMI, nuevo redentor del mundo (según la cumbre londinense del G-20), hace tres años estimulaba a la comunidad empresarial neoliberal a “desarrollar planes de emergencia” para lidiar con la pandemia de, en ese momento, fiebre aviar global (VOA, 13/3/06). Al parecer, la plutocracia neoliberal mexicana y sus ineptas autoridades sanitarias (Breitbart.com, 27/4/09), tan supeditadas a los lineamientos del FMI, no leyeron su aviso visionario.
La “misteriosa” (The Economist dixit) influenza mixta de triple cepa (porcina, aviar y humana), genéticamente originaria de EU y que extrañamente se brincó las trancas interespecies, obliga a plantear la hipótesis adicional de un “accidente” de laboratorio híbrido: militar y privado.
En forma no menos omnisciente, el Comité para Mejorar (¡súper sic!) la Situación del Mundo”, del Foro Económico Mundial de Davos, en sus reportes anuales sobre los “riesgos globales” (específicamente el de 2007, patrocinado por Citigroup, la aseguradora Swiss RE, la financiera Marsh & McLennan Companies y el Centro de Riesgo de la Escuela Wharton) correlaciona la simultaneidad (¡súper-extra-sic!) de la crisis financiera global y la crónica de una pandemia anunciada con la “reacción violenta (backlash) contra la globalización”, lo que “provocaría un incremento del militarismo y las tendencias autoritarias que reconfigurarían la geopolítica global”. ¿De dónde nace tanto interés extra curricular de los banqueros y financieros neoliberales, es decir, la fauna más misántropa del planeta, por los “riesgos globales”?
Andrew Marshall (Reuters, 27/4/09) pregunta “si la globalización nos hizo más proclives a la catástrofe”. Argumenta que en medio de la posibilidad de una pandemia de influenza, “un creciente cuerpo de hallazgos sugiere que la complejidad de la moderna (sic) economía global puede hacernos más vulnerables que nunca (sic) a la catástrofe”. Concluye que “un riesgo primordial, tanto de la crisis financiera como de cualquier (sic) pandemia, es que provoca una retirada (¡súper sic!) de la globalización con profundas consecuencias de largo plazo para el mundo”.
Entramos a fortiori a la era de la desglobalización que, sin pandemias de por medio y miedo, anticipamos. Quizá la pandemia viral sirva de coartada coreográfica para el cambio escenográfico de la globalización neoliberal o para apuntalar al dólar al precio que fuere.
Antecedentes: Hace cuatro años fueron abordados por Bajo la Lupa la militarización de los virus y su gran negocio farmacológico (2/10 y 2/11/05).
Hechos: El banquero neoliberal Hans Redeker, de BNP Paribas, alecciona que “si la influenza porcina prueba ser mas virulenta, entonces el dólar y el yen serían los refugios más populares”, declaración que enmarca The Financial Times (27/4/09), principal portavoz de la desregulada globalización, bajo el título sugerente: “El dólar cura mientras el riesgo captura frío”, del neomalthusiano financiero Neil Dennos.
Los descerebrados neoliberales globales y su fauna de banqueros desalmados, genuinos brujos aprendices de la posmodernidad, han desafiado las leyes (éstas sí verdaderamente tangibles) de la naturaleza, en particular de la sagrada biología, y han puesto en peligro al género humano en todos los ámbitos de su actividad.
Pese al ignominioso muro racista en la transfrontera, el “México neoliberal” añejo de 27 años de la diarquía PRI-PAN –el espejo negro donde EU no desea verse reflejado con sus forzados experimentos teratológicos, teológicos, biológicos, económicos, financieros y sociopolíticos– exhibe plenamente su característica inocultable de “Estado fallido” con su gabinete panista de pigmeos mentales con ínfulas megalomaniacas.
Así como los “mejores economistas del mundo” de Calderón (aliado de sus cómplices priístas Beltrones, Gamboa Patrón y Labastida, al unísono de los desviacionistas del PRD) intentan ocultar la grave crisis financiera y económica que devasta al país con el fin de rescatar a la plutocracia parasitaria (en especial a Cemex), sus fundamentalistas autoridades sanitarias –verdaderos ineptos aldeanos con infatuaciones globalistas– escondieron el brote de la influenza porcina desde marzo, lo que ha valido las reprimendas de Brasil (Stratfor, 27/4/09).
La desregulación transfronteriza –que se subsume en la tripleta del TLCAN-ASPAN-Iniciativa Mérida y en la total vigilancia militar del territorio mexicano por el NORAD/Comando Norte y Comando Sur de EU– ha acarreado calamidades a México desde su aciaga adopción desde hace alrededor tres décadas.
No se puede vivir con fronteras cerradas, pero tampoco con límites tan abiertos de par en par –si no que se lo pregunten a EU, el país más vigilado orwellianamente del planeta.
Se requiere un equilibrio integral a los dos lados de la transfrontera donde el TLCAN propició la bidireccionalidad del tráfico de estupefacientes y el contrabando de armas en las fronteras abiertas selectivamente, redondeado por el lavado de dinero de la banca controlada por Wall Street (remember “escándalo Casablanca”): un aspecto trascendental de “libre comercio” que ha sido eludido deliberadamente por los lubricados académicos del neoliberalismo y del establishment cultural local, más preocupados en defender al estafador Bernie Madoff que en denunciar tanto el infanticidio de palestinos en Gaza a manos de Israel (apéndice militar del modelo neoliberal global) como el estado cataclísmico de México del que se han beneficiado.
El teorema teológico neoliberal de Heckscher-Ohlin –“un país abundante en capital exportará sus bienes de capital-intensivo, mientras un país abundante en mano de obra exportará su bien de mano de obra intensiva”– fue hecho añicos por la realidad de la ósmosis biológica y financiera: el paso de líquidos de una menor a una mayor concentración a través de una membrana semipermeable, que podemos aplicar financieramente en la transfrontera “semipermeable” al transmutar “líquidos” por dinero y así entender la razón por la cual el “fallido México neoliberal” ha sido vaciado y viciado de y en su contenido.
La gente sale con cubrebocas a las calles del Distrito Federal, para evitar enfermarse de influenza">Foto Maria Luisa Severiano
En nuestro libro agotado: El lado oscuro de la globalización: postglobalización & balcanización (Ed. Cadmo & Europa, 2000) abordamos las dimensiones macabras, que ahora resultaron catástrofes palmarias, del modelo desregulado neoliberal: desde la piratería financiera en los paraísos fiscales, pasando por el narcotráfico transfronterizo, hasta las guerras biológicas.
Llama poderosamente la atención la omnisciencia del Pentágono, el FMI y el Foro Económico Mundial de Davos sobre el esparcimiento de los virus. Hace 13 años se publicó un estudio Air Force 2025 en cuyo capítulo cinco se presenta un cronograma con una “historia plausible” donde en 2009 (¡súper sic!) la influenza aniquilaría a 30 millones de personas (INFOWARS, 5/3/09).
El resucitado FMI, nuevo redentor del mundo (según la cumbre londinense del G-20), hace tres años estimulaba a la comunidad empresarial neoliberal a “desarrollar planes de emergencia” para lidiar con la pandemia de, en ese momento, fiebre aviar global (VOA, 13/3/06). Al parecer, la plutocracia neoliberal mexicana y sus ineptas autoridades sanitarias (Breitbart.com, 27/4/09), tan supeditadas a los lineamientos del FMI, no leyeron su aviso visionario.
La “misteriosa” (The Economist dixit) influenza mixta de triple cepa (porcina, aviar y humana), genéticamente originaria de EU y que extrañamente se brincó las trancas interespecies, obliga a plantear la hipótesis adicional de un “accidente” de laboratorio híbrido: militar y privado.
En forma no menos omnisciente, el Comité para Mejorar (¡súper sic!) la Situación del Mundo”, del Foro Económico Mundial de Davos, en sus reportes anuales sobre los “riesgos globales” (específicamente el de 2007, patrocinado por Citigroup, la aseguradora Swiss RE, la financiera Marsh & McLennan Companies y el Centro de Riesgo de la Escuela Wharton) correlaciona la simultaneidad (¡súper-extra-sic!) de la crisis financiera global y la crónica de una pandemia anunciada con la “reacción violenta (backlash) contra la globalización”, lo que “provocaría un incremento del militarismo y las tendencias autoritarias que reconfigurarían la geopolítica global”. ¿De dónde nace tanto interés extra curricular de los banqueros y financieros neoliberales, es decir, la fauna más misántropa del planeta, por los “riesgos globales”?
Andrew Marshall (Reuters, 27/4/09) pregunta “si la globalización nos hizo más proclives a la catástrofe”. Argumenta que en medio de la posibilidad de una pandemia de influenza, “un creciente cuerpo de hallazgos sugiere que la complejidad de la moderna (sic) economía global puede hacernos más vulnerables que nunca (sic) a la catástrofe”. Concluye que “un riesgo primordial, tanto de la crisis financiera como de cualquier (sic) pandemia, es que provoca una retirada (¡súper sic!) de la globalización con profundas consecuencias de largo plazo para el mundo”.
Entramos a fortiori a la era de la desglobalización que, sin pandemias de por medio y miedo, anticipamos. Quizá la pandemia viral sirva de coartada coreográfica para el cambio escenográfico de la globalización neoliberal o para apuntalar al dólar al precio que fuere.
Las hordas de springbreakers regresaron este año de Cancún con un souvenir invisible, pero siniestro.
La influenza porcina mexicana, quimera genética probablemente concebida en las cloacas de algún chiquero industrial, de pronto amenaza con dar una fiebre al mundo entero. Los brotes iniciales en toda Norteamérica revelan una infección que ya se propaga a mayor velocidad que la más reciente cepa pandémica oficial, la influenza de Hong Kong de 1968.
Robando reflectores al asesino oficialmente designado, el H5N1 –que por lo demás muta con vigor–, este virus porcino es una amenaza de magnitud desconocida. Sin duda parece mucho más letal que el SARS en 2003, pero, siendo influenza, puede resultar más duradero que éste y menos proclive a volver a su cueva secreta.
Dado que las influenzas estacionales domesticadas del tipo A causan la muerte hasta a un millón de personas cada año, incluso un modesto incremento de la virulencia, en especial si se combina con alta incidencia, podría producir una carnicería semejante a la de una guerra en gran escala.
Entre tanto, una de las primeras víctimas ha sido la confortante fe, predicada durante mucho tiempo en los púlpitos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en que las pandemias pueden ser contenidas por las rápidas respuestas de las burocracias médicas, independientemente de la calidad de la salud pública local.
Desde las primeras muertes producidas por el H5N1 en Hong Kong, en 1997, la OMS, con el apoyo de la mayoría de los servicios nacionales de salud, ha promovido una estrategia centrada en identificar y aislar una cepa pandémica dentro del radio local del brote, seguida por una completa dosificación de la población con antivirales y vacunas (si las hay).
Un ejército de escépticos ha cuestionado con razón este enfoque de contrainsurgencia viral, pues sostienen que hoy día los microbios pueden viajar por el mundo (literalmente, en el caso de la gripe aviar) más aprisa de lo que los funcionarios de la OMS o locales pueden reaccionar al brote original. También apuntan al primitivo y a menudo inexistente seguimiento de la conexión entre las enfermedades humana y animal.
Pero la mitología de intervención audaz, preventiva (y barata) contra la gripe aviar ha sido invaluable para la causa de los países ricos, como Estados Unidos y Gran Bretaña, que prefieren invertir en sus propias líneas Maginot biológicas que incrementar dramáticamente la ayuda a las líneas frontales epidémicas fuera de su territorio, así como para las grandes trasnacionales farmacéuticas, que han combatido las demandas del tercer mundo por la manufactura pública y genérica de antivirales críticos, como el Tamiflu de Roche.
En todo caso, es probable que la influenza porcina muestre que la versión OMS/CDC de la preparación a una pandemia –sin una nueva y cuantiosa inversión en vigilancia, infraestructura científica y regulatoria, salud pública básica y acceso global a fármacos de vida o muerte– pertenece a la misma clase de manejo de riesgo piramidal que los derivados de AIG o los títulos de Madoff.
No es que el sistema de advertencia de pandemia haya fallado, sino que no existe, ni siquiera en Norteamérica y Estados Unidos.
Tal vez no sea sorprendente que México carezca tanto de la capacidad como de la voluntad política para dar seguimiento a la mortandad de ganado y sus impactos en la salud pública; pero la situación apenas si es mejor al norte de la frontera, donde la vigilancia es un pastiche disfuncional de jurisdicciones estatales y las trasnacionales productoras de ganado dispensan a las regulaciones de salud el mismo desprecio con que tratan a trabajadores y animales.
De manera similar, una década de advertencias urgentes de científicos en el campo no ha logrado asegurar la transferencia de tecnología avanzada de análisis viral a los países que están en la ruta directa de una probable pandemia. México cuenta con expertos de fama mundial en enfermedades, pero tuvo que mandar muestras a un laboratorio en Winnipeg (que tiene menos de 3 por ciento de la población de la ciudad de México) para identificar el genoma de la cepa. Por eso se perdió casi una semana.
Pero nadie estaba menos alerta que los legendarios controladores de enfermedades de Atlanta. Según el Washington Post, los CDC apenas se enteraron del brote seis días después de que el gobierno mexicano comenzó a imponer medidas de emergencia. De hecho, “los funcionarios de salud pública de Estados Unidos aún están en gran parte a oscuras acerca de lo que ocurre en México, dos semanas después de que se reconoció el brote”.
No debería haber excusas. No se trata de un “cisne negro” batiendo las alas. La paradoja central de este pánico por la influenza porcina es que, si bien fue totalmente inesperada, también se había vaticinado con precisión.
Hace seis años, Science dedicó una nota importante (reportada por la admirable Bernice Wuethrich) para probar que, “luego de años de estabilidad, el virus de la influenza porcina norteamericana ha saltado hacia una vía rápida de evolución”.
Desde que fue identificada, al principio de la gran depresión, la influencia porcina H1N1 sólo se había desviado ligeramente de su genoma original. Sin embargo, en 1998 se abrieron las puertas del infierno. Una cepa altamente patógena comenzó a diezmar la población de una granja porcina fabril en Carolina del Norte, y versiones nuevas y más virulentas comenzaron a aparecer casi cada año, entre ellas una extraña variante de H1N1 que contenía los genes internos del H3N2 (la otra influenza tipo A que circula entre humanos).
Investigadores entrevistados por Wuethrich se preocupaban de que uno de estos híbridos pudiera convertirse en influenza humana (se cree que las pandemias de 1957 y 1968 se originaron en la mezcla de virus aviar y humano en el cuerpo de cerdos) y llamaron a la creación de un sistema de vigilancia oficial sobre la influenza porcina: amonestación que, desde luego, pasó inadvertida en un Washington preparado para quemar miles de millones de dólares en fantasías de bioterrorismo mientras hacía caso omiso de peligros obvios.
Pero, ¿qué causó esta aceleración de la evolución de la influenza porcina? Probablemente lo mismo que ha favorecido la reproducción de la gripe aviar.
Desde hace mucho tiempo los virólogos creen que el sistema de agricultura intensiva del sur de China –una ecología inmensamente productiva de arroz, pescado, cerdos y aves domésticas y salvajes– es el motor principal de la mutación de la influenza, tanto la estacional como la genómica episódica. (Más raro es que se dé un salto directo de aves a cerdos y/o humanos, como ocurrió con el H5N1 en 1997.)
Sin embargo, la industrialización trasnacional de la producción ganadera ha quebrado el monopolio natural de China sobre la evolución de la influenza. Como muchos escritores han destacado, la crianza de animales ha sido transformada en décadas recientes en algo más parecido a la industria petroquímica que a la familia feliz de granjeros que presentan los libros de texto para niños.
Por ejemplo, en 1965 había 55 millones de cerdos en más de un millón de granjas de Estados Unidos; hoy existen 65 millones, concentrados en 65 mil instalaciones, la mitad de las cuales tienen más de 5 mil animales. En esencia, se trata de una transición desde los chiqueros a la antigua hacia vastos infiernos de excremento, de naturaleza sin precedente, en los cuales decenas, incluso cientos de miles de animales con sistemas inmunes debilitados se sofocan entre el calor y el estiércol e intercambian patógenos a velocidad de vértigo con sus compañeros de presidio y sus patéticas progenies.
Quien haya viajado por Tar Heel, en Carolina del Norte, o Milford, Utah –donde las subsidiarias de Smithfield Foods producen cada año más de un millón de cerdos por cabeza, así como cientos de pozas llenas de mierda tóxica–, entenderá por intuición hasta qué punto las agroindustrias han interferido con las leyes de la naturaleza.
El año pasado una distinguida comisión convocada por el Centro de Investigación Pew emitió un informe señero sobre la “producción animal en las granjas industriales”, el cual subrayaba el agudo peligro de que “el continuo reciclaje de virus… en grandes manadas o rebaños incrementará las oportunidades de generación de virus novedosos, mediante mutación o eventos recombinantes, que podrían propiciar una transmisión más eficaz de humano a humano”.
La comisión también advirtió que el uso promiscuo de antibióticos en fábricas de cerdos (alternativa más barata que sistemas de drenaje o ambientes más humanos) favorecía el aumento de infecciones por estafilococo dorado resistentes a los antibióticos, y que los lixiviados de los desagües producían brotes de pesadilla de E. coli y Pfisteria (el protozoario del día del juicio, que ha matado más de mil millones de peces en los estuarios de Carolina y enfermado a docenas de pescadores).
Sin embargo, cualquier intento de mejorar esta nueva ecología patógena tendría que enfrentarse al monstruoso poder ejercido por conglomerados ganaderos como Smithfield Foods (cerdo y res) y Tyson (pollo). Los comisionados del Centro Pew, encabezados por John Carlin, ex gobernador de Kansas, reportaron obstrucción sistemática de su investigación por las corporaciones, incluso con amenazas descaradas de retener financiamiento a investigadores.
Además, se trata de una industria altamente globalizada con equivalente peso político internacional. Así como el gigante del pollo Charoen Pokphand, con sede en Bangkok, logró suprimir investigaciones sobre su papel en la propagación de la gripe aviar por toda Asia, es probable que la prevista epidemiología del brote de influenza porcina se estrelle contra el valladar corporativo de la industria del cerdo.
Esto no quiere decir que jamás se encontrará una pistola humeante. Ya hay versiones en la prensa mexicana en torno a un epicentro de influenza alrededor de una gigantesca subsidiaria de Smithfield Foods en el estado de Veracruz. Pero lo que más importa (en especial dada la amenaza constante del H5N1) es la configuración mayor: la estrategia fallida de la OMS contra la pandemia, la ulterior declinación de la salud pública mundial, el férreo control de las grandes farmacéuticas sobre los medicamentos vitales, y la catástrofe planetaria de una producción ganadera industrializada y ecológicamente desordenada.
Traducción: Jorge Anaya
* Autor de los libros sobre la amenaza de la fiebre aviar: El monstruo llama a nuestra puerta y Ciudad de cuarzo
La influenza porcina mexicana, quimera genética probablemente concebida en las cloacas de algún chiquero industrial, de pronto amenaza con dar una fiebre al mundo entero. Los brotes iniciales en toda Norteamérica revelan una infección que ya se propaga a mayor velocidad que la más reciente cepa pandémica oficial, la influenza de Hong Kong de 1968.
Robando reflectores al asesino oficialmente designado, el H5N1 –que por lo demás muta con vigor–, este virus porcino es una amenaza de magnitud desconocida. Sin duda parece mucho más letal que el SARS en 2003, pero, siendo influenza, puede resultar más duradero que éste y menos proclive a volver a su cueva secreta.
Dado que las influenzas estacionales domesticadas del tipo A causan la muerte hasta a un millón de personas cada año, incluso un modesto incremento de la virulencia, en especial si se combina con alta incidencia, podría producir una carnicería semejante a la de una guerra en gran escala.
Entre tanto, una de las primeras víctimas ha sido la confortante fe, predicada durante mucho tiempo en los púlpitos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en que las pandemias pueden ser contenidas por las rápidas respuestas de las burocracias médicas, independientemente de la calidad de la salud pública local.
Desde las primeras muertes producidas por el H5N1 en Hong Kong, en 1997, la OMS, con el apoyo de la mayoría de los servicios nacionales de salud, ha promovido una estrategia centrada en identificar y aislar una cepa pandémica dentro del radio local del brote, seguida por una completa dosificación de la población con antivirales y vacunas (si las hay).
Un ejército de escépticos ha cuestionado con razón este enfoque de contrainsurgencia viral, pues sostienen que hoy día los microbios pueden viajar por el mundo (literalmente, en el caso de la gripe aviar) más aprisa de lo que los funcionarios de la OMS o locales pueden reaccionar al brote original. También apuntan al primitivo y a menudo inexistente seguimiento de la conexión entre las enfermedades humana y animal.
Pero la mitología de intervención audaz, preventiva (y barata) contra la gripe aviar ha sido invaluable para la causa de los países ricos, como Estados Unidos y Gran Bretaña, que prefieren invertir en sus propias líneas Maginot biológicas que incrementar dramáticamente la ayuda a las líneas frontales epidémicas fuera de su territorio, así como para las grandes trasnacionales farmacéuticas, que han combatido las demandas del tercer mundo por la manufactura pública y genérica de antivirales críticos, como el Tamiflu de Roche.
En todo caso, es probable que la influenza porcina muestre que la versión OMS/CDC de la preparación a una pandemia –sin una nueva y cuantiosa inversión en vigilancia, infraestructura científica y regulatoria, salud pública básica y acceso global a fármacos de vida o muerte– pertenece a la misma clase de manejo de riesgo piramidal que los derivados de AIG o los títulos de Madoff.
No es que el sistema de advertencia de pandemia haya fallado, sino que no existe, ni siquiera en Norteamérica y Estados Unidos.
Tal vez no sea sorprendente que México carezca tanto de la capacidad como de la voluntad política para dar seguimiento a la mortandad de ganado y sus impactos en la salud pública; pero la situación apenas si es mejor al norte de la frontera, donde la vigilancia es un pastiche disfuncional de jurisdicciones estatales y las trasnacionales productoras de ganado dispensan a las regulaciones de salud el mismo desprecio con que tratan a trabajadores y animales.
De manera similar, una década de advertencias urgentes de científicos en el campo no ha logrado asegurar la transferencia de tecnología avanzada de análisis viral a los países que están en la ruta directa de una probable pandemia. México cuenta con expertos de fama mundial en enfermedades, pero tuvo que mandar muestras a un laboratorio en Winnipeg (que tiene menos de 3 por ciento de la población de la ciudad de México) para identificar el genoma de la cepa. Por eso se perdió casi una semana.
Pero nadie estaba menos alerta que los legendarios controladores de enfermedades de Atlanta. Según el Washington Post, los CDC apenas se enteraron del brote seis días después de que el gobierno mexicano comenzó a imponer medidas de emergencia. De hecho, “los funcionarios de salud pública de Estados Unidos aún están en gran parte a oscuras acerca de lo que ocurre en México, dos semanas después de que se reconoció el brote”.
No debería haber excusas. No se trata de un “cisne negro” batiendo las alas. La paradoja central de este pánico por la influenza porcina es que, si bien fue totalmente inesperada, también se había vaticinado con precisión.
Hace seis años, Science dedicó una nota importante (reportada por la admirable Bernice Wuethrich) para probar que, “luego de años de estabilidad, el virus de la influenza porcina norteamericana ha saltado hacia una vía rápida de evolución”.
Desde que fue identificada, al principio de la gran depresión, la influencia porcina H1N1 sólo se había desviado ligeramente de su genoma original. Sin embargo, en 1998 se abrieron las puertas del infierno. Una cepa altamente patógena comenzó a diezmar la población de una granja porcina fabril en Carolina del Norte, y versiones nuevas y más virulentas comenzaron a aparecer casi cada año, entre ellas una extraña variante de H1N1 que contenía los genes internos del H3N2 (la otra influenza tipo A que circula entre humanos).
Investigadores entrevistados por Wuethrich se preocupaban de que uno de estos híbridos pudiera convertirse en influenza humana (se cree que las pandemias de 1957 y 1968 se originaron en la mezcla de virus aviar y humano en el cuerpo de cerdos) y llamaron a la creación de un sistema de vigilancia oficial sobre la influenza porcina: amonestación que, desde luego, pasó inadvertida en un Washington preparado para quemar miles de millones de dólares en fantasías de bioterrorismo mientras hacía caso omiso de peligros obvios.
Pero, ¿qué causó esta aceleración de la evolución de la influenza porcina? Probablemente lo mismo que ha favorecido la reproducción de la gripe aviar.
Desde hace mucho tiempo los virólogos creen que el sistema de agricultura intensiva del sur de China –una ecología inmensamente productiva de arroz, pescado, cerdos y aves domésticas y salvajes– es el motor principal de la mutación de la influenza, tanto la estacional como la genómica episódica. (Más raro es que se dé un salto directo de aves a cerdos y/o humanos, como ocurrió con el H5N1 en 1997.)
Sin embargo, la industrialización trasnacional de la producción ganadera ha quebrado el monopolio natural de China sobre la evolución de la influenza. Como muchos escritores han destacado, la crianza de animales ha sido transformada en décadas recientes en algo más parecido a la industria petroquímica que a la familia feliz de granjeros que presentan los libros de texto para niños.
Por ejemplo, en 1965 había 55 millones de cerdos en más de un millón de granjas de Estados Unidos; hoy existen 65 millones, concentrados en 65 mil instalaciones, la mitad de las cuales tienen más de 5 mil animales. En esencia, se trata de una transición desde los chiqueros a la antigua hacia vastos infiernos de excremento, de naturaleza sin precedente, en los cuales decenas, incluso cientos de miles de animales con sistemas inmunes debilitados se sofocan entre el calor y el estiércol e intercambian patógenos a velocidad de vértigo con sus compañeros de presidio y sus patéticas progenies.
Quien haya viajado por Tar Heel, en Carolina del Norte, o Milford, Utah –donde las subsidiarias de Smithfield Foods producen cada año más de un millón de cerdos por cabeza, así como cientos de pozas llenas de mierda tóxica–, entenderá por intuición hasta qué punto las agroindustrias han interferido con las leyes de la naturaleza.
El año pasado una distinguida comisión convocada por el Centro de Investigación Pew emitió un informe señero sobre la “producción animal en las granjas industriales”, el cual subrayaba el agudo peligro de que “el continuo reciclaje de virus… en grandes manadas o rebaños incrementará las oportunidades de generación de virus novedosos, mediante mutación o eventos recombinantes, que podrían propiciar una transmisión más eficaz de humano a humano”.
La comisión también advirtió que el uso promiscuo de antibióticos en fábricas de cerdos (alternativa más barata que sistemas de drenaje o ambientes más humanos) favorecía el aumento de infecciones por estafilococo dorado resistentes a los antibióticos, y que los lixiviados de los desagües producían brotes de pesadilla de E. coli y Pfisteria (el protozoario del día del juicio, que ha matado más de mil millones de peces en los estuarios de Carolina y enfermado a docenas de pescadores).
Sin embargo, cualquier intento de mejorar esta nueva ecología patógena tendría que enfrentarse al monstruoso poder ejercido por conglomerados ganaderos como Smithfield Foods (cerdo y res) y Tyson (pollo). Los comisionados del Centro Pew, encabezados por John Carlin, ex gobernador de Kansas, reportaron obstrucción sistemática de su investigación por las corporaciones, incluso con amenazas descaradas de retener financiamiento a investigadores.
Además, se trata de una industria altamente globalizada con equivalente peso político internacional. Así como el gigante del pollo Charoen Pokphand, con sede en Bangkok, logró suprimir investigaciones sobre su papel en la propagación de la gripe aviar por toda Asia, es probable que la prevista epidemiología del brote de influenza porcina se estrelle contra el valladar corporativo de la industria del cerdo.
Esto no quiere decir que jamás se encontrará una pistola humeante. Ya hay versiones en la prensa mexicana en torno a un epicentro de influenza alrededor de una gigantesca subsidiaria de Smithfield Foods en el estado de Veracruz. Pero lo que más importa (en especial dada la amenaza constante del H5N1) es la configuración mayor: la estrategia fallida de la OMS contra la pandemia, la ulterior declinación de la salud pública mundial, el férreo control de las grandes farmacéuticas sobre los medicamentos vitales, y la catástrofe planetaria de una producción ganadera industrializada y ecológicamente desordenada.
Traducción: Jorge Anaya
* Autor de los libros sobre la amenaza de la fiebre aviar: El monstruo llama a nuestra puerta y Ciudad de cuarzo
Una emergencia nacional, la sanitaria, momentáneamente eclipsó a la otra gran sacudida nacional, la económica, pero dada la proporción de la primera y la magnitud de la segunda ambas comenzaron a caminar de la mano. Y no es para menos, porque si bien la información relativa a la epidemia domina la oferta de los medios de comunicación y concentra la atención de los ciudadanos, la de carácter económico no deja de sacudir a este heroico país.
Transcurrida casi una semana desde que la autoridad sanitaria declaró la emergencia sanitaria con motivo de la influenza porcina, la realidad económica aparentemente pasó a una muy alejada segunda posición, por mucho que cotidianamente a la ciudadanía le cale hasta los huesos. Aún así, el Inegi se encarga de reubicar la ingrata información de carácter económico, tal como lo hizo ayer al divulgar que el Indicador Global de la Actividad Económica (IGAE) se desplomó 10.8 por ciento en términos reales durante febrero pasado, en comparación con igual mes de 2008, el mismo índice que en enero del presente año reportó una caída de 9.3 por ciento.
Así, la actividad económica en el país acumula cinco meses al hilo de desplome (octubre de 2008 a febrero de 2009), sin considerar que en agosto del año anterior el resultado fue de cero por ciento, lo que da cuerpo, por si hubiera alguna duda, a la emergencia que intenta ser opacada por la sanitaria, cuando en realidad ambas van de la mano. El resultado oficial en febrero pasado hace retroceder el IGAE a un nivel no reportado desde enero de 2005, lo que da idea del efecto real que este “catarrito” ha tenido en la actividad económica del país.
Para el segundo mes de 2009, el Inegi precisa que el desempeño negativo de la actividad económica de México fue producto de la caída en sus tres grandes grupos de actividades: las secundarias se desplomaron 13.2 por ciento; las terciarias 9.6 por ciento y las primarias 7.1 por ciento. Como bien lo precisa el propio organismo, “el IGAE incorpora información preliminar y no incluye la totalidad de las actividades que integran el PIB trimestral, por lo que debe considerarse como un indicador de tendencia o dirección de la economía mexicana en el corto plazo”. Falta sumar los efectos económicos de la emergencia sanitaria, aunque éstos condicionarán el comportamiento de los resultados para el segundo trimestre del año.
El detalle, de acuerdo con el Inegi, dice así: con información preliminar de la Sagarpa, las actividades primarias (que incluyen a la agricultura y ganadería) cayeron 7.1 por ciento a tasa anual durante el segundo mes de 2009, “debido al retroceso reportado en la agricultura como consecuencia de la menor superficie sembrada en el ciclo otoño-invierno y de la cosechada en el primavera-verano, lo que derivó en una disminución de la producción de cultivos como: sorgo y trigo en grano, caña de azúcar, papa, alfalfa verde, cebada en grano, sorgo forrajero, chile y tomate verde, café cereza y tomate rojo. Por su parte, la ganadería presentó un aumento anual en el mes en cuestión”.
Por lo que toca a las actividades secundarias (minería; electricidad, agua y suministro de gas por ductos al consumidor final; construcción e industrias manufactureras) se desplomaron 13.2 por ciento en términos reales en el segundo mes de este año respecto de febrero de 2008. “Este comportamiento se derivó de las disminuciones mostradas en la mayoría de los subsectores que las integran, destacando las caídas de equipo de transporte; edificación; extracción de petróleo y gas; equipo de computación, comunicación, medición y de otros equipos, componentes y accesorios electrónicos; industrias metálicas básicas; productos a base de minerales no metálicos; productos metálicos; industria química; equipo de generación eléctrica y aparatos y accesorios eléctricos; maquinaria y equipo, y trabajos especializados para la construcción, entre otros”.
Las actividades terciarias registraron una caída de 9.6 por ciento. “Dicha evolución fue resultado de los decrementos reportados en el comercio; servicios inmobiliarios; autotransporte de carga; instituciones de intermediación crediticia y financiera no bursátil; servicios profesionales, científicos, técnicos, de alojamiento temporal, relacionados con el transporte, de preparación de alimentos y bebidas, y educativos, básicamente”.
Ese es el panorama documentado por el Inegi. Como se observa, nada tiene que ver con los “signos alentadores” que Calderón dice ver, pero que nadie registra por ninguna parte. Sin duda, por mucho que desde Los Pinos se pretenda minimizar, la situación económica es de emergencia nacional, la cual se ve robustecida por la otra emergencia, la sanitaria, que independientemente de su lamentable cuota fatal ha obligado a poner en marcha una seria de acciones que repercutirán negativamente en la propia actividad económica y en lo socialmente más elemental, el empleo.
De hecho, la decisión del gobierno capitalino de, entre otras, cerrar los restaurantes –aunque éstos surtan pedidos a domicilio o “para llevar”– pone en el filo de la navaja a cerca de 450 mil personas (jefes de familia la mayoría de ellos) que en el Distrito Federal se ocupan en y obtienen sus ingresos de tal actividad. Y la cifra tiende a incrementarse nacionalmente, en la medida en que la epidemia aumenta su intensidad y las autoridades sanitarias sus decisiones para acotarla lo más posible.
Las rebanadas del pastel
Prioridades son prioridades: mientras en México el gobierno calderonista actúa rápidamente para “rescatar” a las grandes empresas privadas y se esfuerza para conseguirles dolaritos baratos, como los 30 mil millones de billetes verdes obtenidos por el Banco de México, vía “líneas swap” con la Reserva Federal del vecino del norte, para “proveer financiamientos a participantes del sector privado que enfrenten presiones para obtener recursos en dólares a plazo”, en Estados Unidos el presidente Barack Obama solicita urgentemente al Congreso de su país una partida presupuestal de mil 500 millones de dólares “para luchar contra el brote de fiebre porcina en el país, con 64 casos confirmados, acumular fármacos contra la enfermedad y reforzar las labores de supervisión; se trata de fortalecer la capacidad de nuestro país para responder el potencial avance de este brote; estos fondos deberán aportarse con máxima flexibilidad para permitirnos hacer frente a esta situación de emergencia”. Más claro, el agua.
cfvmexico_sa@hotmail.com • mexicosa@infinitum.com.mx
Transcurrida casi una semana desde que la autoridad sanitaria declaró la emergencia sanitaria con motivo de la influenza porcina, la realidad económica aparentemente pasó a una muy alejada segunda posición, por mucho que cotidianamente a la ciudadanía le cale hasta los huesos. Aún así, el Inegi se encarga de reubicar la ingrata información de carácter económico, tal como lo hizo ayer al divulgar que el Indicador Global de la Actividad Económica (IGAE) se desplomó 10.8 por ciento en términos reales durante febrero pasado, en comparación con igual mes de 2008, el mismo índice que en enero del presente año reportó una caída de 9.3 por ciento.
Así, la actividad económica en el país acumula cinco meses al hilo de desplome (octubre de 2008 a febrero de 2009), sin considerar que en agosto del año anterior el resultado fue de cero por ciento, lo que da cuerpo, por si hubiera alguna duda, a la emergencia que intenta ser opacada por la sanitaria, cuando en realidad ambas van de la mano. El resultado oficial en febrero pasado hace retroceder el IGAE a un nivel no reportado desde enero de 2005, lo que da idea del efecto real que este “catarrito” ha tenido en la actividad económica del país.
Para el segundo mes de 2009, el Inegi precisa que el desempeño negativo de la actividad económica de México fue producto de la caída en sus tres grandes grupos de actividades: las secundarias se desplomaron 13.2 por ciento; las terciarias 9.6 por ciento y las primarias 7.1 por ciento. Como bien lo precisa el propio organismo, “el IGAE incorpora información preliminar y no incluye la totalidad de las actividades que integran el PIB trimestral, por lo que debe considerarse como un indicador de tendencia o dirección de la economía mexicana en el corto plazo”. Falta sumar los efectos económicos de la emergencia sanitaria, aunque éstos condicionarán el comportamiento de los resultados para el segundo trimestre del año.
El detalle, de acuerdo con el Inegi, dice así: con información preliminar de la Sagarpa, las actividades primarias (que incluyen a la agricultura y ganadería) cayeron 7.1 por ciento a tasa anual durante el segundo mes de 2009, “debido al retroceso reportado en la agricultura como consecuencia de la menor superficie sembrada en el ciclo otoño-invierno y de la cosechada en el primavera-verano, lo que derivó en una disminución de la producción de cultivos como: sorgo y trigo en grano, caña de azúcar, papa, alfalfa verde, cebada en grano, sorgo forrajero, chile y tomate verde, café cereza y tomate rojo. Por su parte, la ganadería presentó un aumento anual en el mes en cuestión”.
Por lo que toca a las actividades secundarias (minería; electricidad, agua y suministro de gas por ductos al consumidor final; construcción e industrias manufactureras) se desplomaron 13.2 por ciento en términos reales en el segundo mes de este año respecto de febrero de 2008. “Este comportamiento se derivó de las disminuciones mostradas en la mayoría de los subsectores que las integran, destacando las caídas de equipo de transporte; edificación; extracción de petróleo y gas; equipo de computación, comunicación, medición y de otros equipos, componentes y accesorios electrónicos; industrias metálicas básicas; productos a base de minerales no metálicos; productos metálicos; industria química; equipo de generación eléctrica y aparatos y accesorios eléctricos; maquinaria y equipo, y trabajos especializados para la construcción, entre otros”.
Las actividades terciarias registraron una caída de 9.6 por ciento. “Dicha evolución fue resultado de los decrementos reportados en el comercio; servicios inmobiliarios; autotransporte de carga; instituciones de intermediación crediticia y financiera no bursátil; servicios profesionales, científicos, técnicos, de alojamiento temporal, relacionados con el transporte, de preparación de alimentos y bebidas, y educativos, básicamente”.
Ese es el panorama documentado por el Inegi. Como se observa, nada tiene que ver con los “signos alentadores” que Calderón dice ver, pero que nadie registra por ninguna parte. Sin duda, por mucho que desde Los Pinos se pretenda minimizar, la situación económica es de emergencia nacional, la cual se ve robustecida por la otra emergencia, la sanitaria, que independientemente de su lamentable cuota fatal ha obligado a poner en marcha una seria de acciones que repercutirán negativamente en la propia actividad económica y en lo socialmente más elemental, el empleo.
De hecho, la decisión del gobierno capitalino de, entre otras, cerrar los restaurantes –aunque éstos surtan pedidos a domicilio o “para llevar”– pone en el filo de la navaja a cerca de 450 mil personas (jefes de familia la mayoría de ellos) que en el Distrito Federal se ocupan en y obtienen sus ingresos de tal actividad. Y la cifra tiende a incrementarse nacionalmente, en la medida en que la epidemia aumenta su intensidad y las autoridades sanitarias sus decisiones para acotarla lo más posible.
Las rebanadas del pastel
Prioridades son prioridades: mientras en México el gobierno calderonista actúa rápidamente para “rescatar” a las grandes empresas privadas y se esfuerza para conseguirles dolaritos baratos, como los 30 mil millones de billetes verdes obtenidos por el Banco de México, vía “líneas swap” con la Reserva Federal del vecino del norte, para “proveer financiamientos a participantes del sector privado que enfrenten presiones para obtener recursos en dólares a plazo”, en Estados Unidos el presidente Barack Obama solicita urgentemente al Congreso de su país una partida presupuestal de mil 500 millones de dólares “para luchar contra el brote de fiebre porcina en el país, con 64 casos confirmados, acumular fármacos contra la enfermedad y reforzar las labores de supervisión; se trata de fortalecer la capacidad de nuestro país para responder el potencial avance de este brote; estos fondos deberán aportarse con máxima flexibilidad para permitirnos hacer frente a esta situación de emergencia”. Más claro, el agua.
cfvmexico_sa@hotmail.com • mexicosa@infinitum.com.mx
La desolación del mundo la retratan los periódicos. Pregunto: ¿se entrecruzan en algún punto los siguientes encabezados periodísticos? Reza el primero: Voy al paro, pero secuestro al jefe. Una nueva manera de protesta social se extiende en Francia: los trabajadores empiezan a tomar como rehenes a los dirigentes de empresas en crisis”. Informa otro: “Centroamérica, ‘entre dos fuegos’ en la guerra de la droga”.
Ahora pregunto: ¿mantienen algún vínculo las siguientes noticias tan viejas como ayer y tan vigentes como mañana? Copio un título: “Estados Unidos da un golpe a la piratería al liberar al capitán secuestrado. Fuerzas especiales de la armada matan a tres piratas somalíes en la operación. Obama se declara satisfecho y llama a restablecer la seguridad”. Advierte otro: “La droga se abarata entre 10 por ciento y 30 por ciento en 10 años”. Me repito: la desolación del mundo la construyen los seres humanos y la publican los medios de información.
A vuelapluma, parecen escasos los vínculos entre las cuatro noticias; queda la impresión de que los sucesos pertenecen a tejidos diferentes y de que no existen nexos entre las noticias que retratan el mundo y las que hablan de las drogas. Con los ojos entre las líneas y con el deseo de leer más allá de la superficie, los entrecruzamientos son inagotables. Inagotables como la presencia de la droga en el mundo y vigentes como la derrota de la denominada “guerra contra las drogas”, guerra pérdida a priori: no se lucha contra las drogas, sino contra quienes las producen, contra los que las distribuyen y contra quienes lucran con ellas. Regreso a los títulos.
Francia, Guatemala, algún lugar del Índico cercano a Somalia y España son los países donde se originó la información. Huelga decir que pude haber citado a Afganistán, a Rusia, a México y a Marruecos para exponer otros continentes y otros países protagonistas del universo de las drogas. Basta con los cuatro primeros para hablar del mundo. Todos los países involucrados comparten la misma noche. En Francia, en abril de 2009, los trabajadores secuestran a sus jefes cuando se quedan sin trabajo. Los sociólogos piensan, con razón, que “el pueblo se está divorciando de las elites”. Concuerdo con los sociólogos, pero me seduce más el argumento de un trabajador convertido momentáneamente en secuestrador: “No tenemos mucho que perder; ya hemos perdido el trabajo”.
Somalia es un país que semeja el caos: el gobierno no es gobierno y la miseria sí es miseria. No hay trabajo, pero es indispensable comer. Quienes hoy tanto roban no estudiaron a Marx. Se debe robar con mesura. Hambrear hasta la muerte al pueblo atenta contra el poder. En Somalia había pesca, pero ya no la hay; dado que gobernaba el desgobierno, flotillas de pescadores europeos expoliaron el mar y lo secaron: casi ya no hay peces y, por lo tanto, no es posible cocinar pescados. Lectores o no de las historias de piratas, algunos somalíes se han lanzado al mar para asaltar barcos y cobrar jugosos rescates en dólares por el barco y por la tripulación. En 2008 capturaron 40 barcos y se hicieron de dinero, ad nauseam.
La noticia proveniente de Guatemala informa lo que ya sabemos: los países empobrecidos corren el riesgo de caer en las garras de los narcotraficantes. Y subraya otras verdades: los campesinos se mueren de hambre, cultivan algunas drogas y se venden a los narcotraficantes. Aunque ese artículo no lo informa, se sabe que para ser político en Latinoamérica se requieren genes asociados con el hurto, la corrupción, el enriquecimiento ilícito, la impunidad y el expolio, características que han persistido en los últimos siglos y que han arrinconado a sus empobrecidos habitantes al mejor postor, en este caso, la patria de las drogas.
La última noticia, proveniente de España, explica que “la lucha contra el narcotráfico y la drogadicción ha fracasado en los últimos 10 años, según un estudio presentado por la Comisión Europea que evalúa la evolución del mercado de la droga y las políticas aplicadas para contrarrestarlo entre 1998 y 2007. Preocupa, continúa la noticia, que el precio de la droga haya caído entre un 10 por ciento y un 30 por ciento”. Corolario: el mundo se interconecta por muchas razones. En este caso, por la miseria y la droga o, lo que es lo mismo, pero escrito con otras palabras, por las interconexiones entre políticos y narcotraficantes. La miseria y el hambre poco saben de ética. Ya lo dijo Bertolt Brecht: “Primero es el comer y después la moral”.
La droga es noticia diaria. La droga y sus vínculos no sólo retratan el mundo, sino que lo representan. Los tejidos de la droga son infinitos: desde la miseria como pretexto y razón para sobrevivir hasta el poder infinito de los capos de la droga, sin soslayar a políticos y derivados policiacos como actores y concesionarios del inmenso negocio de la droga. En medio, los hilos indispensables de esa trama: los consumidores.
Pobreza, expolio, políticos, narcotraficantes y consumidores, entre otros factores, son resumen del universo de las drogas. ¿Se puede hablar, pensando en ese entramado, de una “ética de las drogas”? o, más bien, ¿se podría proponer una lectura ética del mundo de las drogas? Sugiero el siguiente ejercicio. Plantear una serie de preguntas obvias, alejadas de todo maniqueísmo, e intentar responderlas, incluyendo algunos supuestos éticos. Quizás esa mirada podría aportar algunas ideas a la discusión. Guardo para la próxima semana las preguntas.
* Fragmentos del texto Ética y drogas: Muchas preguntas, algunas respuestas, como parte del simposio, ¿Qué hacer con las drogas?, organizado por el ITAM
Ahora pregunto: ¿mantienen algún vínculo las siguientes noticias tan viejas como ayer y tan vigentes como mañana? Copio un título: “Estados Unidos da un golpe a la piratería al liberar al capitán secuestrado. Fuerzas especiales de la armada matan a tres piratas somalíes en la operación. Obama se declara satisfecho y llama a restablecer la seguridad”. Advierte otro: “La droga se abarata entre 10 por ciento y 30 por ciento en 10 años”. Me repito: la desolación del mundo la construyen los seres humanos y la publican los medios de información.
A vuelapluma, parecen escasos los vínculos entre las cuatro noticias; queda la impresión de que los sucesos pertenecen a tejidos diferentes y de que no existen nexos entre las noticias que retratan el mundo y las que hablan de las drogas. Con los ojos entre las líneas y con el deseo de leer más allá de la superficie, los entrecruzamientos son inagotables. Inagotables como la presencia de la droga en el mundo y vigentes como la derrota de la denominada “guerra contra las drogas”, guerra pérdida a priori: no se lucha contra las drogas, sino contra quienes las producen, contra los que las distribuyen y contra quienes lucran con ellas. Regreso a los títulos.
Francia, Guatemala, algún lugar del Índico cercano a Somalia y España son los países donde se originó la información. Huelga decir que pude haber citado a Afganistán, a Rusia, a México y a Marruecos para exponer otros continentes y otros países protagonistas del universo de las drogas. Basta con los cuatro primeros para hablar del mundo. Todos los países involucrados comparten la misma noche. En Francia, en abril de 2009, los trabajadores secuestran a sus jefes cuando se quedan sin trabajo. Los sociólogos piensan, con razón, que “el pueblo se está divorciando de las elites”. Concuerdo con los sociólogos, pero me seduce más el argumento de un trabajador convertido momentáneamente en secuestrador: “No tenemos mucho que perder; ya hemos perdido el trabajo”.
Somalia es un país que semeja el caos: el gobierno no es gobierno y la miseria sí es miseria. No hay trabajo, pero es indispensable comer. Quienes hoy tanto roban no estudiaron a Marx. Se debe robar con mesura. Hambrear hasta la muerte al pueblo atenta contra el poder. En Somalia había pesca, pero ya no la hay; dado que gobernaba el desgobierno, flotillas de pescadores europeos expoliaron el mar y lo secaron: casi ya no hay peces y, por lo tanto, no es posible cocinar pescados. Lectores o no de las historias de piratas, algunos somalíes se han lanzado al mar para asaltar barcos y cobrar jugosos rescates en dólares por el barco y por la tripulación. En 2008 capturaron 40 barcos y se hicieron de dinero, ad nauseam.
La noticia proveniente de Guatemala informa lo que ya sabemos: los países empobrecidos corren el riesgo de caer en las garras de los narcotraficantes. Y subraya otras verdades: los campesinos se mueren de hambre, cultivan algunas drogas y se venden a los narcotraficantes. Aunque ese artículo no lo informa, se sabe que para ser político en Latinoamérica se requieren genes asociados con el hurto, la corrupción, el enriquecimiento ilícito, la impunidad y el expolio, características que han persistido en los últimos siglos y que han arrinconado a sus empobrecidos habitantes al mejor postor, en este caso, la patria de las drogas.
La última noticia, proveniente de España, explica que “la lucha contra el narcotráfico y la drogadicción ha fracasado en los últimos 10 años, según un estudio presentado por la Comisión Europea que evalúa la evolución del mercado de la droga y las políticas aplicadas para contrarrestarlo entre 1998 y 2007. Preocupa, continúa la noticia, que el precio de la droga haya caído entre un 10 por ciento y un 30 por ciento”. Corolario: el mundo se interconecta por muchas razones. En este caso, por la miseria y la droga o, lo que es lo mismo, pero escrito con otras palabras, por las interconexiones entre políticos y narcotraficantes. La miseria y el hambre poco saben de ética. Ya lo dijo Bertolt Brecht: “Primero es el comer y después la moral”.
La droga es noticia diaria. La droga y sus vínculos no sólo retratan el mundo, sino que lo representan. Los tejidos de la droga son infinitos: desde la miseria como pretexto y razón para sobrevivir hasta el poder infinito de los capos de la droga, sin soslayar a políticos y derivados policiacos como actores y concesionarios del inmenso negocio de la droga. En medio, los hilos indispensables de esa trama: los consumidores.
Pobreza, expolio, políticos, narcotraficantes y consumidores, entre otros factores, son resumen del universo de las drogas. ¿Se puede hablar, pensando en ese entramado, de una “ética de las drogas”? o, más bien, ¿se podría proponer una lectura ética del mundo de las drogas? Sugiero el siguiente ejercicio. Plantear una serie de preguntas obvias, alejadas de todo maniqueísmo, e intentar responderlas, incluyendo algunos supuestos éticos. Quizás esa mirada podría aportar algunas ideas a la discusión. Guardo para la próxima semana las preguntas.
* Fragmentos del texto Ética y drogas: Muchas preguntas, algunas respuestas, como parte del simposio, ¿Qué hacer con las drogas?, organizado por el ITAM
El vasto y heterogéneo conjunto de pueblos que se llaman Estados Unidos de América” se nutren de la convicción generalizada de que Dios los eligió para ser una nación superior a todas las demás: el Destino Manifiesto.
El Manifest Destiny fue concebido por los primeros colonos de fe puritana y protestante llegados desde Inglaterra y Escocia en el siglo XVII. John Cotton, predicador puritano, decía en 1630: “Ninguna nación tiene el derecho de expulsar a otra, si no es por un designio especial del cielo como el que tuvieron los israelitas, a menos que los nativos obraran injustamente con ella. En este caso tendrán derecho a entablar, legalmente, una guerra con ellos así como a someterlos”
En el proceso de ocupación de Texas y Oregón, el periodista neoyorquino John L. Sullivan popularizó la idea del Destino Manifiesto. En 1845, Sullivan escribió “Anexión”, artículo que no se prestaba a confusión. Dijo: “… el cumplimiento de nuestro destino manifiesto es extenderse por todo el continente que nos ha sido asignado por la Providencia, para el desarrollo del gran experimento de libertad y autogobierno”. Tal fue la política del presidente Teodoro Roosevelt (1901-09), muy popular y progresista puertas adentros.
Al asumir el mando, el presidente Barack Obama invocó las Escrituras, y prometió elegir “lo mejor” de la historia de Estados Unidos. ¿En qué tramo histórico se habría inspirado? ¿En la divisa anticolonial “libertad o muerte” de los patriotas de Nueva Inglaterra, o en la película hollywodense del mismo nombre que exalta la vida de Sam Houston, El primer texano (1956)?
¿Pensaba Obama en el primero de mayo de los trabajadores del mundo que, con excepción de Estados Unidos, conmemoran a los mártires de Chicago (1886)? ¿O pensaba en las recias feministas de su país que, si acaso, recuerdan el incendio de la fábrica de Nueva York que en marzo de 1911 causó la muerte de más de un centenar de trabajadoras, hecho que influyó en la conmemoración del Día Internacional de la Mujer? ¿Pensaba Obama en los comentarios sarcásticos de Mark Twain sobre el imperialismo, o en Luther King, Malcolm X?
Retomando el espíritu de campaña (que giró en torno a la hermosa palabra hope, esperanza), Obama manifestó: “… todos son iguales, todos son libres y todos merecen la oportunidad de alcanzar la felicidad plena”. Y, sin duda, algo de hope flota en los ambientes políticos más humanizados de la sociedad estadunidense. Porque luego del purgatorio en el que sus antecesores empantanaron a Estados Unidos y el mundo, dan ganas de abrazar al “compañero” Obama.
¿Cuán fundada es la hope? Difícilmente, palestinos, iraquíes, afganos o paquistaníes po-drían coincidir con tales expectativas. Para ellos seguirá lloviendo el fuego redentor del Destino Manifiesto. Como así tampoco, por causas distintas, las tienen los sionistas “neocon” que, al parecer, dieron un paso al costado, reacomodando posiciones.
Producto mediático con fuertes dosis de autenticidad, Obama representaría al “hijo bueno” de una sociedad que, paradoja y “teocráticamente”, sigue siendo educada en los imponderables del Destino Manifiesto, imponiéndole al mundo sus patrones de “libertad” y “democracia”.
¿Qué tipo de sociedad sería entonces la que, fuera de tener en sus cárceles a más de 2 millones de personas, es testigo rutinario de matanzas ejecutadas por “locos sueltos”, habiendo contabilizado en su historia nueve intentos de magnicidios (Harry Truman, 1951; Richard Nixon, 1974; Gerald Ford en dos ocasiones, 1975; Ronald Reagan, 1981), cuatro de los cuales dieron en el blanco: Abraham Lincoln (1865); John Garfield (1881); William Mc Kinley (1901) y John Kennedy (1963)?
En los términos planteados por Obama y su equipo (no menos nefasto que el de los Bush, sólo que con “buena voluntad”), ni la lectura detenida y reflexionada de Las venas abiertas de América Latina representan posibilidades de hope alguna.
Obama es el jefe de un imperio en crisis. Y la ocupación militar de México va, el Plan Colombia va, la estrategia para ocupar la Amazonia va, los proyectos, so pretexto de la “seguridad” (de “su” seguridad), van; el emplazamiento de bases militares va y, viento en popa, la Cuarta Flota imperial va.
En América Latina y el Caribe, los cuatro objetivos irrenunciables de la política exterior estadunidense, son: el “monroísmo” (América para los americanos… del norte); el “libre comercio” (acuerdos y negocios bilaterales); el intervencionismo político, militar y de “seguridad”; el sancocho del panamericanismo new age.
Obama ignora que “lo nuevo” ya fue ensayado por su imperio en otras ocasiones: despolitizar las ambigüedades, las controversias y las contradicciones de las relaciones recíprocas. Difícil cometido, pues los vientos también soplan en favor de los pueblos.
Sin embargo, las palabras de Teodoro Roosevelt continúan vigentes: “Si una nación demuestra que sabe actuar con una eficacia razonable y con el sentido de las conveniencias en materia social y política, si mantiene el orden y respeta sus obligaciones, no tiene por qué temer una intervención de los Estados Unidos” (1901).
Bernardo Barranco V.: Pandemia y la falsa ira divina
El Manifest Destiny fue concebido por los primeros colonos de fe puritana y protestante llegados desde Inglaterra y Escocia en el siglo XVII. John Cotton, predicador puritano, decía en 1630: “Ninguna nación tiene el derecho de expulsar a otra, si no es por un designio especial del cielo como el que tuvieron los israelitas, a menos que los nativos obraran injustamente con ella. En este caso tendrán derecho a entablar, legalmente, una guerra con ellos así como a someterlos”
En el proceso de ocupación de Texas y Oregón, el periodista neoyorquino John L. Sullivan popularizó la idea del Destino Manifiesto. En 1845, Sullivan escribió “Anexión”, artículo que no se prestaba a confusión. Dijo: “… el cumplimiento de nuestro destino manifiesto es extenderse por todo el continente que nos ha sido asignado por la Providencia, para el desarrollo del gran experimento de libertad y autogobierno”. Tal fue la política del presidente Teodoro Roosevelt (1901-09), muy popular y progresista puertas adentros.
Al asumir el mando, el presidente Barack Obama invocó las Escrituras, y prometió elegir “lo mejor” de la historia de Estados Unidos. ¿En qué tramo histórico se habría inspirado? ¿En la divisa anticolonial “libertad o muerte” de los patriotas de Nueva Inglaterra, o en la película hollywodense del mismo nombre que exalta la vida de Sam Houston, El primer texano (1956)?
¿Pensaba Obama en el primero de mayo de los trabajadores del mundo que, con excepción de Estados Unidos, conmemoran a los mártires de Chicago (1886)? ¿O pensaba en las recias feministas de su país que, si acaso, recuerdan el incendio de la fábrica de Nueva York que en marzo de 1911 causó la muerte de más de un centenar de trabajadoras, hecho que influyó en la conmemoración del Día Internacional de la Mujer? ¿Pensaba Obama en los comentarios sarcásticos de Mark Twain sobre el imperialismo, o en Luther King, Malcolm X?
Retomando el espíritu de campaña (que giró en torno a la hermosa palabra hope, esperanza), Obama manifestó: “… todos son iguales, todos son libres y todos merecen la oportunidad de alcanzar la felicidad plena”. Y, sin duda, algo de hope flota en los ambientes políticos más humanizados de la sociedad estadunidense. Porque luego del purgatorio en el que sus antecesores empantanaron a Estados Unidos y el mundo, dan ganas de abrazar al “compañero” Obama.
¿Cuán fundada es la hope? Difícilmente, palestinos, iraquíes, afganos o paquistaníes po-drían coincidir con tales expectativas. Para ellos seguirá lloviendo el fuego redentor del Destino Manifiesto. Como así tampoco, por causas distintas, las tienen los sionistas “neocon” que, al parecer, dieron un paso al costado, reacomodando posiciones.
Producto mediático con fuertes dosis de autenticidad, Obama representaría al “hijo bueno” de una sociedad que, paradoja y “teocráticamente”, sigue siendo educada en los imponderables del Destino Manifiesto, imponiéndole al mundo sus patrones de “libertad” y “democracia”.
¿Qué tipo de sociedad sería entonces la que, fuera de tener en sus cárceles a más de 2 millones de personas, es testigo rutinario de matanzas ejecutadas por “locos sueltos”, habiendo contabilizado en su historia nueve intentos de magnicidios (Harry Truman, 1951; Richard Nixon, 1974; Gerald Ford en dos ocasiones, 1975; Ronald Reagan, 1981), cuatro de los cuales dieron en el blanco: Abraham Lincoln (1865); John Garfield (1881); William Mc Kinley (1901) y John Kennedy (1963)?
En los términos planteados por Obama y su equipo (no menos nefasto que el de los Bush, sólo que con “buena voluntad”), ni la lectura detenida y reflexionada de Las venas abiertas de América Latina representan posibilidades de hope alguna.
Obama es el jefe de un imperio en crisis. Y la ocupación militar de México va, el Plan Colombia va, la estrategia para ocupar la Amazonia va, los proyectos, so pretexto de la “seguridad” (de “su” seguridad), van; el emplazamiento de bases militares va y, viento en popa, la Cuarta Flota imperial va.
En América Latina y el Caribe, los cuatro objetivos irrenunciables de la política exterior estadunidense, son: el “monroísmo” (América para los americanos… del norte); el “libre comercio” (acuerdos y negocios bilaterales); el intervencionismo político, militar y de “seguridad”; el sancocho del panamericanismo new age.
Obama ignora que “lo nuevo” ya fue ensayado por su imperio en otras ocasiones: despolitizar las ambigüedades, las controversias y las contradicciones de las relaciones recíprocas. Difícil cometido, pues los vientos también soplan en favor de los pueblos.
Sin embargo, las palabras de Teodoro Roosevelt continúan vigentes: “Si una nación demuestra que sabe actuar con una eficacia razonable y con el sentido de las conveniencias en materia social y política, si mantiene el orden y respeta sus obligaciones, no tiene por qué temer una intervención de los Estados Unidos” (1901).
Bernardo Barranco V.: Pandemia y la falsa ira divina
El temor a los efectos devastadores de epidemias ha estado presente a lo largo de toda la historia de la humanidad. Desde tiempos inmemoriales hemos sido azotados por epidemias que causaron catástrofes demográficas; desde la prehistoria han abundado explicaciones extravagantes, llenas de mitos, sólo hacia mediados del siglo XIX comenzó a aclararse la etiología de las enfermedades infecciosas, es decir, el conocimiento del papel patogénico de los microorganismos, y el descubrimiento de la coevolución del ser humano con los agentes patógenos.
La información sobre las epidemias en el mundo antiguo y en la Edad Media es poco clara, tanto en lo referente a la población de las áreas afectadas por las plagas, como respecto al número de víctimas. Ya el Libro de los Reyes de la Biblia alude a una catástrofe que se suscitó entre las tropas asirias que sitiaban a Jerusalén, en el siglo VIII aC; sin embargo, la gran pandemia del mundo occidental se desata durante el siglo XIV, cuando Europa se vio azotada por pestes y hambrunas. Falleció entre un tercio y la mitad de la población europea a causa de la peste negra, llamada así por las manchas oscuras que anunciaban su presencia. Ahora sabemos que la enfermedad era peste bubónica. Para la población eran signos de muerte, de rebeliones populares y de castigos por pecados cometidos, personales y colectivos, lo cual se traducía en pesimismo y desesperanza.
Las dimensiones de la catástrofe crearon la convicción de que la peste era un castigo divino por los pecados de la humanidad. Unos perdieron la fe, otros se entregaron a fanatismos y excesos religiosos. Muchos se unieron a los flagelantes, que creían purgar sus pecados y escapar al castigo del juicio final, golpeándose con látigos.
En el campo cultural se impuso una fascinación morbosa y grotesca por la muerte; abundaban los malos augurios, las profecías catastrofistas y predicciones apocalípticas. El historiador medievalista Georges Duby nos narra en su libro Año 1000 cómo el arte y la literatura se impregnan de lo macabro, así como la multiplicación de las imágenes trágicas de la confrontación con la agonía y danzas de la muerte.
La crisis de influenza en México ha estimulado ansiedades de miles de personas. Ya antes habían sido rehenes de las noticias cotidianas que dan cuenta de la violencia de la guerra contra el narcotráfico, la crisis económica y la inseguridad cotidiana que padecemos cotidianamente los ciudadanos.
Desde el pasado viernes 24 de abril, la ciudad de México ya no es la misma. Una de las más grandes megametrópolis del mundo, tan habituada a la vida agitada, llena de tráfico, de contrastes sociales, de inseguridad y personas apresuradas, parecía sobrevivir a todo; hasta el tedio político de dirigentes profesionalizados en pugnar y atacarse en rituales endogámicos. Sin embargo, el anuncio de la potencial amenaza pandémica del virus influenza porcina ha venido a cambiar el rostro y ánimo de una ciudad que históricamente había soportado hasta terribles desastres naturales como los terremotos.
Como consecuencia del miedo y angustia al contagio, surgieron imágenes inéditas en nuestra ciudad: tapabocas, calles y avenidas desiertas, teatros, cines y estadios vacíos, restaurantes sin servicio, hospitales llenos; habitantes de miradas fijas, rostros preocupados y una serena intranquilidad.
Empero, hay otro tipo de epidemias estampadas por la estupidez, la ignorancia e intolerancia. Han empezado a circular, en algunos grupos cristianos y católicos, interpretaciones que reciclan viejas nociones del castigo divino; sustentan que se ha despertado la ira de Dios como guía de razonamiento en torno a la acechante atmósfera endémica que nos ha invadido.
Según ellos, vivimos una punición aterradora, fruto de los excesos y colosales pecados cometidos por el conjunto de la sociedad. En blogs se pueden apreciar elucidaciones sobre la preocupante situación actual; se evocan pasajes de la Biblia, como el libro de Apocalipsis, donde Juan narra visiones de jinetes apocalípticos que traen muerte, hambruna, destrucción y plagas.
Me llamó la atención la pequeña procesión que se realizó el domingo pasado en la catedral metropolitana, que después de tres siglos se saque a las calles al Cristo de la Salud, protector de pestes y desastres naturales.
Grupos de la llamada derecha confesional señalan coincidencias, justo a dos años de que la Asamblea Legislativa del Distrito Federal aprobó la interrupción del embarazo, causando según ellos, más de 22 mil abortos, dicha concomitancia puede interpretarse como una señal del desagrado de Dios al atrevido atentado de los legisladores de esta ciudad para quebrantar la vida sagrada de inocentes.
Fundamentalismos, salvacionismos, maniqueísmos e intransigencias pueden resurgir, aprovecharse del actual clima de incertidumbre para persuadir y predicar que estamos sometidos a la anarquía del mal, ya que las costumbres y los hábitos morales se han relajado, y además porque se han desafiado las leyes de la naturaleza e incumplido los códigos de Dios. Hay que estar atentos con evangélicos neoapocalíticos y con el ayatolismo católico que ventajosamente quieran sacar raja de la emergencia actual, pretendiendo colonizar ansiedades sociales.
A los gravísimos problemas que enfrentamos no incrementemos el contagio del oscurantismo fanático, aquel impregnado por los pesimismos, la amargura y el reproche de que todo lo actual está mal por principio. Ya no estamos en la Edad Media, cuando, además de las pandemias, se propagaban los virus de las supersticiones, los malos augurios y los sentimientos de culpa. Grandes males aquejan nuestra nación como para sumarle las patologías religiosas de aquellos que invocan la ira de Dios.
La información sobre las epidemias en el mundo antiguo y en la Edad Media es poco clara, tanto en lo referente a la población de las áreas afectadas por las plagas, como respecto al número de víctimas. Ya el Libro de los Reyes de la Biblia alude a una catástrofe que se suscitó entre las tropas asirias que sitiaban a Jerusalén, en el siglo VIII aC; sin embargo, la gran pandemia del mundo occidental se desata durante el siglo XIV, cuando Europa se vio azotada por pestes y hambrunas. Falleció entre un tercio y la mitad de la población europea a causa de la peste negra, llamada así por las manchas oscuras que anunciaban su presencia. Ahora sabemos que la enfermedad era peste bubónica. Para la población eran signos de muerte, de rebeliones populares y de castigos por pecados cometidos, personales y colectivos, lo cual se traducía en pesimismo y desesperanza.
Las dimensiones de la catástrofe crearon la convicción de que la peste era un castigo divino por los pecados de la humanidad. Unos perdieron la fe, otros se entregaron a fanatismos y excesos religiosos. Muchos se unieron a los flagelantes, que creían purgar sus pecados y escapar al castigo del juicio final, golpeándose con látigos.
En el campo cultural se impuso una fascinación morbosa y grotesca por la muerte; abundaban los malos augurios, las profecías catastrofistas y predicciones apocalípticas. El historiador medievalista Georges Duby nos narra en su libro Año 1000 cómo el arte y la literatura se impregnan de lo macabro, así como la multiplicación de las imágenes trágicas de la confrontación con la agonía y danzas de la muerte.
La crisis de influenza en México ha estimulado ansiedades de miles de personas. Ya antes habían sido rehenes de las noticias cotidianas que dan cuenta de la violencia de la guerra contra el narcotráfico, la crisis económica y la inseguridad cotidiana que padecemos cotidianamente los ciudadanos.
Desde el pasado viernes 24 de abril, la ciudad de México ya no es la misma. Una de las más grandes megametrópolis del mundo, tan habituada a la vida agitada, llena de tráfico, de contrastes sociales, de inseguridad y personas apresuradas, parecía sobrevivir a todo; hasta el tedio político de dirigentes profesionalizados en pugnar y atacarse en rituales endogámicos. Sin embargo, el anuncio de la potencial amenaza pandémica del virus influenza porcina ha venido a cambiar el rostro y ánimo de una ciudad que históricamente había soportado hasta terribles desastres naturales como los terremotos.
Como consecuencia del miedo y angustia al contagio, surgieron imágenes inéditas en nuestra ciudad: tapabocas, calles y avenidas desiertas, teatros, cines y estadios vacíos, restaurantes sin servicio, hospitales llenos; habitantes de miradas fijas, rostros preocupados y una serena intranquilidad.
Empero, hay otro tipo de epidemias estampadas por la estupidez, la ignorancia e intolerancia. Han empezado a circular, en algunos grupos cristianos y católicos, interpretaciones que reciclan viejas nociones del castigo divino; sustentan que se ha despertado la ira de Dios como guía de razonamiento en torno a la acechante atmósfera endémica que nos ha invadido.
Según ellos, vivimos una punición aterradora, fruto de los excesos y colosales pecados cometidos por el conjunto de la sociedad. En blogs se pueden apreciar elucidaciones sobre la preocupante situación actual; se evocan pasajes de la Biblia, como el libro de Apocalipsis, donde Juan narra visiones de jinetes apocalípticos que traen muerte, hambruna, destrucción y plagas.
Me llamó la atención la pequeña procesión que se realizó el domingo pasado en la catedral metropolitana, que después de tres siglos se saque a las calles al Cristo de la Salud, protector de pestes y desastres naturales.
Grupos de la llamada derecha confesional señalan coincidencias, justo a dos años de que la Asamblea Legislativa del Distrito Federal aprobó la interrupción del embarazo, causando según ellos, más de 22 mil abortos, dicha concomitancia puede interpretarse como una señal del desagrado de Dios al atrevido atentado de los legisladores de esta ciudad para quebrantar la vida sagrada de inocentes.
Fundamentalismos, salvacionismos, maniqueísmos e intransigencias pueden resurgir, aprovecharse del actual clima de incertidumbre para persuadir y predicar que estamos sometidos a la anarquía del mal, ya que las costumbres y los hábitos morales se han relajado, y además porque se han desafiado las leyes de la naturaleza e incumplido los códigos de Dios. Hay que estar atentos con evangélicos neoapocalíticos y con el ayatolismo católico que ventajosamente quieran sacar raja de la emergencia actual, pretendiendo colonizar ansiedades sociales.
A los gravísimos problemas que enfrentamos no incrementemos el contagio del oscurantismo fanático, aquel impregnado por los pesimismos, la amargura y el reproche de que todo lo actual está mal por principio. Ya no estamos en la Edad Media, cuando, además de las pandemias, se propagaban los virus de las supersticiones, los malos augurios y los sentimientos de culpa. Grandes males aquejan nuestra nación como para sumarle las patologías religiosas de aquellos que invocan la ira de Dios.
La cadena de acontecimientos negativos, entre ellos las dos crisis sucesivas (la alimentaria y la económica), recrudece la vida cotidiana con la epidemia de influenza porcina que azota al país. Comprobar la ausencia de un solo laboratorio capaz de identificar la naturaleza de un fenómeno desconocido de salud, pone en evidencia los enormes huecos que el modelo de gobierno y económico ha inducido en la estructura productiva y científica de México. Se tuvo que recurrir al extranjero (Estados Unidos y Canadá) para averiguar el tipo de virus que está matando a los mexicanos. La parálisis de la vida organizada actual podría haber sido más benigna con tan sólo reaccionar días antes a la emergencia. No se pudo y, ahora, muerto el niño, hay que tapar el pozo a marchas improvisadas: importando dos laboratorios.
Pero similar cuestión puede encontrarse si de producir vacunas se trata. La empresa pública especializada (Birmex) hace mucho tiempo dejó de investigar por sus propios medios e imposibilitó su debido desarrollo. Ha quedado, esparcida por muchas clínicas nacionales, una red de detección de influenza que todavía hace su trabajo; son los remanentes de esa burocracia epidemiológica y asistencial de prestigio que ha sido diezmada sin contemplaciones durante el panismo empoderado. Pero sus capacidades de detección y análisis, como se puede fácilmente observar, son limitadas, tanto en personal experto como en equipos adecuados. Cosa de la astringencia presupuestal y las prioridades asignadas desde la lejana mirada de los tecnócratas hacendistas, celosos guardianes del neoliberalismo más retardatario y decadente.
La visita reciente del presidente Sarkozy, de Francia, lo mostró a las claras. Este conflictivo y protagónico personaje inauguró un laboratorio con inversión gala para producir antígenos de vacunas (Sanofi-Pasteur), uno de los sectores de negocios más lucrativos del mundo. Aquí se harán el empaque, la distribución y venta de las vacunas, es decir, la maquila. Se atestigua así el hecho, sin referente mundial, donde un país de más de 100 millones de habitantes es incapaz de satisfacer sus necesidades apremiantes de salud y, como en este preciso caso de influenza porcina, de seguridad nacional. Hay que recurrir al mercado externo para ello. No hay, dentro de las economías mayores del planeta, alguna que se haya situado, por decisión propia, en tal circunstancia.
Pero, eso sí, el sólido secretario de la Hacienda pública sale presuroso a firmar un nuevo crédito de 205 millones de dólares con el Banco Mundial para enfrentar la epidemia. De nueva cuenta, las autoridades federales se cobijan en los organismos financieros que han sido causantes de tantas penalidades y vergüenzas sin que haya, realmente, necesidad de tan reprobable solicitud de auxilio.
¿Qué gana el país con estas ayudas? No podrían sacar tan ralos recursos de los propios ajustes presupuestales que no se han hecho. Con limitar un tanto los seguros de gastos médicos mayores de los funcionarios públicos alcanzaría para mucho más que la dudosa generosidad exhibida por ese banco de infausta memoria imperial. Ahora, si no desean recortar, lo que juzgan indispensable privilegio para los burócratas de elite, entonces toquen, aunque sea con un dejo de urgencia pandémica, los sobresueldos, bonos o gratificaciones que todavía se reparten magistrados y funcionarios de alto nivel mientras les cae encima (para 2010) la tenue ley recientemente aprobada. ¿O qué decir de los cuantiosos dólares puestos a disposición de empresarios que endrogaron a sus empresas y ahora recorren los pasillos del poder público en busca de ayudas para salvar sus patrimonios, ya de por sí bien protegidos con feroces subterfugios legaloides?
Los saldos del modelo se acumulan en sus aristas negativas, esta vez la atención recae en el raquitismo de los laboratorios epidemiológicos. Pero no son la excepción. Qué decir de los dedicados a la investigación alimentaria, el maíz por ejemplo. Hace mucho que se trasladó el grueso de ella a cerebros extranjeros, empleados por las trasnacionales. O el notable rezago en la generación de tecnología petrolera y petroquímica, otrora tan actualizada y creativa. Claro está que para ello se necesitan abundantes recursos, tan escasos como malempleados por los modernizadores neoliberales. Jamás se ha visto a cualquiera de sus insignes representantes locales patinar por los organismos internacionales en busca de millonarios préstamos. Tal como seguido lo hacen para rescatar al peso, un simple medio de transacción sujeto a fuertes presiones, aun bajo las susodichas seguridades de una economía blindada (concepto éste tan usado como vacío y falso).
La disciplina mostrada por la sociedad tendrá desenlaces imprevistos. La influenza porcina será, finalmente, dominada no sin antes causar muchos desvelos, miedos y dolores. Pero pasará y de ello el desgobierno del panismo no sacará moralejas positivas, sino una excusa para rebajar sus errores, omisiones y trampas en el tratamiento y génesis de la crisis económica, ésta sí de más largo aliento y consecuencias trágicas. La venidera contienda electoral será usada para poner un escenario propicio para su utilización.
Javier Aranda Luna: La reforma de los bárbaros
Pero similar cuestión puede encontrarse si de producir vacunas se trata. La empresa pública especializada (Birmex) hace mucho tiempo dejó de investigar por sus propios medios e imposibilitó su debido desarrollo. Ha quedado, esparcida por muchas clínicas nacionales, una red de detección de influenza que todavía hace su trabajo; son los remanentes de esa burocracia epidemiológica y asistencial de prestigio que ha sido diezmada sin contemplaciones durante el panismo empoderado. Pero sus capacidades de detección y análisis, como se puede fácilmente observar, son limitadas, tanto en personal experto como en equipos adecuados. Cosa de la astringencia presupuestal y las prioridades asignadas desde la lejana mirada de los tecnócratas hacendistas, celosos guardianes del neoliberalismo más retardatario y decadente.
La visita reciente del presidente Sarkozy, de Francia, lo mostró a las claras. Este conflictivo y protagónico personaje inauguró un laboratorio con inversión gala para producir antígenos de vacunas (Sanofi-Pasteur), uno de los sectores de negocios más lucrativos del mundo. Aquí se harán el empaque, la distribución y venta de las vacunas, es decir, la maquila. Se atestigua así el hecho, sin referente mundial, donde un país de más de 100 millones de habitantes es incapaz de satisfacer sus necesidades apremiantes de salud y, como en este preciso caso de influenza porcina, de seguridad nacional. Hay que recurrir al mercado externo para ello. No hay, dentro de las economías mayores del planeta, alguna que se haya situado, por decisión propia, en tal circunstancia.
Pero, eso sí, el sólido secretario de la Hacienda pública sale presuroso a firmar un nuevo crédito de 205 millones de dólares con el Banco Mundial para enfrentar la epidemia. De nueva cuenta, las autoridades federales se cobijan en los organismos financieros que han sido causantes de tantas penalidades y vergüenzas sin que haya, realmente, necesidad de tan reprobable solicitud de auxilio.
¿Qué gana el país con estas ayudas? No podrían sacar tan ralos recursos de los propios ajustes presupuestales que no se han hecho. Con limitar un tanto los seguros de gastos médicos mayores de los funcionarios públicos alcanzaría para mucho más que la dudosa generosidad exhibida por ese banco de infausta memoria imperial. Ahora, si no desean recortar, lo que juzgan indispensable privilegio para los burócratas de elite, entonces toquen, aunque sea con un dejo de urgencia pandémica, los sobresueldos, bonos o gratificaciones que todavía se reparten magistrados y funcionarios de alto nivel mientras les cae encima (para 2010) la tenue ley recientemente aprobada. ¿O qué decir de los cuantiosos dólares puestos a disposición de empresarios que endrogaron a sus empresas y ahora recorren los pasillos del poder público en busca de ayudas para salvar sus patrimonios, ya de por sí bien protegidos con feroces subterfugios legaloides?
Los saldos del modelo se acumulan en sus aristas negativas, esta vez la atención recae en el raquitismo de los laboratorios epidemiológicos. Pero no son la excepción. Qué decir de los dedicados a la investigación alimentaria, el maíz por ejemplo. Hace mucho que se trasladó el grueso de ella a cerebros extranjeros, empleados por las trasnacionales. O el notable rezago en la generación de tecnología petrolera y petroquímica, otrora tan actualizada y creativa. Claro está que para ello se necesitan abundantes recursos, tan escasos como malempleados por los modernizadores neoliberales. Jamás se ha visto a cualquiera de sus insignes representantes locales patinar por los organismos internacionales en busca de millonarios préstamos. Tal como seguido lo hacen para rescatar al peso, un simple medio de transacción sujeto a fuertes presiones, aun bajo las susodichas seguridades de una economía blindada (concepto éste tan usado como vacío y falso).
La disciplina mostrada por la sociedad tendrá desenlaces imprevistos. La influenza porcina será, finalmente, dominada no sin antes causar muchos desvelos, miedos y dolores. Pero pasará y de ello el desgobierno del panismo no sacará moralejas positivas, sino una excusa para rebajar sus errores, omisiones y trampas en el tratamiento y génesis de la crisis económica, ésta sí de más largo aliento y consecuencias trágicas. La venidera contienda electoral será usada para poner un escenario propicio para su utilización.
Javier Aranda Luna: La reforma de los bárbaros
Si las reformas educativas deben incidir positivamente en los alumnos y sus escuelas, en sus comunidades y en sus países, como señala la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), las reformas educativas implementadas en México durante los gobiernos panistas han resultado un fracaso.
Hace unos años, cuando Vicente Fox “encargó el changarro” presidencial para “hacer campaña”, se eliminó la historia prehispánica de los planes de estudio y las habilidades en materias básicas como lectura y matemáticas tocaron fondo. ¿Qué resultados podíamos esperar de otras asignaturas si nuestros estudiantes ni siquiera entendían lo que leían? Parecía difícil superar tal desastre pero olvidé que entre las huestes panistas no hay imposibles. Gracias a una nota de Laura Poy Solano publicada el 23 de abril en estas páginas, me enteré que el actual gobierno decidió eliminar, con el decreto del 21 de octubre del año pasado, la enseñanza de la filosofía en los bachilleratos.
El argumento con el que se han querido justificar esos atropellos en los dos sexenios panistas ha sido la poca rentabilidad de nuestros jóvenes en el mercado laboral. Según la Reforma Integral de la Educación Media Superior estos cambios curriculares les permitirán a los alumnos obtener un empleo, razonablemente bien pagado. ¿Cierto? No lo creo: los datos dicen que en este sexenio del “presidente del empleo” un egresado de licenciatura, de cualquier área, tuvo las mismas oportunidades –antes de la recesión mundial– que alguien que sólo estudió primaria: convertirse en chofer de taxi o engrosar las filas del comercio informal.
Pero soy injusto, me corrijo: los mejores estudiantes sí tienen posibilidades de buenos salarios y desarrollo profesional. Sólo que no en México sino en el extranjero. ¿O no es cierto que Mario Molina terminó convirtiéndose en asesor de Barack Obama?
Por los tumbos de las reformas educativas parece que la educación en México se está dejando a la mano invisible del mercado, a las leyes de la oferta y la demanda laboral. Leyes, por lo demás, que ni en economía han resultado ser una buena opción. ¿Recuerda que nos dijeron que el sector financiero era la verdadera clave de la prosperidad? ¿Que la política económica del país era no tener política económica?
Sólo espero que en las próximas reformas de materia educativa no se incluya, en aras de la modernidad, un Index de libros prohibidos como soñó posiblemente el desaparecido secretario de Gobernación, Carlos Abascal.
¿De veras creerán que eliminando la filosofía nuestros jóvenes serán más competitivos? ¿Sabrán nuestros expertos a sueldo con cargo al erario que dos de los países más competitivos y productivos del mundo como Alemania y Japón no han excluido de sus planes de estudio la lógica, la ética ni la filosofía? ¿Sabrán que Alemania incluso ha sido desde hace más de un siglo cuna de grandes filósofos?
De nada sirve ser la economía número 11 del mundo si somos de los países con menor inversión en materia educativa, científica y tecnológica. Qué bueno que se evalúe a los alumnos con la Prueba Pisa para medir sus conocimientos y que se mida el desempeño de los maestros según las calificaciones de sus estudiantes. La prueba que hace falta, curiosamente, es la más importante: la de evaluar a políticos y empresarios por el grado de inversión que hagan en materia educativa, y por su capacidad para absorber la mano de obra especializada.
Si la filosofía es cosa de vida porque contribuye al buen vivir (enseña la virtud, el deber y la vida recta), expulsarla de la enseñanza sólo puede ser obra de una violenta ignorancia. Ignorar la filosofía es ignorar los principios y esta verdad de piedra: que ella siempre entierra a sus enterradores.
Hace unos años, cuando Vicente Fox “encargó el changarro” presidencial para “hacer campaña”, se eliminó la historia prehispánica de los planes de estudio y las habilidades en materias básicas como lectura y matemáticas tocaron fondo. ¿Qué resultados podíamos esperar de otras asignaturas si nuestros estudiantes ni siquiera entendían lo que leían? Parecía difícil superar tal desastre pero olvidé que entre las huestes panistas no hay imposibles. Gracias a una nota de Laura Poy Solano publicada el 23 de abril en estas páginas, me enteré que el actual gobierno decidió eliminar, con el decreto del 21 de octubre del año pasado, la enseñanza de la filosofía en los bachilleratos.
El argumento con el que se han querido justificar esos atropellos en los dos sexenios panistas ha sido la poca rentabilidad de nuestros jóvenes en el mercado laboral. Según la Reforma Integral de la Educación Media Superior estos cambios curriculares les permitirán a los alumnos obtener un empleo, razonablemente bien pagado. ¿Cierto? No lo creo: los datos dicen que en este sexenio del “presidente del empleo” un egresado de licenciatura, de cualquier área, tuvo las mismas oportunidades –antes de la recesión mundial– que alguien que sólo estudió primaria: convertirse en chofer de taxi o engrosar las filas del comercio informal.
Pero soy injusto, me corrijo: los mejores estudiantes sí tienen posibilidades de buenos salarios y desarrollo profesional. Sólo que no en México sino en el extranjero. ¿O no es cierto que Mario Molina terminó convirtiéndose en asesor de Barack Obama?
Por los tumbos de las reformas educativas parece que la educación en México se está dejando a la mano invisible del mercado, a las leyes de la oferta y la demanda laboral. Leyes, por lo demás, que ni en economía han resultado ser una buena opción. ¿Recuerda que nos dijeron que el sector financiero era la verdadera clave de la prosperidad? ¿Que la política económica del país era no tener política económica?
Sólo espero que en las próximas reformas de materia educativa no se incluya, en aras de la modernidad, un Index de libros prohibidos como soñó posiblemente el desaparecido secretario de Gobernación, Carlos Abascal.
¿De veras creerán que eliminando la filosofía nuestros jóvenes serán más competitivos? ¿Sabrán nuestros expertos a sueldo con cargo al erario que dos de los países más competitivos y productivos del mundo como Alemania y Japón no han excluido de sus planes de estudio la lógica, la ética ni la filosofía? ¿Sabrán que Alemania incluso ha sido desde hace más de un siglo cuna de grandes filósofos?
De nada sirve ser la economía número 11 del mundo si somos de los países con menor inversión en materia educativa, científica y tecnológica. Qué bueno que se evalúe a los alumnos con la Prueba Pisa para medir sus conocimientos y que se mida el desempeño de los maestros según las calificaciones de sus estudiantes. La prueba que hace falta, curiosamente, es la más importante: la de evaluar a políticos y empresarios por el grado de inversión que hagan en materia educativa, y por su capacidad para absorber la mano de obra especializada.
Si la filosofía es cosa de vida porque contribuye al buen vivir (enseña la virtud, el deber y la vida recta), expulsarla de la enseñanza sólo puede ser obra de una violenta ignorancia. Ignorar la filosofía es ignorar los principios y esta verdad de piedra: que ella siempre entierra a sus enterradores.
El capital siempre ha codiciado someter la producción agrícola y pecuaria a su lógica de valorización. En la industria pecuaria, los grandes rastros y mataderos de ganado son un ejemplo de una línea de ensamble, pero al revés. En lugar de ir armando un producto final, a la res sacrificada se le va desensamblando por etapas. Pero la mejor imitación de procesos industriales en la producción pecuaria se da en los lotes de producción de ganado pecuario en condiciones estabulares y en las llamadas granjas” porcícolas y avícolas. El hacinamiento y el afán de rentabilidad rápida han conducido a uno de los criaderos de agentes patógenos más peligrosos del mundo.
Ahora que la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Centro de Prevención y Control de Enfermedades estadunidense declaran que al virus A(H1N1) no se le puede contener, y que lo único que queda es mitigar los daños, habría que preguntarles por qué toleraron durante décadas la creación de este tipo de establecimientos. Su fallida estrategia anti-epidemia ha quedado al descubierto. Y tiene la palabra “complicidad” escrita por todas partes.
Surgen dos preguntas clave. Primero, ¿qué hace tan virulento al A(H1N1)? Segundo, ¿por qué es especialmente mortífero entre adultos jóvenes? Las respuestas apuntan a las industrias porcícola y avícola.
La historia comienza con la confirmación por parte del gobierno mexicano de que un niño estuvo infectado con el virus A(H1N1) que ya provocó 150 muertes en México. El niño se infectó en marzo durante un brote de enfermedades respiratorias que afectó a 400 personas en el poblado La Gloria, cercano a Perote, Veracruz.
Dos criaturas perecieron durante el episodio e inicialmente el gobierno estatal indicó que se trató de “infecciones bacterianas”. Para el 6 de abril ya se había dado la alerta de una extraña “enfermedad respiratoria” y se registraron niveles muy altos de infección en La Gloria. Se estableció un cordón sanitario, pero no se dio la alerta sobre un posible brote de influenza. La responsabilidad penal de las más altas autoridades sanitarias está comprometida en este asunto. ¿Será que no se quería poner en riesgo la visita de Obama a México el 16 de abril? Revisen las fechas. Es sólo una hipótesis.
Más allá del engaño y la lenta reacción de las autoridades (siempre incompetentes y corruptas), surge la pregunta de por qué en esa zona. Veamos algunos indicios que apuntan en dirección de las instalaciones de la empresa Granjas Carroll, subsidiaria de Smithfield, la principal productora porcícola del mundo.
El virus A(H1N1) parece ser más virulento en adultos sanos de entre 20-40 años. Una vieja hipótesis entre los epidemiólogos es que, en estos casos, un sistema inmunológico sano y fuerte se convierte en desventaja. Una explicación es que cuando hay infección por influenza patógena, los vasos sanguíneos en los pulmones se hacen porosos y una proteína vinculada a la coagulación de la sangre se introduce en los alvéolos pulmonares. La respuesta desesperada del sistema inmunológico conduce a un edema pulmonar y acelera el desenlace fatal. Así, los pacientes con el sistema inmunológico más fuerte son los primeros en sucumbir.
Un virus patógeno utiliza al organismo anfitrión para transmitirse a otro organismo. Si lo mata antes de tiempo, queda aislado y no puede reproducirse. En la evolución de una cepa viral, se mantiene un equilibrio entre nivel de virulencia y la tasa de transmisión (de un anfitrión a otro). Cuando la transmisión es más rápida, la cepa aumenta su virulencia, matando al anfitrión más rápidamente.
Los mecanismos que promueven las mutaciones virales que conducen a mayor virulencia y rapidez de transmisión están presentes en la producción pecuaria, porcina y avícola en concentraciones industriales. El hacinamiento, la alimentación industrializada e inyecciones masivas de antibióticos y suplementos hormonales (para el rápido crecimiento), son excelentes promotores de una evolución que conduce a cepas patógenas virulentas. El hacinamiento y los débiles sistemas inmunológicos de cerdos y aves producidos en estas condiciones son propicios para generar tasas de transmisión muy rápidas. La acumulación de desechos es desde luego un foco de contaminación con graves riesgos para la salud humana y la integridad de los ecosistemas. La crueldad con los animales en estos centros productivos no es un problema menor. La cereza del pastel es la débil variabilidad genética en la población concentrada en estas “granjas”.
Bajo estas condiciones, el reemplazo periódico de la población de cerdos y aves provee nuevos lotes de anfitriones y favorece la evolución de cepas patógenas. Y si el reemplazo se acelera para aumentar rentabilidad (por ejemplo, pollos antes procesados en dos meses hoy lo son en 40 días), el ciclo viral se acelera porque aumenta la presión para que el virus alcance más rápido la fase de transmisión a otro organismo. La intensidad de virulencia aumenta proporcionalmente.
Al buscar cerrar lo que Marx llama los poros del proceso de valorización del capital, la gran industria porcícola y aviaria ha puesto en pie un sistema generador de cepas patógenas de fiebre porcina y avícola. Esto es lo que explica la aparición de una red filogenética de influenzas que afectan al ser humano precisamente cuando se globaliza el modelo industrial de producción avícola. Esta epidemia es prueba del fracaso de un modelo de producción y consumo que debemos reemplazar antes de que sea tarde.
Ahora que la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Centro de Prevención y Control de Enfermedades estadunidense declaran que al virus A(H1N1) no se le puede contener, y que lo único que queda es mitigar los daños, habría que preguntarles por qué toleraron durante décadas la creación de este tipo de establecimientos. Su fallida estrategia anti-epidemia ha quedado al descubierto. Y tiene la palabra “complicidad” escrita por todas partes.
Surgen dos preguntas clave. Primero, ¿qué hace tan virulento al A(H1N1)? Segundo, ¿por qué es especialmente mortífero entre adultos jóvenes? Las respuestas apuntan a las industrias porcícola y avícola.
La historia comienza con la confirmación por parte del gobierno mexicano de que un niño estuvo infectado con el virus A(H1N1) que ya provocó 150 muertes en México. El niño se infectó en marzo durante un brote de enfermedades respiratorias que afectó a 400 personas en el poblado La Gloria, cercano a Perote, Veracruz.
Dos criaturas perecieron durante el episodio e inicialmente el gobierno estatal indicó que se trató de “infecciones bacterianas”. Para el 6 de abril ya se había dado la alerta de una extraña “enfermedad respiratoria” y se registraron niveles muy altos de infección en La Gloria. Se estableció un cordón sanitario, pero no se dio la alerta sobre un posible brote de influenza. La responsabilidad penal de las más altas autoridades sanitarias está comprometida en este asunto. ¿Será que no se quería poner en riesgo la visita de Obama a México el 16 de abril? Revisen las fechas. Es sólo una hipótesis.
Más allá del engaño y la lenta reacción de las autoridades (siempre incompetentes y corruptas), surge la pregunta de por qué en esa zona. Veamos algunos indicios que apuntan en dirección de las instalaciones de la empresa Granjas Carroll, subsidiaria de Smithfield, la principal productora porcícola del mundo.
El virus A(H1N1) parece ser más virulento en adultos sanos de entre 20-40 años. Una vieja hipótesis entre los epidemiólogos es que, en estos casos, un sistema inmunológico sano y fuerte se convierte en desventaja. Una explicación es que cuando hay infección por influenza patógena, los vasos sanguíneos en los pulmones se hacen porosos y una proteína vinculada a la coagulación de la sangre se introduce en los alvéolos pulmonares. La respuesta desesperada del sistema inmunológico conduce a un edema pulmonar y acelera el desenlace fatal. Así, los pacientes con el sistema inmunológico más fuerte son los primeros en sucumbir.
Un virus patógeno utiliza al organismo anfitrión para transmitirse a otro organismo. Si lo mata antes de tiempo, queda aislado y no puede reproducirse. En la evolución de una cepa viral, se mantiene un equilibrio entre nivel de virulencia y la tasa de transmisión (de un anfitrión a otro). Cuando la transmisión es más rápida, la cepa aumenta su virulencia, matando al anfitrión más rápidamente.
Los mecanismos que promueven las mutaciones virales que conducen a mayor virulencia y rapidez de transmisión están presentes en la producción pecuaria, porcina y avícola en concentraciones industriales. El hacinamiento, la alimentación industrializada e inyecciones masivas de antibióticos y suplementos hormonales (para el rápido crecimiento), son excelentes promotores de una evolución que conduce a cepas patógenas virulentas. El hacinamiento y los débiles sistemas inmunológicos de cerdos y aves producidos en estas condiciones son propicios para generar tasas de transmisión muy rápidas. La acumulación de desechos es desde luego un foco de contaminación con graves riesgos para la salud humana y la integridad de los ecosistemas. La crueldad con los animales en estos centros productivos no es un problema menor. La cereza del pastel es la débil variabilidad genética en la población concentrada en estas “granjas”.
Bajo estas condiciones, el reemplazo periódico de la población de cerdos y aves provee nuevos lotes de anfitriones y favorece la evolución de cepas patógenas. Y si el reemplazo se acelera para aumentar rentabilidad (por ejemplo, pollos antes procesados en dos meses hoy lo son en 40 días), el ciclo viral se acelera porque aumenta la presión para que el virus alcance más rápido la fase de transmisión a otro organismo. La intensidad de virulencia aumenta proporcionalmente.
Al buscar cerrar lo que Marx llama los poros del proceso de valorización del capital, la gran industria porcícola y aviaria ha puesto en pie un sistema generador de cepas patógenas de fiebre porcina y avícola. Esto es lo que explica la aparición de una red filogenética de influenzas que afectan al ser humano precisamente cuando se globaliza el modelo industrial de producción avícola. Esta epidemia es prueba del fracaso de un modelo de producción y consumo que debemos reemplazar antes de que sea tarde.
Emergencia sanitaria, emergencia económica
Acinco días de que se inició la emergencia sanitaria en el país como consecuencia del brote de influenza porcina, es evidente que las afectaciones derivadas de este padecimiento han rebasado ya el ámbito estrictamente relacionado con la salud pública y comienzan a manifestarse de manera severa en la esfera económica. Ayer, la Confederación Patronal de la República Mexicana en el Distrito Federal estimó que las pérdidas por el cierre de comercios en la capital ascienden a mil 500 millones de pesos por día, y que profundizar las medidas de prevención adoptadas por las autoridades pudiera derivar en la desaparición de cientos de pequeñas y medianas empresas. Además, el Gobierno del Distrito Federal (GDF) dispuso, desde la noche del pasado lunes, el cierre parcial de los más de 30 mil restaurantes que operan en la ciudad, medida que, a decir de la Cámara Nacional de la Industria Restaurantera y de los Alimentos Condimentados, afecta alrededor de 450 mil empleados, y ha generado malestar y reclamos de los integrantes de ese sector.
Las cifras mencionadas son botones de muestra de un impacto económico devastador que, para colmo, ocurre cuando el país se ve asediado por los efectos de una doble crisis: la estructural, causada por las políticas económicas neoliberales impuestas por la administración de Carlos Salinas y continuadas hasta la fecha, que han colocado a la mayoría de los habitantes en un estado de virtual recesión desde hace más de dos décadas; la coyuntural, provocada por los descalabros originados en el sistema financiero estadunidense y que ha generado devastación económica en todo el mundo. A tales circunstancias se sobrepone una tercera crisis, derivada de la actual epidemia de influenza, que ha obligado al cierre –ya sea por disposición oficial o por falta de clientela– de decenas de miles de establecimientos, lo cual ha significado la caída en los ingresos de cientos de miles de personas, ubicadas tanto en el sector formal como en el informal. La superposición de estos tres procesos críticos coloca a un importante sector en sus circunstancias económicas más adversas y alarmantes, además de que amenaza con hacer engrosar las filas del desempleo y profundizar la zozobra social.
En este contexto, no puede reprocharse a las autoridades la adopción de medidas de prevención y contención epidémica –sin duda necesarias–, pero sí puede reclamárseles su total falta de altura de miras para tomar conciencia de la agudización de la emergencia económica que se vive desde ahora y que persistirá una vez superada la crisis sanitaria, así como para caer en la cuenta de que, en el ámbito laboral, salarial y económico en general, es obligado hacer frente a esta desafortunadísima conjugación de factores adversos, a fin de prevenir el ahondamiento de perspectivas de acendrado descontento social y de ingobernabilidad.
Ayer mismo, el titular del GDF, Marcelo Ebrard, anunció la creación de un fondo de 150 millones de pesos para apoyar a familias afectadas por la influenza porcina, respaldar económicamente a las personas contagiadas y a las empresas que acusen caídas en sus ingresos mientras dure la contingencia sanitaria. Es un buen paso inicial, pero del todo insuficiente. Por su parte, el gobierno federal tendría que impulsar medidas similares y otras de mucho mayor importancia, así como pedir a los miembros de su gabinete económico que elabore políticas orientadas a disminuir las afectaciones causadas por la extensión de este padecimiento. En cambio, el calderonismo ha exhibido, en la circunstancia presente, la misma insensibilidad y falta de respuesta que mostró, primero, para reconocer la gravedad y prever los efectos de la actual crisis económica y, después, para afrontarla.
Es inevitable contrastar esta indolencia con la pronta respuesta de la administración de Barack Obama, en Estados Unidos, la cual solicitó ayer al Capitolio una partida adicional de mil 500 millones de dólares “para mejorar la capacidad de respuesta frente a la potencial propagación de esta epidemia”, fondos que, a decir del portavoz de la Casa Blanca, Robert Gibbs, serían usados para incrementar las existencias de antivirales, desarrollar una vacuna para el virus A/H1N1 y, en general, para mejorar la capacidad de respuesta del sistema estadunidense de salud pública y de las organizaciones internacionales.
En semanas recientes, los encargados del manejo de la economía nacional han alardeado con el blindaje que representan las líneas de crédito recientemente concedidas por el Fondo Monetario Internacional y la Reserva Federal de Estados Unidos a nuestro país, así como el nivel “histórico” de las reservas en dólares del Banco de México. Es necesario que el gobierno recuerde que esos recursos deben ser empleados en beneficio del país y que dispongan, en consecuencia, de la proporción necesaria de los mismos para hacer frente a la problemática actual, tanto en el orden sanitario como en el económico.
Acinco días de que se inició la emergencia sanitaria en el país como consecuencia del brote de influenza porcina, es evidente que las afectaciones derivadas de este padecimiento han rebasado ya el ámbito estrictamente relacionado con la salud pública y comienzan a manifestarse de manera severa en la esfera económica. Ayer, la Confederación Patronal de la República Mexicana en el Distrito Federal estimó que las pérdidas por el cierre de comercios en la capital ascienden a mil 500 millones de pesos por día, y que profundizar las medidas de prevención adoptadas por las autoridades pudiera derivar en la desaparición de cientos de pequeñas y medianas empresas. Además, el Gobierno del Distrito Federal (GDF) dispuso, desde la noche del pasado lunes, el cierre parcial de los más de 30 mil restaurantes que operan en la ciudad, medida que, a decir de la Cámara Nacional de la Industria Restaurantera y de los Alimentos Condimentados, afecta alrededor de 450 mil empleados, y ha generado malestar y reclamos de los integrantes de ese sector.
Las cifras mencionadas son botones de muestra de un impacto económico devastador que, para colmo, ocurre cuando el país se ve asediado por los efectos de una doble crisis: la estructural, causada por las políticas económicas neoliberales impuestas por la administración de Carlos Salinas y continuadas hasta la fecha, que han colocado a la mayoría de los habitantes en un estado de virtual recesión desde hace más de dos décadas; la coyuntural, provocada por los descalabros originados en el sistema financiero estadunidense y que ha generado devastación económica en todo el mundo. A tales circunstancias se sobrepone una tercera crisis, derivada de la actual epidemia de influenza, que ha obligado al cierre –ya sea por disposición oficial o por falta de clientela– de decenas de miles de establecimientos, lo cual ha significado la caída en los ingresos de cientos de miles de personas, ubicadas tanto en el sector formal como en el informal. La superposición de estos tres procesos críticos coloca a un importante sector en sus circunstancias económicas más adversas y alarmantes, además de que amenaza con hacer engrosar las filas del desempleo y profundizar la zozobra social.
En este contexto, no puede reprocharse a las autoridades la adopción de medidas de prevención y contención epidémica –sin duda necesarias–, pero sí puede reclamárseles su total falta de altura de miras para tomar conciencia de la agudización de la emergencia económica que se vive desde ahora y que persistirá una vez superada la crisis sanitaria, así como para caer en la cuenta de que, en el ámbito laboral, salarial y económico en general, es obligado hacer frente a esta desafortunadísima conjugación de factores adversos, a fin de prevenir el ahondamiento de perspectivas de acendrado descontento social y de ingobernabilidad.
Ayer mismo, el titular del GDF, Marcelo Ebrard, anunció la creación de un fondo de 150 millones de pesos para apoyar a familias afectadas por la influenza porcina, respaldar económicamente a las personas contagiadas y a las empresas que acusen caídas en sus ingresos mientras dure la contingencia sanitaria. Es un buen paso inicial, pero del todo insuficiente. Por su parte, el gobierno federal tendría que impulsar medidas similares y otras de mucho mayor importancia, así como pedir a los miembros de su gabinete económico que elabore políticas orientadas a disminuir las afectaciones causadas por la extensión de este padecimiento. En cambio, el calderonismo ha exhibido, en la circunstancia presente, la misma insensibilidad y falta de respuesta que mostró, primero, para reconocer la gravedad y prever los efectos de la actual crisis económica y, después, para afrontarla.
Es inevitable contrastar esta indolencia con la pronta respuesta de la administración de Barack Obama, en Estados Unidos, la cual solicitó ayer al Capitolio una partida adicional de mil 500 millones de dólares “para mejorar la capacidad de respuesta frente a la potencial propagación de esta epidemia”, fondos que, a decir del portavoz de la Casa Blanca, Robert Gibbs, serían usados para incrementar las existencias de antivirales, desarrollar una vacuna para el virus A/H1N1 y, en general, para mejorar la capacidad de respuesta del sistema estadunidense de salud pública y de las organizaciones internacionales.
En semanas recientes, los encargados del manejo de la economía nacional han alardeado con el blindaje que representan las líneas de crédito recientemente concedidas por el Fondo Monetario Internacional y la Reserva Federal de Estados Unidos a nuestro país, así como el nivel “histórico” de las reservas en dólares del Banco de México. Es necesario que el gobierno recuerde que esos recursos deben ser empleados en beneficio del país y que dispongan, en consecuencia, de la proporción necesaria de los mismos para hacer frente a la problemática actual, tanto en el orden sanitario como en el económico.
Manuel Camacho Solís
Lo que he vivido
Una llamada de Jorge Zepeda me puso a escribir. Después de preguntar sobre mi estado de salud me sugiere, “ya como periodista”, escribir sobre mi experiencia como paciente de influenza. Acepto.
Martes 21. Desde la mañana sentí síntomas parecidos a una gripa fuerte, pero ya para la noche, después de haber ido a una comida, el malestar se acentuó: escalofríos, más de 39 grados de temperatura, falta completa de apetito. Pensé que con un buen sueño amanecería mejor. No fue así.
Miércoles 22. Siguió el cuadro. Era tan fuerte que, para la tarde, acepté me pusieran una inyección de un antibiótico potente. La noche volvió a ser pesada; cuatro veces me tuve que cambiar de ropa porque estaba empapado en sudor.
Jueves 23. Esperaba que el antibiótico hubiera hecho efecto, pero no. No había leído la prensa para enterarme de la epidemia de influenza, pero mi esposa me puso en contacto con una amiga que la había vivido hace meses en Oaxaca, me la refirió como el flu (que yo había vivido en mi adolescencia en Estados Unidos y sabía era simplemente un gripa más fuerte). Pero como el malestar aumentó y empecé a sentir síntomas como los que había vivido hace treinta años con una salmonelosis fuerte, llamé a mi esposa. Me propuso llevarme con el especialista, con el doctor César Decanini, a su consultorio del Hospital Inglés. Nunca imaginé que horas más tarde sería internado. En cuanto me revisó me dijo: yo creo que es influenza. Buscó al especialista. Me sugirieron me hiciera una serie de estudios.
Jueves por la noche. Pruebas de sangre, radiografías, tomografía, suero, medición de la capacidad respiratoria. A las 10:00 p.m., en un cubículo de emergencias, con Mónica, Lupita y ya con la presencia de mi hermano Rafael, me rodea con tapabocas el equipo médico. Toma la palabra el prestigiado médico neumólogo Eulo Lupi, quien me informa que debo hospitalizarme: “Su capacidad respiratoria está disminuida en 50% y en los cortes de la tomografía vemos que sus pulmones se están deteriorando con rapidez”. Todavía me atrevo a decirle, porque eso deseaba y para confirmar la gravedad del diagnóstico: que qué pasa si me regreso a mi casa. Fija su vista, mira a los otros médicos y con autoridad, enfáticamente, me dice: “Sus médicos le sugerimos no lo haga, por su seguridad y la de su familia. De ahí al último cubículo de terapia intensiva. Por suerte, Decanini tenía en su consultorio una caja del antiviral indicado; tomé la primera pastilla.
Viernes 24 en la madrugada. En mi nuevo cuarto (TI) cobré conciencia de que tenía una enfermedad grave (“estuvimos a horas de tener que entubarte, etcétera”) que podría, incluso, llevarme a la muerte. Como sé que suelo ser un mal enfermo (me enojo fácilmente y hasta reacciono mal) decidí que ahora no podía darme ese lujo. No obstante, de repente se me venían encima pensamientos destructivos (¿y si algo me pasa?; balances rápidos sobre el pasado y todo en medio de un repiqueteo de alarmas que no dejaron de sonar toda la noche, al grado de que el único aliento era sentir el apretón sobre el antebrazo de la banda tomadora de presión y el sonar de su bomba de aire. Prácticamente no pude dormir.
Cuando amaneció empecé a ver el primer rayo de luz. Por la ventana se observaban unos árboles que me parecieron hermosos. La enfermera encargada era en extremo profesional y cuidadosa; me levantaba el ánimo observar su pericia y dedicación. Me tomaron las pruebas de sangre y la placa. Pero lo más importante, el doctor Hugo Zulaica, connotado especialista en infecciones, me dijo: “Empiezo a estar más tranquilo. Creo que se está frenando el proceso y eso, en estos casos, es todo: el antiviral es una maravilla, pues en sólo 12 horas ya está haciendo efecto. Él y el doctor Lupi pensaban que el tratamiento debería ser para el virus (influenza) y con dosis fuertes de un antibiótico especial, para unas bacterias que consideraban estaban actuando junto con el virus. Le dieron al clavo.
Sábado 25, todo parecía que estaba estabilizado, pero no se podía cantar victoria. Ahí en ese cuarto, pedí mi computadora para escribir mi artículo del lunes, esa noche. Lo hice en las condiciones más adversas, inmovilizado entre alambres, sondas, alarmas, y sin lentes, con uno o dos dedos. Me costó trabajo, pero me sirvió de terapia. Ya no pensé en la enfermedad.
Domingo 26. Primeros síntomas de mejoría. Me trasladan a la zona de terapia intermedia.
Lunes 27. “Va usted mejor. Se están empezando a despejar sus pulmones, aunque todavía hay ruidos”. Son procesos lentos. Por la tarde me hacen una prueba de resistencia y me quitan el oxígeno.
Martes 28. Mejoría clara. Me ponen a caminar para medir mi oxigenación. Maravilloso, ya sin oxígeno está entre 90 y 95 (de 100). Me anuncian que si todo sigue igual podría salir el miércoles, aunque necesitaré dos semanas más de medicamentos y cuidados, pero con el gran aliento de que “se recuperará completamente”.
Miércoles 29, espero ser dado de alta.
La salud recuperada, la competencia de los médicos y enfermeras, el enorme cariño de la familia, la oportunidad de leer, la solidaridad de muchos amigos (más de los que hubiera esperado), han compensado con mucho los sinsabores de este capítulo de mi vida. Lo que no deja de lastimarme, de darme tristeza, es pensar en los otros que están viviendo circunstancias parecidas, y sobre todo, en las familias de quienes murieron. Que esta experiencia nos sirva a todos para humanizarnos y para confirmar el grado de responsabilidad colectiva de los ciudadanos que permite en nuestra ciudad hacer cosas que difícilmente se podrían hacer en otras metrópolis.
Martes 21. Desde la mañana sentí síntomas parecidos a una gripa fuerte, pero ya para la noche, después de haber ido a una comida, el malestar se acentuó: escalofríos, más de 39 grados de temperatura, falta completa de apetito. Pensé que con un buen sueño amanecería mejor. No fue así.
Miércoles 22. Siguió el cuadro. Era tan fuerte que, para la tarde, acepté me pusieran una inyección de un antibiótico potente. La noche volvió a ser pesada; cuatro veces me tuve que cambiar de ropa porque estaba empapado en sudor.
Jueves 23. Esperaba que el antibiótico hubiera hecho efecto, pero no. No había leído la prensa para enterarme de la epidemia de influenza, pero mi esposa me puso en contacto con una amiga que la había vivido hace meses en Oaxaca, me la refirió como el flu (que yo había vivido en mi adolescencia en Estados Unidos y sabía era simplemente un gripa más fuerte). Pero como el malestar aumentó y empecé a sentir síntomas como los que había vivido hace treinta años con una salmonelosis fuerte, llamé a mi esposa. Me propuso llevarme con el especialista, con el doctor César Decanini, a su consultorio del Hospital Inglés. Nunca imaginé que horas más tarde sería internado. En cuanto me revisó me dijo: yo creo que es influenza. Buscó al especialista. Me sugirieron me hiciera una serie de estudios.
Jueves por la noche. Pruebas de sangre, radiografías, tomografía, suero, medición de la capacidad respiratoria. A las 10:00 p.m., en un cubículo de emergencias, con Mónica, Lupita y ya con la presencia de mi hermano Rafael, me rodea con tapabocas el equipo médico. Toma la palabra el prestigiado médico neumólogo Eulo Lupi, quien me informa que debo hospitalizarme: “Su capacidad respiratoria está disminuida en 50% y en los cortes de la tomografía vemos que sus pulmones se están deteriorando con rapidez”. Todavía me atrevo a decirle, porque eso deseaba y para confirmar la gravedad del diagnóstico: que qué pasa si me regreso a mi casa. Fija su vista, mira a los otros médicos y con autoridad, enfáticamente, me dice: “Sus médicos le sugerimos no lo haga, por su seguridad y la de su familia. De ahí al último cubículo de terapia intensiva. Por suerte, Decanini tenía en su consultorio una caja del antiviral indicado; tomé la primera pastilla.
Viernes 24 en la madrugada. En mi nuevo cuarto (TI) cobré conciencia de que tenía una enfermedad grave (“estuvimos a horas de tener que entubarte, etcétera”) que podría, incluso, llevarme a la muerte. Como sé que suelo ser un mal enfermo (me enojo fácilmente y hasta reacciono mal) decidí que ahora no podía darme ese lujo. No obstante, de repente se me venían encima pensamientos destructivos (¿y si algo me pasa?; balances rápidos sobre el pasado y todo en medio de un repiqueteo de alarmas que no dejaron de sonar toda la noche, al grado de que el único aliento era sentir el apretón sobre el antebrazo de la banda tomadora de presión y el sonar de su bomba de aire. Prácticamente no pude dormir.
Cuando amaneció empecé a ver el primer rayo de luz. Por la ventana se observaban unos árboles que me parecieron hermosos. La enfermera encargada era en extremo profesional y cuidadosa; me levantaba el ánimo observar su pericia y dedicación. Me tomaron las pruebas de sangre y la placa. Pero lo más importante, el doctor Hugo Zulaica, connotado especialista en infecciones, me dijo: “Empiezo a estar más tranquilo. Creo que se está frenando el proceso y eso, en estos casos, es todo: el antiviral es una maravilla, pues en sólo 12 horas ya está haciendo efecto. Él y el doctor Lupi pensaban que el tratamiento debería ser para el virus (influenza) y con dosis fuertes de un antibiótico especial, para unas bacterias que consideraban estaban actuando junto con el virus. Le dieron al clavo.
Sábado 25, todo parecía que estaba estabilizado, pero no se podía cantar victoria. Ahí en ese cuarto, pedí mi computadora para escribir mi artículo del lunes, esa noche. Lo hice en las condiciones más adversas, inmovilizado entre alambres, sondas, alarmas, y sin lentes, con uno o dos dedos. Me costó trabajo, pero me sirvió de terapia. Ya no pensé en la enfermedad.
Domingo 26. Primeros síntomas de mejoría. Me trasladan a la zona de terapia intermedia.
Lunes 27. “Va usted mejor. Se están empezando a despejar sus pulmones, aunque todavía hay ruidos”. Son procesos lentos. Por la tarde me hacen una prueba de resistencia y me quitan el oxígeno.
Martes 28. Mejoría clara. Me ponen a caminar para medir mi oxigenación. Maravilloso, ya sin oxígeno está entre 90 y 95 (de 100). Me anuncian que si todo sigue igual podría salir el miércoles, aunque necesitaré dos semanas más de medicamentos y cuidados, pero con el gran aliento de que “se recuperará completamente”.
Miércoles 29, espero ser dado de alta.
La salud recuperada, la competencia de los médicos y enfermeras, el enorme cariño de la familia, la oportunidad de leer, la solidaridad de muchos amigos (más de los que hubiera esperado), han compensado con mucho los sinsabores de este capítulo de mi vida. Lo que no deja de lastimarme, de darme tristeza, es pensar en los otros que están viviendo circunstancias parecidas, y sobre todo, en las familias de quienes murieron. Que esta experiencia nos sirva a todos para humanizarnos y para confirmar el grado de responsabilidad colectiva de los ciudadanos que permite en nuestra ciudad hacer cosas que difícilmente se podrían hacer en otras metrópolis.
Ezra Shabot
Línea directa
La forma de reaccionar de una sociedad en un momento de emergencia demuestra los grados de cohesión existentes en todo sentido.
En México, las muestras de solidaridad han sido históricamente demostradas en eventos como el terremoto del 85 o los desastres naturales como huracanes o erupciones volcánicas. En este sentido podríamos identificar diferencias profundas entre la respuesta rápida y eficiente de la ciudadanía y la lentitud con la que se maneja el andamiaje político y legislativo.
En este momento de emergencia sanitaria ya hay quien duda si la acción del gobierno se efectuó de manera oportuna. Esto se debe a que el número de contagiados y el de fallecimientos registrados supondría una reacción tardía de las autoridades sanitarias.
Sin embargo, el problema es mucho más complicado. El virus de la influenza porcina fue detectado únicamente a partir de la certificación de los primeros casos de portadores, y las muertes en su mayoría han sido producto de la falta de cuidados y atención médica oportuna por parte de los propios pacientes. Pero el hecho de que esta lamentable situación se produjese a punto de iniciar el proceso electoral, el próximo 3 de mayo, hace que el tema tenga altas posibilidades de convertirse en objeto electoral una vez que la emergencia termine.
Así, junto al problema de la inseguridad y la crisis económica, habrá ahora que considerar el asunto de la salud y específicamente la forma en la que se enfrentó la crisis de influenza porcina.
Cualquier error de un funcionario, como lo fue el caso de Marcelo Ebrard saludando y besando a personas durante sus recorridos en la ciudad, será tomado por sus opositores como símbolo de una conducta incorrecta en momentos de emergencia. Esto independientemente de que las acciones del gobierno capitalino y del federal hayan sido igualmente responsables y en coordinación entre ambas instancias.
Si la emergencia de salud consiguió establecer una tregua entre el gobierno federal y el capitalino, es seguro que sus respectivos partidos harán uso de los efectos políticos que la gripe porcina genere en el corto plazo. Además, los efectos económicos de un evento de esta magnitud, en medio de una recesión tan pronunciada, hacen prever condiciones más difíciles para individuos y empresas, y con ello para la sociedad en su conjunto, lo que influirá sin duda en el resultado electoral. La emergencia sanitaria podría convertirse en una emergencia económica y política.
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