Manuel Bartlett
La reforma constitucional de telecomunicaciones en el Senado, se limitó a tres foros, no se debatió ni en comisiones ni en el Pleno. Se dictaminó a hurtadillas. Nadie pudo leer un dictamen de 442 hojas entregado al inicio de la discusión, pero se aprobó en lo general, voto automático PRD, PAN y PRI. Se desecharon las reservas sin discusión.
Reforma procesada en la madrugada, impidió la difusión mediática, se informó “a posteriori” por operadores. Reforma tramposa publicitada como valiente, festejada por los países beneficiados por tanta “transformación”.
Tramposa porque su objetivo, reducción de los monopolios estableciendo la competencia, solo se aplica a Telmex y no a las televisoras. Para Telmex se fijan los insumos esenciales para declararla empresa dominante, precisándose los mecanismos para reducirla, obligar su desinversión; a las televisoras no se les fijan dichos insumos, es tramposa porque debió detallarlo igual que a Telmex. Se fijan algunos factores limitantes como la obligación de que la programación abierta sea retransmitida gratuitamente por cualquier otro actor. Para la competencia, se licitarán dos cadenas de televisión, promesa reiteradamente incumplida. Se establece el derecho a la radiodifusión indígena, comunitaria y pública. Las comunidades indígenas ya contaban con ese derecho constitucional, igual que el derecho de réplica, presumido como avance, nunca reglamentados por presiones de Televisa. Deja todo a la ley secundaria, nada garantiza que no pase lo mismo por no haberse resuelto el problema en la reforma.
El desequilibrio entre los dos dominantes fue expuesto por el senador Corral al Pleno: en la experiencia mundial, declarada la dominancia en televisión, se imponen reglas, condiciones de cobertura, precios, desincorporación, desagregación o desinversión, lo que no está en la reforma. Explicó: en Alemania una televisora no puede alcanzar una audiencia de más del 30%; en Australia limitada al 35% de la población; EU prohíbe que un grupo controle televisoras que lleguen a más del 35% de la audiencia nacional; en el Reino Unido el límite es 15%. Televisa se quedó con el 80%.
Otro tema igualmente tramposo, es la inversión extranjera. En la Exposición de Motivos, Peña Nieto lo trata en dos escuetos párrafos, reconoce que la radio y televisión, distintos a la televisión por cable están reservados a mexicanos y en las televisoras existe cláusula de exclusión a extranjeros. Así, concluye “que es necesario fomentar esquemas de inversión en radiodifusión y telecomunicaciones que se traduzcan en una mejor oferta de servicios y mejores precios por lo que propone que se permita la inversión extranjera directa en telecomunicaciones y televisión vía satélite en 100% y hasta el 49% en radiodifusión”. Peña Nieto abre esta industria estratégica sin consideraciones de seguridad, soberanía, económicas. Los Diputados añadieron la condición inoperante de reciprocidad; en el Senado los presidentes de las comisiones eludieron el tema, con la misma intención de pasar desapercibida esta apertura de enorme importancia. Canadá en similar posición geopolítica, mantiene las telecomunicaciones en 46.7%, y la radio y televisión por el impacto a su cultura y valores, afirman, debe de quedar en manos canadienses.
La reforma es literalmente la recomendación de la OCDE, representante de los países industrializados, vinculada al Departamento de Comercio de EU principal demandante de que México “elimine los obstáculos a la competencia y el mercado” conforme a los intereses comerciales de EU. No generará competencia, sí dominio; no bajarán las tarifas, argumentos falsos esgrimidos para la entrada de los bancos extranjeros y la generación de energía eléctrica por transnacionales. Las empresas noticiosas y culturales norteamericanas son instrumentos de su poder, su presencia en un 49% en la televisión mexicana, profundizará la desnacionalización que los canadienses han evitado.
Senador de la república
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