Alberto Aziz Nassif
Lo que resulta visible en estos primeros meses del nuevo sexenio es el cambio del escenario político. Los actores se han movido de sus lugares, las reformas salen en el Congreso, se han logrado consensos importantes, las percepciones sobre seguridad se han modificado y, quizá, uno de los asuntos más relevantes es el cambio en la dinámica entre oposición y gobierno a partir del Pacto por México. Sin embargo, ya empezó la dinámica electoral y llegó el conflicto por los votos, el clientelismo y el uso político de la política social.
Los problemas graves del país se mantienen: el desempleo, la informalidad y la violencia, pero la percepción sobre la vida política se ha movido, más afuera que dentro del país, como lo muestra la revista Time. En 2012 el regreso del PRI a la presidencia fue la noticia. Hubo al menos dos interpretaciones que circularon: una sobre la restauración de lo viejo y otra que afirmaba las dificultades de volver al autoritarismo. El PRI regresó a ser el partido gobernante, pero no con una mayoría como decían las encuestas, sino con otro gobierno dividido. La derrota del PAN fue contundente, así como la división en la izquierda. Sin embargo, la oposición conservó su capacidad de veto en el Congreso. La solución fue hacer una coalición reformadora en torno al Pacto por México. Con esta propuesta se ha modificado la inercia de los gobiernos divididos que desde 1997 complican la posibilidad de sacar adelante una agenda legislativa en temas sustantivos.
El Pacto no es un bloque homogéneo, sino una serie de procesos políticos de negociación. Esta coalición ha dado pasos, pero con cada reforma que se propone la viabilidad del Pacto se pone a prueba. Los integrantes de esta alianza asumen diferentes riesgos, ganancias o pérdidas. Uno de los resultados es la imagen de que la oposición se ha evaporado y está enganchada en el tren del gobierno de Peña Nieto.
En el desastre panista hay una división entre la actual dirección y lo que quedó del anterior gobierno, que protagonizan una ruda batalla por quedarse con los restos del naufragio; pero la pugna afecta la agenda legislativa. El Pacto le permite ahora al panismo impugnar con fuerza el uso de los programas sociales para fines electorales, como lo hizo con Veracruz. Se demandó la salida del gobernador y de la secretaria de Sedesol, se involucró a jefes de los programas, pero la respuesta del gobierno federal fue destituir a 6 funcionarios menores. Quizá sin el Pacto la respuesta hubiera sido más tibia. En la izquierda, que se dividió formalmente a partir del anuncio de AMLO de formar un nuevo partido, el PRD tiene un complicado e inestable equilibrio interno entre los que están a favor y los que están en contra de la alianza que respalda el Pacto. Además de la batalla interna del PRD, el partido tendrá que librar un desafío importante con el nuevo partido Morena. El hecho de que el sector dirigente del PRD, Los Chuchos, estén dentro de la coalición hace una diferencia, porque pactos de derecha entre PRI y PAN ya hemos visto muchos. Sin embargo, el Pacto es compatible con el actual modelo económico, no hay propuestas sobre temas sustantivos de salarios y mejores condiciones de bienestar social, temáticas que la izquierda no pudo o no supo introducir al acuerdo.
Como parte de la cultura política presidencialista se ha generado una percepción de que los triunfos del Pacto los recibe la presidencia y las complicaciones las paga la oposición y el Congreso. Sin embargo, ahora Peña Nieto tendrá que optar entre apoyar la manipulación electoral de la política social —que hacen los gobernadores y la Sedesol— o garantizar la permanencia del Pacto. Por lo dicho el viernes 19 a la secretaria Robles parece que ya optó: “Rosario, no te preocupes, hay que aguantar. Porque han empezado las críticas, las descalificaciones de aquellos a quienes ocupa y preocupa la política y las elecciones” (EL UNIVERSAL, 20/IV/2013).
A finales de abril termina el periodo ordinario de sesiones y los siguientes meses tendrán una dinámica muy electoral. Veremos la forma en la que los gobernadores del PRI, ahora con el respaldo presidencial, van a convertir sus gobiernos en maquinarias para obtener votos. Sin duda, en este año veremos cómo las elecciones del 2013 se parecerán a las que había en los años ochenta con el viejo PRI. El Pacto ha definido el escenario político de estos meses, pero ahora las elecciones modificarán el clima de negociación. La clase política pondrá en receso las reformas y se dedicará a ganar elecciones.
Investigador del CIESAS
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