Carlos Bonfil
La carnada. Klip,
primer largometraje de la joven serbia Maja Milos, es una exploración
directa y brutal de una subcultura juvenil urbana dominada por el
consumo de la cocaína y las drogas de diseño, los reventones diarios y
la música rock, y el frenesí de una sexualidad que luego de abolir los
ámbitos privados abre grandes las ventanas para su exhibición pública a
través de fotografías o videos tomados desde teléfonos celulares.
Klip plantea de entrada un espacio doméstico asfixiante (un padre con una enfermedad terminal y una madre desbordada por los cuidados indispensables) del que intenta huir a toda costa la adolescente de 14 años Jasna (Isidora Simijonovic), por la vía expedita del sexo y de las drogas.
La cinta muestra el caparazón de insensibilidad moral con que la joven se protege del drama familiar, permitiéndose incluso bromear sobre la manera de reventarse en el sepelio de su padre.
Esta simulación nerviosa no dura mucho tiempo. La relación que inicia con Djole (Vakasin Jasnic), un joven más indolente aún, con alardes de cinismo y una brutalidad a flor de piel, coloca a Jasna en una situación de vulnerabilidad emocional extrema.
La
realizadora registra con acierto estos estados anímicos cambiantes y
también las relaciones de poder en una sexualidad, en la que la joven
de baja autoestima se coloca en situación de riesgo y propicia y
soporta las humillaciones del tiránico ser amado a cambio de un remedo
de ternura en definitiva inalcanzable.
La película se ve obligada a señalar en sus créditos finales que ningún menor participa en las numerosas escenas de sexo explícito (los dobles de los personajes adolescentes habrían sido, al parecer, actores porno).
A pesar de la exposición muy franca de los desbordamientos juveniles, no hay admoniciones morales en la cinta ni un diagnóstico fustigador de la decadencia social que se describe, como sí parecía ser una tentación en la cinta francesa La carnada (L’appât, 1993), de Bertrand Tavernier.
El registro de las conductas juveniles lo hacen los dispositivos móviles de los personajes, más que la cámara de la directora. A esta incisiva radiografía social la acompaña una fina observación sicológica, en particular la de una Jasna a ratos sorpresivamente tierna en un entorno social de desventura y cinismo.
Se exhibe en la sala 1 de la Cineteca Nacional (14.30 y 19:00 horas).
La película se ve obligada a señalar en sus créditos finales que ningún menor participa en las numerosas escenas de sexo explícito (los dobles de los personajes adolescentes habrían sido, al parecer, actores porno).
A pesar de la exposición muy franca de los desbordamientos juveniles, no hay admoniciones morales en la cinta ni un diagnóstico fustigador de la decadencia social que se describe, como sí parecía ser una tentación en la cinta francesa La carnada (L’appât, 1993), de Bertrand Tavernier.
El registro de las conductas juveniles lo hacen los dispositivos móviles de los personajes, más que la cámara de la directora. A esta incisiva radiografía social la acompaña una fina observación sicológica, en particular la de una Jasna a ratos sorpresivamente tierna en un entorno social de desventura y cinismo.
Se exhibe en la sala 1 de la Cineteca Nacional (14.30 y 19:00 horas).
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