El único asalto armado al Congreso estadounidense fue liderado por una independentista boricua...
viernes 11 de diciembre de 2009
Por: Marianela Tovar / Contranatura
55 años del sublime heroísmo de Lolita Lebrón
Muchas mujeres han participado en la lucha por la independencia de Puerto Rico, pero pocas han dejado una huella indeleble en la historia de resistencia contra el colonialismo estadounidense. Lolita Lebrón, la costurera de Lares, será inmortalizada, a sus 89 años, en un documental que rescatará del olvido este episodio que marcó al resto de los movimientos anticolonialistas boricuas. Calle 13 le debe una pieza a una de los dos sobrevivientes del asalto a la Casa Blanca.
Surge una líder nacionalista
Dolores “Lolita” Lebrón Sotomayor, nació el 19 de noviembre de 1919, en Lares, Puerto Rico. En su temprana juventud se unió al Partido Liberal, pero su posición política cambió como resultado del asesinato de un grupo de nacionalistas en la llamada masacre de Ponce, en 1937. A partir de este evento, Lolita Lebrón empieza a desarrollar su consciencia nacionalista. En 1941, con 21 años de edad, emigró a la ciudad de Nueva York, en donde empezó a tener problemas para encontrar trabajo, debido al racismo y a que no hablaba inglés. Trabajó como costurera en varias fábricas y comenzó a protestar contra la discriminación que experimentaban las trabajadoras puertorriqueñas, razón por la cual fue despedida en varias ocasiones.
En la década de los cuarenta, se produjo una masiva inmigración de puertorriqueños a Nueva York (alrededor de 61.000). La situación económica de la isla y los altos índices de desempleo, empujaron a muchos campesinos y trabajadores agrarios a emigrar a los Estados Unidos. Lebrón fue testigo de las terribles condiciones de pobreza y la discriminación que experimentaban permanentemente los puertorriqueños. En 1947, empezó a militar en el Partido Nacionalista. Su compromiso, iniciativa y disciplina le fue granjeando posiciones de liderazgo en el partido hasta el punto de ser nombrada su Delegada en Estado Unidos.
El Partido Nacionalista de Puerto Rico lideró una serie de levantamientos armados y revueltas como parte de una estrategia política dirigida no sólo a combatir al gobierno colonial de Estados Unidos, sino para dar una respuesta contundente a propuesta de aprobación del nuevo estatus político de Puerto Rico: el Estado Libre Asociado, considerado un farsa colonial. El 30 de octubre de 1950, se produjeron varios levantamientos e insurrecciones armadas en los pueblos de Jayuya, Utuado, Peñuelas, Mayagüez, Naranjito, Arecibo y se atacó a la residencia del gobernador, La Fortaleza. El levantamiento más notable fue el del pueblo de Jayuya (liderado por Blanca Canales), en donde izó la bandera de Puerto Rico –acto penado por la ley- y se declaró la República Libre de Puerto Rico. Las insurrecciones terminaron en una terrible represión y masacre, en la que participaron aviones de guerra contra la población. Pedro Albizu Campos y Blanca Canales fueron encarcelados, junto con cientos de puertorriqueños.
En Estados Unidos también se produjo otro acto anticolonial, el primero de noviembre, Oscar Collazo y Griselio Torresola intentaron matar al presidente Harry S. Truman en su residencia, la Casa Blair. Los dos puertorriqueños intercambiaron disparos con el oficial de seguridad y Torresola resultó muerto. Collazo quedó gravemente herido, fue detenido y sentenciado a la pena de muerte. Inmediatamente, Lolita Lebrón se unió al “Comité de Defensa de Oscar Collazo” y se organizaron varios eventos públicos. Finalmente, el presidente Truman cambió su sentencia a cadena perpetua.
El líder y teórico del partido, Pedro Albizu Campos, comenzó a planificar un ataque a “tres posiciones, las más estratégicas para el enemigo”: el Pentágono, la Casa Blanca, el Capitolio y la Corte Federal. Estableció contacto con Lebrón, quien se empezó a reunir con un grupo de tres nacionalistas -Rafael Cancel Miranda, Andrés Figueroa e Irving Flores Rodríguez- para atacar las algunas posiciones en Washington. Lebrón decidió liderar al grupo, estudio el plan, analizó las debilidades y concluyó que lo más efectivo era un ataque a la Cámara de Representantes del Congreso. La fecha programada fue el primero de marzo de 1954, elegida con el fin de llamar la atención sobre la situación colonial de Puerto Rico en la inauguración de la Conferencia Interamericana que se iniciaría ese mismo día en Caracas y por estar cerca de la fecha de conmemoración de la Masacre de Ponce, el 22 de marzo de 1937.
El ataque a la Cámara de Representantes
En la mañana del lunes primero de marzo de 1954, Lolita Lebrón se dirigió al Gran Terminal Central de trenes, donde se reunió con tres miembros del grupo. Compraron un ticket de ida desde Nueva York a Washington, porque pensaban que no iban a regresar vivos. En esta ciudad, se encontraron con Rafael Cancel Miranda y se dirigieron hacia el capitolio. Entraron al edificio como cualquier turista y subieron a la galería de visitantes. Se sentaron unos minutos a oír la discusión que tenían los congresistas sobre los inmigrantes indocumentados mexicanos. A las 2:32 pm, Lebrón se puso de pie y gritó “¡Viva Puerto Rico libre!” y empezaron a disparar sus pistolas alemanas (según algunos, Luger 45), inmediatamente, desplegaron la bandera puertorriqueña.
De los 243 congresistas presentes, cinco resultaron heridos en el asalto. En el momento que fue arrestada, Lolita Lebrón dijo, “No vine a matar a nadie, vine a morir por Puerto Rico”. Fueron acusados de cinco cargos de intento de homicidio y cinco cargos de asalto con armas de fuego. A Lolita Lebrón se le sentenció a cumplir de 16 años y 8 meses a 50 años de cárcel. A sus tres compañeros se les sentenció de 20 a 75 años de cárcel cada uno. Indudablemente, hoy serían acusados de actos terroristas bajo la nueva política estadounidense.
Ha sido la primera y única vez en la historia de Estados Unidos que el Congreso ha sufrido un ataque. Esta acción es considerada como una de los más importantes en la historia de la lucha por la independencia de Puerto Rico, comparable al Grito de Lares y el Grito de Jayuya. Fueron actos de gran coraje, si se tiene en cuenta que en esos años, los Estados Unidos practicaba una clara política represiva y anticomunista, conocida como macarthismo.
Lolita Lebrón: Libre y firme
Lolita Lebrón y sus compañeros se negaron a utilizar el mecanismo de la libertad bajo palabra. Estuvieron presos por 25 años. Lolita estuvo encarcelada en la Institución Federal Industrial para Mujeres en Alderson, Virginia del Oeste hasta que, en 1979, el presidente Jimmy Carter indultó a todos los involucrados. Después de su liberación, los cuatro nacionalistas regresaron a Puerto Rico, donde fueron recibidos como héroes.
En el año 2001, volvió a prisión al negarse a pagar 30.000 dólares de la fianza que le impuso una magistrada por el delito de traspasar las instalaciones militares de Vieques. A sus 89 años de edad y a pesar de su delicado estado de salud, sigue de cerca las actividades organizadas por los grupos independentistas.
Lolita Lebrón y Rafael Cancel Miranda, son los únicos sobrevivientes del asalto al congreso estadounidense. Lolita Lebrón ha recibido varios reconocimientos y homenajes. Varios libros se han escrito sobre su vida. Ha inspirado varias obras y, actualmente, se está realizando un documental sobre su vida.
Marianela Tovar
tmarianela@yahoo.com Leer más...
Las mujeres y la política a fines del siglo XVIII y comienzos del XIX en Venezuela...
En el trabajo se trata el tema de la participación política de las mujeres en el período de la independencia de Venezuela, para ello se describe a grandes rasgos, la vida de las mujeres a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX y se aportan elementos que evidencian su participación en todos los espacios sociales. Se presentan algunos escritos en los que mujeres de la época expresaron sus opiniones y se refirieron a los acontecimientos políticos. Se presentan también documentos en los cuales los protagonistas más destacados de la lucha por la Independencia reconocen el aporte de las mujeres al proceso. Se concluye que a pesar de los roles cumplidos por las mujeres en los acontecimientos que dieron origen a la Venezuela independiente, al igual que sucedió en otras latitudes, éstas no fueron reconocidas como sujetas políticas en el nuevo orden republicano.
Por mucho tiempo se ha sostenido que las mujeres estuvieron ausentes de la actividad política en Venezuela, hasta bien entrado el siglo XX, cuando empiezan a tener una presencia marginal y esporádica; es decir que la separación entre espacio público y espacio privado con todas las consecuencias y connotaciones de este modo de ordenar la vida social, ha operado con la eficacia necesaria para mantener al hombre como natural protagonista de los acontecimientos públicos y por tanto de la historia. De hecho, hasta hace pocos años, las actuaciones de las mujeres no han sido de interés para la historiografía, salvo las de algunas con “cualidades extraordinarias” que han permitido ubicarlas en el espacio reservado a las heroínas. Sin embargo, en la medida que avanza la investigación histórica con enfoque de género y se recurre a nuevas fuentes o se reutilizan las anteriores con otros propósitos, se van encontrando elementos que permiten evidenciar que las mujeres no han estado recluidas en el espacio doméstico, que no se dedicaron exclusivamente a las labores de reproducción, por demás imprescindibles para la conservación de las sociedades, pero que justificaría, desde el punto de vista de la teoría política tradicional, su exclusión del ámbito público. Por el contrario, con renovadas perspectivas de estudio, se evidencia la presencia de las mujeres en el ámbito público y realizando acciones “trascendentes”, es decir, actuando como “sujetas políticas”.
En el presente artículo se estudia la participación de las mujeres en los acontecimientos que dieron origen a la Venezuela independiente; en otro que se publicará más adelante, analizamos el pensamiento político de los “Ilustrados criollos” que sustentó a la Primera República y que explica las razones y mecanismos ideológicos que operaron, para que se establecieran las bases sobre las cuales se ha sostenido la exclusión de las mujeres de la política en Venezuela.
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VIH/sida: El arte como herramienta...
Teresita ha vivido siempre sometida a la violencia. Abandonada por su madre cuando era pequeña, fue violada en repetidas ocasiones por su tío paterno, y luego víctima de engaños, maltratos y brutales golpeaduras por parte del esposo.
Esta mujer dominicana, al cabo de los años, confirmó su condición de seropositiva al Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH). Infectada por su pareja, ese ser irresponsable y abusador a quien consideraba "el hombre de su vida", decidió, sin embargo, no dejarse morir.
Su historia fue presentada en La Habana, a modo de monólogo teatral, por el proyecto Jóvenes por Siempre, de República Dominicana, y confirma, una vez más, que ser víctimas de violencia intrafamiliar pone a las mujeres en situación de riesgo frente al VIH/sida. Lo más dramático de la puesta en escena es que la vida de Teresita no es una historia de ficción.
Odeisi Delgado, directora de ese proyecto teatral nacido como parte de la Alianza solidaria para la lucha contra el VIH/sida (ASOLSIDA), confirmó que todas las historias que recrean tienen sólidos agarres en la realidad.
"Son resultado de una investigación que desarrolló el Fondo de Población de las Naciones Unidas (FNUAP) en el área del Caribe", detalló Delgado a SEMlac.
El FNUAP recogió un grupo de historias reales, de mujeres víctimas de diversas formas de violencia de género que han sido infectadas con el VIH. Luego, nosotros escogimos algunas para nuestro trabajo".
Detrás del telón
En la piel de Teresita, la actriz María Medina estremeció durante noviembre pasado al plenario del Taller Latinoamericano y Caribeño SIDACULT.
En su segunda edición, ese proyecto de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) aunó también a otros organismos de la ONU e instituciones cubanas como el Ministerio de Cultura, el Centro Nacional de Prevención de ITS/VIH/sida y el Centro Nacional de Educación Sexual.
Su propósito expreso es potenciar la cultura como instrumento esencial en la respuesta de la sociedad al VIH/sida, a la par que buscar estrategias y experiencias que sirvan como modelo de buenas prácticas y establecer alianzas para enfrentar la pandemia, según Herman Van Hoof, director de la oficina regional de la UNESCO.
Convocados por ese llamado, periodistas, teatristas, realizadores de audiovisuales, profesionales de la radio y artistas involucrados en acciones comunitarias mostraron sus proyectos y reflexionaron sobre el papel que debe desempeñar la cultura en la prevención del VIH/sida.
Del teatro convencional al de vanguardia, de los títeres al videoclip, de la radionovela a la telenovela, del documental a la ficción, los artistas participantes estuvieron movidos por una certeza y accionar comunes.
Hoy día, el concepto de cultura no sólo engloba a la creación artística, sino también a los modos de vida, tradiciones, creencias, normas, prácticas sociales y hasta la representación de la salud y la enfermedad.
Un desafío trascendió de los debates: la necesidad y manera de conjugar el rigor estético de la obra de arte con el didactismo que demanda la prevención.
Rostros, la obra del proyecto dominicano, fue precisamente una de las propuestas de "buenas prácticas" que dejó el taller. "La estrenamos por primera vez el 25 de noviembre de 2008 y la presentamos en eventos como este o en salas de teatro", precisó Delgado.
¿No en las comunidades?
"Para las comunidades tenemos otros proyectos, con presentaciones cortas, enfocadas a la prevención del VIH/sida, que luego se someten a debate, sobre todo entre la población más joven. A partir de una escena breve, hacemos preguntas, armamos la discusión", explicó la directora del proyecto.
El equipo de Jóvenes por Siempre aseguró que las reacciones a sus puestas son bastante parecidas, aunque la obra se presente en una sala de teatro.
"Siempre se nos acercan personas, muchas mujeres se sienten identificadas y a veces se nos acercan a decirnos: yo pasé por eso. Es fuerte, pero por eso mismo lo mostramos. Para que las mujeres que tengan algo que decir, lo digan. Como dice la obra: el silencio es el mayor problema de la violencia", aseveró Delgado. Leer más...
Angela Davis, la Eterna Indómita...
Por: Michel Muller/ Fuente: Pan y Rosas
Ser mujer ya es una desventaja en esta sociedad siempre machista; imaginen ser mujer y ser negra. Ahora hagan un esfuerzo mayor, cierren los ojos y piensen, ser mujer, ser negra y ser comunista. ¡Vaya aberración!
Angela D.
Birmingham, Alabama, fue la cuna de una de las mujeres más notorias de finales del siglo pasado: Angela Davis.Y es que ¿cómo no serlo?, si la miembro del grupo “Panteras Negras” sufrió los embates de Estados Unidos por la carga que significaba esta revolucionaria siempre vigente, siempre en combate. El sitio donde se crió Angela Davis era llamado Dynamite Hill (Colina Dinamita), debido a que el “Ku Klux Klan” dinamitó un gran número de casas afrodescendientes, algo que marcó su percepción sobre la igualdad en un mundo que consideraba injusto.
El 26 de enero de 1944 nació Angela Yvonne Davis, en Birmingham, Alabama, hija de un mecánico automotriz y una profesora de escuela. Su madre fue una activista a favor de los derechos civiles y había estado activa en la Asociación Nacional por el Avance de Personas de Color, antes de que dicha organización fuera prohibida en Birmingham.
Además la Sra. Davis decidió estudiar para obtener una maestría en arte en la Universidad de Nueva York, cuestión que provocó la mudanza de estas dos mujeres a la gran manzana. Ángela asistió a una escuela progresista en Greenwich Village, donde varios de los profesores estaban en la “lista roja” durante la era Mc Carthy.Las escuelas, los cines y todos los lugares públicos estaban segregados y los negros debían sentarse en los asientos posteriores de los autobuses urbanos. Ese fue el estandarte en la lucha de Ángela Davis.
En 1961, Davis estudió francés a la Universidad Brandeis en Waltham, Massachusetts. Su carrera incluía un año en la Sorbona, en París. Poco después de volver a los Estados Unidos pudo rememorar la lucha por los derechos civiles que se estaba llevando a cabo en Alabama cuando cuatro muchachas que conoció fueron asesinadas en la explosión de la Iglesia Bautista en septiembre de 1963.Después de graduarse de la Universidad Brandeis pasó dos años en la facultad de filosofía en la Universidad J.W. Goethe de Frankfurt, en Alemania (Occidental).
Antes de estudiar en la Universidad de California, Davis recibió una gran influencia de Marcase; su idea era que el individuo debía rebelarse contra del sistema.Activismo Los primeros contactos de Ángela Davis con el activismo político se produjeron a raíz de la aparición del movimiento por los derechos civiles de los años 60. Además, Davis participó en el movimiento contra la guerra de Vietnam, pero fue como miembro de los Black Panther donde Davis comenzó a desarrollar su pensamiento político.
El movimiento pacífico que se creó para acabar con la segregación racial en el Sur de EEUU, liderado por Martin Luther King, sufrió una gran represión y parte de ese movimiento vio necesario tomar las armas para defenderse.Los Black Panther tomaron una posición radical de autodefensa que estuvo estrechamente relacionada con el avance de su teoría política. Mientras que otros grupos hablaban del fin del racismo en abstracto, los Black Panther relacionaban la explotación capitalista con la racista.
Davis declaró en una ocasión que “el único camino verdadero para la liberación de la gente negra es el que trabaja hacia la total desaparición de la clase capitalista en este país”.Esta luchadora llevó la perspectiva de clase al centro de cualquier debate sobre explotación. Lo que diferencia a Davis de otras activistas feministas es que ella supo discernir con magnífica clarividencia que la explotación racista y sexista son intrínsecas al sistema capitalista.
En 1967 Davis se unió al Comité Coordinador No violento Estudiantil y al Partido de las Panteras Negras. Al año siguiente se involucró con el Partido Comunista Estadounidense.Davis empezó a trabajar como catedrática de filosofía en la Universidad de California en Los Ángeles, pero en 1970, el FBI informó a sus jefes del Consejo de Regentes de California, que ella era miembro del Partido Comunista Estadounidense y terminaron su contrato.
Davis participó en la campaña para mejorar las condiciones en las cárceles. Se interesó especialmente en el caso de Jorge Jackson y W. L. Nolen, dos afroamericanos que establecieron una sucursal de las Panteras Negras mientras estaban en la prisión Soledad en California.El 13 de enero de 1970, Nolen y otros dos prisioneros negros fueron asesinados por uno de los carceleros. Días después el Jurado del Condado de Monterrey determinó que el guarda había cometido un “homicidio justificable”.
Después, cuando un guarda fue encontrado asesinado, Jackson y otros dos prisioneros, John Cluchette y Fleeta Drumgo, fueron acusados de su muerte. Se argumentó que Jackson buscaba vengarse de la muerte de su amigo, Nolan.El 7 de agosto de 1970, el hermano de Jorge Jackson, Jonathan, de 17 años, irrumpió en la corte del Condado Marin con una ametralladora y tras tomar como rehén al juez Harold Haley, demandó que Jorge Jackson, Juan Cluchette y Fleeta Drumgo fueran liberados. (Murieron el juez y tres personas más, entre ellos uno de los presos y Jonathan Jackson que fue asesinado cuando se alejaba de la corte en automóvil).
El 21 de agosto de 1971, Jorge Jackson fue ametrallado en el patio de la prisión de San Quintín. Llevaba una pistola automática 9mm y los oficiales dijeron que trataba de fugarse.Las fuerzas del orden fueron por Ángela, que nunca estuvo en la escena del crimen, con la excusa de que las armas usadas aparecieron registradas a su nombre.Davis huyó ante una posible persecución y así se convirtió no sólo en una fugitiva, sino también en la tercera mujer en engrosar la lista de los 10 criminales más buscados por el FBI.
“Ángela, hermana, eres bienvenida en esta casa”, podía leerse en multitud de ventanas y puertas por todo Estados Unidos, mientras el entonces gobernador de California, Ronald Reagan, proclamaba que la profesora jamás volvería a dar clases en su estado.Cuando por fin fue capturada, dos meses después en un hotel de Nueva York, hasta el presidente Nixon compareció en televisión para felicitar al FBI y, de paso, condenar a la joven del pelo afro sin juicio.Davis pasó 16 meses en una diminuta celda antes de que un jurado compuesto por blancos la exonerara de todos los cargos. Casi un año y medio infernal, suficiente para que se forjara la leyenda gracias a una de las campañas de liberación más mediáticas.
Al grito de “¡Libertad para Angela Davis!”, las manifestaciones se sucedieron por todo el planeta dando fuerzas a su heroína, que aprovechó para fundar la Alianza Nacional Contra el Racismo y la Opresión Política. En su autobiografía, publicada en 1974, aseguraba que nunca se dejó llevar por el odio ni por el sentimentalismo, “siempre fui la revolucionaria perfecta”.Davis trabajó como conferencista de estudios Afroamericanos en el Colegio de Claremont, de 1975 a 1977, antes de convertirse en catedrática en estudios de etnia y de la mujer en la Universidad Estatal de San Francisco.En 1979, Davis visitó la Unión Soviética donde recibió el Premio Lenin de la Paz e hizo un profesorado honorario en la Universidad Estatal de Moscú.En 1980 y 1984, fue candidata a la vicepresidencia del Partido Comunista y se presentó como candidata a vicepresidenta en las elecciones presidenciales de 1980.
Publicaciones
A través de 13 ensayos Ángela Davis traza un recorrido tanto por los mitos como por las lagunas históricas de la experiencia de las mujeres negras.Aborda el sexismo en las luchas por la abolición de la esclavitud, el racismo en el movimiento sufragista y la articulación de la raza y la clase en los primeros momentos de la lucha por la emancipación de las mujeres. También los significados específicos de la emancipación, de la explotación sexual y de clase, las experiencias organizativas autónomas de las mujeres negras.Todos estos cambios están vertebrados por una continuidad histórica y política que, según Davis, es preciso analizar para entender las dinámicas de explotación y las estrategias de liberación, no sólo de las mujeres negras sino de todas las mujeres.Publicó los libros: If They Come in the Morning: Voices of Resistance (1971), Ángela Davis: An Autobiography (1974), Women, Race and Class (1981) and Women, Culture, and Politics (1989).
Esta última obra, “Mujeres, raza y clase”, se publicó por primera vez en 1981 y, aunque no usa en ningún momento el término, supone uno de los primeros análisis sobre la interseccionalidad de los ejes de opresión. Es, además, una de las principales aportaciones al black feminism.Recibió el Premio por los Derechos Humanos de 2004, otorgado por la Sociedad para la Protección de los Derechos Civiles y la Dignidad Humana.Ángela Davis terminó siendo reconocida como el principal símbolo femenino de la causa social y política afroamericana de la última mitad del siglo XX.Comunista, líder de los Panteras Negras, profesora de Filosofía y feminista, estuvo en la lista de las 10 criminales más buscadas del FBI, acusada de asesinato, secuestro y conspiración, encarcelada y absuelta sin cargos 16 meses después.El caso de Ángela Yvonne Davis supuso un hito histórico para la causa negra estadounidense, feminista y para los movimientos antiopresión internacionales. Leer más...
“Dueñas de nuestros cuerpos, dueñas de nuestras vidas”
Pronunciamiento de las Feministas Socialistas mexicanas*
El debate sobre el aborto en México no es nuevo, como tampoco lo es la posición intolerante y conservadora de la Iglesia católica, la cual se ha mantenido estable desde 1869. El clero considera la interrupción del embarazo un homicidio —bajo cualquier circunstancia y en cualquier momento de la gestación— y define al aborto como pecado grave y causa de excomunión.
Para la Iglesia católica, los sectores conservadores del PAN y el PRI, junto con sus aliados, el Partido Verde Ecologista de México y el Partido Nueva Alianza (PANAL), e incluso algunos diputados locales del PRD, el PT y Convergencia, el aborto es un crimen. Para las feministas, es el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos, y para el Estado laico consecuente, una garantía individual, un derecho humano ciudadano, que debiera ser respetado.
La alianza de los partidos políticos con la Iglesia católica es un claro ejemplo de la vulnerabilidad de nuestro Estado laico. Las y los legisladores locales del PRI y el PAN anteponen e imponen sus creencias y valores personales a las leyes y a los derechos de la ciudadanía, y de manera específica, a los derechos de las mujeres.
El cuerpo de las mujeres, de nuevo está en disputa. Sin embargo, ahora estamos viviendo una ofensiva nacional de la derecha y de los sectores más conservadores, no sólo en contra del cuerpo de las mujeres y de sus derechos sexuales y reproductivos, sino también poniendo en tela de juicio una vez más el carácter laico del Estado mexicano y violentando la Constitución Política de nuestro país, así como contraviniendo las disposiciones internacionales en materia de derechos humanos ratificadas por el Estado Mexicano, tales como el protocolo de la Convención para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra las Mujeres (CEDAW) y la Convención de Belem do Pará, para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer.
La población en general y las mujeres en particular estamos ante un escenario nunca antes visto en la historia de nuestro país. Las reformas a las Constituciones locales de 17 estados para “proteger la vida desde el momento de la concepción”, aprobadas por legisladores/as panistas y priístas, con anuencia de la jerarquía eclesial, significan un enorme retroceso para la vigencia de los derechos humanos de las mujeres y, más específicamente, para su derecho a una maternidad libre y voluntaria. Una de las más graves consecuencias de esto es la criminalización de las mujeres por ejercer su derecho a decidir sobre su cuerpo, algunas de las cuales han sido sujetas a encarcelamiento en varios estados de la República y alrededor de 700 más, que se han amparado.
Responsabilizamos a la Iglesia católica, al PAN, al PRI y demás aliados parlamentarios de fomentar el aborto clandestino y propiciar la muerte de mujeres, en su mayoría pobres, quienes seguirán recurriendo a interrumpir un embarazo no deseado en condiciones insalubres.
Consideramos que la lucha por despenalizar el aborto no sólo aboga por la atención de un problema de salud publica, también defiende el derecho de las mujeres a decidir de manera libre y autónoma sobre sus cuerpos y sus vidas para ejercer así plenamente su ciudadanía.
Para ejercer el poder sobre los demás, es necesario quitarles su autonomía, su poder de decisión. A las mujeres, históricamente se nos ha quitado ese poder, esa autonomía, dándonos incluso órdenes sobre el uso de nuestros propios cuerpos.
La autonomía implica asumir la propiedad de nosotras mismas, la propiedad absoluta de nuestros cuerpos, de decidir qué deseamos a partir de ser sujetas y mujeres íntegras. No somos objetos sexuales al servicio de otros, sino sujetas con cuerpos sexuados que exigimos todos nuestros derechos.
La autonomía de las mujeres implica una pérdida de control por parte de otros (léase instituciones y hombres en particular) sobre las mujeres concretas. La pérdida de los beneficios que trae ese control, conlleva la pérdida de privilegios y promueve el uso y abuso del trabajo de las mujeres. La autonomía no sólo implica que las mujeres tengamos poder para decidir, significa también fuerza individual y colectiva, no sólo en el discurso o en la ley, sino en la práctica.
El reconocimiento de los derechos sexuales y reproductivos, como derechos humanos, ha sido producto de una larga lucha de organizaciones feministas y del movimiento amplio de mujeres de todo el mundo.
En la actual ofensiva conservadora en contra de nuestros derechos, consideramos de vital importancia la defensa del Estado laico, ya que la laicidad permite que las mujeres ejerzamos nuestra ciudadanía plenamente, permite la libertad de conciencia y de pensamiento de todas las personas, incluidas las minorías. Esto significa, que son las y los ciudadanos los responsables de sus decisiones y actos con base en sus creencias y valores personales, que pueden ser religiosas o no.
El derecho de las personas a decidir el número de hijos/as y su espaciamiento, como lo especifica el artículo 4° Constitucional, es una conquista social, y es una obligación del Estado garantizar su cumplimiento. El derecho a decidir cuándo y cuántos hijos/as se desea tener es una decisión privada, íntima, que ni el Estado ni la Iglesia católica pueden imponer, ni condenar, sino sólo respetar.
Es conocida la histórica e intolerante posición de la Iglesia católica en contra de la sexualidad humana placentera y su sistemática oposición al uso de anticonceptivos, del condón, del libre ejercicio de la sexualidad y de las relaciones sexuales sin fines de reproducción.
Afortunadamente, gran parte de la población mexicana y que profesa la religión católica, contradice en la práctica los dogmas que la Iglesia trata de imponer en su vida íntima; la sociedad moderna tolera más la diversidad sexual, así como el uso de anticonceptivos y la búsqueda de relaciones sexuales placenteras.
Los derechos sexuales y reproductivos obedecen a principios de libertad, de democracia, autonomía e igualdad, y deben ser protegidos por el Estado laico. Los derechos humanos no obedecen a leyes “divinas”. Somos las mujeres y los hombres de este país, quiénes debemos proponerlos, defenderlos, respetarlos, ejercerlos y presionar al Estado para que los proteja y vigile su cumplimiento.
Es indudable que el Partido Acción Nacional y sus respectivos presidentes de la República abrieron las instituciones a una visión conservadora-religiosa y están permitiendo la injerencia de los jerarcas eclesiales en la elaboración de las políticas públicas demográficas, sexuales, de género y familia.
Es lamentable e indignante que algunos partidos políticos y funcionarios públicos, incluidos algunos de izquierda, buscan su legitimidad haciendo concesiones con las autoridades religiosas, anteponiendo sus creencias personales al interés público, es decir, el de toda la ciudadanía. Pero tampoco es nuevo. Es conocido que en 1988 Carlos Salinas de Gortari pactó con la jerarquía católica la Reforma Constitucional, consumada en 1992, permitiendo el retorno de las iglesias al espacio público, a cambio del apoyo a los polémicos resultados de las elecciones presidenciales, con lo cual el Estado pierde autonomía e independencia con respecto al clero.
Nos parece injusto e indignante que las mujeres tengamos que pagar, a costa de nuestro derecho a decidir, las pugnas entre los partidos con miras a las próximas elecciones presidenciales en el 2012. Está claro que esta alianza PRI-PAN tiene como un objetivo importante recuperar el Distrito Federal, único espacio geográfico donde aún está permitida la interrupción legal del embarazo.
Los movimientos feministas y amplios de mujeres estamos ante un reto muy grande: parar la ofensiva conservadora que se está dando en el ámbito nacional en contra de nuestro derecho a decidir sobre nuestros cuerpos y nuestras vidas.
Reconocemos los diversos esfuerzos que han realizado las organizaciones feministas y protagonistas en todo el país para frenar las reformas misóginas en los estados. Sin embargo, consideramos que las mujeres necesitamos empoderarnos individual y colectivamente para realmente ejercer y defender nuestros derechos. De poco sirve la mejor ley si las mujeres no consideran que es un derecho cobijarse en ella. Mucho menos se podrá poner fin a la ofensiva de la derecha sin la participación decidida de un gran número de mujeres.
El proceso de empoderamiento de las mujeres pasa por sus propias vivencias, por encontrar fuerzas y retroalimentación en las de al lado, por identificarse como semejantes y encontrar intereses comunes en un contexto de condiciones compartidas. Para la gran mayoría, esto implica necesariamente entrar en procesos organizativos colectivos que ofrecen, por un lado, la posibilidad de crear la fuerza política necesaria para frenar la ofensiva y, por otro, la oportunidad de la transformación individual, personal, a través de nuevas, inesperadas experiencias de vida y mayor autoestima y confianza que trae fraguarlas.
Las estrategias de presión política siempre serán mucho más efectivas si se cuenta con fuerza social, con un movimiento masivo organizado y pro-activo de mujeres conscientes de sus derechos reproductivos. Estas estrategias se llevarían a cabo con la plena participación de y con referencia a las aspiraciones conscientes de las mujeres mismas.
Consideramos fundamental unir nuestras fuerzas como mujeres conscientes de nuestros derechos y actuar como movimiento amplio y organizado, impulsando diversas estrategias.
Las Feministas Socialistas hacemos un llamamienrto para actuar todas juntas por la defensa de la autonomía y la libertad de las mujeres para decidir sobre su cuerpo y su vida.
Consideramos la reproducción un derecho personal y rechazamos la imposición del Estado y su intento de convertir en delito un derecho básico de las mujeres.
Denunciamos el silencio cómplice del Congreso de la Unión y las instituciones de salud pública ante esta violación flagrante a la Constitución y al cuerpo de las mujeres.
Las Feministas Socialistas exigen la libertad de las mujeres que se encuentran presas por interrumpir un embarazo no deseado. ¡Ni una mujer presa más por abortar!, detener el avance de la criminalización del aborto, alto a la injerencia de la jerarquía católica en las leyes y las políticas públicas y la preservación del Estado laico y en definitiva la despenalización del aborto en todo el país.
Firmado: * Ruth Betancourt, Ingrid Elisheva Camarena, Josefina Chávez, Heather Dashner Monk, Fanny D’Argence, Leticia García, Muriel García, Isabel González, Frida Hartz, Karen Apud Hernández, Naomi Yoko Hernández, Ana Ma. Hernández López, Patricia Illescas, Sara Lovera López, Ángeles Márquez, Georgina Martínez Antúnez, Alicia Mendoza, Melisa Morán Esteva, Martha Nava, Aimé Jezabel Pérez G., Paula Regueiro Noriega, Milisa Villaescusa V., y Gabriela Zanabria Leer más...
Medios de comunicación legitiman sistema patriarcal y refuerzan estereotipos
En una época donde existe más acceso a la información es cuando aumenta la desinformación, pues se conoce únicamente lo que las grandes empresas periodísticas quieren comunicar y no lo que la población necesita saber, indicó Lidia Fagale, de la Federación Latinoamericana de Periodistas (FELAP).
Durante su participación en el taller regional para elevar la conciencia de género a través de los medios de comunicación “Cambiar la Mirada”, organizado por el Instituto Internacional de Periodismo “José Martí”, realizado del 30 de noviembre al 4 de diciembre en la Habana, Cuba, Fagale, dijo que en la actualidad en los medios de comunicación prevalece la brecha entre hombres y mujeres, lo cual se visualiza no únicamente en la información que es transmitida, sino en la cantidad de reporteras y reporteros, así como las fuentes asignadas.
De acuerdo con la experta en el tema, aunque existen avances jurídicos a favor de las mujeres para frenar la desigualdad de género, éstas no se han reflejado en la vida cotidiana, pues las iniquidades continúan y muchas veces se refuerzan.
La académica argentina dijo que los medios de comunicación son reflejo de la sociedad, legitiman el sistema patriarcal e institucionalizan los mitos que se han inventado en torno a las mujeres, además de utilizar el poder para construir una realidad distinta y tergiversada.
Para Fagale la situación precaria en la que viven las mujeres está siendo agudizada por la crisis económica mundial, de la cual han surgido nuevos desafíos y la creación de nuevos paradigmas.
La representanta de FELAP subrayó que se deben promover políticas de comunicación con contenido de género, la erradicación de los monopolios que han generado falta de democracia informativa y la sensibilización de las mujeres y hombres comunicadores para modificar las lógicas discriminatorias que reproducen estereotipos.
Finalmente, Fagale dijo que es urgente y necesario promover la equidad de género en todos los aspectos de la vida, más equidad informativa y promover acciones para eliminar los estereotipos que giran en torno a la población femenina.
Al taller asistieron comunicadoras y periodistas de América Latina y el Caribe. Leer más...
Belleza, seducción y sumisión... ¿Muestras de poder de las esposas en la edad media?
Por: Isabel González R. / Revista Venezolana de Estudios de la Mujer, vol. 10, no. 25
Las mujeres son artífices y oficinas de la vida, y ocasiones y causas de la muerte. Hanse de tratar como el fuego, pues ellas nos tratan con fuego. Son nuestro calor, no se puede negar; son nuestro abrigo; son hermosas y resplandecientes; vistas alegran las casas y las ciudades; más guárdense con peligro, porque encienden cualquier cosa que se les llega, abrasan a lo que se juntan, consumen cualquier espíritu de que se apoderan, tienen luz y humo con que hacen llorar su propio resplandor.
Quien no las tiene está a oscuras; quien la tiene está a riesgo; no se remedian con lo mucho ni con lo poco; al fuego (...) fácilmente se tiene y fácilmente se pierde (...).
Plutarco
Por mucho tiempo la historia ha ignorado la presencia de las mujeres; le ha resultado más atractiva la figura de los hombres por el simple hecho de que éstos siempre se han relacionado con los espacios públicos, es decir, con el poder. Esta actitud se manifestó, a su vez, en una voluntad deliberada de someter y excluir a la mujer del mundo del trabajo, el saber, la cultura y la ordenación religiosa, por ejemplo.
Así, las mujeres desde siempre, fueron reducidas por los mecanismos de dominación masculina a ser simples objetos pertenecientes al espacio privado: el hogar. Mujeres objetos con roles específicos que cumplir, por cierto. Precisa Gioconda Espina que: «Las funciones dentro del espacio reproductivo (sexualidad heterosexual y monogámica, maternidad, crianza de los hijos y trabajo doméstico) están previstas para ella en esa ley, así que aunque la expresión de la femineidad varía según las diferencias de clase, época y otras circunstancias, la situación de las mujeres es siempre subordinada en relación con los hombres» (1993, 63). De esta manera, por mucho tiempo fueron formadas para conformase con ser vírgenes, religiosas o esposas (madres de proles numerosas, dedicadas al hogar y dispuestas a dar lo mejor de sí mismas a sus familias).
Ahora bien, esas convicciones sobre la supuesta inferioridad innata de la mujer ¿Qué efecto surtió en las mujeres de la época medieval específicamente? ¿El desarrollo de muchas de ellas sufrió alguna suerte de depravación? ¿Cómo canalizaron los deseos propios de todo ser humano de ejercer poder y control?
Lograr una aproximación a cómo se constituyeron como sujetos
las mujeres en el medioevo, es el objetivo del presente trabajo. Para
ello, recrearemos pasajes de la literatura donde se narran sucesos
acontecidos alrededor de algunas mujeres. En ellos observaremos cómo
fueron menospreciadas y maltratadas por el otro, y lo que resultó más
grave aún, por ellas mismas.
A finales de la Edad Media, la Iglesia cristiana hizo del matrimonio
un sacramento, organizándolo e incitando a las personas, que
no pudiesen mantenerse en celibato, a contraerlo. Se exaltó a Sara,
personaje de la Biblia de quien lo único que se sabe es que era la
mujer de Tobías, buena esposa y buena madre (Tobías, 10: 12). Ella
representará desde ese momento, la santidad conyugal. Representará,
también, a la mujer sometida por el marido, porque el matrimonio
como toda institución, tiene una jerarquía en la cual la mujer no
es igual a su pareja. Dos ilustres hombres de la Iglesia antigua dan
fe de eso. San Agustín señaló: «Hombre, tú eres el amo, la mujer es
tu esclava, Dios lo quiso así. Sara, dice la Escritura, obedecía a Abraham
y lo llamaba amo suyo (...) Sí, vuestras mujeres son vuestras servidoras
y vosotros sois los amos de vuestras mujeres» (Sermón 322
citado por Guy Bechtel, 2001, 46). Por su parte, San Pablo lo explica
de esta manera: «Quiero que sepáis que la cabeza de todo varón es
Cristo, y la cabeza de la mujer, el varón, y la cabeza de Cristo, Dios»
(1 Corintios, 11: 3). Sólo queda lugar para la obediencia: «Las casadas
estén sujetas a sus maridos como al Señor» (Efesios, 5: 22).
Ahora bien, ¿cuál es la razón primigenia de estas sentencias?
La razón la hallamos en el Antiguo Testamento (libro que tanta responsabilidad
tiene en el calvario que ha sido para muchas personas haber
nacido mujer): la mujer debe estar subordinada porque Eva fue creada
después de Adán, y también, porque: «Eva representa lo negativo,
la parte maldita, la perversidad innata, y sobre todo, cosa que es mucho
más grave, la rebelión ante la posición que el Creador atribuye a la
mujer. Rebelión ante una posición de sumisión casi feudal, de vasalla
frente al que llama su amo, dominus, en latín, señor, su señor, el hombre
que es su marido» (Duby, 1986, 42). Y en el mundo medieval todo
estaba establecido según ese orden social-religioso. Siguiendo ese
precepto, la mujer, criatura débil y perversa per se, debía estar sometida
a Dios, al padre, al marido; si no podía ser virgen, santa o religiosa,
entonces, debía ser esposa y madre. Al respecto, María A. González
explica: «La evolución seguida por las diferentes culturas da cuenta
de un proceso de expoliación de poder y de representaciones valorizadas
de las mujeres, si bien es significativo que coexista el sometimiento
social femenino junto a una imagen (en los mitos, los ritos,
las religiones) de la mujer percibida como poderosa y peligrosa» (1993,
72).
Como puede observarse, en ese mundo predominantemente masculino,
la situación de las mujeres no era nada fácil. Se encontraban
sumergidas en una cultura que les inculcaba desde la infancia: «el
ideal femenino de pasividad y sumisión a sus padres y a su futuro
marido, quien quiera que éste pudiera ser. Su matrimonio, generalmente
a una edad muy temprana, significaba el dominio total por parte del
marido y, en la práctica, la desaparición de todos sus derechos legales
mientras durara el enlace. A pesar de ello, se le exigía también
ser competente y eficaz en el gobierno de la casa una vez casada,
ya que la comodidad material y el cuidado del hogar eran fundamentalmente
su responsabilidad» (Wade, 1989, 44).
Así, una vez asimiladas las enseñanzas impuestas, la mujer cumplía
uno de sus principales objetivos: encontrar un marido. El matrimonio
representaba para ella la posibilidad de ocupar un papel en la
sociedad. De esta manera: «realiza un acariciado sueño, o al menos
una anhelada ambición, pronuncia una promesa que incluye servir y
obedecer, en una ceremonia amable y sencilla» (Vigil, 1994, 92).
Fray Luis de León, en su obra La perfecta casada, señala que
las esposas deben ser «puertos deseados y seguros» para que sus
maridos al regresar al hogar «reposen y se rehagan de las tormentas
de negocios pesadísimos que corren fuera dellas». Esto, claro está,
se debe a que la naturaleza femenina las ha destinado para «agradar,
y servir, y alegrar y ayudar» (citado por Vigil, 1994, 94). Se esperaba
entonces de las mujeres que fuesen dulces, dóciles, obedientes,
pasivas y prudentes, debido a que «El deseo –filial– masculino ha
exigido que la única identidad femenina deba quedar reducida a ser
madres asexuadas y benévolas, sin rastro de ira, de poder y de otro
deseo que no sea el de un hijo» (González, 1993, 73).
Estas convicciones, condujeron a las mujeres a ser deseables,
en vez de desear ser amadas por lo que eran. Encontraron poder en
la fuerza de una imagen (la suya), en lugar de hallarlo en la responsabi-
lidad de sus propios actos. No es de extrañar entonces, que terminaran
sintiéndose resentidas, frustradas y fuera de control al sacrificar
sus deseos y necesidades reales para satisfacer los deseos de ese
Otro representado en el marido: que fuesen la madre perfecta y esposa
ideal (Young-Eisendrath, 2000).
Este comportamiento trajo una doble condena para las mujeres:
lo eran si reclamaban respeto hacia sí mismas (las llamaban dominantes,
brujas), y si no lo hacían, en el fondo de su ser, surgía un
gran malestar: el de sentirse inmaduras, derrotistas, dependientes o
reprimidas al cumplir lo que la sociedad de su época les impuso: obedecer
servilmente al marido.
Estas imágenes las hallamos reflejadas en los personajes femeninos
de dos cuentos: Alicia, en “La comadre de Bath” y Griselda en
“El cuento del Erudito”, ambos incluidos en la obra literaria Cuentos
de Canterbury, escrita por el inglés Geoffrey Chaucer a finales del
siglo XIV. Estos cuentos ejemplifican qué sucede en las mujeres cuando
no se les permite expresar su necesidad de reconocimiento como
actores coprotagónicos de la sociedad, sino cuando sólo destacan por
su belleza, gracia o generosidad, así como por su sumisión.
“La comadre de Bath”
Alicia Bath es presentada como una mujer abundante en palabras,
lasciva y mandona (lo que en nuestra época solemos denominar
“una cuaima”). Con gran elocuencia, Alicia señala “que lo que más
le gusta a las mujeres es mandar”. Esto lo plasma al narrar las vicisitudes
de sus cinco matrimonios y cómo ella, mediante su sexo, astucia y
contundencia logra dominar a sus distintos maridos.
Sin embargo, cuando nos acercamos a ella, percibimos en Alicia
que el peso de la cultura patriarcal ha hecho mella en su personalidad,
y que sufre, por ejemplo, por el paso del tiempo, ya que éste
acabó con sus grandes armas: la juventud y la belleza. «¡Ay, Jesucristo,
Dios mío! Cuando lo recuerdo todo y me acuerdo de mi juventud y
alegría, el cosquilleo me llega a lo más hondo del corazón. Hasta la
fecha hace bien a mi corazón recordar el empuje de mi juventud. Pero
la edad, ¡ay!, que todo lo estropea, me ha despojado de mi belleza y
de mi auge» (Chaucer, 1999, 212).
Alicia sentía que su poder femenino se basaba en su juventud y
belleza; que sólo por éstos sería “bonita y deseada”. Este pensamiento,
recurrente en la gran mayoría de mujeres de todas las épocas, no
debe causar extrañeza. En un mundo gobernado por el deseo masculino,
las mujeres, son valoradas por su imagen corporal y no por
sus acciones; parecieran que son impulsadas por el deseo de ser deseables,
en lugar de ser estimuladas por el deseo de ser conocidas
y amadas. Así, quedan reducidas a ser objetos de deseo de los hombres,
lo que a su vez, reafirma la condición dominante de éstos. María
A. González aclara: «Al ser reducida a objeto codiciado por otros hombres
y expropiada del significado económico y social de sus funciones
doméstico-maternales, su cuerpo –su capacidad de dar placer y
crear nuevas vidas– y su trabajo –asegurar el mantenimiento cotidiano
físico y psíquico de todos los seres humanos– quedan sometidos al
control y a la dependencia masculina» (1993, 76).
Al asumir que su mayor poder (si no el único) residía en su apariencia
física, Alicia quedó determinada por los viejos hábitos del patriarcado.
Estos hábitos originaron en ella «miedo y vergüenza al notar
que su apariencia no estaba a la altura de la musa» (Young-Eisendrath:
2000, 71).
Todavía en la actualidad, resulta imposible para un gran número
de mujeres mantenerse totalmente libre del mensaje que ensalza a
la belleza como sinónimo de poder femenino. De esta manera, niñas
y mujeres crecen y se desarrollan en un ambiente viciado, en el que
se destaca permanentemente la descripción física de la mujer, qué
prendas usa y cuál es su aspecto. Y aunque resalte un logro femenino,
los medios de comunicación por ejemplo, se empeñan en emparentarlo
con la presencia o ausencia de la belleza de quien lo ejecutó.
Así, una mujer que alcanza sus objetivos y también es bella,
puede encontrarse con la opinión de que sus logros contaron con la
ayuda de su gracia física. Por otra parte, de una mujer exitosa y que
no cuente con el atributo de la belleza, pueden decir que su éxito
es una recompensa por la ausencia de ésta.
De esta manera, en las sociedades patriarcales la apariencia de
la mujer está condenada a ser su mayor poder. Y así, cuando la belleza
está ausente, aparecen el temor y la vergüenza por no estar a la altura
de la imagen anhelada. Por ejemplo, muchas mujeres que se encuentran
bajo el domino masculino se aíslan y se amargan porque
sienten que ya no forman parte de la fantasía masculina.
Pero no son los medios de comunicación los únicos encargados
de trasmitir a las mujeres estos mensajes deformados acerca del poder
femenino. Las madres, por su parte, contribuyen notablemente
para que este patrón se repita una y otra vez. Las constantes idas
al gimnasio y a la peluquería para cuidar la imagen, son ejemplos magistrales
que transmiten a las hijas la importancia de la apariencia física.
Estos comportamientos dicen del miedo que tienen las mujeres a ser
vistas con desprecio si su apariencia no luce cuidada con esmero.
De esta forma, las madres, muchas veces, conducen a sus hijas a
estar atadas a la apariencia para cubrir sus necesidades de seguridad
y halagos. Refuerzan la coquetería, la indefensión y sumisión para
ser deseadas, fortaleciendo así, las imágenes masculinas de belleza
y valía femeninas.
Un punto importante a destacar es que esos hábitos eran trasmitidos
a Alicia por su madre. La madre de Alicia la animaba a convertirse
y mantenerse en el rol de objeto de deseo. Alicia cuenta que:
«Le hice creer que me había hechizado (mi madre me enseñó ese
truco). También le dije que soñaba con él durante toda la noche y
que en el sueño él intentaba matarme allí donde yacía y que la cama
estaba empapada de sangre. A pesar de ello, esperaba que él me
diese suerte, pues la sangre significa oro, o así me lo habían contado.
Y todo eran mentiras. No soñaba nada que se le pareciese. Pero en
esto como en muchas otras cosas yo seguía, como de costumbre,
las enseñanzas de mi madre» (Chaucer, 1999, 214).
Este pasaje del cuento muestra cómo las madres insisten en que
sus hijas se adapten a las exigencias del patriarcado y lo mantengan
en vigencia. El porqué de este hecho, lo aclara María A. González:
«A causa de su propio sometimiento, de su dependencia y de la interiorización
de la desvalorización de que ha sido objeto, la mujer constituye
la trasmisora ideal de un sistema de valores que se vehiculiza
a través de ella, conformando una estructura psíquica, acorde con
las necesidades masculinas-sociales, que han anclado a la mujer en
una hipervalorización y protección del narcisismo (inflacionado) del
varón y en la consecuente envidia a sus prerrogativas» (1993, 77).
Y la seducción fue una forma de poder que Alicia aprendió para
lograr que el joven Jankin se casase con ella: «Siempre seguí mis
inclinaciones, guiada por las estrellas, las cuales hicieron que jamás
pudiese negar mi cámara de Venus a cualquier mozo que la quisiese
(...) Bueno, a finales de aquel mes, este guapo estudioso, el garboso
Jankin, se había casado conmigo con toda la debida ceremonia» (Chaucer,
1999, 215).
De esta forma, nuestra heroína manifiesta un sentimiento de triunfo
sobre el deseo sexual masculino. Sintiéndose sexualmente atractiva,
manipuló el sexo como un subproducto para obtener la atención del
objeto de su atención.
Alicia, con un sentimiento de control sobre su propio cuerpo emparejado
con un sentimiento de triunfo sobre el deseo sexual masculino,
sintió que obtuvo lo que deseaba: «Pero al fin, después de riñas y
peleas interminables, se hizo la paz entre nosotros. Él me entregó
las riendas del hogar y yo tuve el gobierno de nuestra casa y de nuestras
tierras (...) Desde aquel momento, por tener yo el domino del vencedor,
le tuve a mi merced» (Chaucer, 1999, 220).
De esta manera “El cuento de la comadre de Bath” muestra, de
forma irónica, las incongruentes ideas de una mujer fuerte, que se
debate entre lo que siente y lo que “debe ser”, convirtiéndose así en
su propia enemiga.
“El cuento del erudito”
Este cuento también toca el tema del matrimonio. Uno de sus
puntos principales es el de quién manda en el matrimonio y quién obedece.
En él resaltan los protocolos sociales femeninos, esto es, cómo
se supone que las mujeres deben actuar para obtener poder femenino:
discretas, indirectas e invisibles, en vez de ser francas, abiertas, falibles.
La protagonista, Griselda, es una mujer que asimiló en demasía
lo que se esperaba de una mujer para convertirse en una buena esposa.
Ella resalta como una muestra de las mujeres que repetidamente transforman
sus necesidades de autonomía y poder adaptándose a las exigencias
de las instituciones patriarcales, para cumplir cabalmente con
los roles de objeto de deseo, esposa y madre.
En el relato observamos a una mujer humillada por su marido
en grados insoportables e inimaginables. Y cómo gracias a su ¿admirable?
paciencia logra mantener el amor y la confianza de éste, para vivir
feliz junto a él, hasta que la muerte los separe.
Griselda era una chica llena de virtudes: bondadosa, bella, oficiosa,
cuidaba de su padre viejo y enfermo con gran devoción y cariño,
hilaba la rueca y vigilaba a sus ovejas cuando pacían en el campo.
Solamente holgazaneaba cuando dormía. El príncipe Walter la escogió
como esposa por todas las cualidades que poseía. Era la mujer
hecha a su medida. Cuando la pidió en matrimonio le dijo con mucha
“ternura”: «Griselda, debéis entender claramente que tanto a vuestro
padre como a mí nos resulta satisfactorio que yo me case con vos;
supongo que estáis también dispuesta a ello. Pero, no obstante, debo
formularos estas preguntas, ya que todo debe hacerse con tanta premura:
¿consentís, o bien os gustaría pensarlo bien? Os pregunto si
estáis preparada a complacer todos mis deseos sin dilación; que yo
tenga libertad de hacer lo que me parezca mejor, tanto si esto os proporciona
placer o dolor; que vos nunca murmuréis o protestéis; que cuando
yo diga ‘sí’, vos no digáis ‘no’, ni de palabra o frunciendo el ceño.
Jurad esto y yo os juraré nuestra alianza, aquí y ahora». Ella, perpleja
y temblando de respeto respondió: «Señor, no soy digna ni merezco
el honor que me ofrecéis; cualquier deseo vuestro es también
el mío. Y aquí mismo juro que nunca, voluntariamente, os desobedeceré
ni con los hechos ni de palabra, aunque ello me cueste la vida
y no tengo el menor deseo de morir» (Chaucer, 1999, 272).
Sin embargo, el virtuosismo de Griselda, su buena naturaleza,
su discreción y amabilidad no fueron suficientes para satisfacer el deseo
de dominación de Walter. Señala María A. González que: «El sometimiento
femenino juega entonces la función de proteger la precaria identidad
masculina. Con la dependencia y sumisión de las mujeres los
hombres pueden negar su (la humana) fragilidad intrínseca y su dependencia
de ellas» (1993, 75). ¿Cuán lastimada estaba la identidad masculina
de Walter? Debe haberlo estado mucho. El relato indica que
para reafirmarse a sí mismo se ensañó contra su esposa cuatro veces;
como un cruel verdugo la castigó cada vez, garantizando así,
su capacidad para subyugarla.
Pero ¿Y ella? ¿Qué la condujo a acceder que (supuestamente)
matara, primero a su hijita y luego a su pequeño hijo? ¿Por qué aceptó
que posteriormente la repudiara como esposa? ¿Qué la llevó a servir
a la nueva esposa de Walter? ¿Por qué le perdonó todos esos
años de silencioso sufrimiento (cierto es que sufría mucho), cuando
él manifestó que fueron necesarios para probar que ella era digna
de seguir siendo su esposa? ¿Cuál fue la causa de ese exagerado
sometimiento femenino?
Si bien es cierto que Griselda es un personaje de ficción, no hay
que olvidar que la literatura, frecuentemente, marcha a caballo entre
la realidad y la ficción, y a veces, para aproximarse mejor a la verdad,
es necesario recurrir a la invención. Por eso, Griselda permite
un acercamiento a la subjetividad femenina de esas mujeres que teniéndose
en tan poca estima, transgreden los límites de lo tolerable; que
muestran ese lado oscuro del deseo humano, «la cara maligna que
se presenta como apego, impulsividad, adicción» (Young-Eisendrath,
2000, 13).
Esas mujeres, acota María A. González: «buscarían narcisizarse,
restaurar sus heridas a través del Amor, considerado como el modo
femenino privilegiado para velar la castración. Según ello, la pérdida
del amor sería para la mujer la causa de su mayor angustia» (1993,
77). Las mujeres representadas por Griselda dan la impresión de que
sólo buscan ser aprobada por el otro para retenerlo a su lado, sin
entender las implicaciones que ese hecho tiene para sí mismas.
Alicia y Griselda reflejan lo que puede sucederle a las mujeres
cuando no ven, ni permiten a los demás ver sus fallos de una manera
transparente; al no reconocer sus debilidades, no se abren para ser
realmente amadas por los demás. De esta manera, al poder examinar
hechos como éstos, inherentes a la condición humana a través
de los relatos mencionados, se hace evidente el valor del arte en general,
y de la literatura particularmente, porque abren de par en par
el alma humana y permiten ver sus abismos.
Referencias Bibliográficas
Bechtel, Guy. Las cuatro mujeres de Dios. Barcelona: Ediciones B, 2001.
Chaucer, Geoffrey. Cuentos de Canterbury. Madrid: Ediciones Cátedra, 1999.
Duby, Georges. “Las condiciones de la mujer en el sistema feudal”. En: Analítica.
Nos. 8 y 9. Caracas, ECFC y Fundanalítica, enero a diciembre,
1986. Pp. 39-53.
Espina, Gioconda. “Psicoanálisis y subordinación femenina”. En: Diosas, musas
y mujeres. Caracas: Monte Ávila Latinoamericana, 1993.
González de Ch., María A. “Conformación de la subjetividad femenina”. En:
Cuerpo y subjetividad femenina. Salud y Género. 6XXI, 1993.
La Sagrada Biblia. (Traducida de la Vulgata Latina). Buenos Aires: W. M.
Jackson Editores, 1958.
Vigil, Mariló. La vida de las mujeres en los siglos XVI y XVII. (1ra. edición
1986). Madrid: Siglo XXI de España Editores, 1994.
Wade, Margaret. La mujer en la Edad Media. (1ra. edición 1988). Madrid:
Editorial NEREA, 1989.
Young-Eisendrath, Polly. La mujer y el deseo. Barcelona: Editorial Kairós,
2000.
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Estado Mexicano: FEMINICIDA "Corte Interamericana de Derechos Humanos culpa al gobierno por feminicidios en Juárez"
Por: Lourdes Godìnez (Cimac)/ José Meléndez (El Universal)
La Corte Interamericana de Derechos Humanos (CoIDH) acusó al Estado mexicano de violar el derecho a la vida, a la integridad personal y la libertad personal en perjuicio de tres de las ocho víctimas de feminicidio del campo algodonero y lo responsabilizó de no haber adoptado medidas de protección eficaces e inmediatas ante las denuncias de desaparición de mujeres en Ciudad Juárez, documentadas desde 1993.
La justa sentencia sentará un precedente para el tema de feminicidio en la región de Latinoamérica y Centroamérica al ser la primera que reconoce la violación sistemática a los derechos humanos de las mujeres.
En la primera condena contra México por asesinatos y desapariciones de mujeres ocurridos desde 1993 en Ciudad Juárez, Chihuahua, la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) declaró culpable al Estado mexicano de un triple crimen de mexicanas que se registró en 2001 en esa región del norte del país, y le impuso sanciones legales, morales y económicas, informó ayer el máximo tribunal continental de justicia.
La CIDH determinó que los homicidios en Juárez “son alarmantes” y que el Estado violó los derechos a la vida, a la integridad y libertad personal, incumplió su deber de investigar para garantizarlos, y violó la no discriminación, los derechos del niño y la integridad personal de familiares de las víctimas, que fueron acosados por agentes.
Han pasado ocho años de los hechos, dijo la Corte, y la investigación no ha pasado de su fase preliminar.
El Estado debe pagar más de 847 mil dólares por indemnizaciones, lucro cesante, costas, gastos y otras reparaciones a las familias de las víctimas.
El gobierno fue acusado por los homicidios, en septiembre y octubre de 2001, de las niñas Esmeralda Herrera Monreal, de 15 años; Laura Berenice Ramos Monárrez, de 17, y de Claudia Ivette González, de 20, víctimas de la cadena de secuestro, violación, tortura y asesinato contra centenares de mexicanas que ha sacudido a Ciudad Juárez.
La sentencia data del 16 de noviembre pasado, pero fue difundida ayer.
Las cifras negras
La Corte, ente de la Organización de Estados Americanos con sede en Costa Rica, reconoció que México “realizó un reconocimiento parcial de responsabilidad internacional”, pero no demostró haber adoptado “las medidas razonables, conforme a las circunstancias que rodeaban a los casos, para encontraria las víctimas con vida”.
No existen datos claros sobre la cifra exacta de homicidios de mujeres en Juárez desde 1993, aunque las cifras oscilan entre 260 y 442 casos.
La sentencia recordó que representantes de las tres víctimas dijeron que el tema de género es común denominador de la violencia en Juárez, y que “niñas y mujeres son violentadas con crueldad por el solo hecho de ser mujeres”.
México atribuyó los homicidios a causas y patrones criminales diversos, pero “influenciados por una cultura de discriminación contra la mujer”.
La Corte sentenció que el Estado deberá remover los obstáculos que impidan indagar los tres casos, y le ordenó levantar —en un plazo de un año— un monumento en memoria de las víctimas de homicidio y crear una página web que “deberá actualizarse permanentemente y contendrá información personal de todas las mujeres, jóvenes y niñas que desaparecieron en Chihuahua desde 1993”.
SOBRE LOS FUNCIONARIOS INVOLUCRADOS
La Corte determinó que si se permite que personas responsables “de estas graves irregularidades” continúen en sus cargos, o peor aún, ocupen posiciones de autoridad, se puede generar impunidad y crear las condiciones para que los factores que inciden en el contexto de violencia persistan o se agraven.
Condenó que el hecho de que no se haya investigado a ninguno de los funcionarios supuestamente responsables por las negligencias ocurridas, pone de manifiesto la situación de indefensión de las víctimas, contribuye a la impunidad y propicia la “repetición crónica de las violaciones de los derechos humanos de que se trata”.
La Corte determinó que las irregularidades en el manejo de evidencias, la fabricación de culpables como el caso de “El cerillo y la Foca”, confesos bajo tortura de ser los asesinos seriales, el retraso de las investigaciones, la falta de líneas de investigación que tengan en cuenta el contexto de violencia contra la mujer y la inexistencia de investigaciones contra funcionarios públicos por su supuesta negligencia grave, vulneran el derecho de acceso a la justicia, a una protección judicial eficaz y el derecho de los familiares y de la sociedad a conocer la verdad de lo ocurrido.
El Estado, apuntó, no garantizó a través de una investigación seria y adecuada, los derechos mencionados con anterioridad de las tres víctimas.
“Todo ello permite concluir que en el presente caso existe impunidad”.
La ineficacia judicial en casos individuales de violencia contra las mujeres, sostuvo la Corte, propicia un ambiente de impunidad “que facilita y promueve la repetición de los hechos de violencia en general y envía un mensaje según el cual la violencia contra las mujeres puede ser tolerada y aceptada como parte del diario vivir”.
En el caso del campo algodonero, dice la Corte en su sentencia de 167 páginas, el Estado mexicano tenía la obligación de adoptar todas las medidas positivas que fueran necesarias para garantizar los derechos de las niñas desaparecidas y debió haber asegurado que fueran encontradas a la mayor brevedad, una vez los familiares reportaron su desaparición.
Máxime, reitera, cuando tenía conocimiento de la existencia del contexto en la entidad, donde a diario desaparecían mujeres o niñas.
El Estado fue acusado por la Corte por una deficiente actuación de sus autoridades para buscar a las víctimas, por la mala diligencia en la determinación de la identidad de los restos, de las circunstancias y causas de las muertes, el retraso en la entrega de los cadáveres, la ausencia de información sobre el desarrollo de las investigaciones y el trato dado a los familiares durante todo el proceso de búsqueda de verdad.
REPARACIONES
La Corte le ordenó al Estado mexicano que dentro de un plazo razonable, investigue, a través de las instituciones públicas competentes, a los funcionarios acusados de irregularidades y, luego de un debido proceso, aplique las sanciones administrativas, disciplinarias o penales correspondientes a quienes resultaran responsables.
Asimismo, establece que “como medida de satisfacción”, deberá publicar en el Diario Oficial de la Federación, en un diario de amplia circulación nacional y en un diario de amplia circulación en el estado de Chihuahua, por una sola vez, los párrafos 113 a 136, 146 a 168, 171 a 181, 185 a 195, 198 a 209 y 212 a 221 de la Sentencia.
La sentencia, dijo la CoIDH, también deberá publicarse íntegramente en una página electrónica oficial del Estado, tanto federal como del estado de Chihuahua dentro de un plazo de 6 meses a partir de la notificación de la misma.
Otro ordenamiento de la sentencia es que en el plazo de un año a partir de la notificación de la sentencia, el Estado deberá realizar un acto público de reconocimiento de responsabilidad internacional, en relación con los hechos del campo algodonero, en honor a la memoria de las jóvenes Claudia Ivette González, Esmeralda Herrera Monreal y Laura Berenice Ramos Monárrez, donde deberá mencionar las violaciones a los derechos humanos en que incurrió y que se declararon en la sentencia.
El acto, dice la Corte, deberá llevarse a cabo mediante una ceremonia pública con funcionarios de alto rango y ser transmitido a través de radio y televisión, tanto local como federal. El Estado deberá asegurar la participación de los familiares de las tres víctimas y de sus representantes legales.
En este caso, sentenció la CoIDH, “es pertinente que el Estado levante un monumento en memoria de las mujeres víctimas de homicidio por razones de género en Ciudad Juárez, entre ellas las víctimas de este caso, como forma de dignificarlas y como recuerdo del contexto de violencia que padecieron y que el Estado se compromete a evitar en el futuro”
Este monumento deberá construirse en el campo algodonero donde el 6 y 7 de noviembre de 2001, fueron encontradas las 8 mujeres asesinadas.
Entre otras medidas, la Corte, determinó la creación de una página electrónica de mujeres y niñas desaparecidas en Chihuahua desde 1993 a la fecha, misma que deberá actualizarse constantemente.
Asimismo, le ordenó la creación de una base de datos que contenga la información personal disponible de mujeres y niñas desaparecidas a nivel nacional, otra que contenga información genética y muestras celulares, de los familiares de las personas desaparecidas que consientan –o que así lo ordene un juez- para que el Estado almacene dicha información personal únicamente con objeto de localizar a la persona desaparecida.
También propone la creación de una base de datos con la información genética y muestras celulares proveniente de los cuerpos de cualquier mujer o niña no identificada que haya sido asesinada en Chihuahua.
Esta información, señala la Corte, deberá ser protegida por el Estado mexicano.
Entre otras medidas de reparación, la CoIDH establece tratamientos psicológicos, médicos integrales para los familiares de las víctimas, así como el pago por concepto de gastos de búsqueda de 150 dólares a la señora Monreal, 600 dólares a la señora González; y mil cincuenta dólares a la señora Monárrez.
También ordenó al Estado indemnizar a las jóvenes asesinadas por la falta de garantía de sus derechos a la vida, integridad personal y libertad personal.
De acuerdo a este ordenamiento, el Estado mexicano deberá pagar treinta y ocho mil dólares a favor de Claudia Ivette González y cuarenta mil dólares para cada una de las niñas Esmeralda Herrera Monreal y Laura Berenice Ramos Monárrez.
Otros cuarenta y cinco mil dólares deberán pagarse a las madres de las jóvenes Herrera, Ramos y González quienes entregarán, en su caso, la cantidad que estimen adecuada a sus representantes, por concepto de costos y gastos.
Los montos asignados en la sentencia, deberán ser entregados en el plazo de un año a partir de la notificación de la misma. Leer más...
Violencia Simbólica en los Medios de Comunicación...
Por: Aloyma Ravelo /Fuente: Revista Mujeres
“Las mujeres continúan siendo invisibilizadas en la agenda pública o reflejadas mediante estereotipos sexistas, prueba de cómo no solo se perpetúa la violencia física sino la simbólica”, afirmó en su conferencia la profesora Titular de la Universidad de La Habana y coordinadora del Taller de género y comunicación, que reunió a una treintena de periodistas y especialistas de la región.
En su articulación con la organización y funcionamiento del orden social, los medios, vistos como una industria cultural, y espacio donde se debate el poder, pueden asumirse hoy desde tres aristas fundamentales que están sinérgicamente condicionadas: su lugar en la producción de saberes; su papel socializador, que en algunas sociedades ha desplazado incluso a otras instituciones tradicionalmente normativas, y en su dimensión comercial-industrial, con un carácter marcadamente transnacional, explicó la experta en comunicación a los y las asistentes.
Enfatizó que la concentración cada vez mayor en grandes megaconglomerados de la información, permite que el ocio y el entretenimiento de las personas, en gran medida esté en manos de compañías transnacionales. Unas pocas dominan el mercado mundial y citó como ejemplo a AOL-Time Warner, Disney, Sony, News Corporation, Viacom y Bertelsmann.
“Los medios establecen, a través de sus discursos, un eje de matrices culturales, donde se explicita y reproduce el poder hegemónico. Se constituyen en uno de los mecanismos de reproducción del patriarcado en el plano de la subjetividad.
“Se constituyen en escenario fundamental para la reproducción de juicios de valor, sistemas normativos, mitos, estereotipos y prejuicios con que los individuos funcionan para reconocerse a sí mismos, a su grupo, y, a su vez, diferenciarse en su especificidad” manifestó Isabel Moya, directora de la Editorial de la Mujer.
Precisó más adelante que no se puede olvidar que toda relación social se estructura a nivel simbólico, y todo orden simbólico se estructura a su vez como discurso. La comunicación masiva se constituye en constructor de las subjetividades que el poder hegemónico requiere para perpetuarse.
A continuación defendió su definición de Teoría de Género, diciendo que es un saber que devela que el ser mujer u hombre, más allá del hecho biológico, es el resultado de una construcción simbólica erigida sobre los cuerpos y las subjetividades de sujetos sexuados que se constituyen en la historia y que adquieren su identidad en un movimiento relacional y complejo de interacciones sociales, a la vez que constituyen un ethos particular.
Este proceso sociocultural y subjetivo, apunta Moya, denota relaciones jerárquicas de poder, en contextos concretos e históricamente determinados, y signa el proceso de interacción entre los seres humanos en el ámbito doméstico, privado y público. Esa construcción de sentido está a su vez condicionada por la raza, la clase, la etnia, la diversidad sexual, la discapacidad y otras tipificidades de la condición humana.
Sobre las diferencias biológicas entre hombres y mujeres, explicó que el discurso se ha elaborado a partir de mitos, creencias, asignación de roles, normas, leyes, teorías científicas, que refrendó y naturalizó como inferior a las mujeres y lo considerado femenino.
“La diferencia biológica se constituyó en desigualdad y discriminación en las prácticas culturales, políticas, económicas, sociales y en el quehacer cotidiano”, apuntó.
La profesora Isabel Moya también sostiene que la historia de los estudios de comunicación, está signada por el predominio de paradigmas que, sin dudas, han ido marcando hitos en la evolución de esta Teoría.
Y se pregunta: ¿Dónde me sitúo yo? ¿Funcionalista? ¿Apocalíptica o integrada? ¿Culturalista? ¿Neofrackfurtiana? Se confiesa afiliada a las definiciones de la Teoría de la Comunicación que potencian que es una práctica cultural y un espacio de producción y negociación de sentido condicionada y, a su vez, condicionante de procesos y contextos socioculturales, políticos y del devenir cotidiano.
“Los procesos comunicacionales se articulan a nivel individual, grupal y de toda la sociedad, y se establecen como un eje plural de matrices culturales y espacio donde se explicita el poder hegemónico”.
Expresa que reivindica esta atribución de sentido como una relación dialéctica efectuada en los nodos de la integración social y signada por un entramado complejo de mediaciones.
Asume además la Comunicación Masiva en el proceso complejo de articulaciones con todas las manifestaciones de la superestructura social de la cual es una manifestación, a la vez que uno de los elementos que la presupone.
“Si coincidimos en que los medios son reproductores del pensamiento dominante en cada realidad específica, constructores del universo simbólico, y que van más allá de la utilización de determinados recursos expresivos o técnicos, para resultar esencialmente un proceso de producción compartida de significados, a través de los cuales los individuos dotan de sentido sus experiencias, coincidiremos asimismo en la influencia de los medios en la conformación de lo femenino y lo masculino y, a su vez, en el condicionamiento que estas visiones ejercen en la construcción, emisión, resignificación, apropiación y rechazo de los mensajes” subrayó la presidenta de la Cátedra de Género “Mirta Aguirre” y coordinadora del Taller que sesionó durante cinco días en La Habana.
Los medios de comunicación resultan hoy un elemento socializador por excelencia. Su incidencia en la conformación de los imaginarios, sus potencialidades como reforzadores de estereotipos o por el contrario, como propiciadores de la aceptación de nuevos paradigmas, los ha convertido en un ámbito estratégico para la construcción de sociedades incluyentes, no discriminatorias y participativas.
El enfoque de género se ha revelado como una herramienta indispensable para asumir un periodismo verdaderamente democrático y plural, comprometido con el ser humano y la justicia social.
Auspiciado por la Cátedra "Mirta Aguirre", la Oficina de la UNESCO en La Habana y el Programa Internacional para el Desarrollo de la Comunicación, este Taller regional cuyo objetivo central es elevar la conciencia de género a través de los medios de comunicación, se propuso a su vez un manual de buenas prácticas para un periodismo con enfoque de género.
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Entrevista a Mercedes Belbel, una de las organizadoras de las Jornadas Feministas Estatales "La jerarquía católica es misógina y homófoba"
Mercedes Belbel, psicóloga, es una de las organizadoras de las Jornadas Feministas en Granada (España) que conmemoran el congreso histórico de 1979
Ha estado más de 20 años trabajando con víctimas de la violencia de género, participó en la lucha antifranquista y fue una de las mujeres que se dejó la piel por lograr derechos como el divorcio. Mercedes Belbel (Granada, 1955) es una de las organizadoras de las Jornadas Feministas Estatales que comenzaron ayer en Granada, el encuentro nacional más importante que conmemora el congreso histórico de las mujeres en esa misma ciudad hace 30 años. Ella también estuvo ahí en 1979 y, aunque admite mayores cuotas de igualdad, lamenta que siga sin haber una ley de interrupción del embarazo que permita abortar a las mujeres que lo necesiten en las mejores condiciones posibles. "Por señalar sólo un aspecto de la cuestión", matiza.
¿Qué ha cambiado y qué sigue sin mejorar?
Los derechos políticos han ido por delante de los derechos sociales y las costumbres, porque el imaginario social es mucho más difícil de transformar.
¿Cuáles son los problemas de la mujer de hoy?
La mayoría de las mujeres mayores tienen un poder adquisitivo muy bajo. Tenemos que trabajar mucho más porque el trabajo no remunerado en relación a los cuidados sigue dependiendo de nosotras. Las jóvenes encuentran trabajos precarios y mal remunerados. Las inmigrantes tienen muy restringidas las ofertas laborales. Las trabajadoras del sexo no tienen derechos...
¿Cómo se repara el daño que la dictadura hizo a la mujer?
Es irreparable y las consecuencias aún las estamos viviendo. Una Guerra Civil, una feroz represión y 40 años de dictadura pesan mucho. Falta cultura democrática en general. Las asociaciones de Memoria Histórica están llevando a cabo un trabajo muy valioso. Están apareciendo numerosas obras escritas por mujeres que señalan lo importante que fue la participación femenina en la República, en la resistencia al franquismo y en la Transición. Una participación que suele quedar oscurecida en los relatos oficiales y en la historiografía de izquierdas de sesgo masculinista, que es la mayoría.
Se acusa al islam de machista. ¿Y la Iglesia?
La jerarquía católica es misógina y homófoba. Saben que se les tiene miedo pues se muestran implacables cuando se tocan sus muchos privilegios. Parece imposible pensar que sigue habiendo gente en contra del divorcio, amenazando con excomulgar a los diputados que voten a favor de la Ley del Aborto, condenando el matrimonio homosexual, escondiendo la pedofilia de un sector del clero, impidiendo que las mujeres puedan formar parte de su jerarquía, interfiriendo tanto en la vida de un Estado democrático. Aunque, para ser justas, hay que destacar que, en la Iglesia católica, hay un sector de teólogas y teólogos feministas.
¿Habrá igualdad mientras haya monarquía?
No parece que los regímenes republicanos hayan alcanzado una mayor cuota de igualdad para las mujeres sólo por ese hecho, ni que Berlusconi respete más a las mujeres que la reina Isabel II de Inglaterra. No debemos caer en simplismos. Y no soy monárquica ni juancarlista. Sería interesante hacer un trabajo sobre el género y la Casa Real.
¿Debe considerarse a la mujer como una víctima?
No. Y creo que se hace un flaco favor a las mujeres cuando se las considera como tal; en el fondo es considerarlas débiles y vulnerables por naturaleza. Las mujeres, al igual que los hombres, son víctimas cuando son sometidas a algún hecho delictivo sobre su persona.
¿Es la escuela tan machista como hace 30 años?
Sin duda, no. Aunque no podemos hablar de que exista realmente coeducación, no es tan machista. Arrastramos un déficit de educación histórico. Y cuando algunos gobiernos han promovido leyes de mayor calado social, no las han financiado de manera adecuada, aparte de la incapacidad para frenar el poder de la Iglesia católica en la enseñanza.
¿Ayudan más los hombres, están más concienciados?
Creo que no se trata de ayudar sino de compartir, de corresponsabilizarse.
¿Cómo se puede conseguir la conciliación laboral y familiar?
Se resolverá si los gobiernos invierten más en educación y servicios sociales, con la corresponsabilidad familiar, con la colaboración de cada miembro de la familia y con la introducción de medidas en las empresas que faciliten la vida de sus trabajadoras y de sus trabajadores.
¿Qué le pediría al Gobierno?
No soy mucho de pedir. Creo más en la acción, la reivindicación, la lucha y el trabajo. Leer más...
Ciudad Juárez: Feminicidio, violencia y corrupción...
Por:María del Pilar Barceló /Rebelión
A Marisela Ortiz, compartiendo su dolor, y en memoria de Jesús Alfredo Portillo Santos
Pietro Grasso, Fiscal Nacional Antimafia, explica que en los últimos años el creciente control sobre los puertos y aeropuertos colombianos ha forzado a los cárteles de este país a buscar nuevas áreas de almacenamiento de la pasta de coca destinada al mercado estadounidense y europeo, y que éstas se han ubicado sobre todo en México, donde los cárteles mexicanos han conseguido asegurarse el control del territorio.
Para ello se han valido de las mismas estrategias que cualquier otra mafia: el terror, utilizando a grupos de sicarios que asesinan a cientos de testigos, presuntos informadores, magistrados y policías; y la connivencia –obtenida gracias a su inmensa riqueza- de amplios sectores políticos, funcionariales, empresariales y profesionales, hasta el punto de que puede afirmarse que estos grupos criminales han contaminado a la sociedad y la economía mexicana. El miedo y la corrupción son imprescindibles no sólo para actuar con eficacia, sino para asegurarse además la impunidad. Adicionalmente los grandes cárteles de la droga, que se reparten el país en áreas de influencia, en su afán de obtener el dominio de las rutas más practicables hacia Estados Unidos se enfrentan entre ellos por el control del territorio. El resultado son más de 3.000 personas asesinadas sólo en 2008.
Para ello se han valido de las mismas estrategias que cualquier otra mafia: el terror, utilizando a grupos de sicarios que asesinan a cientos de testigos, presuntos informadores, magistrados y policías; y la connivencia –obtenida gracias a su inmensa riqueza- de amplios sectores políticos, funcionariales, empresariales y profesionales, hasta el punto de que puede afirmarse que estos grupos criminales han contaminado a la sociedad y la economía mexicana. El miedo y la corrupción son imprescindibles no sólo para actuar con eficacia, sino para asegurarse además la impunidad. Adicionalmente los grandes cárteles de la droga, que se reparten el país en áreas de influencia, en su afán de obtener el dominio de las rutas más practicables hacia Estados Unidos se enfrentan entre ellos por el control del territorio. El resultado son más de 3.000 personas asesinadas sólo en 2008.
En este contexto, durante los últimos quince años cientos de mujeres y niñas han sido sistemáticamente secuestradas, violadas, horriblemente torturadas, mutiladas y asesinadas en la fronteriza Ciudad Juárez, lugar de paso de la droga hacia EEUU y de las armas y narcodólares que a cambio se envían desde ese país a México. Al mismo tiempo el Estado mexicano ha mantenido una actitud de permanente inhibición y se ha abstenido de promover investigaciones eficaces, enjuiciar a los culpables y procurar la reparación de las víctimas y sus familias. Ello ha generado un clima de impunidad que no hace sino multiplicar la violencia contra las mujeres.
Las víctimas no han sido elegidas al azar. En su mayoría son trabajadoras de las maquiladoras. Muchachas inmigrantes, pobres, que desafían a los estereotipos de género que en su entorno aún tienen tanta fuerza intentando obtener su independencia económica, su autonomía; son mujeres a las que hay que escarmentar y cuyo destino ha de constituir una advertencia para quienes pretendan imitarlas. La vida de una mujer joven, inmigrante y pobre en Ciudad Juárez no vale nada.
La sistemática selección de las víctimas y la reiteración de determinados patrones de actuación (secuestro, violación sexual tumultuaria, mutilación y/o tortura, asesinato, abandono del cuerpo en lugares desérticos o lotes abandonados) permiten hablar de feminicidio. Pero la cuestión de género por sí sola no lo explica todo. En otros lugares las mujeres también sufren discriminación en virtud de estereotipos de género y sin embargo no se da esa práctica sistemática, siguiendo pautas predeterminadas, de violación, tortura y muerte. Como dice Emilio Ginés, abogado integrante de la delegación para la defensa de las víctimas en el caso Campo Algodonero que se sigue ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos, estamos ante una realidad poliédrica, y para entenderla no podemos atender sólo a una de sus facetas.
Aunque Marisela Ortiz (Asociación Nuestras Hijas de Regreso a Casa) considera que la corrupción es algo profundamente arraigado en la sociedad mexicana, no cabe duda de que el creciente peso económico del narcotráfico y la necesidad de garantizar su práctica sin impedimentos y en condiciones de impunidad la agravan. A ello se une la violencia generada por dicha actividad. En los últimos tres años han muerto asesinadas de 10.000 a 15.000 personas, muchas de ellas sicarios. Esto significa que los cárteles al día de hoy y debido a la dificultad por reponer su “mano de obra cualificada” están recurriendo a las maras, que superponen al tráfico tradicional sus propias prácticas violentas (ritos de iniciación, etc).
Si a un contexto cultural de estereotipos de género discriminatorios se añaden la penetración de los intereses del narcotráfico en la sociedad mexicana y la violencia generada por dicha actividad, parece probable la conexión entre feminicidio, narcotráfico y corrupción, de tal modo que una lucha eficaz contra el feminicidio deberá abarcar estas tres facetas: la educación en la igualdad y la lucha contra la violencia, la corrupción y el narcotráfico.
Hasta que no se ponga coto a la corrupción, se mantendrá la impunidad, y continuarán siendo asesinadas las muchachas de Ciudad Juárez. Quienes allí intentan poner coto a estas violencias sufren presiones insoportables, amenazas, acoso o la muerte. Por ello es fundamental la presión internacional sobre el Estado mexicano para que cambien sustancialmente su actitud y empiece a combatir tanto la corrupción que lo corroe y que se traduce -en el caso de las mujeres de Ciudad Juárez- en facilitar interesadamente la impunidad de los culpables eludiendo la investigación, el castigo y la reparación.
Si la Corte Interamericana de Derechos Humanos dicta sentencia en el caso Campo Algodonero condenando a los Estados Unidos Mexicanos por su inactividad, se habrá dado un primer paso, pero no es suficiente. Es imprescindible que todos hagamos llegar nuestra voz contra el feminicidio, contra la violencia, contra la corrupción. A favor de las mujeres de Ciudad Juárez. A favor, en definitiva, de todo el pueblo mexicano.
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María a guerrilleira, dos patrias y una pasión: el comunismo...
”Mamá logró en Cuba lo que no pudo ver en España. Sabía que triunfaría la revolución. Era todo entusiasmo y valores. Tenía un concepto integral del ser humano. Si hoy estuviese viva estaría luchando contra el bloqueo a Cuba, estoy segura”, dice su hija Dora Carcaño Araújo.
“No soportaba las injusticias. Era una luchadora nata. Defendía siempre a los que sufrían, daba igual, hombres o mujeres. Vivió para hacer frente a la discriminación del ser humano”. Así describe la figura de ´María a Guerrilleira´ su propia hija, Dora Carcaño Araújo, nacida en Pontevedra y residente en La Habana desde niña. La complicada existencia activista de su madre, ligó definitivamente el destino de Dora a la isla caribeña, aunque algunos de sus familiares consiguieron diseñar su futuro en O Porriño.
María Araújo Martínez nació en Carril (Pontevedra) en 1904. Con sólo dos años, sus padres se la llevaron a Cuba, estableciéndose en la localidad de Casablanca. Estudió en un convento y allí se casó con Sebastián Carcaño, natural de Mugardos. Juntos se iniciaron en las luchas proletarias y se vincularon al entonces naciente movimiento comunista cubano, tal y como describe el historiador Jorge Domingo Cuadriello en su obra. En 1927 y con dos hijos, se instalaron en Galicia, donde nació Dora Carcaño, la tercera descendiente directa de María Carcaño o ´María a Guerrilleira´.
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