12/12/2009


Infancia y Sociedad

Enseñar a recibir

Andrea Bárcena
Y

o sí creo en Dios: en un Dios justo, bondadoso, inteligente y actualizado.

Creo que su voluntad es que los humanos tengamos raciocinio para ejercer nuestro libre albedrío y asumir nuestras responsabilidades.

Mas creo también que la muerte anual de millones de niños por hambre en el mundo no puede explicarse por la voluntad de Dios, sino por responsabilidad de los hombres.

Cuando Dios dijo: Creced y multiplicaos, el mundo estaba prácticamente despoblado. Cuando dijo: Amaos los unos a los otros, se refería al amor a los otros, al amor de pareja y al amor sexual como posibilidad de reproducción, pero no exclusivamente, sino como un modo de entrega y deleite, regalo suyo.

Dios debe estar muy enojado por lo que estamos haciendo con el bello planeta que nos dio como hogar en el universo; debe estar muy enojado por lo que nos hacemos unos a otros en el terreno de la explotación y el abuso.

En México, Dios debe estar particularmente enojado con los panistas, por lo que han hecho con su país y su gente en los pasados 9 años; por los miles de personas que han dejado sin trabajo. Ojalá los panistas cambien de rumbo en los tres años que les quedan de gobierno en todo este siglo.

Dios no ha de querer ver más niños pobres y sin oportunidades, ni mujeres forzadas a tener hijos que no desean o no pueden cuidar y atender debidamente. Dios ha de estar enojado con los panistas por sus pecados de gula, ambición, egoísmo e hipocresía, por su doble moral.

Hoy 12 de diciembre, que es día de la Virgen de Guadalupe, informo que también creo en ella y sé que ha de estar muy triste por las mujeres asesinadas en México, por los niños quemados de Hermosillo y la falta de justicia en todos los casos. La Guadalupana comprende bien que una madre quiere lo mejor para sus hijos y que prefiere que no nazcan antes que condenarlos a la miseria y el sufrimiento.

No deberíamos olvidar, por cierto, que la Navidad es una fiesta cristiana que el mercado ha convertido en fiesta de consumo y excesos.

Algunos padres –de los que tienen para comprar– dudan qué juguetes son buenos para sus hijos. Habría mucho qué decir al respecto. Nos quedaremos con la recomendación de imitar la práctica oriental en la que los niños, para recibir juguetes, deben regalar los que ya tienen a otros niños sin recursos. La finalidad de esta tradición es enseñar a los niños que para recibir hay que dar primero; que es muy placentero dar de nosotros a los demás y, sobre todo, que la acumulación no es ni buena ni sana, sino la gran enfermedad del mundo actual.

¡Feliz Navidad y Año nuevo para los lectores de La Jornada! Amén.

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